En TLAHUELILPAN, células de 10 jóvenes
se organizan para robar combustible y venderlo en poblados cercanos; ganaban
ocho mil pesos por contenedor hasta antes del combate al huachicol. La tragedia
atrajo denuncias anónimas contra estos grupos y tres alcaldes a quienes culpan
de la explosión del viernes pasado
TLAHUELILPAN, Hidalgo. En medio de las matas de cilantro se abría
paso un grupo pequeño de jóvenes que no superan los 30 años de edad. Siempre
han procurado no llamar la atención. Eran las 13:40 horas. A esa hora el sol
quema la piel, pero iban preparados. Usaban gorras, vestían ropa de algodón y
botas. En unas camionetas viejas tenían una manguera y cuatro contenedores de
mil litros, que calculaban cargar, cada uno, en media hora. Sus movimientos
eran apresurados, porque regularmente trabajan de noche, pero esta vez la falta
de combustible los obligó a “trabajar la toma” a plena luz del día.
8 mil pesos es lo que ganan
los huachicoleros de Tlahuelilpan, Hidalgo, por la venta de contenedores
de mil litros de gasolina
robada.
›Desde hacía dos años que
succionaban el poliducto de Tuxpan-Tula, pero desde diciembre no habían podido
usarla, porque no pasaba gasolina. Pero ese viernes 18 de enero sí, y por cada
contenedor esperaban ganar unos 8 mil pesos, porque era gasolina Premium que
venderían rápidamente en los pueblos
a menos de la mitad de su
valor comercial. Algo que
antes hacían cada semana.
Normalmente tardaban unas dos
horas, antes de cerrar la toma y ocultarla. Una operación que suelen hacer de
noche los huachicoleros, para no ser vistos por las autoridades y evitar un
mayor riesgo con el calor. Esta vez poco pudieron sacar. Unos 20 minutos después
de haber llegado, sus halcones, estos jóvenes informantes que distribuyen por
el pueblo y las carreteras, les avisaron que se acercaban los militares.
Huyeron, pero antes de
hacerlo, “chingaron la tubería”, contaron quienes después conocieron de la operación.
Lo hicieron para tener más tiempo y poder huir, al distraer a los soldados con
lo escandaloso de la fuga.
A las dos de la tarde del
pasado viernes 18 de enero, el chorro de gasolina Premium comenzó a brotar con
una fuerza que nunca se había visto en una fuga en la zona. Así los
huachicoleros borraron sus huellas entre los sembradíos y caminos de
terracería. Los militares, que se trasladaban en dos camiones, ni siquiera los
vieron; la espectacularidad de la fuga de gasolina los detuvo.
A partir de testimonios de
autoridades y de quienes conocen el manejo del negocio del robo de combustible
en la zona de Hidalgo, ejecentral obtuvo detalles de lo que ocurrió en
Tlahuelilpan, que confirman que la fuga fue provocada por los huachicoleros,
que comenzó mucho más temprano de lo que hasta ahora se ha informado de manera
oficial y que antes de que llegara la gente a abastecerse, las autoridades
federales y estatales tuvieron dos horas para diseñar un operativo para
resguardar la zona e impedir que la gente lograra pasar.
La reconstrucción que han
hecho hasta ahora las autoridades sobre lo que ocurrió ese viernes muestra
inconsistencias sobre cuándo fueron informadas las autoridades y cuándo se
cerraron las válvulas, por lo que el fiscal general de la República, Alejandro
Gertz Manero, señaló que en las investigaciones deberá quedar muy claro la
cronología de los hechos.
Los testimonios de habitantes
y personal de Pemex consultadas por este periódico señalan que después de
cuatro horas de mantenerse la fuga y 90 minutos antes de la explosión, comenzó
a fluir MTBE (metil-tertbutil-éter), un químico altamente inflamable de olor
penetrante y desagradable, que regularmente se coloca al final de un lote de
gasolina, como “corte de interfase”, para limpiar el ducto, para que después
pueda fluir otro combustible por el mismo poliducto sin contaminarse.
A partir de la tragedia que
arrojó más de 200 víctimas, los propios pobladores comenzaron a señalar a los
huachicoleros como los principales responsables. Testimonios de pobladores y de
quienes conocen la zona; así como los expedientes ministeriales comenzaron a
mostrar los rostros de quienes presuntamente se dedican al negocio de robo de
combustible, los presidentes municipales de Tlahuelilpan, Juan Pedro Cruz
Farías; de Tlaxcoapan, Jovani León Cruz junto a su secretario municipal,
Alejandro Maturano Malo, y el de Ajacuba, Salvador Pérez Gómez.
“GARRAFONEAR GASOLINA”
San Primitivo es una
comunidad de unos tres mil habitantes donde la mayoría se dedica a las labores
del campo sembrando alfalfa, maíz, trigo o lo que “deje la tierra”, por la
contaminación causada por los residuos de la refinería que llegó hace 30 años al
estado y que no ofreció trabajo como prometió, pero si contaminó los campos.
›Aquí la jornada comienza a
las cuatro de la mañana y termina hasta que la luz del sol lo permite. Los
agricultores ganan unos 200 pesos al día o mil 200 pesos a la semana, si no hay
heladas, sequías o plagas.
En promedio cada uno tiene de
dos a tres hectáreas y como apoyo gubernamental reciben los recursos del
Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo). Años atrás se les entregaba
700 pesos anuales por hectárea, pero desde 2017 se redujo en poco más de un 87%
y ahora perciben 90 pesos al año por cada hectárea. Esto significa que un
agricultor percibe ahora entre 180 y 270 pesos al año.
Las opciones laborales no son
amplias ni variadas, es por eso que muchos jóvenes prefirieron dejar la escuela
para salir a “garrafonear”. Una actividad que aprendieron rápido, que
necesitaron poca inversión y que resultó de bajo riesgo.
Hace unos dos años, relataron
diferentes vecinos de la región, comenzaron grupos pequeños, personas en su
mayoría campesinos que sabían por dónde pasaban los ductos de Pemex y que
aprendieron a perforarlos. Compraron unos bidones y desarrollaron la técnica.
Los grupos crecieron. Se
formaron pandillas integradas por varios jóvenes que ordeñaban las tomas para
vender el combustible entre los vecinos. Un negocio que permitió que muchos
hicieran dinero rápido para construir casas, comprar camionetas y darse uno que
otro lujo de moda.
En el poblado, hay una
colonia donde las pequeñas casas grises con puertas de madera, algunas con
techos de lámina de cartón, contrastan con las grandes y visiblemente nuevas
construcciones de paredes limpias y bien pintadas, con ventanas y puertas de
aluminio decoradas con figuras geométricas. Muchos dicen que estas
construcciones recientes son propiedades de los huachicoleros.
La información recabada por
este periódico muestra que los grupos que roban combustible en esta zona de
Hidalgo se integraron, en su mayoría, por jóvenes de entre 18 y 25 años de la
propia zona, que abandonaron los estudios o perdieron su trabajo, y que pagaron
la perforación de los ductos, por lo que existen distintas tomas, y cada grupo
es propietario de una de ellas.
Aquí no hay cárteles ni se
paga derecho de piso, pero sí hay reglas que se deben cumplir; una de ellas y,
es la más importante, no se puede utilizar la toma que no te pertenezca.
En esta zona de Hidalgo, el
mercadeo ocurre entre los pueblos, con eso basta para tener una ganancia de
ocho mil pesos por contenedor, aunque por cada succión se carga un mínimo de
cuatro tanques de mil litros que se reparten entre un grupo de 10 personas.
Dinero que llega con sólo dos horas de ordeña al poliducto y un tiempo
adicional para venderla en las colonias.
DESTAPAN A FUNCIONARIOS
La tragedia despertó a los
pobladores y también las investigaciones empolvadas que existían en la Fiscalía
General sobre el huachicoleo en Hidalgo. Los primeros en aparecer como posibles
involucrados fueron los presidentes municipales de Tlahuelilpan, Juan Pedro
Cruz Farías; de Tlaxcoapan, Jovani León Cruz y su secretario municipal,
Alejandro Maturano Malo; así como el presidente municipal de Ajacuba, Salvador
Pérez Gómez.
El primero en estar
públicamente en la mira es Cruz Farías, quien para defenderse por el hallazgo
de la bodega que aseguró el martes la Fiscalía General, dijo en conferencia de
prensa que era un lugar en el que se resguardaba la gasolina recuperada y que
después se utilizaba para vehículos oficiales y habitantes de la comunidad.
Sin embargo, testimonios
recabados por este periódico sostienen que en realidad vehículos de la policía
municipal transportaban, por órdenes de Cruz Farías, contenedores con el
combustible recién robado, beneficiándose así del huachicoleo.
El gobierno ya hizo un
llamado al alcalde para ponerse a disposición de las autoridades, para
compartir con la Fiscalía toda información sobre la operación de la bodega que,
de acuerdo con el propio alcalde, administra también personal de Protección
Civil.
Los habitantes de Tlaxcoapan
exigen también que se investigue al alcalde panista Jovani Miguel León Cruz,
por sus presuntos nexos con el robo de combustible. El edil fue descubierto
desde 2017 al momento en que una patrulla municipal custodiaba una grúa que se
abastecía de combustible ilegal en una toma clandestina ubicada cerca de un
centro de bachillerato tecnológico de este municipio. Las imágenes fueron
exhibidas en redes sociales, pero nunca fue citado a declarar.
En el caso del presidente
municipal de Ajacuba, la información que poseen las autoridades establece que
se explota una toma clandestina de la que se beneficia el propio Pérez Gómez.
El enojo social que provocó
la tragedia superó el miedo y ha permitido que comience a fluir información
sobre los grupos dedicados al huachicoleo en la región. En algunos casos se
trata de fotografías, la mayoría de ellos jóvenes; en otros casos direcciones y
hasta vínculos de sus grupos con autoridades. Las imágenes se envían, por
ejemplo, con títulos como “líder huachicolero” o “el responsable del incendio”.
LLEGARON LOS MILITARES
Pero hace casi dos meses, con
la llegada del nuevo gobierno, las cosas comenzaron a cambiar. Fue causa y
efecto. Los ductos ya no tenían gasolina y creció la delincuencia. Hasta
entonces las casas no se cerraban con llave, porque era un lugar muy seguro,
pero ya no. Comenzaron a robarse las baterías y los estéreos de los automóviles;
entraban a las casas y sustraían lo que a simple vista parecía de valor. Los
vecinos, entonces, se organizaron y decidieron que lincharían a cualquier
ladrón, pero hasta ahora ninguno ha caído.
Poco después llegaron los
militares. Como si fuera una película de acción, un día los vecinos escucharon
helicópteros que sobrevolaron a baja altura la zona, y minutos después, los
soldados bajaron desde helicópteros suspendidos en el aire. Desde entonces, es
común verlos haciendo rondines por las calles y caminos de terracería, a bordo
de uno o dos vehículos, con unos 12 hombres de verde cada uno.
La escasez de gasolina y la
presencia militar encarecieron el combustible que ofrecían los huachicoleros de
la zona. Desde que comenzó la estrategia contra el robo de combustible y se
cerraron los ductos, en los municipios de Teltipán de Juárez, Tlaxcoapan,
Progreso, Teocalco, Huitel y Tezontepec, todos en Hidalgo, ya no hubo gasolina
una vez que las gasolinerías agotaron sus reservas, porque ninguna pipa fue a
surtirlos, lo que ocurrió desde el 25 de diciembre.
Los vecinos aseguran que eso
incentivó aún más que las familias acudieran a llenar garrafones el viernes por
la tarde. Esos municipios se enteraron que “había gasolina gratis” por
Facebook, WhatsApp, llamadas y mensajes de amigos y vecinos.
CUATRO HORAS SIN CONTENCIÓN
Los testimonios recabados por
ejecentral coinciden en que los huachicoleros provocaron la fuga alrededor de
las 14 horas del viernes 18 de enero. En ese momento unos 25 elementos del
Ejército se apostaron en las cercanías.
Fue hasta dos horas después,
pasadas las cuatro de la tarde, cuando los pobladores comenzaron a llegar a la
toma clandestina. Antes, en esos 120 minutos, no llegaron más refuerzos
castrenses, policiacos ni de Protección Civil del estado, y tampoco prohibieron
el acceso, sólo pidieron a la población que apagaran sus celulares “para evitar
algún incidente”.
Hombres, mujeres y niños se
acercaron a la toma. Parecía “un hormiguero”, describió uno de los vecinos. En
uno de los momentos más álgidos, los pobladores calcularon unas 800 personas
reunidas en las cercanías de la fuga.
Aunque el olor que despide la
gasolina es penetrante y hasta parece que algunos se iban a desmayar, no se
detienen, se tapan la boca y nariz con sus playeras y siguen “garrafoneando”.
La policía federal y estatal
ya está también en el lugar y tratan de evitar que la gente continúe en la zona.
Es imposible, siguen llevándose gasolina gratis.
Para las 5:30 de la tarde,
los testigos relataron que el líquido en ese momento alcanzó su máximo nivel de
altura, como si hubiera recibido internamente un impulso momentáneo. Minutos
después, comenzó a cambiar de color, una tonalidad azul, y su olor se hizo más
fuerte, tanto que picaba la garganta.
›“Esa madre ya no es
gasolina, es turbosina y va a explotar en cualquier momento.”, gritó un hombre
que se apartó del lugar y que quienes le hicieron caso se fueron con él.
La mayoría
permaneció concentrada llenando sus cubetas, botes y bidones.
La presión con la que salía
el líquido comenzó a bajar y la fuente se inclinaba hacia un lado. Al menos
unas 250 personas seguían “en la zanja” bañados con el combustible, algunos ya
con sus garrafones llenos, y sólo se quedaron observando el espectáculo.
Los testimonios coinciden en
que cerca de las siete de la noche, cuando ya había oscurecido y las únicas
luces encendidas eran las de los vehículos particulares que estacionaron cercan
las parcelas, sin mayor aviso se escuchó un estallido que irrumpió la noche con
una luz que iluminó todo el lugar. El olor a combustible comenzó a mezclarse
con el olor de los cuerpos quemados.
Media hora después, las
primeras ambulancias comenzaron a llegar, pero no se daban abasto. Los vecinos
se llevaron en sus automóviles a sus familiares y vecinos heridos. Los
militares, ahora sí, prohibieron el paso. Acordonaron la zona.
Bastaron un par de horas tras
el incendio, para que elementos de la policía municipal, estatal y federal, así
como ambulancias, bomberos, elementos de la Marina y soldados, desplegaran toda
su capacidad para controlar el incendio, atender heridos y recuperar cuerpos.
UNA MANCHA NEGRA
Los restos de un teléfono
celular y la correa de una mochila, de esas que llaman mariconeras, y una
memoria USB permiten a los familiares identificar a Hugo Antonio Godoy, un
vendedor de elotes y frutas de otro poblado. Sólo se ven cenizas revueltas con
tierra del campo que quedó en un tono más oscuro de lo habitual.
Su familia, de rodillas ante
lo que parece una mancha negra, recoge con una cuchara y un recipiente de
plástico lo más que puede de lo que adivinan son sus restos. Mientras lo hacen
miran fijamente al piso con los ojos enrojecidos y respiran callado.
“Ojalá haya tenido una muerte
rápida”, rompe el silencio la mujer que con el mayor de los cuidados sostiene
el recipiente en la mano derecha. Mientras, el primo de la víctima, cuenta que
Hugo había terminado de vender su fruta y decidió ir a la toma por gasolina
para su motocicleta; así podría salir en la noche a vender esquites en el
centro de Tlahuelilpan.
En una pequeña bolsa de
plástico con rayas amarillas, los familiares de Godoy acumularon sus restos.
Dicen que los limpiarán en casa y los pondrán en una urna para sepultarlo.
Ya es domingo. Han pasado
unas 36 horas desde el incendio y aún la tierra huele a combustible y se siente
una humedad pastosa. Hay muchos más restos esparcidos que los peritos de la
Fiscalía General ya no se llevaron, y que los pobladores observan y rebuscan
para dar con los familiares que todavía no encuentran. No usan guantes, ni botas,
mucho menos tapabocas, simplemente buscan, presas de la angustia.
Un dedo, una cartera, un
pedazo de carne, identificaciones, monedas, restos de teléfonos celulares o
pedazos de ropa quemada, son los trozos que acumulan y que depositan con
cuidado en cada una de sus bolsas. Son los vestigios que necesitan para
reconstruir su memoria.
(EJE CENTRAL/ Redacción
ejecentral/nmontiel@ejecentral.com.mx24 de enero de 2019)