Carlos
y Salvador tienen un refugio secreto en el que cuidan a los mininos que han
sido abandonados o maltratados por sus dueños. Sin recibir dinero de
instituciones, tan sólo con donaciones voluntarias, la pareja se ha encargado de
alimentar y proteger a estos animales durante un año
Aniversario. El 3 de mayo de 2017, día
en que se celebra a la Santa Cruz y a los albañiles, nació el “Santuario
Paraíso Gatuno”. Foto: Vanguardia/Luis Castrejón
Por: Jesús Peña
Fotos y video: Luis Castrejón
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Édgar de la Garza
Miércoles como a las 4:00 de
una tarde tórrida.
Me alisto, cámara colgada al
pescuezo, para salir a un rescate.
Ayer, a medianoche, la
cuadrilla del refugio, que en realidad son dos para todo, me avisó por WhatsApp
que día siguiente iría a salvar a una madre y sus cuatro hijitos.
Y por eso estoy aquí.
Salimos de la casa, no diré
qué casa, a la calle, tampoco nombraré la calle, porque no vaya a ser, me
advierten los rescatistas, que la gente que ya no los quiere venga y los
abandone aquí, los deje botados en la puerta del albergue, como acostumbra hacer
la gente de mal corazón cuando se entera de que hay un refugio para mascotas y
quiere deshacerse de sus mascotas.
Echamos a andar.
Carlos Rodolfo Valenzuela
Valenzuela, 38 años, lleva una jaula transportadora.
Mientras José Salvador Horta
Celestino, 38 años, para un taxi que pasa a toda velocidad por la avenida.
Los del albergue no tienen
carro, andan en taxi o en combi si hay dinero; a pie, de raite con algún
conocido o familiar, como sea.
¿A DÓNDE VAMOS?
Vamos a la colonia Rincón de
Sayavedra, a casa de una vecina buencorazón que ha resguardado a una hembra con
sus cuatro crías, en tanto la brigada del refugio, que son Carlos y Salvador,
llegan por ella, a rescatarla.
Al rescate. No hay registros
de cuántos gatos viven en las calles y son víctimas de maltrato, pero Carlos y
Salvador han tenido hasta 75 en su casa.
La hembra, que al parecer era
callejera, feral, había ido a parir a casa de otra vecina, porque no encontró
dónde más, pero la vecina se enfadó y ya la iba a aventar al monte con todo y prole.
La vecina buen corazón
intercedió por ella y la recogió con sus retoños.
Al rescate nos acompaña
Lupita Sánchez, una bienhechora del refugio y dueña de 12 gatos.
Después de rodar de cabo a
rabo la ciudad rabiosa de tráfico y de calor, llegamos a Rincón de Sayavedra.
En la reja de una casa que
está plantada en una equina, no diré cuál casa ni cuál esquina, nos recibe una
señora que dice que se llama Blanca Azucena Ramos.
“Con cuidado y en silencio”,
dice Salvador.
Y todos atravesamos rápido,
pero con sigilo, un corredor hasta un patio trasero.
Dentro de una caja de cartón,
en un recodo del corral, está la mamá con los bebitos.
Carlos mete la mano en la
caja.
Un bufido, un arañazo, una
mordida.
“La gata no es sociable, como
está parida es agresiva”, dice Carlos, después que se ha recuperado del susto.
Apadrina un gato. Más de 30 padrinos dan
una cuota voluntaria para el sostenimiento del refugio.
Por fin consigue con mimos
apaciguar a la mamá, saca los gatitos de uno por uno y los mete en la jaula
transportadora, y por último a la madre.
La vecina buencorazón dice
que adoptará a uno de los cachorros una vez que desteten, que ella quiere un
rayadito, dice, y se despide efusivamente de la mamá y sus crías.
“Vas a estar muy bien ahí
donde te llevan. Hay muchos como tú. Vas a ser feliz ahí. Te portas bien y no
seas peleonerilla”.
Ya la tenemos, ya la
llevamos, una mamá con sus cuatro bebés, dice Carlos y nos vamos.
En mitad de un bulevar, de
camino al alberge, Salvador hace la seña a un carro de alquiler para que se
detenga.
Días antes Carlos me contó
que es muy difícil agarrar taxi cuando la cuadrilla, que son él y Salvador,
transporta animales, porque algunos taxistas dicen “no, con mascotas no”.
“Andas tú arriba, que no
vayas a subir un gato”, piensa Carlos, pero no se los dice.
Sin embargo, ha resultado que
otras veces a otros taxistas les gustan los animales y...
Parece que este taxista es de
esos y nos levanta.
Arrancamos rumbo al refugio.
Ya va para un año que Carlos
y Salvador empezaron con esto.
Primero fue un gato, luego
otro, otro y otro y otro y otro y otro
hasta que llegaron a 75.
75 gatos en un albergue para
gatos.
Salud. La cocina de la casa, que se transformó
en un cuarto para los mininos, cuenta con una alacena-botiquín con medicinas
para los gatos.
Entonces el piso del refugio,
que antes era una casa como cualquiera, parecía una alfombra con dibujos de
gatos, pero de gatos de verdad.
Contará Salvador, un mediodía
que estamos en el “Santuario Paraíso Gatuno”, el alberge que él y su pareja
Carlos fundaron para rescatar y rehabilitar gatos maltratados.
Los conocí en el mercado de
la Guayulera cierto sábado que andaban boteando para el refugio.
El refugio de Caros y
Salvador se sostiene por sí solo o con apoyo de ciudadanos y asociaciones
animalistas, no recibe recursos gubernamentales ni de empresas.
Al siguiente día que salió la
nota sobre la colecta en pro de los gatos del albergue, alguien comentó en
Facebook: “deberían de llevarlos a China, para que les den buen uso”, y cosas
por el estilo.
Carlos y Salvador,
acostumbrados a esas boludeces, ni se inmutaron.
“Tratamos de no engancharnos
porque se distrae la labor y el objetivo…
Se te va a ir la vida en pelear y no en rescatar, en alimentar, en
trabajar para ellos”, dice Salvador.
A nadie se le ablandó el
corazón, en cambio hubo llamados de gente preguntando por la dirección del
refugio para ir y botar a sus gatos ahí, deshacerse de ellos.
De
estar en la calle, sufriendo fríos, enfermedades, hambre, y llegar a un lugar
donde hay tanto amor y comida y casa, yo dije ‘ay no, pos llegaron al paraíso
gatuno’”.
ALMA SALINAS, PRESIDENTA Y FUNDADORA DE LA SOCIEDAD
GATUNA SALTILLO.
“Oiga, ¿cuál es la ubicación
del refugio?, ¿puedo ir a dejar cuatro gatitos que ya no quiero?”, y mensajes
por el estilo.
“Para la próxima le pediría
no publicar mis datos, como número de celular…”, me amonestó Salvador cuando le
marqué para decirle que quería contar su historia y la del albergue.
Al final acepó y aquí me
tiene.
Pocos conocen el refugio,
sólo sus amigos de Sociedad Gatuna Saltillo, unos cuantos amantes de los gatos
y yo.
Ni los vecinos saben de él.
El refugio es un secreto.
El refugio es así:
Un cuarto, que antes era
cocina, donde ahora hay una mesa alta y larga para que jueguen los gatos, una
alacena-botiquín, areneros para que los gatos hagan sus necesidades,
fotografías de gatos, una cruz.
Otro cuarto donde hay una
cama para los gatos, una torre-rascadero en obra negra, una repisa para que
reposen los gatos, areneros y más fotografías de gatos.
Otro cuarto, que es la
recámara de Carlos y Salvador, donde conviven los gatos ferales.
Benefactores. Aldo y Liliana son un
matrimonio que ha adoptado varios felinos del santuario, apoya en todas las
actividades y da dinero.
Ah, y un pequeño patio, con
macetas alrededor, una pitbull amarilla, Yuky, y un labrador chocolate,
Patricio, donde los gatos salen a tomar el sol y a retozar durante dos horas
diarias, al mediodía, bajo la mirada de Carlos y Salvador.
Cuando la pareja decidió que
abrirían un albergue para gatos maltratados, Salvador se puso serio y le
preguntó a su madre si podía cederle algunas piezas de la casa.
La señora dijo que sí.
Carlos y Salvador comenzaron
a desocupar cuartos y entonces la cocina, la recámara y la sala de la casa se
convirtieron en la casa de los gatos o “Santuario Paraíso Gatuno”.
Sabían en la que se estaban
metiendo, jura Salvador.
“Es algo muy pesado, pero
nadie nos obligó”, dice Salvador.
El toldo apenas y ataja los
35 grados que ha traído la primavera, o mejor dicho el verano precoz, a la
Plaza de las Ciudades Hermanas.
Otro sábado. Estoy con
Salvador en la Segunda Feria de Adopciones, edición primavera, que organiza la
Alianza por los Derechos de los Animales en Coahuila (ADAC).
Hay puestos con accesorios
para mascotas, servicios de salud para mascotas y mascotas para adoptar.
A pesar del calor ha venido
gente, decenas de cuerpos horneados en su jugo que vienen y van.
Salvador me está contando que
fue en un evento como éste donde conoció a los de Sociedad Gatuna Saltillo.
Fue así como que ‘ay, al fin puedo decir que
amo a los gatos y puedo presumirlos y decir que duermen conmigo, que los
abrazo’, porque mucha gente no se sentía entendida”.
ALMA SALINAS, PRESIDENTA Y FUNDADORA DE
LA SOCIEDAD GATUNA SALTILLO.
Salvador y Carlos habían ido
a esterilizar a dos de sus gatos y se toparon con la noticia de que, mientras
en una veterinaria normal cobraban mil 600 pesos por la operación, la Sociedad
Gatuna Saltillo tenía una campaña de esterilización por 100 pesos.
Al principio les dio mala
espina.
Sus gatos fueron
esterilizados en aquella campaña y salieron bien.
Agradecidos con la Sociedad
Gatuna por haberles ahorrado plata, Carlos y Salvador empezaron a colaborar
llevando pasteles para vender a los eventos animalistas organizados por la
Sociedad Gatuna Saltillo y la Alianza por los Derechos de los Animales en Coahuila
(ADAC), dos agrupaciones hermanas que trabajan por un solo objetivo: el
bienestar las mascotas.
Carlos y Salvador se
volvieron fans de la página de la Sociedad Gatuna Saltillo, en la que se promueve la esterilización y adopción de
gatos.
La pareja había adoptado
varios mininos, pero viendo los cientos de reportes sobre gatos en situación
vulnerable que a diario subía la página de la Sociedad, pensaron que tenían que
hacer algo.
Y lo hicieron.
El 3 de mayo de 2017, día en
que se celebra a la Santa Cruz y a los albañiles, nació el “Santuario Paraíso
Gatuno”.
Nombres. Carlos y Salvador observan la
cara del gato y entonces dicen “tú te vas a llamar así”.
Platica Salvador mientras
atiende su stand en esta feria de animales, la gente pregunta por los llaveros,
las calcomanías de gatos, los cojines con forma de cabeza de gato, los gatos de
adorno hechos de madera y los aretes que Salvador ha traído a vender, donado
todo por Lupita, Aldo y Liliana, los principales benefactores del refugio.
Aldo y Liliana son un
matrimonio gatuno que ha adoptado varios felinos del santuario, apoya en todas
las actividades y da dinero.
Aldo y Liliana viven en casa
con 20 gatos y dos perros.
Salvador saca un cuaderno y
me enseña que hasta esta hora, las 5:30 de la tarde, se han apuntado ya tres
personas interesadas en adoptar a un gato; y otras cuatro que quieren apadrinar
a un minio del albergue.
Apadrinar a un minino del
albergue es dar una cuota voluntaria por quincena, por mes, para el
sostenimiento del refugio y sus habitantes.
El santuario ha tenido que
inventarse un programa llamado “Apadrina un gato”, por la falta de dinero.
Carlos y Salvador suben a la
página del “Santuario Paraíso Gatuno” el álbum con las fotografías de los gatos
y la gente escoge: “yo quiero apadrinar a Gaspar y me comprometo con 50 pesos,
con 100 pesos”.
Y les ha funcionado muy bien,
tienen buena respuesta.
En el stand del refugio he
visto colgadas unas lonas con las fotografías de los padrinos que, dice
Salvador, ya son más de 30.
Karla Barajas es la doctora
de cabecera del albergue y la dueña de “Felicia”, una gata rescatada por Carlos
y Salvador, a la que ella adoptó.
Se han encargado de darles el ambiente como si
fueran la mamá, poniéndoles botellones con agua calientita, cobijas. Se
levantan cada dos o tres horas a darles biberón a cada uno”.
ALMA SALINAS, PRESIDENTA Y FUNDADORA DE
LA SOCIEDAD GATUNA SALTILLO.
Felicia es blanca con negro y
se ha convertido en la enfermera, la encargada de dar apoyo emocional a los
animales enfermos que llegan al consultorio se su ama Karla.
“Es una responsabilidad muy
grande, la mayoría de los gatitos que han sido rescatados llegan muy
maltratados, con historias bastante fuertes. Hay casos muy difíciles, casos en
los que quisiéramos haber hecho más”.
Me dice Karla, mientras
atiende el puesto de vacunación gratuita en esta feria.
Mediodía en el “Santuario
Paraíso Gatuno”.
Gatos por aquí, gatos por
allá, gatos por todas partes.
Gatos saltando de un lado a
otro, gatos reposando en sus camas de tule, gatos corriendo.
Una maraña de gatos.
Gatos y más gatos.
A Carlos el amor por estos
animales le viene de generaciones atrás, me cuenta.
Primero fue su bisabuela,
luego su abuela y después su madre, quien llegó a tener 85 gatos, 85, en su
casa de Kilómetro 9, un pueblo de Ciudad Obregón, Sonora.
86 gatos.
Un caos de gatos.
Primero llegó uno y más tarde
otro y otro y otro.
Un pitbull protege a los
gatos. Yuky es una perra pitbull que ha sido la nodriza de muchos de los
gatitos huérfanos que han llegado al refugio. Aunque en la región han existido
casos de ataques de pitbull a niños, Yuky amamanta y da calor a los mininos.
Como la gente sabía que a
ella le gustaban los gatos, iba y se los dejaba a la puerta de su rancho, que
era un terreno de 30 por 40 metros donde los gatos andaban a sus anchas.
Y como la mamá de Carlos no
tenía corazón de abandonarlos los dejó en su casa.
A Carlos le gustaron los
gatos.
Salvador, la pareja de
Carlos, no tuvo gatos, pero había vivido siempre entre animales: un perro, un
chancho.
“Gatos sí ha habido, pero no
bajaban porque los perros se les echaban encima. Lo que hacíamos era ponerles
alimento en las azoteas y de ahí, pero no se dejaban agarrar”.
Empezó a interesarse por los
gatos cuando conoció a Carlos, que se enamoraron, se hicieron pareja y se
pusieron a vivir juntos.
De eso ya hace unos cuatro
años.
A la hora de la comida en el
albergue, Calos empieza a sacar platos y más platos y a llenarlos de croquetas.
Los felinos se apelotonan en
tormo suyo.
La imagen de los más de 50
gatos alrededor de Carlos esperando comer es impactante.
Alma Salinas Barrón es la
fundadora y presidenta de la Sociedad Gatuna Saltillo, y esta mañana juega con
Atenea, una gata siamés del refugio a la que ella rescató en el momero en que
unos chicos la estaban pateando en la calle.
Atenea andaba toda sucia,
maltrecha.
Ahora está acá, en el
albergue, y es otra.
Salvador dice que lo de
ponerle “Paraíso” al refugio nació de un video que él y Carlos subieron a la
página de la Sociedad Gatuna Saltillo y en el que se veía cómo ellos trataban a
sus gatos, cuando el albergue todavía no era albergue.
Entonces Alma Salinas comentó
que los gatos de Carlos y Salvador habían llegado al paraíso gatuno.
[Un consejo] Esteriliza, hay sobrepoblación,
hay maltrato”.
CARLOS VALENZUELA, RESCATISTA.
“De estar en la calle,
sufriendo fríos, enfermedades, hambre, soledad, y llegar a un lugar donde hay
tantos gatos y tanto amor y tanta atención y comida y casa, yo dije ‘ay no, pos
llegaron al paraíso gatuno’”, cuenta Alma.
No hay registros de cuántos
gatos viven en las calles y son víctimas de maltrato.
Alma dice que son demasiados.
“La gente piensa que el gato
no necesita cuidados, que se defiende solo, que va a encontrar cucarachas o una
rata para comer, que si hay algún peligro se van a subir a un árbol o a un
techo y se van a salvar o que son muy hábiles para cruzar una calle, cosas así.
“Los gatos están corriendo
ahorita mucho peligro, tanto de ser atropellados, aporreados por un perro, por
otro gato. Si no los esterilizan, entre gatos se matan por una gata que está en
celo. Hay mucho loco que se dedica a degollar gatos, cortarle las patas,
quemarlos, ahogarlos; por disfrutar del dolor de un animal”.
El nombre de Jaime Saucedo de
la Peña, alias “El Matagatos”, acusado de rescatar y adoptar mininos para luego
torturarlos y asesinarlos, a principios de 2017, sigue causando horror entre
los miembros de Sociedad Gatuna Saltillo.
¿Entonces es una pavada eso
de que los gatos tienen siete vidas?
No, no es cierto que tienen
siete vidas. Sí aguantan mucho, porque son muy elásticos, porque buscan la
manera de zafarse y de actuar rápido ante un peligro, pero no.
Alma me está contando cómo
nació la Sociedad Gatuna Saltillo.
Para empezar en la casa
familiar de Alma siempre hubo gatos.
En su casa les gustaban los
gatos.
Hace algunos años una amiga
de ella sugirió que había muchos sitios de internet dedicados a los perros, pero ninguno a los
felinos.
El 17 de septiembre de 2015,
cómo a las 12 de la noche, surgió la página de la Sociedad.
Un problema es que cuando nacen
crías de los mininos, los dueños acostumbran retirarlos de la mamá y echarlos a
la calle, pero ellos necesitan todavía de la madre para sobrevivir, dicen
Carlos, Salvador y Alma.
CONTRA EL ABANDONO...
Alma había invitado sólo a
sus contactos, pero se corrió la voz y empezaron a salir del clóset todos los
gatunos.
“Porque estaban bien
escondidos. Los gatunos salieron del clóset”, dice Alma.
“Hay mucha gente gatuna,
nosotros hicimos el primer Cat Fest aquí en Saltillo hace dos años. Recibimos
como mil 500 visitantes en esa feria, puros gatunos. Era impresionante, no
podíamos creer la cantidad de gente que ama a los gatos.
“Fue así como que ‘ay, al fin
puedo decir que amo a los gatos y puedo presumirlos y decir que duermen
conmigo, que los abrazo’, porque mucha gente no se sentía entendida”.
La pantalla proyecta imágenes
tremebundas de historias tremebundas.
Él es Febo, oigo que está
diciendo otra mañana Salvador.
A Febo lo pisaron y le
partieron la columna vertebral en tres.
No podía mover sus patas traseras,
se arrastraba.
Entonces en el refugio
tuvieron que hacerle un carrito, como una silla de ruedas, para que se
desplazara y sí, se desplazaba.
De vez en vez salía al patio
con sus compañeros, a pasear en su carrito.
Salvador saca de una cómoda
el recuerdo a blanco y negro de la columna vertebral de Febo, con tres fisuras.
Lo trataron con ozonotarepia
y estaba respondiendo bien, pero, “lamentablemente no sobrevivió. Fue un gatito
muy agradecido, será porque llegó a un lugar donde conoció los cuidados, el
amor, donde supo que no todas las personas son malas”, dice Salvador.
Y dice que la de Febo es
hasta ahora la historia que más ha calado en el albergue.
Tratamos de no engancharnos [en las críticas]
porque se distrae la labor y el objetivo… Se te va a ir la vida en pelear y no
en rescatar, en alimentar, en trabajar para ellos”.
SALVADOR HORTA, RESCATISTA.
Por Febo empezó lo de los
rescates, de “vamos por él, vamos a ayudarlo”, así empezaron.
Y en solo un año han rescatado
entre 140 y 150 gatos y perros sin dueño.
Después de Febo llegó
Rolandito.
Él tenía panleucopenia, una
enfermedad harto contagiosa y mortal de los gatos, que ataca, sobre todo, las
células de la médula ósea y los intestinos.
Lo tuvieron que dormir,
porque ya estaba sufriendo mucho.
Estos ocho gatitos fueron
abandonados en una plaza de la colonia Loma Linda
Estaban en una caja de
cartón, tapados con un trapo.
Tenían los ojos infectados y
ya estaban fríos.
Carlos y Salvador los
rescataron y los trajeron el día mismo que nació “Santuario Paraíso Gatuno”, a
la media noche.
Adaptados. En el patio, los gatos juegan
, brincan, corren, se acuestan, pero no se van.
Salvador dice que cuando
nacen nuevas crías de gatos, los dueños acostumbran retirarlos de la mamá y
echarlos a la calle, siendo que los cachorros necesitan de su madre para
sobrevivir.
Siempre que llegan al
albergue gatos bebés y huérfanos, Carlos y Salvador los alimentan con fórmula
láctea y les dan calor.
Pero la caridad sale cara,
cuesta entre 700 y 800 pesos la lata, entonces Carlos y Salvador tienen qué
hacer colectas, rifas, subastas, venta de lo que sea, para sacar dinero.
Carlos y Salvador trabajan
como repartidores de pan en la panadería de la mamá de Salvador. La plata que
ganan se va en el alimento y las medicinas de sus gatos.
“Ellos se han encargado de
darles el ambiente como si fueran la mamá, poniéndoles botellones con agua
calientita, bastantes cobijas. Se levantan cada dos o tres horas a darles
biberón a cada uno, luego a estimularlos para que hagan sus necesidades”, me
contará Alma Salinas, la fundadora y presidenta de Sociedad Gatuna Saltillo.
Para sacar dinero Carlos y
Salvador también fabrican y venden casas para gatos, rascaderos, camas para
gatos; o hacen trabajos de albañilería; o venden pollo frito; o…
“Somos mil usos”, dice
Salvador.
Cecilio estaba golpeado de
una pierna, tenía desnutrición, parásitos y una diarrea que no se la podían
parar.
Lo recogieron de la calle en
la colonia Morelos y lo trajeron al santuario.
Se la pasan
jugando, acostados, brincando, corriendo, lo que sea, pero no se van. Ya están
muy acostumbrados y muy adaptados”.
SALVADOR HORTA, RESCATISTA.
Está vivo.
El de la foto es Gordon.
Él sobrevivió después que lo
lanzaron de un carro en movimiento.
Se abrió la mandíbula al
pegar contra el asfalto.
Hoy es uno de los gatos que
saca suspiros en el grupo de Sociedad Gatuna Saltillo.
Oigo que afuera, en el patio,
está ladrando Patricio.
“Cállate, Patricio”, dice
Salvador.
Pero Patricio no se calla.
La que está con sus cuatro
gatitos se llamaba Hera.
Una gata viejita y enferma.
Estaba descalcificada.
La tuvieron que dormir.
Sus hijitos se deprimieron,
se pusieron mal…
Algunos se lograron, otros
no.
¿Qué consejo les darías a los
tenedores de gatos?, le pregunto a Carlos.
“Esteriliza, hay
sobrepoblación, hay maltrato”.
Él ya murió, se llamaba
Valeriano. Llegó al albergue con una quemadura en un costado.
También Alma, de la Sociedad
Gatuna Saltillo, hace su trabajo para que estos animales sean tratados con
dignidad.
EL REFUGIO SECRETO
> Un cuarto, que antes era cocina, con una mesa
alta y larga para que jueguen los gatos.
> Tiene una alacena-botiquín, areneros para que los
gatos hagan sus necesidades,
fotografías de gatos, una cruz.
> Otro cuarto tiene una cama para los gatos, una
torre-rascadero en obra negra, una repisa, areneros y más fotografías de gatos.
> Otro cuarto es la recámara de Carlos y Salvador.
> Un pequeño patio, de tres o cuatro metros por
lado, con macetas alrededor y una pitbull y un labrador.
> Hace meses el patio también era un panteón donde
enterraban a los mininos.
El amor a los animales le
viene de generaciones atrás: primero fue la bisabuela de Carlos, luego su
abuela y después su madre, quien llegó a tener 85 gatos.
El veterinario dijo que
probablemente lo habían quemado con un químico, que aparte inhaló y le jodió
las vías respiratorias.
Me pregunto si hay alguien
que tenga hígado para hacer eso.
Éste es Gaspar, aquel Pantro
José, Elvira, Galileo, Renata, Cecilio, Cirio, Tobías. Lucas, Silverio, Roger,
Bruno, Leonela, Naomi, Liborio, Melchor.
La mayoría son criollos, pero
por sus venas corre sangre real de azul ruso, angora, persa, himalaya, siamés,
ragdoll, egipcio, bengalí.
Quiero saber, le digo a
Salvador, cómo carajos hacen para buscarles nombre a tantos gatos.
El sistema es sencillo:
Carlos y Salvador le observan
la cara al gato y entonces dicen “tú te vas a llamar así”.
Tú tienes cara de Roger, yo
te bautizo Roger; tú tienes cara de Gaspar, a ti te ponemos Gaspar y así…
Aunque a Atenea le pusieron
como a la Diosa de la Guerra, porque
daba mucha guerra cuando llegó.
Y a Yuri como a la cantante,
por güera.
Sobra decir, pero lo voy a
decir, que Carlos y Salvador se saben los nombres y las historias de todos sus
gatos.
No es muy grande, si acaso
tres o cuatro metros por lado, pero es el patio de los 55 gatos, esterilizados
todos, de Carlos y Salvador.
Esfuerzos. Carlos y Salvador se han
encargado de rehabilitar a los gatos maltratados con comida y cariño.
El patio de los gatos.
Salvador dice que hace
todavía algunos meses fue también panteón, la última morada de los michos que
han fallecido en el refugio.
Un patio-panteón.
Carlos y Salvador hacen un
pozo de medio metro, ponen cal, envuelven al gato en un trapo, lo meten en una
bolsa, lo tapan con cal, tierra y al último cemento.
El patio-panteón de los
gatos.
Esto después de haber
acompañado a los mininos, que llegan al albergue desahuciados por enfermedades
o por maltrato, en sus horas y horas de agonía.
“Hay algunos que agonizan
horas y horas y es estar ahí, viéndolos sufrir”, dice Salvador.
Estamos en el patio viendo a
los gatos corretear, brincar, hacer gaterías entre la jungla de macetas que hay
alrededor.
Le pregunto a Salvador que si
no se van, dice que no.
“Se la pasan jugando,
acostados, brincando, corriendo, lo que sea, pero no se van. Ya están muy
acostumbrados y muy adaptados”.
Con la vida de reyes que les
dan acá, yo si fuera gato tampoco me iría, pienso.
Refugio gatuno. Aquí los
mininos reciben alimento, leche, agua, cariño, calor, medicinas y un lugar para
dormir.
Llevamos ya un rato en el
patio y Yuky y Patricio, los perros guardias del refugio, están de un
empalagoso imposible: se paran de manos sobre mi pecho, me lamen la cara y casi
me tiran al suelo.
Patricio es un labrador,
cruzado con rottweiler, al que sus dueños iban a echar a la calle, junto con
sus hermanos, siendo cachorro, porque ya no lo querían.
Carlos y Salvador recogieron
a las crías, les consiguieron hogar.
Se quedaron con Patricio.
A Yuky, una cruza de pitbull,
la rescataron de una familia de maltratadores.
La tenían en el techo, sin
comer, sin nada y al niño de la casa le gustaba golpearla.
Cuando llegó al refugio
estaba desnutrida y tan traumada que con cualquier ruidito se asustaba,
gritaba, salía disparada.
Yuky, contrario a lo que
pensaría la gente, por tratarse de una pitbull, ha sido la nodriza de muchos de
los gatitos huérfanos que han llegado al refugio, o sea, ella hace las veces de
madre sustituta, los amamanta, les da calor.
Una pitbull.
Mi última tarde en el refugio
los gatos tienen gripa.
Ésta vez el verdugo fue el
clima.
Y como están juntos, entre
todos se pasaron el virus.
Pero lueguito los inyectan y
se pondrán bien, dice Salvador.
Estoy jugando con Güero, un
gato blanco, a que yo le hago cosquillas en la barriga y él me rasguña y me
hinca sus dientes en las manos.
Es una responsabilidad muy grande, la mayoría
de los gatitos que han sido rescatados llegan muy maltratados, con historias
bastante fuertes. Hay casos muy difíciles, casos en los que quisiéramos haber
hecho más”.
KARLA BARAJAS, DOCTORA DEL ALBERGUE.
Pero Güero juega rudo y llamo
a Salvador cuando siento que las cosas se me han salido un poco de control.
Salvador levanta a Güero por
los brazos y se lo lleva.
Por esos días Carlos me
contará que ya están acostumbrados a los arañazos y mordidas de sus mininos.
Últimamente una gata recién
parida le atravesó una uña con sus colmillos cuando Carlos intentó agarrarla.
Carlos lloró.
Pero y qué, al fin y al cabo
ya está acostumbrado...
Gatos y perros Gaspar, Pantro
José, Elvira, Galileo, Renata, Cecilio, Cirio, Tobías, Lucas, Silverio, Roger,
Bruno, Leonela, Naomi, Liborio, Melchor y muchos más conviven Yuky y Patricio,
los perros guardianes.
¡APOYA A RESCATAR GATOS!
Facebook: Santuario Paraíso Gatuno,
Sociedad Gatuna Saltillo Oficial y Alianza por los Derechos de los Animales en
Coahuila A.C. (ADAC)
Correo electrónico:
adacanimalista@gmail.com, pelon121679@gmail.com
Todos los días. Los dos
dueños del refugio ya se acostumbraron a los arañazos y a las mordidas de los
gatitos.
Mil usos. Carlos y Salvador trabajan de
repartidores de pan, fabrican y venden casas para gatos, rascaderos, camas para
gatos, hacen trabajos de albañilería, venden pollo frito.
Historias. Al refugio llegan animales
golpeados, atropellados, enfermos, desnutridos; algunos no sobreviven.
(VANGUARDIA/ JESUS PEÑA/ DOMINGO, ABRIL 22, 2018 -
01:59)