lunes, 7 de agosto de 2017

LA HISTORIA DE UN CACIQUE COAHUILENSE

Don Raúl Garza Cabello fue un hacendado del rancho San José de los Nuncio, en Ramos Arizpe, que aún en la década de los sesenta trataba como esclavos a los campesinos: no pagaba, impuso una tienda de raya, quitaba cosecha y ganado, prohibía tomar agua del pozo y sacaba a los niños de la escuela para que repararan un muro de piedra. Familiares de don Raúl, sin embargo, dicen que él siempre ayudó a su pueblo




Fotos: Vanguardia/Héctor García
Por Jesús Peña
Fotos: Héctor García
Edición: Nazul Aramayo
Diseño en edición impresa: Édgar de la Garza

Cuando los funcionarios de las dependencias venían a checar el rancho, el patrón los llevaba pa la sierra, se paraba con ellos, y algunos de sus caporales, en filo del cañón, divisaba y decía, “mira, ¿ves aquellos montones que están allá?, son las vacas. Mira, todo eso que se ve allá son vacas”.

No eran vacas, eran las palmas, los sotoles prietos, pero como a la lejanía no se distinguía bien si era animal o chaparro, él los hacía pasar por vacas.

Ésta es la escena que, según los hijos y nietos de los antiguos pobladores de San José de los Nuncio, pinta mejor a don Raúl Garza Cabello, el cacique mayor de estas tierras.

“Pensaba mi tío Vicente, ‘¿cuáles vacas?’, él le conoció todo el rancho”, cuenta Francisca Álvarez Rodríguez,  hija de don Bartolo Álvarez, un agricultor del rancho, ya muerto.

Otras veces el patrón llegaba al rancho con gentes del Gobierno, delegados agrarios, jefes de oficinas importantes, les hacía un cabrito, un borrego, una carne asada y los emborrachaba con tequila.

“Yo con una botella de tequila los contento y los compro”, profería a voces por el pueblo.

Entonces don Raúl era el amo y señor de las 44 mil hectáreas donde está asentado San José: cobraba con granos y animales la renta de agostadero y parcelas a los campesinos, y no pagaba jornales a los hombres que trabajan, de sol a sol, para él en su aserradero.

“Yo todo el tiempo estuve en contra y le decía a papá ‘oiga, si usted trabaja las tierras, ¿por qué le da a él?’, dice ‘no, hijo, es que es el patrón’, ‘pos sí –le dije–, pero si es el patrón, que le compre semilla o que lo apoye con algo’ y dice ‘no, hijo, ¿pero cómo?, si nosotros estamos en terrenos de él, por eso le damos’”, dice Agustín Regino Torres, hijo de Antonio Regino Vallejo, un caporal de San José.

El padre de Agustín era uno de los que daban la vida por don Raúl, lo que el patrón decía eso se hacía.

Don Teodoro, el papá de Juana María Calvillo, otra habitante de San José, tenía cabras, y el amo le cobraba 20 ó 30 chivas anuales, como arriendo de las tierras.

Entonces en el rancho sembraban sólo cada vez que al cielo le deban la gana llover, no había sistema de riego, aun así don Teodoro, el papá de Juana María, era de los que más cosechaba y, por ende, de los que más tributaba al señor cacique.



Peticionarios Desde 1969, los campesinos y ahora sus hijos han pedido al Gobierno las tierras de San José para formar un ejido. No han recibido respuesta.

LOS LUGAREÑOS LE TENÍAN MIEDO, ERA EL PATRÓN

Corría la década de los sesentas y en el rancho de San José de los Nuncio, localizado en Ramos Arizpe, a unos 40 kilómetros de Saltillo, los tiempos de la esclavitud no habían terminado.

Seguido el cacique irrumpía en la vieja escuela del rancho, sacaba del salón a varios chiquillos y se los llevaba a trabajar al monte, a reparar la cerca de piedra del potrero donde los pobladores criaban el ganado.

Aquella cerca, de la que aún quedan vestigios, impedía que los animales brincaran a los sembradíos.

Medía 12 kilómetros y llegaba hasta arriba de la sierra.

Al muchacho que osaba desobedecer, el amo lo agarraba a patadas y amenazaba a los padres con sacarlos de su casa y correrlos del lugar.

Como las familias eran pobres y numerosas, los niños tenían que resignarse a hacer los trabajos forzados, sin paga de por medio.

DON RAÚL GARZA CABELLO

Rico hacendado del rancho San José de los Nuncio, en Ramos Arizpe, allá por los años sesenta.

“Decía papá ‘a dónde me voy con 15 hijos que tengo que mantener’. Cuando estaba yo en la escuela de la comunidad, porque aquí nací y aquí me crié, el señor Garza Cabello llegaba, sacaba a los que éramos de sexto año para ir a reparar cercas. Nos sacaba porque él era el que mandaba, te gustara o no tú tenías que ir a donde el señor te llevara. Nos llevaba a reparar la cerca de San Lucas que es de piedra, a subir las piedras que estaban caídas, nos sacaba de la escuela como si fuéramos de su propiedad. No lo puedo olvidar”, dice Cruz Calvillo Peña, el presidente del Comité Particular Ejecutivo Agrario de San José de los Nuncio.

Pa sus fiestas y comilonas en la casa grande, el señor disponía de los cabritos o los becerros que eran de los campesinos, sin que nadie se atreviera a levantar la voz.

“Nomás se le ponía y era de ‘vayan con fulano y tráiganse una cabra’ o ‘vayan con zutano y tráiganse un cabrito o dos cabritos’, por eso comían carne, por eso tenían, porque de la misma gente del racho se servían”, platica Elizabeth Álvarez Huerta, la hija de Wenceslao Álvarez, otro labriego de San José, también fallecido.

Algunos agraristas se habían ido a vivir allá arriba, a la sierra, que entonces era una alfombra de pino, para trabajar en el aserradero del señor.

Cortaban árboles, los pelaban y desde la sierra a bajar los potes en burros.

CONFLICTOS POR LA TIERRA:



Elizabeth Álvarez, habitante de San José de los Nuncio. Fotos: Vanguardia/Héctor García


“Le mandaban hablar a la patrulla por cualquier cosa, ya sea que anduvieran recogiendo leña para hacer de comer o nada más porque les daba gana le hablaban a la patrulla”.

Elizabeth Álvarez,
habitante de San José de los Nuncio.



Mariano Medina, ex trabajador de don Raúl Garza.
“Ya cuando no encontraron cargos me dijeron
‘discúlpenos’. Me tuvieron preso dos años
injustamente”.

Mariano Medina, extrabajador de don Raúl Garza.


Rosa Ofelia Garza de la Peña, hija de Raúl Garza Cabello. Fotos: Vanguardia/Héctor García

“Nunca han pagado renta, nunca nada, ellos no tenían problema. Mi padre siempre los ayudó muchísimo, a todos los del rancho los ayudó”.

Rosa Ofelia Garza de la Peña, hija de Raúl Garza Cabello.




Maldición. Gente asegura que durante el reinado del cacique don Raúl Garza Cabello, en el rancho no volvió a llover.

EL CACIQUE NO LES PAGABA

Agustín Regino tenía 10 años y ya andaba con su padre en la sierra.

“Que yo recuerde a mi papá nunca le pegaron. Ya de grande platicaba yo con mamá, ‘¿cuánto le pagaba Raúl a papá por la madera?’, dice ‘no, mijo, si vieras cómo batallaba. A veces que tu papá venia de allá arriba, pero haz de cuenta que no había ido pa allá’, porque Raúl no le pagaba”.

Llegado el tiempo de la cosecha, el amo iba hasta las parcelas y cargaba sus camiones con la mitad, a veces la tercera parte, del maíz y el frijol que los labriegos sembraban para mantener a sus familias.

Entonces no había tractores y los campesinos barbechaban con arados.

Era un trabajo duro.

“Mi papá estaba de mediero, ahí todo el que tenía parcela era mediero, o sea que de la cosecha se le daba la mitad al patrón y la mitad se quedaba para el que lo cultivaba”, dice Francisca Álvarez Rodríguez.

Ese era el cacique don Raúl Garza Cabello.



¿Invasores de tierras? Don Raúl y sus familiares, previendo el pleito agrario que se venía, vendieron miles de hectáreas del rancho, unas 23 mil, y culparon a los campesinos, nacidos y criados allí, de despojo e invasión de tierras.



Abusos. Los niños tenían que reparar la cerca de piedras que se extendía por 12 kilómetros hasta arriba de la sierra.

Por eso fue que en 1969 los campesinos de San José, 39, se levantaron y pidieron la tierra al Gobierno para formar un ejido.

Al patrón le temblaron las piernas.

“Vivíamos casi en la misma casa grande, el señor Raúl Garza iba a tomar café con mamá y una vez hizo un comentario sobre esto de las tierras; le dice a mis papás ‘no Toño y tú Chelo, que la gente no se ponga en contra mía porque sí me friegan’, le dice mamá ‘Raúl, pero si tú eres el dueño, no tienen por qué hacerte nada’, dijo, ‘pero ya ves, si la gente del rancho se me pone en contra, sí me pueden fregar’”.

Desde entonces las cosas en San José se pusieron más complicadas.

Las familias, parientes, amigos y vecinos del rancho se dividieron en dos grupos antagónicos: los que estaban por la emancipación de las tierras y los que estaban a favor del cacique Raúl Garza; los que vivían en el centro, donde se hallaba el casco de la hacienda, y los que tenían sus moradas en el sur, rumbo a las parcelas.

El conflicto llegó a tal grado que cierto día José Ángel, un tío de Francisca Álvarez, se presentó en la casa de Francisca, mandado por el cacique, para sacar arrastrando del cuello con una reata a su padre Bartolo.

44 MIL HECTÁREAS DONDE ESTÁ ASENTADO SAN JOSÉ ERAN PROPIEDAD DE DON RAÚL GARZA CABELLO.



Costumbres. Los adultos trabajadores recibían un boleto para surtir su despensa en la tienda de raya.

José Ángel era primo hermano del papá de Francisca.

“Traía la reata, nada más que no se animó porque mi mamá y yo estábamos con mi padre. Lo iba a lazar del cuello, lo iba a sacar en rastra. Raúl lo mandó… Nosotros no íbamos a dejar que hiciera eso con mi papá. Sí, éramos de los mismos, hasta eso llegó…”

El patrón don Raúl Garza mandó quemar las cercas y tumbar las huertas de los campesinos, quemó la cerca y tumbó la huerta de duraznos de don Bartolo Álvarez, que era una de las mejores y más grandes del rancho.

“Pos ya qué hacía mi papá, aguantar nomás. Tenía muchos duraznos y estaban dando fruto. Mi papá acarreaba el agua desde el rancho, sus dos tinas para regar de a charquito”, narra Francisca Álvarez, la hija de don Bartolo.

Don Raúl prohibió a los alzados, a los que estaban en favor de la formación del ejido, que agarraran agua de los pozos de la comunidad, siquiera para tomar.

Y ordenó a su gente, la gente que daba la vida por él, la que no se le había volteado, la que tuvo miedo sublevarse con los 39 campesinos que habían decidido luchar por la tierra, apedrear a cuanto rebelde sorprendieran sacando agua de los pozos.



Tributo. El hacendado no pagaba por el trabajo, pero sí cobraba rentas: se llevaba cosechas y animales de los labriegos.

Ya no los dejó cortar candelilla ni lechuguilla en el monte, uno de los pocos oficios que les permitían a los campesinos sacar algo de dinero.

Y cuando el amo los pillaba bajando leña de la sierra, que los campesinos llevaban a vender a las panaderías y las casas de Ramos Arizpe o usaban en sus chimeneas, hacía venir a la policía para que los detuvieran y los encerrara en la cárcel municipal, de la que al poco rato salían por falta méritos.

“Le mandaban hablar a la patrulla por cualquier cosa, ya sea que anduvieran recogiendo leña para hacer de comer o nada más porque les daba gana le hablaban a la patrulla y ya estaba la patrulla ahí”, dice Elizabeth Álvarez, la hija de don Wenceslao Álvarez, uno de los líderes de la lucha por las tierras de San José.

Los muchachos del rancho no podían salir a dar la vuelta o ir a alguna fiesta porque eran agredidos por los achichinques del amo, que los perseguían a caballo, los lazaban del pescuezo con sus reatas y les pegaban.

Gente asegura que durante el reinado del cacique don Raúl Garza Cabello, en el  rancho no volvió a llover, como si hubiera caído sobre San José una maldición.



Infancia perdida. Los niños eran sacados de la escuela para trabajar en el monte como si fueran propiedad del cacique.

Así era la vida en este pueblo árido.

Los viejos que aún quedan en el rancho no guardan en su memoria testimonios del pasado remoto de esta comunidad.

Pero saben de cierto que para cuando el amo don Raúl Garza Cabello llegó aquí, el rancho ya era rancho.

Y el granero o galerón, los corrales de manejo y las casas de adobe de los pobladores, enjarradas con arena y cal, habían sido levantados por sus abuelos, bisabuelos y tal vez generaciones anteriores.



Terminó la sequía. Cuando el hacendado murió, hace 15 años, el cielo se puso negro y se soltó un ventarrón; luego cayó una lluvia torrencial como hacía mucho tiempo no caía en el poblado.

Te daban un boletito de tienda de raya, porque había tienda de raya, y nada más ahí podías surtir tu mandado”.

CRUZ CALVILLO PEÑA, PRESIDENTE DEL COMITÉ PARTICULAR EJECUTIVO AGRARIO DE SAN JOSÉ DE LOS NUNCIO.

Los señores Garza no habían fundado el rancho, cuya edad se calcula en 200 años.

“No, ya las casas éstas sabrá Dios quién las haría. Pa cuando yo nací, ya estaban”, relata María Marcos Rocha Vega, una de las mayores entre los ancianos del lugar.

Los aldeanos habían oído en pláticas de sus padres, de una tal o un tal Encarnación Dávila, nunca supieron si era hombre o mujer, que fue el último dueño de estas tierras; y habían oído también, por boca de sus ancestros, de unos Cabello, los abuelos del patrón Raúl Garza, que eran los administradores cuando el rancho se llamaba Hacienda de San José de los Nuncio.

“Decía mi papá que los Cabello no eran dueños, ellos estaban de administradores. Eran administradores del mero dueño. No sé cómo estuvo, fallecería el propietario o no sé y ellos se quedaron con la hacienda. Decía papá, ‘pero es que yo no sé cómo la gente no entiende, si estos no tienen nada, no son dueños’”, cuenta Francisca Álvarez Rodríguez.


Cruz Calvillo Peña, presidente del Comité Particular Ejecutivo Agrario de San José de los Nuncio. Fotos: Vanguardia/Héctor García

 Nos llevaba a reparar la cerca de San Lucas que es de piedra, a subir las piedras que estaban caídas, nos sacaba de la escuela como si fuéramos de su propiedad”.

CRUZ CALVILLO PEÑA, PRESIDENTE DEL COMITÉ PARTICULAR EJECUTIVO AGRARIO DE SAN JOSÉ DE LOS NUNCIO.

Cruz Calvillo Peña se va todavía más atrás y dice que San José es un asentamiento humano muy antiguo al que llegó gente porque había agua, y ahí se quedó.

Pero los lugareños, quién sabe por qué, se hicieron a la idea de que don Raúl y su familia eran los dueños de la tierra, de las casas y de las personas.

“Ahí se hacía lo que ellos decían”, completa Agustín Regino.

Los que lo conocieron dicen de don Raúl Garza Cabello que era un hombre alto, grueso, güero, calvo y tenía una hernia inguinal gigantesca que se le movía cuando caminaba.

Hablaba fuerte, muy golpeado, y le gustaba el trago.

“En ese tiempo a él y a su hermano les decían ‘los niños’ porque no supieron qué hacer con el dinero que tenían, más que tomar. Allá en Ramos así los conocían, como ‘los niños’”, dice Mariano Medina, un campesino que llegó de Zacatecas a vivir a San José en 1968.



Fotos: Vanguardia/Héctor García

Raúl y su hermano Alfredo habían heredado de sus padres algún ganado, “pero platicaba mi mamá que ellos en borracheras se lo fueron acabando, hasta que quedaron sin nada”, cuenta Agustín Regino.

Hacía años que la época de las haciendas y los hacendados se había terminado, pero en el rancho sobrevivía, como un mal recuerdo, la tienda de raya que era del patrón don Raúl.

En aquellos días había en San José otra tienda propiedad de un señor Jesús Lucio Zamora, al que el amo Raúl acostumbraba hincar y cachetear, delante del pueblo, cada vez que lo pescaba vendiendo mandado a los lugareños.

“Te daban un boletito de tienda de raya, porque había tienda de raya, y nada más ahí podías surtir tu mandado”, cuenta Cruz Calvillo Peña, hijo de don Teodoro Calvillo Cortés, uno de los principales gestores del movimiento por el ejido en San José.

El patrón don Raúl siguió viviendo de las rentas de las parcelas y el agostadero, renta que cobraba con las cosechas y los pocos animales de los campesinos.

La mamá de Cruz Calvillo todavía alcanzó a decirle al patrón: “llévatela, infeliz, porque ésta es la última cosecha que vas a levantar”, y como si hubiera lanzado un juramento, jamás en el rancho recogieron una producción tan importante como las del padre de Cruz.

El suegro de Elizabeth Álvarez, Antonio Flores, tenía mucho ganado, tenía cabras y vacas y, por lo mismo, debía rendir tributo a don Raúl Garza Cabello.



Ni para tomar. Don Raúl prohibió a los que querían formar un ejido que tomaran agua de los pozos. Ordenó apedrearlos si lo intentaban.

“Nada más le daba su gana, llevaba un comprador y escogía, eran escogidas, no era la que mi suegro quisiera darle, no, escogía seis o siete cabras de cada gente del rancho y se las llevaba, que era por la renta. También iba por una o dos vacas o toros o becerros con el comprador y ya escogiditos”.

Los días se habían hecho tan insoportables en San José que algunas familias prefirieron migrar de las ciudades y olvidarse de todo.

Pasó el tiempo y la respuesta del Gobierno ante la solicitud de las tierras, por parte de los campesinos de San José, nunca llegó.

Con los años, los abusos del cacique se intensificaron.

Don Raúl y sus familiares, previendo el pleito agrario que se venía, vendieron miles de hectáreas del rancho, unas 23 mil, a particulares y culparon a los campesinos, nacidos y criados allí, de despojo e invasión de tierras.

“Nos están tachando de delincuentes, dicen que estamos vendiendo terrenos, que estamos invadiendo. No es cierto, nosotros aquí nacimos, nuestros antepasados son de aquí desde mi bisabuelo, ¿quién invadió a quién?

No le debemos nada a nadie”, dice Cruz Calvillo, el presidente del Comité Particular Ejecutivo Agrario de San José de los Nuncio.

Las parcelas donde antes estuvieron las huertas y las labores de los antiguos pobladores fueron ocupadas por varias empresas avícolas, últimamente Bachoco que, por arreglos con los Garza, se negaron a dar trabajo a los peticionarios de la tierra y sus descendientes.

En 2006, Rosa Ofelia y Raúl José Garza de la Peña, los hijos del patrón, iniciaron una persecución en contra 10 campesinos acusados de haber invadido sus tierras y las de la granja Bachoco.

Dos fueron encarcelados en el penal de Saltillo por varios años.

Mariano Medina, ex trabajador del amo don Raúl, es uno de ellos.

“Le preguntó la juez al testigo principal que traían los Garza si me conocía de mucho tiempo y dice el señor ‘no, yo ni lo conocía’. Ya cuando no encontraron cargos me dijeron ‘discúlpenos’. Me tuvieron preso dos años injustamente”.


Control. Los muchachos del rancho no podían salir a dar la vuelta o ir a alguna fiesta porque eran agredidos por los achichincles del amo.

Nos están tachando de delincuentes, dicen que estamos vendiendo terrenos, que estamos invadiendo. No es cierto, nosotros aquí nacimos”.

CRUZ CALVILLO PEÑA, PRESIDENTE DEL COMITÉ PARTICULAR EJECUTIVO AGRARIO DE SAN JOSÉ DE LOS NUNCIO.

Al estilo de la vieja escuela, los familiares del patrón don Raúl Garza han incendiado cercas, quemado jacales, robado animales y amenazado de muerte a quienes encabezan la lucha por la tierra en San José.

“Y hace unos días publicaron en redes sociales que traerían un grupo de choque para desalojarnos”, dice Cruz Calvillo.

Hoy el conflicto en San José, entre los peticionarios y los familiares del ya finado señor Raúl Garza Cabello, se ha tornado aún más virulento.

Hay juicios y sentencias, papales y más papeles, en los que ambas partes aseguran tener la razón.

Mientras los pobladores originarios del rancho esperan, contra toda esperanza, que por fin les sea dada la tierra.



Resignación. Los lugareños se hicieron a la idea de que don Raúl y su familia eran los dueños de la tierra, de las casas y de las personas.

 ‘MI PADRE AYUDÓ A TODOS LOS DEL RANCHO’

En torno al conflicto por las tierras en San José de los Nuncio, Rosa Ofelia Garza de la Peña, hija de Raúl Garza Cabello, manifestó que el rancho ha pertenecido a su familia desde 1891 y ha ido pasando de generación en generación, hasta la actualidad, que va por la séptima.

Mencionó que la mayoría de la gente de San José nunca se sumó al pleito agrario, porque siempre contaron con parcelas y casas, “nunca han pagado renta, nunca nada, ellos no tenían problema. Mi padre siempre los ayudó muchísimo, a todos los del rancho los ayudó”.

Dijo que todo empezó hace 25 años cuando al pueblo llegó, procedente de Zacatecas, una señora de nombre Elidia Palafox González, quien, en contubernio, con Cruz Calvillo Peña, descendiente de los antiguos pobladores del rancho, comenzó a invadir y vender terrenos.

“Llega esta mujer y de ahí empiezan a quererse apropiar más de lo que tenían asignado, de la casa donde vivía Cruz”.

Detalló que en 2006 la autoridad giró órdenes de aprehensión en contra de Elidia Palafox González, Cruz Calvillo Peña, Marco Antonio Cedillo Calvillo, Luz Muñiz Malacara, Felipe García, entre otros, por los delitos de invasión y despojo de tierras, en perjuicio de las familias Garza de la Peña, Garza Cabello y de la empresa Bachoco que, desde hace años,  tiene sus instalaciones en San José de los Nuncio.

“Elidia y Cruz se esconden, durante dos años, se desaparecieron del rancho, prescriben las órdenes de aprehensión, regresan y hacen lo mismo”.

Aclaró que tanto sus abuelos como su padre, Raúl Garza, siempre se dedicaron a la ganadería, actividad que ella heredó.

Y mostró, como prueba, el registro de su fierro de herrar.

Exhibió además una escritura que acredita a su familia como dueña de la propiedad de San José de los Nuncio, el pago de predial de 2017 y una sentencia emitida por el Tribunal Agrario donde dice que el rancho es una “pequeña propiedad inafectable”.

Finalmente hizo un llamado a la comunidad:

“Le digo a la gente ‘no se dejen engañar’, esta señora (Palafox) es bastante labiosa, porque a eso se dedica, a la estafa”.



A su servicio. Para sus fiestas en la casa, el amo disponía de los cabritos o becerros de los campesinos, sin que nadie se atreviera a levantar la voz. Fotos: Vanguardia/Héctor García

HABITANTES DEFIENDEN A DON RAÚL

Doña María Marcos Rocha Vega, una de las mayores entre los viejos de San José, conoció desde niño y acompañó durante sus últimos días a don Raúl Garza, siendo su empleada doméstica.

“Nunca tuvimos problemas con él y no hemos tenido problemas con la familia”, dice.

Y dice de él que fue una persona muy fina, muy legal.

Guadalupe Flores tenía cinco años cuando sus padres la trajeron a vivir a San José.

“Hemos vivido muy a gusto, aquí los patrones nunca se metían con uno ni pa bien ni pa mal. Bien lindas gentes. Estamos viviendo en sus casas, no pagamos renta. Ellos nos dicen que aquí es de nosotros. Para mí (Raúl Garza), era bien linda gente, quién sabe para otras personas”.

Y platica, sin que nadie le pregunte, que en San José no hubo nunca tienda de raya ni los patrones les pedían parte de animales o cosechas.

“Aquí vivíamos como dueños”.

Martha Regino está contenta porque dice que la familia del antiguo patrón, los Garza de la Peña, le prometieron darle en comodato el terreno donde ha construido su casa.

“Para que no haya problemas al rato, por ese pleito que traen con los ejidatarios”.

Y declara que a los únicos que reconoce como propietarios del rancho son a los familiares de don Raúl: el ingeniero Alfredo Garza Cabello y María Esther Garza Cabello.

“Más gente no”.

¿Cómo los trataba el patrón?

Eran muy buena gente. Los chiquillos no salíamos de con él, ahí nos daba de comer y de almorzar, nos traía pan, dulces, hacía sus fiestas con bastante carne y nos invitaba a todos.

EPÍLOGO

Algunos pobladores de San José recuerdan que el día que murió el amo don Raúl Garza, de eso hace ya unos 15 años, el cielo se puso negro y se soltó un ventarrón que casi doblaba los pirules y los mezquites del rancho.

Cayó luego una lluvia torrencial como las que hacía tiempo no caían en el poblado.


A partir de entonces volvió a llover en San José.

ENFRENTAMIENTO A BALAZOS ENTRE FAMILIAS DEJA 10 MUERTOS EN LA SIERRA DE DURANGO


Diez personas murieron durante un enfrentamiento suscitado casi a la medianoche del sábado pasado, entre dos familias originarias de los municipios de San Dimas y Tamazula, en la Sierra de Durango -colindantes con el estado de Sinaloa-, según lo informó este lunes Francisco Javier Castrellón Garza, secretario de Seguridad Pública estatal duranguense.

“Tres de los occisos pertenecen a la familia Astorga y cuatro a la familia Meraz, ampliamente conocidas en la región. Está pendiente la identificación de tres personas más”, explicó el funcionario estatal en conferencia de prensa, que además agregó que tres personas murieron cuando eran trasladadas a un hospital.

“El pasado sábado 5 de agosto elementos de seguridad de [poblado] San José de Viborillas del municipio de Tamazula fueron informados sobre el traslado de tres personas lesionadas con arma de fuego a la clínica de San Miguel de Cruces en San Dimas, quienes fallecieron en el trayecto”, señaló Castrellón Garza.

El funcionario indicó que no se descarta ninguna línea de investigación; sin embargo, “algunos pobladores de la zona refieren diferencias entre ambas familias por un hecho de sangre ocurrido años atrás, donde perdió la vida un integrante de la familia Astorga”.

La balacera ocurrió entre las 22:00 y 23:00 horas en una cancha deportiva, en la que se investiga si se consumieron bebidas alcohólicas, abundó Castrellón, quien también afirmó que se reforzó la vigilancia en la zona e indicó que la investigación está a cargo de la Fiscalía estatal.
  
Los cuerpos fueron trasladados al Servicio Médico Forense para realizarles la necropsia y hasta el momento se han identificado siete de los 10 muertos, señaló, por su parte, la Fiscalía General del estado de Durango.

La dependencia, añadió, además, que durante el enfrentamiento hubo varios lesionados más, sin precisar el número, que fueron llevados a distintas comunidades rurales, en donde recibieron atención medica, sin notificar a las autoridades. El diario local El Siglo de Durango, indicó que los heridos fueron llevados a poblaciones de Sinaloa.

Elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) aseguraron en el lugar de la balacera 16 vehículos de diversos modelos, así como armas largas y cortas, cartuchos hábiles, además de equipo táctico.

A pesar de que las autoridades no lo confirmaron, entre los muertos habría un menor de 13 años de edad, y en el lugar de los hechos se encontraron uniformes tipo militar, así como 16 vehículos de diferentes tipos, además de ocho mil 600 cartuchos, 25 armas largas y cortas; así como un fusil Barret calibre 50, señalaron medios locales.


(SEMANARIO ZETA/ NACIONAL  /CARLOS ÁLVAREZ /LUNES, 7 AGOSTO, 2017 05:28 PM)

SQ: ENTRE EL REZAGO Y LA DELINCUENCIA


Foto: Cortesía

60 homicidios, robos, asaltos y narcomenudeo tienen azorados a los pobladores del valle agrícola. El presidente de la Cámara Nacional de Comercio en Ensenada, Jorge Menchaca, advierte que los delitos de alto impacto han desplomado las ventas en un 35%

La ola delictiva que ha dejado 60 asesinatos en el Valle de San Quintín, y que ha incrementado delitos como el robo a negocios y casas, asaltos y narcomenudeo, tiene sumidos en la incertidumbre a sus pobladores.

Los diferentes sectores difieren en cuanto al grado de afectación que esto les acarrea, en lo que sí coinciden es en la urgencia de que las diferentes autoridades efectivamente se coordinen, emprendan una estrategia y refuercen la seguridad en esa extensa región rural.

El presidente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) en Ensenada, Jorge Menchaca, declaró que los delitos de alto impacto han ocasionado que las ventas en la zona sur del municipio se desplomen hasta en un 35 por ciento. En el mismo tenor, reveló los resultados de percepción que arrojó la encuesta del Centro Metropolitano de Información Económica y Empresarial (Cemdi), aplicable para todo el municipio.

El 70% de los ensenadenses se sienten inseguros, el 52% ya no quiere caminar de noche, 45% ha desistido de salir a restaurantes o centros nocturnos, 46%  ya no quieren que sus hijos salgan, 72% considera que es un riesgo portar joyas o llevar consigo tarjetas de crédito, “y obviamente la gente no compra, los negocios se reprimen, otros cierran, o se quedan con menos actividades. Estamos muy preocupados”, refirió el líder empresarial.

Martiniano Hernández, integrante del Comité de Mercadotecnia de San Quintín, dice que la afectación al comercio local no es tanta, él calcula que cuando mucho han bajado del 15 al 20%: “Yo no diría que es una situación gravísima, pero sí preocupante. La gente de todos modos sigue trabajando, sigue haciendo su vida”.

Acepta que el clima es más inseguro incluso que hace dos años, cuando se dieron los bloqueos y saqueos por parte de los jornaleros del campo, pero tampoco hay que caer en un alarmismo innecesario. “Lo más preocupante para los habitantes, comerciantes y empresarios, es que no hay una estrategia de las autoridades, el comercio puede ir empeorando o mejorando en esa medida. Queremos ver una estrategia contundente y permanentes de las distintas corporaciones”, insistió.

“Sí han bajado las ventas, pero no significativamente”, aprecia por su parte Reyes Guerrero, empresario acuicultor, quien vio caído el negocio por dos o tres meses, pero a causa de los conflictos de los jornaleros en 2015. Y anteriormente, hace unos cuatro años, “los agricultores tenían que andar con escoltas, te llamaban y te amenazaban con hacerle daño a tus hijos”.

Por su parte, Pedro Castañeda, comerciante en el giro de teléfonos celulares, expuso que paradójicamente,  más que afectarle el clima de inseguridad actual en la región, de lo que todavía no se logra reponer fue de la caída y descapitalización que le afectó con los disturbios de hace dos años.

“Es muy aventurado poder pensar que la economía está bajando cuando entras a todos los lugares y están saturados, en los mercados las cajeras no pueden darle servicio a toda la gente, la actividad en el Valle está como siempre, en lo económico, en cuestiones de seguridad; obviamente sí es lamentable lo que pasa, no quisiera en ningún momento minimizarlo, pero sí espero que las estrategias que maneja el gobierno sean eficientes, pero es una vergüenza ver que las dependencias todavía están arrastrando el lápiz, no tienen ni una estadística de lo que está sucediendo”, argumentó.

DE LO QUE NO SE HABLA

Amenazas, levantones, extorsiones o cobros de piso, son problemáticas que algunos afirman se están dando, pero quedan en el rumor. No hay quien reconozca la situación y denuncias al respecto no hay.

“Afortunadamente no ha pasado nada de eso, la gente está al pendiente y todo se publica rápidamente en las redes sociales, no sabemos de una situación así, y no queremos que pase algo así, por eso urgimos a las autoridades ha hacer su trabajo”, indicó Martiniano Hernández del Comité de Mercadotecnia.



El comerciante Castañeda tampoco tiene conocimiento si alguien ha sido víctima de tales delitos, recuerda que hace varios años se dio una racha de secuestros y los empresarios agricultores tenían que andar con un carro o dos escoltándolos, “pero a la gente que me encuentro regularmente en la calle los sigo viendo igual, llegan a los mismos lugares a ingerir sus alimentos, a convivir con la gente, no andan escoltados”.

Julio Meza, empresario agricultor, también asegura que cobros de piso o secuestros no son un rubro que se sepa, haya afectado a alguien del sector, pero reconoce que sí son comunes los intentos de extorsión vía telefónica: “Sucede mucho y no solo a los empresarios, sino hasta los empleados, a la comunidad, pero la gente ya está más sensible a esa situación; ya no se asusta tanto y cuelgan, o lo reportan”.

En contraste, un integrante del Comité Ciudadano de Prevención del Delito manifestó a este medio que la preocupación en el Valle de San Quintín sí es preocupante y muy delicada, pero que la gente tiene temor a hablar. No quiso dar detalles, “son temas que se deben tratar con gente de confianza, muy confidencialmente”.

Abundó: “A veces andamos queriéndole pegar a la piñata con los ojos vendados, y no hay resultados porque el enemigo puede estar en casa, el mal está más arriba, la delincuencia ya sobrepasa al gobierno, estamos llegando a un punto donde al rato la situación va a ser insoportable, andas inseguro, con el temor de que te van hacer daño, la gente se va, se va la inversión”.

REACCIÓN INMEDIATA

Los últimos reportes del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California dan cuenta de un incremento del 55% en delitos comunes como el robo y los asaltos, hablando de Ensenada. Concretamente en San Quintín, se registran por igual dicha actividad delictiva en las casi 50 colonias de la demarcación que abarca desde Punta Colonet hasta El Rosario.

“¡Ah, claro, claro! Los robos están a la orden del día, ¡las manos de la delincuencia están sueltas por ese maldito Nuevo Sistema de Justicia Penal!”, exclamó Justino Herrera, ex vocero de la Alianza de Jornaleros, quien encabeza un grupo de autodefensas en Lomas de San Ramón, colonia que fue escenario de los actos más violentos suscitados durante la rebelión jornalera de marzo de 2015.

Herrera, quien era el vocero más beligerante y lidera a parte de la comunidad trique que habita la zona donde quemaron la Comandancia de Policía de Vicente Guerrero, donde destruyeron la unidad de ataque “El Tiburón” de la Policía Estatal Preventiva, y sacaron a punta de pedradas y patadas a los elementos estatales, ha organizado a los vecinos para denunciar entre ellos vía celular a ladrones y malandros que azoran viviendas y tienditas.

“Si hay un delincuente en la calle, lo detenemos y le metemos una chinga, nada más aquí, ya no lo ponemos en manos de la autoridad porque lo sueltan. Todo está a la deriva”, relata Herrera respecto al modus operandi de lo que han denominado “Patrullas Comunitarias”.

El enérgico jornalero ahora dedicado a la captura de almejas, dice que ya no se puede contar con la Policía para darle frente al pandillerismo, drogadicción, narcomenudeo, robos a casa habitación y hasta “arrancones” clandestinos, por lo que sin empacho reitera que harán justicia por su propia mano, esperando que los delincuentes no vayan a cobrar venganza contra los colonos.

Reconoce que el actuar de la “Patrulla Comunitaria” es considerado ilegal, pero no van a dejar de darle un escarmiento a malandros y sospechosos “para que no vuelvan a la comunidad, ya que en caso de hacerlo, tomaremos medidas de más impacto”, advierte.

Respecto al incremento de crímenes de alto impacto, el beligerante ex jornalero exclamó: “¡No, no, no! De eso ya ni me diga, ¡es como andar en el parque!”.

LO MÁS PREOCUPANTE

Al igual que las autoridades, los diferentes sectores atribuyen el incremento de los crímenes y el elevado número de víctimas a personales ligados al crimen organizado y narcomenudeo, por lo que se desatienden un tanto del tema. Más que temerosos, afirman, están sorprendidos.

“Mucha gente de la que ha caído a lo mejor era parte del problema, ajuste de cuentas, conflicto entre ellos”, estima Pedro Castañeda, ex presidente de Canaco en San Quintín. “Y ojalá ahí quede y no se metan con la sociedad civil”, acota.

Mientras el empresario acuícola Reyes Guerrero considera que ha sido “una sorpresa” la racha de crímenes, el agricultor Julio Meza expone: “A lo mejor la zona se ve muy impactada porque no estábamos acostumbrados a tener aquí los delitos graves que han estado sucediendo, por lo menos los homicidios”.

Argumenta que la mayoría de los ejecutados no son conocidos en la localidad, que debieron ser de fuera, pero reconoció se han dado víctimas colaterales: “Un par de jovencitos que fueron atacados hace algunos días, una profesora muy joven, y un par de empleados del rancho, a los que confundieron con otros que sí traían problemas”.

Meza recuerda que la situación se puso tensa en 2015, y ellos, los del sector agricultor, fueron satanizados y carne de cañón para un posible linchamiento, “pero no había problemas de seguridad, no sabíamos de homicidios, de gente sin cabeza, amordazados y balaceados. Nos sorprendimos mucho con este problema”.


Tan preocupante es la delincuencia para el agricultor, como la falta de servicios e infraestructura en San Quintín: “En la zona tenemos muchos problemas, sí, lo de seguridad es lo nuevo, pero tenemos muchos problemas de rezagos históricos, es una zona muy abandonada por los tres niveles de gobierno”.

Expone que la falta de agua, de escuelas, guarderías, servicios médicos, son reclamos que dieron origen a la protesta de los jornaleros contra los patrones en los campos agrícolas, sin embargo, indica que a la larga los trabajadores se dieron cuenta que el origen de sus reclamos era contra las autoridades y no contra los empresarios. De cualquier forma, ese rezago ha dado origen a la descomposición social que ahora ha derivado en el alza de la delincuencia.

Dice que por eso el incremento de los delitos menores como robos o asaltos no les sorprenden, dado al incremento del uso de drogas duras, y a la necesidad de satisfacer la adicción de los que comenten estos actos. “La gente aquí se defiende como sea, desde cámaras de seguridad hasta perros en ranchos y comunidades”, narra.

Pero el tema de los homicidios sí lo trató como algo preocupante ante el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, durante su visita a la entidad: “Le pedí que tuvieran cuidado con los empresarios, que les diera certeza y seguridad a las empresas para seguir avanzando. Si a un empresario le pasa algo, se atora la empresa de la que pueden estar dependiendo 100 familias, 500 o mil. Que hicieran algo para que no se desaliente la inversión, el turismo”.

Según Meza, el rezago en la zona sur de Ensenada ha empeorado y las promesas de gobierno no se han cumplido, no hay programas ni planes de desarrollo, ni obras: “Aquí no se ha pegado un solo tabique después del 17 de marzo de 2015”.

Aunado a ello, el empresario cita otro fenómeno que igualmente ha desencadenado la delincuencia: la migración masiva de jornaleros hacia Estados Unidos. De dos años para acá hasta 15 mil jornaleros, casi la mitad de la mano de obra, ha pasado de los campos agrícolas de San Quintín a los de California, contratados por temporadas que duran hasta ocho meses. Como las empresas agrícolas norteamericanas someten a muchos filtros a los trabajadores -antidopaje, experiencia, salud, inocuidad- se han llevado a los mejores trabajadores, lo que ha mermado, primero, a la economía de las empresas agrícolas asentadas en San Quintín, y en segundo, ha dañado al tejido social de la zona.

“Se han llevado a los más calificados, a los que por años nos ha tocado entrenar, se quedaron los que no pasaron los controles, antes de diez trabajadores había tres adictos, ahora son 6 por cada 10, esa gente es la que se mete en delitos menores o se engancha en delitos mayores. Se va la gente buena , la que cuidaba sus casas, sus hijos. Hoy las casas están sin jefes de familia, por ende hay menos vigilantes, menos denunciantes”.

Lo que lleva a la situación que ahora se lamenta: “Escuchábamos de los crímenes en Tijuana, que ya están acostumbrados, en Michoacán, Tamaulipas, y decíamos ‘aquí estamos en el paraíso, no pasa nada’. Y de repente ya estamos metidos en la estadística”.

TODO IGUAL

Por parte de las autoridades municipales refieren que en la zona sur de Ensenada no ha habido un repunte de los delitos del fuero común, que el robo a casa domiciliario no es muy común y que el robo a comercio se mantiene igual, es decir, uno o dos por semana. Al igual que el robo en ranchos es muy esporádico y la gente ha ido asimilando la costumbre de la denuncia al 911.

Lo que sí, se tiene considerado desde Punta Colonet a El Rosario como foco rojo, informó Daniel Lucero Jiménez, subdirector operativo de Seguridad Pública Municipal, quien supone que el clima de inseguridad que perciben los sanquitinenses podría deberse al atentado que hace unas semanas sufrieron elementos de esa corporación, a los que acribillaron en la misma delegación policial de Camalú.

Dijo que aparte del reforzamiento de equipo de seguridad que se ha destinado para aquella zona, y más que se llevará próximamente, han ayudado a aminorar los actos delictivos, y en las reuniones que los mandos policíacos sostienen cada quince días con líderes de colonias, el tema de los homicidios no lo abordan, “porque han de saber qué tipo de personas son las que han sido víctimas de esos hechos.

“Obviamente no es común que nos ataquen en una comandancia de Policía y nos maten a dos compañeros, eso sí les pegó, pero el resto de los homicidios, te aseguro, no lo tienen dentro de su agenda de preocupaciones”, concluyó el funcionario.


(SEMANARIO ZETA/ EDICIÓN IMPRESA/ JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ/ LUNES, 7 AGOSTO, 2017 12:00 PM)

MORIR TRAS SER DETENIDO POR LA POLICÍA DE TECATE


Foto: Cortesía

Rogelio Ruiz fue detenido por agentes municipales de Tecate al “hacer maniobras innecesarias” en su vehículo. Ese episodio lo llevaría al final de su vida. El director de Seguridad Pública dice que “nadie lo golpeó” y que fue liberado a la una de la tarde, dos días después de ser detenido, pero su cuerpo presenta heridas en la mayor parte del mismo y fractura de costillas, nariz y cráneo; un testigo afirma que el occiso siguió preso ese día hasta entrada la noche

De acuerdo al certificado médico que le practicaron antes de ingresarlo a las celdas municipales el día de su detención, Rogelio Ruiz Mendoza no tenía lesiones físicas, ni síntoma de enfermedad. Solo que de ambos oídos no escuchaba del todo bien. En la exploración médica estaba consciente, orientado y con ebriedad incompleta. No requirió hospitalización alguna.

Horas después de haber salido de las celdas de la Policía Municipal de Tecate, una mujer del Hospital General llamó para avisar a la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, de la muerte de un hombre “desconocido”, encontrado a metros de las oficinas de la Municipal.

Se trataba de un hombre de entre 55 y 60 años, que murió a causa de “traumatismo” -fractura de huesos en la cabeza-, que estaba poli contundido, palabra que describe a una persona con lesiones de diversa gravedad en todo el cuerpo.

De estar conduciendo su vehículo con unas copas encima, Rogelio terminó en la morgue, con rostro y cuerpo amoratado, sucio, con una fractura de cráneo y tres juegos de esposas dibujadas en sus brazos y muñecas. Un cuerpo que, especialistas consultados refieren, evidencia horas de violencia y descuido.

A pesar que emisarios de la alcaldesa Nereida Fuentes niegan que se trate de un familiar de ella, Rogelio fue tío político de la hija mayor de la pareja sentimental de Fuentes.

DÍAS DE PESADILLA

El domingo 30 de julio, Francisco Castro Trenti dio la versión sobre los hechos a diversos portales de noticias tecatenses, mientras la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) Zona Tecate había iniciado una investigación, donde existen documentos y registros oficiales que comienzan a esclarecer lo sucedido. De entrada, un formato que se llenó en la Dirección de Seguridad Pública para el ingreso del fallecido.

A decir de la Policía, el hombre de 59 años fue detenido por alterar el orden, estar ebrio y ser impertinente. Fue reportado conduciendo en mal estado en la carretera de Tecate hacía Ensenada, de hecho frente a la estación de la Policía Federal de Caminos.

En teoría, a la una de madrugada del viernes 28 fue presentado ante una juez calificadora que ordenó 24 horas de arresto como sanción administrativa. Pero su detención fue pasadas las once de la noche del jueves 27.

Con el Nuevo Sistema de Justicia Penal ya no depende de los jueces municipales la turnación de un delito ante los ministerios públicos, es directamente la policía quien debe dirigir.



No hay parte de su cuerpo sin heridas y moretones

En la revisión médica, el detenido presentaba aliento alcohólico, fallaba su coordinación y su equilibrio, pero se descartó cualquier lesión aguda o crónica. Tampoco se asentó en el certificado lo que refiere la familia del occiso, que padecía diabetes.

Pasaron 18 horas de encierro, a las seis de la tarde del mismo viernes, para que la salud del detenido preocupara a los policías, a esa hora pidieron la presencia de la Cruz Roja. Un médico explicó que más de 19 horas sin comer, sin tomar agua, estar encerrado y la temperatura agresiva de Tecate, puede llevar a una persona con diabetes a alterar sus niveles de azúcar y entrar en un estado mental alterado.

Los paramédicos encontraron a un hombre acostado en el suelo, esposado y con el reporte de enfermo. Intentaron revisarlo pero rechazó la atención médica, se encontraba agresivo. Esa sería la primera de tres atenciones que recibiría Rogelio Ruiz por parte de los socorristas durante las siguientes horas.

Según Francisco Castro Trenti, director de la Policía, el hombre presentó “un comportamiento muy agresivo por el estado de ebriedad incompleta, pero parece también bajo el influjo de alguna droga. Desprende la taza sanitaria que estaba saturada de excremento o materia fecal, la desprende, se voltea la taza sobre su cabeza, cubriéndose con materia fecal, comienza a aventarla a los demás internos en la celda. Ellos mismos refieren que en un momento dado, come o ingiere parte de la materia fecal”.

De este episodio no existe hora de registro, pero sí un reporte escrito a mano sobre la boleta de ingreso anteriormente elaborada. Los paramédicos tampoco reportaron excremento sobre la persona. Pero con ese argumento, otro juez municipal aumentó el encierro de 24 a 36 horas.

Según Castro, faltaban seis horas para cumplir el arresto cuando a Rogelio se le esposó por el episodio de la taza de baño, pero en todo caso debió ser turnado al Ministerio Público por daños en propiedad, y no sucedió. El funcionario agregó que al ahora occiso lo liberaron 36 horas exactas después de su arresto, a la una de la tarde del sábado 29 de julio. Lo que sí quedó registrado en el C4 es que a las 3:10 de la tarde, Rogelio seguía dentro de las instalaciones de la Policía. Fuera de los separos pero dentro del terreno que comprende la comandancia.

La versión del titular de Seguridad en Tecate, donde asegura el hombre fue liberado a la una de la tarde, no solo contradice el reporte de Cruz Roja, también la de uno de los compañeros de celda de Rogelio, quien lo conocía y acudió a declarar ante el Ministerio Público (NUC: 0203-2017-03328), que todo el sábado lo vio dentro de los separos, que efectivamente lo vio agresivo y que fue golpeado y esposado. Que la última vez que lo vio fue aproximándome a las nueve de la noche del sábado 29. A las 11:30 pm, a unos metros de la comandancia, los paramédicos lograron reanimar el cuerpo sin signos vitales de Rogelio Ruiz, quien minutos después moriría.

En el reporte de las tres de la tarde, Rogelio estaba desorientado y combativo, consciente pero no alerta ni ubicado, nuevamente se vio con los paramédicos, se encontraba tirado en el suelo, con lesiones a simple vista, lleno de tierra con varios golpes, un herida de varios centímetros arriba de la ceja, las manos inflamadas y las esposas marcadas en brazos y muñecas. Había tres uniformados y frente a ellos, rechazó la atención médica. Así quedó asentado en reportes oficiales. A las 3:33 pm la ambulancia se retira, pero antes un policía de nombre Arnulfo firma el reporte.

Hubo otra atención a Rogelio, se le habían inflamado tanto las manos por lo apretado de las esposas que ya no pudieron abrirse. Uno de los tres juegos que le colocaron en muñecas y antebrazos tuvo que ser sacado por bomberos, quienes utilizaron aceite de cocina.

En las celdas no hay cámaras, no hay personal de Sindicatura, no hay acceso a nadie que no autorice Castro Trenti o sus dos comandantes.

ENFERMO O DROGADO

Hasta el cierre de esta edición, el Servicio Médicos Forense no había confirmado lo que Castro aseguró: que el fallecido se encontraba bajo el influjo de una droga.



Su última foto. El momento de su arresto.

ZETA consultó a un especialista en medicina interna y planteó posibilidades científicas: “Si el diabético empieza a tomar alcohol, se le sube demasiado el azúcar porque normalmente no toma su medicamento. Eso haría primero pensar que el azúcar se puede subir, sobre todo arriba de 400, las personas se ponen agresivas, hay alteraciones, al principio se ponen un poquito agresivas, alteradas, náuseas, vómitos, muy agresivas y luego caen en coma”.

Según los resultados de la necropsia, Rogelio murió de fractura en el cráneo provocado por un fuerte golpe. El doctor opina que “cuando a una persona la golpean, sobre todo a nivel del cráneo, se hace un hematoma, que es una colección de sangre, va presionando el cerebro y eso también lo puede poner muy agresivo. Es muy común. Esas serían las dos opciones. Tanto el azúcar alta como el golpe”.

Es decir, el comportamiento agresivo y renuente, tal como se lo advirtieron los paramédicos a los policías, pudieron haber sido síntomas de sus padecimientos o golpes. La resistencia de Rogelio coincide: “En realidad no es que tengan más fuerza, pero si tienes el azúcar muy alto o estás drogado, o golpeado en el cerebro, no se percibe el dolor. El cerebro, cuando tiene mucha azúcar, cuatro o cinco veces los niveles normales, se comienza a confundir y se ponen agresivos, cuando no funciona bien, el cerebro básicamente funciona con azúcar y agua. Puede hacer cualquier fuerza porque no percibe el dolor y eso no lo detiene”, concluyó el doctor consultado.

“NADIE LO GOLPEÓ”, ASEGURA CASTRO TRENTI

Aparte del traumatismo en el cráneo que le causó la muerte, el cuerpo de Rogelio presentó al menos dos costillas fracturadas, el tabique nasal muy lastimado, frente, espalda, esternón y cuello con lesiones. Brazos inflamados, muñecas severamente marcadas por las esposas, lo mismo que los antebrazos. En pies y pecho, cortadas y más contusiones, las piernas, desde los glúteos hasta los tobillos, amoratadas por golpes.

Arriba del ojo derecho, una lesión abierta de aproximadamente seis centímetros, y un hematoma en un ojo producto muy probablemente de la fractura de cráneo. Prácticamente el cuerpo cubierto de marcas. Uno de los médicos legistas entrevistados por ZETA no tiene duda: “Se ejerció fuerza con intenciones violentas”.

Aun así, el director de la Policía afirmó: “Nadie lo golpeó”, pero tuvo altercados con algunos de los internos. En franco estado de ebriedad, “bajo el influjo de algún enervante”. En todo caso, otra fuerza le causó daño: “La persona presenta algunas lesiones en un pie, las orillas y un ojo, probablemente causadas por el estado de agresividad que tenía”.

LA MUERTE

Mientras Rogelio se encontraba enfermo, lastimado y preso, su familia estuvo buscándolo. Lo reportaron como desaparecido desde el jueves 27 ante la Secretaría de Seguridad Pública del Estado. El sábado 29 de julio, su esposa y una de sus hermanas fueron a la comandancia a buscarlo. Ahí les dijeron que estuvo detenido pero que ya había sido liberado y que el personal de la Policía “ya no supo de él” desde la una de la tarde. Siendo que a las tres estaba aún lesionado y tirado en las mismas instalaciones, según el reporte del C4.



El acceso a las celdas está restringido. Solo Castro Trenti decide quién entra

Solicitaron el número de teléfono celular de Castro Trenti y se los negaron. Les entregaron las pertenencias de su familiar: una cartera, un celular y unas llaves. Todo esto quedó en el número de reporte 138404 del Sistema de Emergencias 911. Su hermana, quien levantó el reporte de desaparecido, narró que a las once de la noche fue a la Cruz Roja, ahí un paramédico la orientó, le avisó que habían atendido a su hermano a las tres de la tarde en los patíos de la comandancia.

Minutos después de que la familia se retiró de Cruz Roja, entró el tercer y último reporte a C4 de una persona infartada, tirada en el estacionamiento de la Estación de Bomberos, frente a las oficinas de la Policía. El hombre se desvaneció frente a los bomberos, por eso recibió maniobras de reanimación cardiopulmonar (o RCP) para estimular su corazón. Luego llegaron dos unidades de la Cruz Roja, lo entubaron para ventilarlo, continuaron las maniobras de reanimación y le administraron soluciones médicas. A las 11:40 pm salió del paro cardiorrespiratorio y fue trasladado y entregado al Hospital General de Tecate. Casi una hora más tarde sería declarado sin vida.

La familia lo recuerda como un hombre afectuoso, nació en Guanajuato, tuvo residencia en Estados Unidos, de poco estudios pero trabajador, vivía en las afueras de su rancho en el Ejido Nueva Colonia Hindú, rumbo a Ensenada, donde muy seguido se reunía con su familia, entre ellos sus sobrinos, la hija y esposa de Marco Lizárraga, hoy pareja de Nereida Fuentes.

A la fecha, hay una denuncia por privación ilegal y abuso de autoridad en el Ministerio Público y una queja (que se suma a las 23 que van en la administración actual) en la Comisión Estatal de Derechos Humanos contra la Dirección de Seguridad Pública y del Ayuntamiento del Pueblo Mágico.

(SEMANARIO ZETA/ EDICIÓN IMPRESA  /ISAÍ LARA BERMÚDEZ /LUNES, 7 AGOSTO, 2017 12:00 PM)