La carta de renuncia de
Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda, es una denuncia. Igual a la de Germán
Martínez a la dirección del Seguro Social. El texto de Urzúa es de hastío y
derrota, convirtiéndolo en la primera gran víctima del presidente Andrés Manuel
López Obrador, por su significancia en el gobierno y el contexto en el cual se
da la salida. Los mercados reaccionaron inmediatamente, actuando intuitiva y
emocionalmente, como siempre, a partir de las incertidumbres que revelaba una
crisis en el sector hacendario, que lucha todos los días por mantener el
control de la macroeconomía -aplaudida hasta ahora por el mundo-, tirando la
cotización del peso con el dólar. Pero la renuncia, paradójicamente, pueden no
ser tan mala noticia como parece, sino todo lo contrario.
En su carta, Urzúa dio
algunas claves del porqué de su salida. “Discrepancias en materia económica
hubo muchas”, escribió. El único desacuerdo de fondo, y todo el tiempo desde
antes incluso de iniciar el gobierno, fue con Alfonso Romo, el jefe de la
Oficina del Presidente, quien le ganó la partida. En la renuncia, Urzúa le
cortó un traje a la medida: “Me resultó inaceptable la imposición de
funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue
motivado por personaje influyentes del actual gobierno con un patente conflicto
de interés”. Mejor, imposible.
El único conflicto de interés
“patente” entre su función de gobierno y sus negocios es de Romo, un empresario
e inversionista a cargo de la relación con empresarios e inversionistas. La
“imposición” de funcionarios inexpertos en asuntos hacendarios fue hecha por
Romo. La principal se dio en el Sistema de Administración Tributaria (SAT),
Margarita Ríos Farjat, una abogada neoleonesa que para poder asumir el cargo se
tuvieron que cambiar los requisitos. No fue la única cabeza de playa que sembró
en el territorio de Urzúa. Todos los directores de los bancos de desarrollo
fueron propuestos por Romo.
Urzúa se iba incomodando cada
vez más, porque aparte de Romo, estaba a disgusto con otras acciones, expresado
con claridad en su carta, al afirmar que “se han tomado decisiones de política
pública sin el suficiente sustento”, refiriéndose al nuevo aeropuerto en Santa
Lucía y a la refinería de Dos Bocas, y exteriorizando su molestia por el último
choque intramuros, con Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de
Electricidad, que quiso anular contratos con transnacionales del gas, generando
incertidumbre jurídica en el exterior.
La molestia de Urzúa fue
expresada hace casi tres semanas durante una reunión vespertina en Palacio
Nacional, donde se discutieron los ajustes al gabinete y el reordenamiento de
la administración pública. Su salida estaba anunciada, pero no se esperaba en
estos momentos. Una de las principales razones de su molestia era cómo lo había
reducido el presidente, al convertir al secretario de Hacienda en un jefe de
compras gubernamentales, y no en el funcionario que debería de estar atendiendo
y cuidando a los mercados. Su papel de guardián de la disciplina fiscal lo
cumplió con creces, pero su papel dentro del gran concierto estratégico
interno, estaba disminuido.
Quien tomó ventaja del
contexto fue Romo, más enfocado en la inversión y en el sector privado, que es
uno de los brazos estratégicos que el presidente le cortó a Urzúa. Romo, que
está previsto deje la Oficina de la Presidencia en manos del actual consejero
jurídico, Julio Scherer, tendrá que mantener la relación con los inversionistas
y el sector privado, con los que lidia indirectamente a través de sus brazos en
Hacienda. Bajo esta óptica, la salida de Urzúa no es perjudicial, como ha sido
la primera lectura, al ser resultado de una lucha interna donde predominó aquél
que ha insistido al presidente la necesidad de cuidar a los mercados y al
sector privado.
En esta misma línea de
pensamiento, la llegada de Herrera a Hacienda refuerza el procedimiento estratégico
del presidente. Herrera era el funcionario de Hacienda mejor evaluado por los
analistas internacionales, luego de que en enero, cuando se hizo el road show
en Nueva York para presentar el plan de negocios de Pemex, Urzúa decepcionó a
sus interlocutores que lo describieron excesivamente bromista y frívolo,
mientras que al nuevo secretario -que tiene una experiencia internacional que
no tenía su predecesor- lo vieron con enorme capacidad y conocimiento de sus
temas.
Sin embargo, la promoción de
Herrera no significa que el modelo de operación aprobado por el presidente se
modifique. Al contrario, si López Obrador aceptó la renuncia a Urzúa, es porque
no iba a cambiar su modelo de operación. Herrera tendrá que seguir haciendo
ajustes al gasto público, recortando la nómina del gobierno y hurgando en los
dineros públicos para reforzar la capitalización de Pemex y armar un buen plan
de negocios. No va a tener problemas con él. En el pasado, cuando era jefe de
gobierno de la Ciudad de México y renunció Urzúa como secretario de Finanzas a
la mitad de su administración, lo sustituyó el subsecretario Gustavo Ponce,
quien fue cesado en medio de un escándalo de conflicto de interés y dispendio,
relevándolo Herrera, quien en ese entonces era director de Gestión Financiera.
La renuncia de Urzúa regresa
cohesión al equipo económico de López Obrador, que había vivido una
ambivalencia por el la guerra interna del ex secretario de Hacienda con Romo.
La estabilidad interna ayudará al presidente, al carecer Herrera de la estatura
de Urzúa, ante el presidente, que aliviará las presiones que sentía por la
tensión con Romo.
El gobierno necesitará
explicar a los mercados el fondo del cambio para no generar una interpretación
equivocada, pero sobretodo, si el presidente decidió por la ruta de Romo,
mantenerse en ella.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 10 DE JULIO DE 2019)
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