jueves, 29 de septiembre de 2011

OLA DE SICILIACION

Estamos gobernados por una minoría, de acuerdo, pero sostenida en el poder por una masa enorme y corrupta a la que tiene acceso todo mexicano que esté dispuesto a hacer un favor con tal de que le hagan otros a cambio.
Jorge Ibargüengoitia.

La metáfora de Sicilia no se da en un territorio concreto regional sino en una zona de la realidad mexicana en la que conviven los políticos, los narcotraficantes, los dueños de casas de bolsa y de centros de apuestas y los banqueros que —como corresponde a un país colonizado— son extranjeros de Hong Kong, Shangai, Londres, Santander, Nueva York, Bilbao, Toronto o Montreal. El proceso de sicilianización consiste en haber logrado la inexistencia del Estado.

El Estado no solo es la ley escrita sino la obediencia de la ley, su cumplimiento, su imperio. Para que un Estado esté vivo es necesario que se cumpla la ley. En México existe la ley escrita, pero no se obedece. Lo que tenemos en México es un Estado inexistente, flaco, deshuesado, muerto. 

 “No es que no haya Estado”, dice alguien en el Mama Roma (un café de aquí de la Condesa). 

 “Lo que pasa es que no está”. En otras palabras: la sicilianización de la sociedad política mexicana, no tanto de la sociedad civil, es que desde el Gobierno se ejerce el poder en beneficio de grupos e intereses particulares (las diferentes pandillas y empresarios) y no en favor del bien común.

La noción de mafia en el noroeste mexicano no es la misma que en Sicilia, pues entre los “hombres de honor” sicilianos el rito de iniciación en Cosa Nostra supone un pacto de sangre. Hay un rito. Hay una ceremonia. La sicilianización vendría a ser un sistema clientelar, un intercambio de favores económicos y políticos a fin de establecer el tejido de la intermediación político-mafiosa.

Equivale a una metáfora del mundo moderno sobre la forma en que se ejerce el poder del Estado en complicidad con los poderes extralegales o fácticos (no elegidos por el pueblo) que se sirven “con la cuchara grande” sin ninguna compasión por la miseria.

 La mafia más que una organización es una mentalidad, un comportamiento, un modo de ser, en cualquier país: una intermediación política, económica y electoral, entre los ciudadanos y el Estado, entre la producción y el consumo.

La mafia asegura muchos votos y combate a la oposición. La resicilianización Pero la verdad es que los mexicanos le estamos “dando la vuelta a la tortilla”.

La sicilianización para nosotros, ahora, se ha vuelto una esperanza y la expresión tiene como referente a Javier Sicilia y no a Palermo.

Ya hay una voz. Debería haber veinte. Cien. Cien mil. Porque esa voz es uno, ninguno y cien mil. Todos. Ya les dijo esa voz a los diputados y a los senadores que se involucren en la actual tragedia.

Que hagan algo para conjurar la crisis de representatividad que estamos padeciendo.

¿Cómo es posible que nuestros casi 700 diputadosenadores de 200 mil pesos mensuales vivieran al margen del drama tal y como lo hicieron en 1968?

Hacen su rancho aparte y traicionan sus compromisos al aprobar la ley de seguridad. No han estado en el país. Se la pasan haciendo política en El Cardenal, no en los pueblos. No con la gente.

Gracias a Javier Sicilia por subirnos a la ola de la nueva sicilianización.