Renunciar al cargo de
secretario de Estado como sacrificio por haber incurrido en un acto de
influyentismo, no es algo normal. No quiere decir que el abuso del poder deba
ser tolerado en cualquier grado, sino por lo inédito de la radical consecuencia
de su acto vis-a-vis los precedentes que establece. Que no se entienda mal. Si
Josefa González Blanco Ortiz Mena, en un acto de contrición presentó su
renuncia al ser descubierta y el presidente Andrés Manuel López Obrador la
aceptó, ¿cuál es el siguiente paso? Si el presidente Andrés Manuel López
Obrador, que realiza todos sus viajes aéreos en líneas comerciales, se retrasa
y el avión lo espera, ¿también renunciará?
La respuesta política a esta
proposición es que López Obrador preferirá perder el vuelo que retrasarlo.
Pero, la línea aérea, ¿lo dejará en tierra? De sí, las líneas aéreas están
incurriendo en una ilegalidad al permitir que se siente en la fila de salida de
emergencia, que por su edad, se le debería de impedir. Las empresas tienen
problemas logísticos con la decisión del presidente, que regularmente reciben
la petición de hacerle espacio a él y a su equipo de seguridad, con poco tiempo
de aviso, por lo que si el avión va lleno, algunos pasajeros resultan
perjudicados. ¿Eso no es abuso de poder? Cierto, no es lo mismo el presidente
que una secretaria, pero ¿no en el fondo es lo mismo? Si se llega a dar una
situación similar, pensar que el presidente renunciaría es una tontería, pero
las críticas y demandas de sus adversarios y malquerientes caerían sobre él.
Este es el caso hipotético
que plantea la renuncia de González Blanco Ortiz Mena a la Secretaría del Medio
Ambiente. El castigo, si el presidente lo considerara así, podría haber sido su
destitución sin detallar esa razón, que habría sido implícita, pero no habría
puesto una trampa en la que puede caer el presidente en el futuro. La ex
secretaria, desde un principio cuestionada por los ambientalistas, llevaba
semanas frustrada por la indiferencia a su trabajo por parte de López Obrador,
y el nulo respaldo presupuestal. La renuncia estaba en su cabeza, como también
su cese estaba en la cabeza del presidente, quien ha estado revisando ajustes
en su gabinete. Su salida, como la de varios miembros del equipo de gobierno,
era un asunto de tiempo, ante lo que se prevé como el primer gran cambio de
gabinete, a escasos seis meses de haber iniciado la administración.
Un reacomodo de esa
naturaleza junto con renuncias no programadas, como Germán Martínez en el IMSS,
parecería que el gobierno está haciendo agua, lo que no sería una
interpretación adecuada. La comparación mecánica con anteriores gobiernos no se
aplica porque la velocidad e intensidad con la que inició López Obrador no
tiene precedente, como tampoco la forma híper personalizada del ejercicio del
poder que obliga a su gabinete a trabajar a marchas forzadas, muchas veces
improvisando y otras más ajustando su funcionamiento y acciones, o ahogándose
presupuestalmente para poder dotar de recursos a los programas prioritarios del
presidente, que son lo único que importa, con la única excepción de mantener
los fundamentos macroeconómicos y fortalecer a Pemex para que no bajen su
calificación de deuda. Esto lleva a un desgaste importante, que se está
notando.
La primera encuesta semestral
de aprobación presidencial, acaba de ser difundida por De las Heras Demotecnia,
que realizó una encuesta telefónica a mil personas, en donde López Obrador
tiene 70% de aprobación entre los mexicanos. Aunque es un porcentaje más que
robusto, perdió 10 puntos porcentuales en tres meses, donde tenía 80% de
aprobación. La desaprobación subió en el mismo periodo de 14% a 21%. El
desgaste de López Obrador, sin bien importante, tampoco es insólito. De acuerdo
con los expertos en opinión pública, las mediciones de acuerdo y desacuerdo de
los presidentes mexicanos empiezan a mostrar una caída en la primavera, que es
cuando se agota la expectativa del cambio que se da al iniciar una nueva
administración. Los números de López Obrador, como dato adicional, son
similares a los que tuvo Vicente Fox en el mismo periodo.
Los datos de De las Heras
Demotecnia muestran también que el ejercicio de propaganda diaria que realiza
López Obrador todas las mañanas desde Palacio Nacional le ha permitido seguir
manteniendo muy altas las expectativas, pese al desgaste sufrido, y su voz ha
sido tan fuerte que opaca los datos duros y las estadísticas. Por ejemplo, el
61% respondió que la seguridad pública está mejor que hace un año (lo que es
falso). El 66% dice que la economía se encuentra mejor que como estaba en el
primer semestre de 2018, aunque todos los indicadores indican lo contrario.
En capítulos específicos, el
47% dice que ha mejorado el empleo, y sólo 26% dice que ha empeorado, pese a
que las tasas de desocupación reportadas por el INEGI registran un incremento.
El 56% considera que ha mejorado el combate a la corrupción, aunque hasta este
momento no hay resultados concretos en esa materia ni se han iniciado procesos
en contra de funcionarios de anteriores gobiernos. Para el 47% la educación ha
mejorado, aunque no hay bases para analizar si ha mejorado o empeorado, y el
64% considera que la libertad de expresión ha mejorado, que es un punto donde
hay un creciente consenso interno e internacional de que es todo lo contrario.
La propaganda, a decir de los
resultados de esta encuesta, le ha funcionado perfectamente. Pero no bastará.
Para que siga siendo eficiente, tiene que dar resultados. Esa primera prueba se
está acercando.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 27 DE MAYO DE 2019)
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