jueves, 1 de agosto de 2013

LAS REBELIONES EN EL YAQUI (III)



Las echadas y las ponedoras
  
Leopoldo Santos Ramírez / Dossier Político
A los sesenta días de la acción de lo que la prensa ha dado en denominar bloqueo, y que en realidad es una interrupción intermitente del tráfico a la altura de Vícam Switch, las cosas aparecen ahora más claras.

A estas alturas del partido queda claro que la dirección del movimiento está en manos de los agricultores patrones, y que los yaquis que los acompañan conforman un grupo ligado a esos mismos inversores o patrones, arrendatarios de las tierras yaquis.

 Es decir en cuanto a la composición yaqui se trata de un grupo identificable dentro de las diversidades de las comunidades de la etnia.

Otra cuestión que va quedando clara es que a menos que ocurriera algo extraordinario el proyecto del acueducto del Novillo no podrá echarse atrás, y si ese fuera el caso, alguien tendría que responder por los cuatro mil millones de pesos en números redondos que ha costado el entubamiento.

No es algo que los hechos recientes estén determinando, más bien es una condición a la que fueron abonando las actitudes y  la estrategia del Movimiento Ciudadano por el Agua, MCA, hace tres años ya, cuando se anunció la construcción del acueducto.

Dado que el movimiento se concibió como una acción de carácter patronal, los impugnadores nunca se propusieron bloquear las obras de la construcción del acueducto, tal y como un movimiento popular sí lo hubiera intentado, pese a las dificultades logísticas. Al contrario, privilegiaron la vía más larga e insegura de los juzgados, los tribunales y los desplegados.

Al mismo tiempo, desde las primeras acciones y declaraciones nunca hubo ni siquiera por encimita un discurso sobre las necesidades de la nación yaqui.

 Inclusive se plantearon como finalidad última echar abajo al acueducto, pero tratando de que alguien de afuera les sacara las castañas del fuego, ese alguien podría ser la nueva presidencia priísta, pero su tirada más clara fue siempre involucrar a los yaquis que pudieran aglutinar, de tal manera de ponerlos por delante.

 Por eso también los yaquis aparecen en un primer plano, cargando toda la responsabilidad de las acciones.

La más reciente ocasión que el grupo del Valle del Yaqui ejerció el poder en Sonora fue con la administración de Eduardo Bours que en el sexenio pasado se destacó por la prepotencia contra los movimientos populares, las organizaciones civiles y sus propios subordinados, terminando trágicamente su mandato con un saldo por demás negativo con la tragedia de los niños de la guardería ABC, factor que influyó para que los votantes sonorenses hastiados se inclinaran por el PAN.

 Dejar el poder cuando todo apuntaba a que lo podrían retener en el 2009 es algo a lo que nunca se resignaron.

Por eso ahora, con circunstancias adversas juegan cuando menos dos cartas que les permitan rehacer parte del poder al que son adictos.

Una carta consiste en sacarle una buena bolsa de dinero a la Sagarpa para rehabilitar el sistema  de riego del Valle que después de cincuenta años ha agotado sus potencialidades, y la otra carta es la probable precandidatura de Díaz Brown a la gubernatura, o bien, de cualquier otro, de tal manera de no salirse de la jugada electoral; es decir, intercambiar los votos del sur por posiciones en la próxima gubernatura en caso de ganar el PRI. Esa es la verdadera agenda de los agricultores hegemónicos.

Por eso la presión a través de la interrupción del tráfico, acción que terminará cuando obtengan garantías a sus demandas. Pero ninguno de los dos objetivos contempla a los yaquis.

De obtenerlos, los recursos federales solo irían de pasadita a los terrenos de los yaquis, y en cuanto a las elecciones las promesas electorales irán en el mismo sentido de dotaciones de agua y tierras.

 ¿Han propuesto los agricultores del Valle ceder tierras a los yaquis en el actual conflicto?. ¿Han propuesto siquiera reorganizar la administración de los distritos de riego permitiendo la incorporación de las representaciones de los yaquis en ellas?. ¿Qué con el Distrito 18?.

¿Con cuánto están dispuestos a entrarle a la rehabilitación de los sistemas de riego?. Ninguno de estos temas, ni la seguridad en los territorios yaquis está en la mesa de las discusiones, ninguno que un movimiento realmente popular ya se hubiera preocupado por difundir y discutir.

Pero si eso ocurre en el Valle, tampoco en el centro se piensa en reivindicar las demandas yaquis. En la espectacular entrevista con López Dóriga, el gobernador Padrés se comprometió a dotar de tierras, agua para riego y la infraestructura básica a las comunidades yaquis, sin embargo, a pesar de no tener obstáculos, nada de eso se ha concretado, de tal manera que puede decirse que tanto en el sur como en el centro son más las echadas que las ponedoras.

En el fondo del inconsciente sonorense hay algo que no hemos podido superar. Hay una admiración por la raza especial de los indígenas yaquis, por su identidad y su resistencia, y a la vez hay un rechazo que en ciertas capas puede llegar a manifestarse como una patología social.

En efecto, en el fondo los agricultores hegemónicos del Valle sienten la misma repulsión que a sus antepasados porfiristas les provocaba la presencia de los yaquis a finales del siglo xix y a principios del siglo xx.

A los yaquis prefieren verlos como un equipo de beisbol, o como una figura de un danzante recortada en una lámina de anuncio en la carretera, pero nunca dueños de sus recursos y su destino, por eso se refieren a ellos despectivamente como "güilos".

Pensando en esa ideología supremacista, Aguilar Camín, antes de convertirse en intelectual orgánico de la derecha, escribió sobre el fuerte rechazo y las guerras de exterminio que la elite sonorense emprendió sobre estos excepcionales indígenas.

"A ellos (los yaquis) los sonorenses les arrebataron el espacio vital, las tierras decisivas. En ellos cifraron por largos años -antes y después de la guerra civil- la efigie del "enemigo". En ellos vencieron la resistencia menos soluble a los líquidos de la "civilización" que querían construir.

En ellos descubrieron con una precisión instintiva y esencial lo que no eran, lo que no querían ser, lo que debían exterminar para darse a sí mismos la existencia que deseaban", (Aguilar Camín, 1997, en La frontera Nómada, Sonora y la Revolución Mexicana).

Hoy, el denominado bloqueo, como una acción central en la jugada de los agricultores está sacando además las entrañas profundas de la situación problemática de los yaquis pero a la vez de todo el Valle.

En realidad, la forma atrasada que allí ha adoptado la economía controlada por los agricultores-inversionistas, está atrasando esa región pese a las posibilidades que tiene dados sus enormes recursos.

En este contexto conflictivo, cualquier solución que no contemple la potencialidad de los yaquis como productores altamente competitivos, está condenada a traer nuevas convulsiones a la región y por ende, a la entidad entera. 

(DOSSIER POLITICO/ Leopoldo Santos Ramírez / 2013-08-01)

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