Durante casi una década el reportero
Juan Veledíaz consultó diversos archivos de la Secretaría de Gobernación y de
la Sedena para conocer la actuación de los altos mandos del Ejército implicados
en la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968. También tuvo acceso a
documentos desclasificados, y todo este material lo incluye en su libro de
título tentativo Jinetes de Tlatelolco. Marcelino García Barragán y otros
retratos del Ejército mexicano, que publicará Ediciones Proceso. La obra dibuja
de cuerpo entero al general Marcelino García Barragán, personaje clave para
conocer los entretelones del sistema político mexicano. Proceso adelanta el
capítulo IX del volumen de próxima aparición.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).-
Un espacio en blanco en la hoja de servicios del general Mario Ballesteros
Prieto, donde Marcelino García Barragán escribía cada año sus observaciones
sobre su desempeño, era una rendija donde asomaba un choque al más alto nivel
ocurrido al interior de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) tras el 2
de octubre de 1968. Una pista la recogió el Departamento de Defensa
estadunidense cuando registró parte de lo que ocurrió en las semanas
posteriores a la matanza estudiantil.
En diciembre de ese año
Ballesteros fue relevado de la jefatura del Estado Mayor de la Defensa (EMD).
García Barragán colocó en su lugar al general Félix Galván López, su secretario
particular. Era una de las explicaciones a ese hueco en su expediente. El
cambio se hizo mientras reportes de inteligencia militar de Estados Unidos
fechados en enero de 1969 apuntaban como hipótesis que la “indisciplina de dos
generales” había sido causante de la matanza de Tlatelolco.
Los documentos datan de las
semanas en que García Barragán había hecho una investigación interna de lo
ocurrido, luego de la intervención militar en el mitin estudiantil que terminó
en tragedia. El cambio más importante fue el relevo de Ballesteros como jefe
del EMD. Se lo pidió don Marcelino al presidente. El movimiento ocurrió días
después de que Gustavo Díaz Ordaz lo ascendiera a general de brigada.
La razón por la que
Ballesteros fue relevado como jefe de EMD, decía el Pentágono, “fue que él,
junto con el general de brigada Luis Gutiérrez Oropeza, había estado dando
contraórdenes o fallando en la interpretación correcta de las órdenes del
general García Barragán. Además, ambos generales habían hecho cambios de
personal y designaciones sin la autorización del secretario de la Defensa”.
Luis Gutiérrez Oropeza, jefe
del Estado Mayor Presidencial (EMP), y el general Ballesteros tenían
trayectorias completamente opuestas en el Ejército. En 1968 llevaban cuatro
años de conocerse y tratarse. El primero había hecho su carrera como ayudante
de políticos en el PRI y en Gobernación; el segundo era un oficial de
caballería, calado en combate en los años treinta, reconocido tiempo después
por su preparación académica y su papel como representante del país en
negociaciones de alto nivel en materia de defensa. Además era viejo conocido de
don Marcelino; estuvo bajo su mando cuando ambos salvaron la vida durante una emboscada
en la Guerra Cristera.
El jefe del EMP desde el
inicio del sexenio de Díaz Ordaz era persona non grata para el general García
Barragán. Según los informes, él y Ballesteros Prieto “habían caído de la
gracia” del titular de la Sedena.
Con Gutiérrez Oropeza las
pruebas de su intervención en la masacre aparecerían tiempo después; con
Ballesteros lo que surgió fueron visos de la pugna que como jefe del EMD
mantuvo con el general Galván López y que hizo crisis después del 2 de octubre
del 68.
Del análisis de los
documentos de la Operación Galeana, como se llamó al despliegue militar en
Tlatelolco, Carlos Montemayor señaló que el general Ballesteros no aparecía “en
ningún pasaje del parte militar del general Crisóforo Mazón Pineda del 2 de
octubre de 1968 ni en los documentos del general García Barragán”. El dato lo
compara con el informe del Pentágono, lo que “quizás constituye una prueba más
del manejo parcial de las “revelaciones” de los estadunidenses.
¿Quién era la fuente o las
fuentes de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) estadunidense? Diversos
militares consultados durante el transcurso de los años apuntaban como
hipótesis a quien encabezó la secretaría particular de García Barragán.
Ballesteros vivió una “grilla” auspiciada en su contra por Javier García
Paniagua, hijo de don Marcelino, en mancuerna con el general Galván López. Lo
veían ajeno al grupo que tenía el control de las oficinas aledañas a las del
secretario.
Tenían recelo porque Díaz
Ordaz lo estimaba mucho, habían estudiado primaria y secundaria juntos.
Envidiaban su preparación militar, demostrada en 1965, cuando presentó el plan
de auxilio a la población civil, conocido como Plan DN-III, de su autoría. Un
oficial del Estado Mayor de aquella época recordó que cuando el presidente
visitaba el edificio de la Defensa, al momento en que se formaba una comitiva
para acompañarlo se procuraba que no estuviera el general Ballesteros. Le
hacían “burbuja”, no le avisaban.
–Ahí salúdeme mucho al
general Ballesteros –le decía Díaz Ordaz al general García Barragán cuando se
despedía de mano en la planta baja del edificio.
Ballesteros también tuvo
fuertes diferencias durante el conflicto estudiantil con el jefe de
inteligencia militar, el coronel Alonso Aguirre Ramos. Ambos habían pasado en
diferentes momentos por la agregaduría en Washington, la Junta Interamericana
de Defensa y en la sección quinta –planes– del EMD. Pese a ello, coincidió con
Galván López en su animadversión contra el general.
“El jefe de la sección
segunda, Aguirre Ramos, trabajaba para cualquiera, menos para Ballesteros. Se
odiaban. Se tendía de tapete con don Marcelino”, comentaba el general de
división retirado Enrique Pérez Casas, quien fue secretario particular de
Ballesteros.
“Los dos (Galván López y
Aguirre Ramos) querían deshacerse de Ballesteros.”
En diciembre de 1968,
Ballesteros fue nombrado comandante de la 11 Zona Militar de Zacatecas, donde
sólo estuvo un mes. En enero de 1969, fue enviado de agregado militar a la
embajada de México en Ottawa, Canadá, donde le tocaría el cambio de sexenio.
Aun con los desencuentros
entre García Barragán y el general Ballesteros tras el 2 de octubre, y los
reportes del Pentágono sobre lo que ocurrió al interior de la Sedena, el afecto
y respeto entre ambos no desapareció.
García Barragán tenía claro
que una cosa era Gutiérrez Oropeza, y otra muy diferente Ballesteros.
En una carta del 25 de
septiembre de 1970, don Marcelino agradecía al general Ballesteros las
observaciones y apreciaciones sobre un escrito del día 12 que le había enviado.
En tres párrafos redactados en un tono cálido, cercano, le pedía que
transmitiera sus saludos y mejores deseos de su esposa y familia a la suya,
“aunando mis respetos”. Se despedía como su “compañero y amigo”.
Ballesteros pasó unos días
muy difíciles en el verano de 1968. Su familia lo notaba tenso, andaba muy
preocupado. Se ausentó cerca de dos meses, dejó de ir a su casa, no salía de
sus oficinas.
“Dejamos de verlo. Sólo venía
a bañarse, la situación fue muy dura. Vinieron a apedrear la casa. Fue la única
vez que hemos tenido vigilancia militar. Eso lo tenía muy tenso. No podía estar
aquí; tenía que estar en la Defensa. Fueron días muy fuertes”, recordaba un
familiar.
Andaba en un vaivén, primero
dominado por el mal humor; después se animó mucho. Hubo una invitación del
general García Barragán a cenar, para despedirlo junto a toda su familia antes
de que se fuera a la agregaduría a Canadá.
“Eso sí nunca se me va a
olvidar. Ahí le rogó que se quedara en la secretaría. Y ya no quiso.”
Don Marcelino le dijo que no
se fuera, pero la decisión estaba tomada, sobre todo porque su familia lo había
convencido. Atrás quedaba el problema entre ambos, que no era precisamente por
lo del 68.
“Fue un enfrentamiento, un
problema ahí con Barragán, después del 68, ni por el 68 ni por nada. Fue por su
hijito, que se sentía iba para presidente. Javier quería que todo militar
estuviera con el PRI. Pero mi papá nunca fue político. Ahí hubo una diferencia
entre el general Barragán y mi papá, por Javier.”
–Pues entonces te vas –le
dijo don Marcelino.
–No, no me voy. Yo pido irme
–respondió Ballesteros en aquella discusión.
La confianza y respeto entre
Ballesteros y García Barragán parecía estar más allá de lo ocurrido en
Tlatelolco. El general Pérez Casas recordaba que mientras Ballesteros estuvo al
frente del EMD, llegó a tener problemas serios con don Marcelino, pero eran
derechos. “Todo lo hablaban directo. Se hablaban de frente. Y Ballesteros lo
respetaba mucho”.
Los documentos
desclasificados del Departamento de Defensa no profundizan sobre el papel del
general Gutiérrez Oropeza, quien quedaría señalado por García Barragán como el
orquestador del ataque con francotiradores del EMP apostados en los edificios
que rodean la plaza, y que dio inicio a la masacre de Tlatelolco.
A Luis Gutiérrez Oropeza lo
conocían en el Ejército como El Poblano. Era un hombre al que se le recordaba
porque en las semanas posteriores al 2 de octubre ordenó destruir documentación
relacionada con la matanza. Tres décadas después, durante una charla inédita
hasta hoy, el exjefe del EMP contó por primera vez cómo fue su relación en
aquellos días con Echeverría. Habló de una purga militar que sucedió en los
primeros años del sexenio con Hermenegildo Cuenca Díaz como secretario de la
Defensa, y de los recordatorios sobre su responsabilidad en el 68 que hizo al
presidente de la República. Su testimonio quedó recogido en una charla con
familiares del general Ballesteros.
“Sacaron un montón de
militares (del país), una serie de calumnias en contra de los más destacados
generales, a quienes obligó a pedir su baja. Se les sacaba del país bajo el
pretexto de ser designados embajadores o agregados militares. En realidad fue el
proceso de descabezamiento del Ejército mexicano. Tu papá se fue dolido, se fue
amargado –decía El Poblano al hijo de Ballesteros–, y ese sentimiento originó
su muerte.
“Por eso a mí me sacaron y me
mandaron de embajador, porque yo le sé muchas cosas a Echeverría y aquí están
(dice mientras golpea un fólder que contiene sus escritos). […] Cuenca era de
la misma promoción que tu papá, pero tenía fama de pendejo. Le decían
Otocuencazo, sí. Entonces, como en esos días estaba la cuestión de (el golpe
militar contra el presidente de Chile, Salvador) Allende […] a sacar a todos
los militares. Que yo me podía levantar en armas –decían–; por eso me sacaron a
mí también. Ahí fue donde aprovecharon para sacar a tu papá.”
Gutiérrez Oropeza se refería
a los dimes y diretes que a principios de 1973 originaron la salida de
Ballesteros del país. Lo mandaron a Santiago de Chile de agregado militar,
donde murió en febrero de un paro cardiaco. El coronel Manuel Díaz Escobar, el
jefe de Los Halcones, fue su relevo. A él le tocó en septiembre de aquel año el
golpe militar que derrocó a Allende.
En aquella plática Gutiérrez
Oropeza sacó un manuscrito y comenzó a leer; parecían apuntes de unas memorias.
Una parte era un resumen de sus acuerdos con el presidente Díaz Ordaz, donde
mencionó la creación de un grupo paramilitar que Echeverría hizo transexenal:
Los Halcones.
“A finales de 1969 se
inauguró el Sistema de Transporte Colectivo Metro. Inmediatamente, en forma
sistemática, se empezó a detectar que los asientos de los carros de pasajeros
eran destruidos (actos de vandalismo), sintiéndose que actos de terrorismo
podrían empezar a iniciarse, máxime que estaba en puerta el Campeonato Mundial
(de Futbol México) 1970 y que se crearía una imagen de nuevo negativa, como en
octubre de 1968.
“Se previó que los problemas
a crear por el incipiente terrorismo que se presentaría serían colocar bombas
en el mecanismo de extracción de las aguas negras del sistema profundo de
desagüe, problema local; volar torres de conducción de energía de alta tensión,
problemas locales… Ya se habían localizado, pero eran bombas de fabricación
casera. [….] Colocar bombas en embajadas de países extranjeros en la capital,
problemas con otros países. Todo lo anterior crearía nuevamente un ambiente
negativo contra México semejante a lo ocurrido en 68 y que intereses
extranjeros y locales tendrían orquestado para dañar al país.
“Prevenciones: al hacer acto
de presencia en forma plena dichos problemas, no sería conveniente la presencia
de elementos del Ejército, porque con ellos se aumentarían los enfoques
negativos contra dicha institución, por lo que el jefe del EMP Luis Gutiérrez
Oropeza propuso al presidente Gustavo Díaz Ordaz crear un cuerpo paramilitar
que respondiera a los problemas que se presentasen; que dicho cuerpo se creara
con el conocimiento del secretario de la Defensa Nacional; del general Benjamín
Reyes, jefe de la I Zona Militar, quien proporcionaría jefes, oficiales y las
clases del Ejército para capacitar al personal.
“Recuerdo entre ellos al entonces
mayor Francisco Soto Solís, hoy en día general; el secretario de Gobernación,
por su función de política interna, representado por el director de la DFS,
Fernando Gutiérrez Barrios; el DDF, por ser dentro del área de su
administración en el campo de los problemas, representado por el coronel Manuel
Díaz Escobar, hoy en día general.
“Organización. Lugar donde se
les capacitaría: Cuchilla del Tesoro, terrenos del DDF. Sostenimiento, nómina,
transportes y medios, del DDF. Al terminar el gobierno del presidente Díaz
Ordaz y ya efectuado el campeonato (de futbol) 1970, el nuevo presidente Luis
Echeverría Álvarez pudo haber ordenado suprimir dicho cuerpo. ¿Por qué no lo
hizo?
“Todo lo anterior era del
conocimiento del entonces general comandante del I Batallón de Guardias
Presidenciales, Jesús Castañeda Gutiérrez, El Dientón, quien luego fue jefe del
EMP con el licenciado Echeverría. Pero de acuerdo a la forma maquiavélica de
actuar del presidente Echeverría, se conservó a fin de utilizarlo en su oportunidad
para eliminar al señor Alfonso Martínez Domínguez como jefe del DDF, quien le
hacía sombra en el aspecto político, porque como había sido presidente del PRI
había apadrinado cuando menos a 50% de los gobernadores en función y a los
diputados y senadores en turno.
“Además había recorrido todo
el país encabezando actos políticos de marcado oficio político, en contraste
con Echeverría, quien nunca tuvo un puesto político y se podría decir que
desconocía el país donde también lo desconocían. Este cuerpo fue creado para
resolver los problemas que se le presentaran a la nación. El presidente Luis
Echeverría lo utilizó para su beneficio personal, de claro fondo político.
“Mira, dicen en la vida: ‘Al
enemigo, puente de plata’. En política piden: ‘Al enemigo no lo sueltes de la
corbata’. Él lo acepta, por eso le dio el Departamento del Distrito Federal, y
al presentarse la ocasión de junio (de 1971) –es decir, Alfonso Martínez
Domínguez no sabía ni de Los Halcones, para acabar, porque no los había formado
ni nada; siguieron manejándose por conducto del EMP, como yo lo manejaba–, los
agarró para darle en la madre a Alfonso. A mí no me soltó de la corbata. Me
dieron la industria militar, y nombraron a este coronel Manuel Díaz Escobar
(jefe de Los Halcones) agregado militar en Chile.
“Un día fui a acuerdo con el
presidente Echeverría. Le dije:
“–Señor, quisiera yo tratar
un asunto fuera de lo de industria militar.
“–¿Cuál es? –preguntó.
“–Lo del coronel Díaz
Escobar. Hay que protegerlo, porque si las aguas lo rebasan, me llegan a mí;
pero si las aguas me llegan a mí, no le van a llegar a Díaz Ordaz; le llegarán
a usted, porque usted era el secretario de Gobernación. Ahí creo que estuvo mi
error, de que decía que yo ahí no lo sabía.”
Gutiérrez Oropeza aseguró que
tiempo después Echeverría le pidió un favor. “Me dijo que lo ayudara, que me
fuera del país… ‘Hay dos lugares donde usted puede servir, que es Italia y
Portugal –me dijo–. Hay cierta similitud en la forma de hablar’… Me fui a
Portugal. Vi a Díaz Ordaz antes y me dijo: ‘Si fuera usted civil, yo le diría
que no se fuera y yo lo apoyo, pero usted es militar. Tiene que ir a cumplir.
¡Vaya! Estese un tiempo regular y luego enférmese y se regresa’.
“Hice eso, pero me traían
cortito: el teléfono intervenido, vigilaban aquí la entrada. Y me dijo Díaz
Ordaz: ‘Usted tiene la culpa. ¿No quiere que le peguen? Bájese del ring, pida
su baja’. ¿Qué perdí?… No llegué a general de división.”
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ JUAN
VELEDÍAZ/ 4 OCTUBRE, 2016)