Si las cosas avanzan como
anticipó la Fiscalía General de la República, Rosario Robles se convertirá hoy
en la funcionaria de mayor rango del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto
en ser imputada por un presunto delito de presunción, y si no ha cambiado de
opinión el fiscal Alejandro Gertz Manero, probablemente por delincuencia
organizada. Robles decidió dar una batalla política en el campo mediático,
entendiendo los principales términos del proceso que le quieren abrir, pero
también dejando abierta la posibilidad, que podría llegar a ser un punto de
negociación, que le ofrezcan el criterio de oportunidad incorporado en el
Código Nacional de Procedimientos Penales. De seguir esa estrategia, la
Fiscalía de Gertz Manero podrá encontrar una escalera al cielo.
El artículo 256 del Código
establece la aplicación del criterio “cuando el imputado aporte información
esencial y eficaz para la persecución de un delito más grave del que se le
imputa, y se comprometa a comparecer en juicio”. Robles ha dado muestras que
está dispuesta a cumplir con la segunda parte del enunciado, y falta ver si
también lo está para aportar información que presuma delitos más graves. No le
queda mucho tiempo, ni tampoco tiene mucho espacio. Su comparecencia hoy en el
Reclusorio Sur obedece a la acusación de presuntos delitos investigados por la
Fiscalía. Sin embargo, la Unidad de Inteligencia Financiera encontró 105
operaciones de presunto desvíos de recursos del erario hacia empresas
fantasmas, por lo que próximamente habrá una nueva denuncia.
Robles se dice segura que
está limpia de cualquier delito que le imputen, porque no encontrarán su firma
en ningún documento. Sin embargo, la Fiscalía General tiene dos testigos que
declararon en su contra y que trabajaron con ella en la Secretaría de
Desarrollo Social, aunque forman parte del grupo político del ex secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. La investigación de la UIF no tiene
testigos, sino documentación sobre las triangulaciones financieras en donde
aparece la mano de Emilio Zebadúa, quien fue su oficial mayor en las
secretarías de Desarrollo Social y Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.
En ambos casos, las
investigaciones no tienen como destino final el lucro de Robles o sus cercanos,
sino la utilización de recursos para campañas políticas. De acuerdo con
reportes de prensa, se le vincula al desvío de mil 300 millones de pesos para
campañas políticas, en lo que se le denominó coloquialmente como “la estafa
maestra”, que según el abogado de la ex secretaria, es una “ficción”. Con la
nueva denuncia de la UIF, que encontró operaciones que nunca fueron vistas por
la Auditoría Superior de la Federación que observó las irregularidades en las
secretarías encabezadas por Robles, las acusaciones en su contra cada vez serán
mayores y el caso más complejo para que pueda salir avante.
En todo caso, podría ir a la
cárcel varios años, mientras se defiende. La pregunta es, dadas las condiciones
en las que se encuentra, si está dispuesta a guardar el secreto de todo lo que
sabe sobre esas operaciones irregulares, aunque ella no sea responsable
directa. Emilio Lozoya, el ex director de Pemex, inició el camino del criterio
de oportunidad, y está dispuesto a abrir la cloaca del gobierno peñista.
La puerta que puede tirar
Robles y permitir que entre la Fiscalía para subir la escalera es la de Ernesto
Nemer, a quien el entonces presidente Peña Nieto le impuso como el
subsecretario del ramo, y cercano a Luis Miranda, que fue subsecretario de
Gobernación y secretario de Desarrollo Social. Nemer acompañó a Peña Nieto
desde que comenzó a escalar en el estado de México, y fue su coordinador de
campaña para la gubernatura. Junto con Miranda trabajó en la operación política
para que alcanzara el poder mexiquense y manejaron las elecciones intermedias
en el estado y la campaña presidencial.
En aquellos años mexiquenses,
el dinero era todo. Aquel grupo guardaba millones de pesos en efectivo, en sus
bóvedas donde acumulaban los recursos por lustros, incluso hasta una década,
para ser utilizado más adelante. Al llegar al Ejecutivo federal, no hubo muchos
cambios en las actitudes. Miranda fue el gran ejemplo, cuando después de muchos
desencuentros con la Coordinadora Magisterial, sacó la chequera del gobierno y
les repartió dinero para que dejaran de oponerse a la Reforma Educativa.
El dinero político de Peña
Nieto tenía un cajero, Luis Vega Aguilar, secretario de Finanzas en el gobierno
mexiquense de Peña Nieto, y a quien puso en la Secretaría de Finanzas del PRI,
donde fue el responsable de la Operación Safiro, revelada por Mexicanos Contra
la Corrupción, mediante la cual presuntamente se desviaron 650 millones de
pesos de siete estados, a través de 12 empresas fantasmas, para campañas
priistas. En la investigación sobre los desvíos de Robles, aparece también Vega
Aguilar, a quien como a ella y a Zebadúa, el viernes pasado le congelaron sus
cuentas bancarias. Vega Aguilar fue protegido por Peña Nieto haciéndolo
diputado, como hizo también con Nemer, sobre quien hay sospechas de su
participación en “la estafa maestra”.
La carta de Robles para
minimizar el daño jurídico, porque el político y su reputación están hechos
añicos, es el criterio de oportunidad para revelar el enjambre que hicieron los
mexiquenses durante el sexenio de Peña Nieto. Hacerlo sería reconocer
culpabilidad, pero no habría consecuencias legales para ella. Si decide por esa
estrategia, podría aportar evidencias para que la Fiscalía y la UIF actúen
legalmente en contra la élite mexiquense, en España o en San Lázaro. Su
valoración será personal y política, sin olvidar, como parece ser hasta ahora,
que está tragándose todo lo que hizo y lo que no.
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 8 DE AGOSTO DE 2019)