El secuestro y asesinato del
joven Norberto Ronquillo galvanizó la zozobra en la Ciudad de México por los
altos índices de criminalidad. Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno, ha dicho
que las cifras crecientes de violencia se magnifican porque en la anterior
administración se habían “maquillado”, y el presidente Andrés Manuel López
Obrador salió a arroparla el martes, convirtiéndola en víctima de “grandulones
abusivos” –que no identificó- mientras la sociedad seguía llorando a Norberto.
Algo está muy mal en esta díada de la retórica contra realidad, el eterno
dilema de la Cuarta Transformación. Los datos, sin embargo, son alarmantes.
El Secretariado Ejecutivo del
Sistema Nacional de Seguridad Pública reportó que el secuestro, el detonante de
la inquietud en la capital federal, bastión de López Obrador, se elevó 271 por
ciento en el primer cuatrimestre de este año, superando casi 10 veces el
promedio nacional. Vivimos el peor momento desde 2009, al haber subido los
secuestros de 1.5 por mes en el primer cuatrimestre de 2018, a 6.5 en el mismo
periodo de 2019. Lamentablemente, no es el único delito descontrolado.
En la edición de 152
ejecentral, se registra que de diciembre del año pasado a abril de 2019, las
mayores tasas de crecimiento delictivo son robos a transporte público,
transporte individual, robos a casas, a negocios y a transeúntes, considerados
como robos patrimoniales. Pero en homicidios dolosos, como en secuestros, las
tasas son inverosímiles. Las tres alcaldías que más altos índices tienen de son
Iztacalco, Iztapalapa y Tlalpan, donde el incremento de ese tipo de homicidios
fue de 165, 162 y 157 por ciento. En el resto de la capital, el aumento fue de
100 por ciento promedio.
Sheinbaum tiene un problema
con su equipo de seguridad y se anticipan cambios para la próxima semana. Sin
embargo, hay otros factores ajenos al fenómeno de la violencia que inciden en
la inseguridad. Por un lado, el recorte presupuestal draconiano que impuso el
gobierno de López Obrador. Los fondos para seguridad pública en la Ciudad de
México se redujeron 53 por ciento, y las alcaldías con mayor disminución,
Iztapalapa, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero, son donde mayor número de
secuestros se ha registrado. Por el otro, la coincidencia en el crecimiento de
la incidencia delictiva con el nivel de desempleo creciente (5.3% de diciembre
a marzo), y la pérdida de poder adquisitivo, ante la disminución de salarios en
la administración pública y los despidos.
Se puede plantear como
hipótesis de trabajo que la externalidad de la austeridad republicana impulsada
por el presidente López Obrador, ha tenido un alto costo en materia de
seguridad y los crecientes índices delictivos. No puede ser asumido como el
único factor, porque también existe la larga curva de aprendizaje del equipo de
seguridad de Sheinbaum, que llevó decisiones estratégicas fallidas, como la
disminución de patrullajes en la Ciudad de México y la cancelación de unidades
móviles de policía –internamente le dijeron a los policías que no servían para
nada-, y al despido masivo de jefes policiales, bajo la concepción, imbuida
desde la Presidencia, que todo el pasado era corrupto y había que erradicarlo.
En cualquier caso, el tipo de
delito que ha subido exponencialmente es el patrimonial, o secuestros como el
del joven Ronquillo, que tiene una tipología que se imita el método de un
secuestro exprés, que siempre se ha asociado con necesidades económicos en la
sociedad. La desaceleración general de la economía ha provocado que las
actividades productivas tengan un atorón, por lo que las empresas han tenido
que recortar sus costos laborales, añadiendo presión a la tasa de desempleo, al
no absorber personal despedido del gobierno central. En el caso de la Ciudad de
México, decisiones de la jefa de gobierno como parar la industria de la
construcción, no sólo impactó en todo el conjunto de la economía capitalina,
sino que provocó desempleo en estados colindantes de la capital.
Luchar contra la corrupción y
los excesos es una política necesaria como principio, pero a la luz de los
resultados, su instrumentación ha sido un desastre. Reducir a rajatabla los
presupuestos en materia de seguridad trasciende a la Ciudad de México. La
Secretaria de Hacienda recortó 3.8% el presupuesto dedicado a la seguridad
pública en el país, que incluso ya había sido aprobado. La necesidad de ajustar
el gasto por todos lados para transferir recursos al plan de rescate financiero
de Pemex, sin afectar los programas prioritarios del presidente –Tren Maya,
Santa Lucía y Dos Bocas-, han llevado al gobierno a una contradicción de la
cual no se ve cómo va a salir. Presiones adicionales tendrá en los próximos 45
días al tratar de reducir significativamente el flujo migratorio, con el
respaldo de seis mil elementos de la Guardia Nacional desplegados en la
frontera sur.
Si en estos momentos esa
fuerza significa el 40% del total de elementos de la Guardia Nacional, ¿qué
sucederá en el territorio que vigilaban previamente? Los índices de violencia y
crimen seguirán subiendo. La Ciudad de México es el microcosmos que tiene que
ver el presidente López Obrador para convencerse de que su política de
austeridad sin matices, aunque correcta en concepto y visión, tiene costos muy
altos al carecer de una planeación estratégica, lo que ha llevado a la
deshidratación del gobierno.
El problema, como se aprecia
en la capital federal, es que su intransigencia está costando más vidas, más
violencia, más inseguridad, más incertidumbre y más miedo. El camino es
equivocado en su diseño y debe modificarlo porque ni él ni el país irán así a
ningún lado.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/RAYMUNDO RIVA PALACIO/
13 DE JUNIO DE 2019)
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