Hace más de 50 mil años, una
mujer neandertal y un hombre denisovano practicaron sexo y unos meses después
ella dio a luz a una niña. Muchos siglos más tarde, en una cueva siberiana
junto a las montañas de Altái, se encontraron los huesos que dejó aquella mujer
híbrida, que tendría unos 13 años cuando murió.
El País dio a conocer que
desde hace casi una década se sabe que neandertales, denisovanos y humanos
modernos tuvieron descendencia en algunas circunstancias, pero nunca se había
encontrado a un hijo de una pareja mixta.
Este jueves, la revista
Nature publica el genoma del primero de estos humanos. Un equipo liderado por
Viviane Slon y Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva
de Leipzig (Alemania), analizó el ADN extraído de un fragmento de hueso de la
joven y concluyó que la madre era neandertal y el padre denisovano.
La primera vincula a la
adolescente con el linaje de una especie muy conocida, a la que se atribuyen
las primeras expresiones artísticas conocidas y que dejaron sus huesos y
herramientas por toda Europa. Su padre la convierte en la descendiente de un
grupo mucho más misterioso, conocido sólo a partir de los análisis genéticos de
pequeños fragmentos de hueso encontrados únicamente en la cueva rusa de
Denisova.
Los genomas de las dos
especies, secuenciados también por Pääbo y sus colaboradores, indican que se
separaron hace más de 390 mil años. Sin embargo, siguieron procreando de forma
puntual en los territorios donde ambas especies compartían frontera.
“Aunque todavía no conocemos
la anatomía de los denisovanos (solo se han encontrado fragmentos de huesos y
dientes), yo creo que, aunque no serían iguales, anatómicamente no serían muy
diferentes”, explica Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca.
“Los denisovanos serían algo
así como la versión asiática de los neandertales”, añade.
Desde que los análisis
genéticos permitieron reconstruir la vida sexual de los humanos ancestrales, se
ha comprobado que existieron relaciones ocasionales entre las especies que
compartieron el mundo hace decenas de miles de años.
El genoma de Denisova 11 o
Denny, como se ha bautizado a la joven, muestra que la relación de sus
progenitores no era el primer cruce entre especies de su familia. El padre
también tenía neandertales entre sus antepasados.
Las relaciones no solo
sucedieron entre estas dos especies tan cercanas. Los humanos modernos
copularon con neandertales en repetidas ocasiones desde hace al menos 100 mil
años y hoy, todos los habitantes del planeta, salvo los subsaharianos, tenemos
en nuestro genoma ADN de aquella especie extinguida.
Lo mismo sucede con los
denisovanos. Aunque hace tiempo que se extinguieron, dejaron parte de sus genes
entre asiáticos y oceánicos, y tienen también en su genoma rastros de
fornicación con una especie arcaica de humanos que se separó de la línea
evolutiva humana hace más de un millón de años.
Arsuaga trata de imaginar las
circunstancias en las que se podían producir aquellas relaciones entre especies
y recuerda lo que hacen otros mamíferos.
“Que lobos y chacales o dos
especies de osos intercambien genes es relativamente frecuente en las fronteras
de los territorios que ocupan”, apunta. Pero estos animales no suelen fusionar
sus grupos. “Yo no creo que un grupo de neandertales y uno de denisovanos se
uniese para formar un solo grupo y ahí se diesen estos cruces”, explica el
paleoantropólogo. Más bien se trataría de individuos aislados, excluidos del
grupo y que no tienen acceso a hembras de su especie.
“Un lobo marginal en
California o uno joven pueden reproducirse con una hembra de coyote que
encuentren disponible”, afirma.
La posible relación entre
aquel denisovano marginado y una neandertal que venía del oeste quedó reflejada
en la niña de Denisova, algo que, pese a que se supiese que ambas especies
habían tenido crías, resulta sorprendente.
“Nunca pensé que tendríamos
tanta suerte como para encontrar a un descendiente directo de los dos grupos”,
asegura Slon. Pääbo también considera improbable el hallazgo y piensa que,
aunque “quizá no tuvieron muchas oportunidades para encontrarse, cuando lo
hicieron, debieron haber copulado frecuentemente, mucho más de lo que se
pensaba”.
Carles Lalueza, investigador
del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, también ve “realmente
sorprendente” que se haya encontrado un híbrido de primera generación.
“Esto podría sugerir que los
cruzamientos eran frecuentes, pero no lo sabemos, en parte porque todos los
denisovanos proceden de la misma cueva”, plantea. Aunque puntualiza que “lo que
sería realmente revolucionario es encontrar otro denisovano en otro sitio, porque
quizá estemos estudiando una población marginal”.
Las incógnitas en torno a
aquella etapa de la humanidad, cuando los humanos aún no habían impuesto su ley
y al menos tres especies tremendamente inteligentes compartían planeta y
flujos, son abundantes. No obstante, trabajos como el que se publica hoy son
una muestra de que la ciencia puede abrir ventanas inesperadas al pasado.
En 2006, el investigador de
la Universidad de Chicago, Bruce Lahn, propuso que neandertales y humanos
habían intercambiado genes hace unos 40 mil años. Según contó entonces a El
País, las revistas Science y Nature rechazaron publicar el trabajo porque
consideraban que ese cruce era imposible. En solo una década, aquella visión
sobre el sexo en el Pleistoceno y sus consecuencias ha quedado patas arriba.
(RIODOCE/REDACCION/ 23 AGOSTO, 2018)