Andrés Manuel López Obrador y
Donald Trump son dos presidentes que hacen de la política un juego de símbolos
para acomodar la realidad a su favor y construir consensos de gobierno. Es más
exitoso López Obrador que Trump, porque no tiene de rodillas al Congreso o al
Senado, ni doblada la Suprema Corte de Justicia o amedrentadas a las
instituciones. Pero Trump tiene más recursos de presión porque México depende
en 80% de la economía de Estados Unidos, y Estados Unidos, aunque su aparato
productivo está muy integrado con nuestro país y Canadá, romper esos puentes no
significaría el Armagedón.
En esta realidad se fincó la
negociación para evitar la imposición de aranceles a México partir de hoy,
donde se habló de migración y seguridad, y de nuevas concesiones comerciales a
Estados Unidos. Por lo que se conoce, se puede concluir que México cedió ante
las presiones de Trump y entregó más de cómo llegó a Washington, a cambio de
evitar la represalia económica. En consideración de algunas voces en México y
la opinión generalizada en la prensa internacional, ajena a pasiones y
manipulaciones, Trump ganó la partida porque obtuvo lo que deseaba: concesiones
absolutas. El nombre del juego fue el pragmatismo. ¿Se puede criticar a López
Obrador por haber claudicado y aceptado lo que exigía Trump? Frente al
escenario económico de lo que supondría una guerra comercial, no. Su decisión
fue apegada a la realidad. Las asimetrías con Estados Unidos son enormes en
todos los sentidos, y los principios hoy en día en esta materia, sólo son para
los discursos y las masas, sin cabida en la real politik. Como él mismo lo dijo
el sábado en Tijuana, su responsabilidad es como jefe de Estado para con todo
un país.
La imposición de aranceles
habría significado una devaluación del peso, que según los expertos habría
alcanzado 21 unidades por dólar. Esto para empezar. La disrupción en las cadenas
de valor se habrían afectado, y ante la respuesta mexicana de represalias
recíprocas, la respuesta habría sido más aranceles. Eso lo sabe López Obrador.
Cuando se reunió con Jared Kushner, yerno y asesor de Trump, en marzo, el
ejemplo sobre la forma agresiva de negociar su suegro era China, donde a cada
respuesta por imposición arancelaria, respondía con más aranceles. China lo
puede enfrentar –aunque perdió 30% de mercado-, pero México no.
En las negociaciones, México
fue más allá de lo que acordaron el 17 de marzo entre las secretarias de
Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y de Seguridad Territorial –ya cesada-,
Kirjsten Nielsen, en Miami, cuyos detalles se revelaron en este espacio en
abril. Ahí México accedió a que quienes pidieran asilo en Estados Unidos que
tuvieran visas humanitarias, fueran regresados no sólo a Tijuana, como
acordaron en diciembre, sino también a Mexicali y Ciudad Juárez, y que la cifra
crecería hasta llegar a nueve mil por mes a finales de año, para permitir que
se fuera preparando México para ese nuevo influjo de personas. La semana pasada
se amplió el alcance del Acta 235 para que esperen solución sobre asilo en
todos los puertos fronterizos y se aceleró el número de personas en espera;
para este mes serán ocho mil, casi los nueve mil acordados para dentro de seis
meses. La reunión de Miami produjo también el entendimiento de que se
instrumentarían medidas policiales y financieras para frenar la migración.
Aunque el gobierno mexicano incrementó el número de deportaciones, continuó
otorgando visas humanitarias y fue omiso en acciones financieras. La amenaza de
los aranceles provocó que el fin de semana antepasado el Ejército empezara con
redadas en Tapachula en busca de inmigrantes indocumentados y la Unidad de
Inteligencia Financiera actuara contra presuntos responsables del tráfico
humano. Para reforzar, comprometieron el envío a partir de hoy de seis mil
miembros de la Guardia Nacional a la frontera sur. Esto significa que el 40% de
la fuerza que estará en operación este mes, estará dedicada a deportar
inmigrantes, y que en el mediano plazo, será el 10% el que se dedicará a esa
tarea.
La delegación mexicana fue en
desventaja a Washington para cabildear que Estados Unidos no impusiera los
aranceles, provocado por la negligencia o incluso omisiones en cumplir con los
acuerdos de Miami, lo cual debilitó la posición mexicana y los llevó a aceptar
imposiciones que no habían sido antes puestas sobre la mesa, como el incremento
de compras agrícolas –de productos que se encuentran en las zonas de mayor
apoyo electoral de Trump- a Estados Unidos, cuyos pormenores no ha sido dados a
conocer.
El secretario de Relaciones
Exteriores, Marcelo Ebrard, quien abrió el mitin en Tijuana, dijo que la gran
experiencia de esta semana es que tienen que trabajar para que en el futuro
estén mejor preparados para cualquier contingencia. El mensaje es importante.
Hacia el interior del gobierno, el presidente López Obrador tiene que poner
orden en su equipo, porque parte de las concesiones que se tuvieron que hacer
fue por la falta de coordinación, o sabotajes involuntarios entre las
secretarías de Gobernación, Hacienda y Relaciones Exteriores, que impidieron
cumplir los acuerdos bilaterales.
La política hacia Estados
Unidos debe estar alineada, porque lo que se vio es lo que vendrá. Lo escribió
el domingo el presidente Trump en Twitter: “Si por alguna razón desconocida no
hay (cooperación), podemos volver a nuestra posición anterior y muy lucrativa
de (amenazar con) aranceles”. Dijo que no creía que sea necesario. A portarse
bien, entonces. O, para evitar humillaciones públicas de esta naturaleza, a
dejar las improvisaciones en México y actuar con menos romanticismo e hígado, y
con más profesionalismo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 10 DE JUNIO DE 2019)
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