Nueva Legislatura, Las incógnitas de la
narcopolitica
Hace días, en una reunión de
gabinete de seguridad realizada en Mazatlán, a raíz del recrudecimiento de la
violencia en el sur de Sinaloa, el general Alfonso Duarte Múgica, comandante de
la Tercera Región Militar, encaró al gobernador Mario López Valdez. Usted sabe
que los problemas no se van a resolver mientras no haga cambios; usted tiene
delincuentes en su gabinete, le espetó. El militar señaló a Jesús Antonio
Aguilar Íñiguez, director de la Policía Ministerial. Estaban el procurador, el
secretario de Seguridad Pública, el secretario General de Gobierno. Todos
enmudecieron. López Valdez también, salvo porque se le salió una expresión
quejumbrosa: “deme las pruebas”.
Las cosas no quedaron ahí.
Días después, el gobernador habló con los altos mandos de la Secretaría de la
Defensa Nacional para quejarse de la actitud del militar.
Son extraordinarios estos
momentos. Lo hizo alguna vez en Sinaloa el general Sergio Aponte Polito, cuando
era jefe de la Novena Zona militar, y acusó, en un evento público, que las
corporaciones policiacas del estado —gobernado entonces por Jesús Aguilar
Padilla— estaban penetradas por la delincuencia organizada.
El problema es que el
Ejército, cuando se trata de la clase política, se ha quedado solo en la
denuncia aislada, a manera de catarsis, porque la indicación ha sido,
invariablemente, ponerse a las órdenes de las autoridades civiles en los estados.
Cagan funcionarios, sin duda, pero no pasan de ahí. Otro de los que han sido
regañados por el general Duarte, por su falta de resultados, es Genaro García,
secretario de Seguridad Pública, y éste nada más agacha la cabeza.
Pero el propio Ejército ha
sido omiso, ineficiente, corrupto. O muchos de sus mandos, para no hablar de
toda la institución. Es, por ley, el encargado de la lucha contra la
proliferación de armas de fuego prohibidas y en Sinaloa —como en casi todo el
país— cada vez es más la gente, de un grupo o de otros, que anda armada en las
calles, instalando retenes en plena ciudad para buscar enemigos, realizando
rondines, hasta en patrullas clonadas, como si fueran gobierno, levantando y
asesinando a hombres y mujeres en nombre de la “plaza”.
La emboscada que sufrió el
convoy militar la madrugada del viernes en Culiacán solo es un reflejo de esta
ciudad armada hasta los dientes. Los pobres soldados que trasladaban a un
herido de Badiraguato para que fuera atendido y ponerlo a disposición del
Ministerio Público, fueron también víctimas de esa ineficiencia y esa
corrupción que permea a las instituciones de seguridad aquí y en el país. Solo
un dato: los refuerzos militares llegaron una hora después al lugar de los
hechos. Lo contaron los mismos soldados que pidieron ayuda. Una hora, cuando de
la Novena Zona Militar a ese crucero se hacen diez o doce minutos porque no hay
tráfico.
Hace menos de un mes se creó,
para operar en Sinaloa, una Fuerza de Reacción, en la que participan todas las
corporaciones, incluyendo al Ejército y a la Marina. Pero al parecer es más el
ruido que las nueces, porque solo en una semana se contaron 40 asesinatos en la
entidad, incluyendo las víctimas del ataque a los militares.
El propio general Duarte se
vanagloriaba hace días de los resultados cuando aseguraron una avioneta con
armas y detuvieron a cuatro presuntos delincuentes. Pero días después les
tiraron a seis hombres ejecutados en Mazatlán y asesinaron a cinco en
Escuinapa. Y se suscitaron enfrentamientos con saldos mortales en el puerto.
Es decir, que las estrategas
de seguridad siguen siendo un fracaso. Y esto tiene que ver con la gran
corrupción que anida en las corporaciones policiacas. El gobernador creyó que
con enviar a Chuytoño a darle una espulgadita a Mazatlán, arreglaría el
problema. Pero el problema sigue ahí, cada vez peor.
Dramático, pero a Mario López
Valdez se le revierten sus propias palabras dichas en campaña, señalando con
índice de fuego a Jesús Vizcarra Calderón, a propósito de su compadrazgo con
Ismael el Mayo Zambada: “No se puede combatir a la delincuencia cuando se es
parte de ella”.
BOLA Y CADENA
¿A QUÉ SE REFERÍA GERARDO
VARGAS LANDEROS cuando decía hace cuatro días que los delincuentes no le van a
ganar la batalla al Estado? ¿O cuando afirmaba que no bajarían “ninguna
guardia”? En el contexto que vivimos, que padece Sinaloa, nada hay más criminal
que los triunfalismos necios.
SENTIDO CONTRARIO
LA CORRUPCIÓN DE LA QUE HEMOS
HABLADO tiene mucho que ver con la política. El sábado pasado se instaló la
nueva legislatura. Llegaron 40 nuevos diputados de casi todos los partidos
registrados. Con la legislatura que terminó, se fueron Óscar Félix, ligado
desde hace muchos años en
investigaciones por narcotráfico. También Lucero Sánchez, prófuga de la
justicia. Y Óscar Valdez, cuyo hermano fue detenido con armas y drogas, por la
Marina. La pregunta es cuánto tiempo pasará para que empiecen a brotar las
nuevas figuras de la narcopolítica en la legislatura que comienza.
HUMO NEGRO
DE QUIRINO ORDAZ SE PUEDE
ESPERAR, pues él será el próximo gobernador y deben esperarse este tipo de
iniciativas. Pero no puede decirse lo mismo de lo que será la bancada panista
del nuevo congreso local luego de su reunión con el mazatleco para ir empatando
agendas, según se dijo. Mala señal de un partido que, después del fracaso
malovista requiere mandar otros mensajes. Nunca, los panistas, fueron críticos
del gobierno que se va porque se creyeron parte del mismo y ahora, antes de
tomar posesión del cargo ya le tapan el sol al nuevo jefe del ejecutivo. La
concurrencia de propósitos en política debe ser siempre valorada por el bien de
la gente. Pero también las posturas críticas. Y es lo que no se ve en los
nuevos diputados panistas.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 3 octubre, 2016)
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