martes, 29 de agosto de 2017

ENFRENTAMIENTO EN TAMAULIPAS DEJA AL MENOS CINCO MUERTOS

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un enfrentamiento entre civiles armados y elementos policiacos de Fuerza Tamaulipas dejó ayer al menos cinco muertos -tres presuntos delincuentes y dos oficiales-, en Ciudad Camargo, Tamaulipas.

Por estos cruentos enfrentamientos se registraron bloqueos y persecuciones en la Carretera Ribereña que comunica a Reynosa con municipios como Miguel Alemán, Díaz Ordaz y Mier.

En redes sociales, algunos usuarios alertaban sobre “ponchallantas” en distintos puntos de esa carretera.

Versiones no oficiales indican que los presuntos delincuentes comenzaron a disparar contra los uniformados en una de las entradas del municipio de Camargo. Los agentes policiacos solicitaron vía radio el apoyo de otras fuerzas policiales, mientras repelían la agresión.

Durante el enfrentamiento perdieron la vida al menos tres delincuentes, quienes viajaban en un vehículo rojo, mismo que terminó volcado en un canal.

Dos policías habían resultado gravemente heridos y fallecieron mientras los llevaban a un hospital para ser atendidos.

Los hechos se registraron en la carretera federal 97 Reynosa entronque Urracas, a la altura del kilómetro 10, donde se ubica el Ejido Florida del Norte, hasta donde acudieron tres ambulancias para prestar auxilio a los lesionados.


(PROCESO/ LA REDACCIÓN / 29 AGOSTO, 2017)

2018: FACTORES DE LA VICTORIA

Las últimas encuestas presidenciales son bastante claras: Andrés Manuel López Obrador y Morena, caminarán solos hacia Los Pinos en 2018. Ningún candidato del PRI con sus aliados podrán alcanzarlo. El PAN, ni sólo ni acompañado con el Frente Amplio impedirá esa victoria. La aritmética indica que sólo una coalición del PRI con el PAN impedirá que López Obrador gobierne a partir del primero de diciembre del próximo año, similar a la que informalmente tuvieron en 2006, cuando el priista, Roberto Madrazo, no creció y los gobernadores de su partido se inclinaron por Felipe Calderón, o en 2012, cuando la panista Josefina Vázquez Mota se estancó y la maquinaria presidencial declinó por Enrique Peña Nieto. Hipotéticamente hablando, si quieren frenar al tabasqueño, como lo han dicho abiertamente, esa será la única ecuación con posibilidades de malograr su victoria.

Es casi imposible, genéticamente hablando, que haya una alianza PRI-PAN registrada como tal en el Instituto Nacional Electoral en noviembre. Pero si no legal, podrá ser explícita. En la hipótesis de trabajo que Peña Nieto depende de que su candidato o él/la del PAN lo sucedan para así completar el ciclo de maduración que requieren sus reformas económicas y frenar a López Obrador, que quiere revertirlas, son dos los factores a considerar: el PRI necesita al candidato que más sume, y es imprescindible pactar con los gobernadores panistas el apoyo, en caso de que el abanderado del partido en el poder aventajara a quien encabece el boleto del PAN.

El que más suma hacia fuera del PRI es quien probablemente tiene más resistencias en el interior del partido, el Secretario de Hacienda, José Antonio Meade. Miembro transexenal de gabinetes, forma también parte de una cofradía de itamitas que crecieron juntos y se encuentran repartidos en diversos partidos. El más importante, por el papel estratégico que puede jugar, es el Senador panista Ernesto Cordero, cuyo rol puede ser analizado desde los dos escenarios sucesorios que se perfilan en el PAN: ante una ruptura en el partido por la imposición de Ricardo Anaya como candidato, puede jugar como enlace con quien chocaría, el ex Presidente Felipe Calderón, y persuadirlo para que la eventual candidata independiente, Margarita Zavala, en caso de no prender -como muy seguramente sucederá con cualquier independiente-, respaldará a Meade, con quien también trabajó.

Meade es el preferido de los empresarios, que están a disgusto con el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, por la crisis de seguridad -que achaca al Gobierno de Calderón-, y con diferencias con el de Educación, Aurelio Nuño, quien los maltrató en la primera parte del sexenio. El Secretario de Salud, José Narro, es estimado por las cúpulas empresariales por sus formas políticas y por lo estructurado de su mente, como lo demostró ante unos impresionados legisladores verdes que lo escucharon la semana pasada en su plenaria -Meade fue el otro Secretario que más les gustó-. Pero la diferencia con el Secretario de Hacienda es precisamente su área de experiencia.

El problema de Meade es el PRI, del que no es militante, que no lo es menos con Nuño. Les reconocen inteligencia pero no fidelidad. A Meade lo han visto más como panista -aunque en el Gobierno de Calderón le tenían recelo porque lo veían muy cerca de priistas-, y de Nuño le critican la ausencia de compromiso con el partido, que es la forma como traducen los temores de que no tendría ningún escrúpulo en una momento de definición, sacrificar al PRI y a los priistas por un objetivo que considere superior, como fue durante la negociación del Pacto por México, que por mantener el apoyo del PAN, fue de quienes apoyaron ignorar actos de corrupción monumentales en la administración de Calderón. Narro es bien visto por los priistas, sobre todo por sus dirigentes, al igual que Osorio Chong que además, tiene el respaldo de las bases. Pero el Secretario de Gobernación no tiene mucho más. Fuera del PRI, provoca urticaria.

Quién suma más fuera del PRI no lo es todo. Quiénes son los que le sumen a cualquier candidato del PRI es altamente relevante. En este escenario, los gobernadores son vitales. La elección presidencial de 2006 es el estudio de caso. Madrazo, desde la presidencia del PRI, impuso su candidatura presidencial -que es lo mismo que hoy está haciendo el panista Anaya-, y fracturó al partido. Una oposición nacional llamada “Todos Unidos Contra Madrazo”, operó contra él. La división congeló a Madrazo en el tercer lugar de la contienda, lo que hizo que los gobernadores del PRI, en especial en el norte del país, volcaran sus maquinarias para apoyar a Calderón.

Al estallar el conflicto postelectoral, con la oposición beligerante de López Obrador y la toma de Paseo de la Reforma, cuya polarización calentó la mente del entonces rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, que fraguó con Juan Francisco Ealy Ortiz, el dueño de El Universal, y los análisis jurídicos de Diego Valadés, la posibilidad de una crisis constitucional para ungirlo como presidente de transición, otros gobernadores priistas, como el del estado de México, Peña Nieto, trabajaron por la gobernabilidad y junto con los coordinadores priistas en las cámaras, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones, operaron la toma de posesión de Calderón.

Los gobernadores priistas jugaron un papel central en impedir que López Obrador ganara la Presidencia y en mantener la legalidad del proceso. Peña Nieto lo vivió y hoy necesitará un acuerdo similar. De ello se hablará en un próximo texto.

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(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 29/08/2017 | 04:08 AM)   

2018: EL DESTAPE

Quien más le habló al Presidente Enrique Peña Nieto de cómo se abrió y despresurizó la sucesión presidencial en 1987, terminó inaugurando el híbrido método para la de 2018. Emilio Gamboa, coordinador del PRI en el Senado y uno de los maquiavelos que hablan al oído del príncipe, en un jugueteo con la prensa definió la mano de cuatro en el ánimo del Presidente. Tras ese destape, Peña Nieto anunció indirectamente los designados para jugar en la contienda. Esta afirmación es intuitiva a partir de la biografía de los hombres involucrados. Gamboa es un político sazonado en múltiples batallas, sumamente cuidadoso con lo que dice, e incapaz de colocar una palabra más allá de lo que se necesita para alcanzar el objetivo. Peña Nieto es ortodoxo, y como difícilmente se iba a atrever a innovar el proceso sucesorio dentro de su partido, había que abrir la válvula de presión y colocar nombres en el escenario donde el resto de los partidos ya tienen a sus actores.

No hay una fórmula única para el destape, como se conoce el acto más importante de un Presidente para escoger a su sucesor desde que Abel Quezada, uno de los moneros políticos más relevantes en la prensa, la anidó en el imaginario mexicano a través de una campaña publicitaria jugando con la sucesión de Adolfo Ruiz Cortines, cuya unción fue resultado del acto racional que suelen hacer los presidentes, a quienes muchas veces se les ha atribuido la decisión a un acto de amiguismo. Miguel Alemán, que encabezó uno de los gobiernos más corruptos de la historia, buscó en Ruiz Cortines todo lo opuesto a él, un hombre austero que en su discurso de toma de posesión dijo que el suyo no sería un gobierno corrupto ni de amiguismos.

Años después, Gustavo Díaz Ordaz utilizó al líder de la Confederación Nacional Campesina, Augusto Gómez Villanueva –muy cercano al actual Secretario de Hacienda-, para que destapara a Luis Echeverría, a quien cuando le tocó su turno de escoger a su sucesor, mandó al Secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade, a declarar que había seis aspirantes a la candidatura. Miguel de la Madrid, en medio de una crisis dentro del PRI donde la disidencia le exigía abrir el proceso, les hizo caso, pero tuteló el método. Hizo que seis aspirantes a la candidatura presentaran su idea de País al Consejo Político del partido, de donde surgió Carlos Salinas. El secretario particular del Presidente De la Madrid, dueño del 50 por ciento de la puerta de su despacho, era Gamboa, quien le contó a Peña Nieto la forma como su antecesor procesó la candidatura y, quizás, como se la abría a Salinas con más celeridad que al Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett.

Gamboa era Secretario de Comunicaciones y Transportes en 1993 cuando llegó tarde a una comida en el hoy cerrado restaurante “María Cristina”, cerca de la Zona Rosa, a donde apresuradamente el Presidennte Carlos Salinas invitó a comer a seis periodistas para hablar del proceso de sucesión, ventilado en la prensa donde se discutían varios nombres, y deslizar su inclinación por Luis Donaldo Colosio. Salinas hizo lo que De la Madrid, López Portillo o Alemán hicieron, inclinarse por una persona que pensaban era lo más adecuado para las condiciones del País. De la Madrid necesitaba alguien ideológicamente comprometido con las reformas económicas, y López Portillo pensó en De la Madrid por la crisis económica que vivía el País. Alemán buscó en Ruiz Cortines el contraste a su administración. ¿Qué hará Peña Nieto?

El Presidente piensa, porque así lo ha dicho en reuniones privadas, que la corrupción no es un problema de fondo que afecta a su gobierno, y expresado públicamente lo fundamental de que las reformas económicas, para que rindan los frutos por lo cual fueron impulsadas, sigan su curso programado. ¿Quién está comprometido con las reformas peñistas? Nuño, quien fue uno de los arquitectos del Pacto por México, en donde se procesaron, y Meade, quien ideológicamente es el más involucrado de todos con ellas. Los dos, si hubiera modificado el Presidente su creencia sobre la corrupción como una de las variables de la sucesión, no parecen tener fantasmas en el clóset, como es el caso de Narro, aunque a diferencia de los primeros, como rector de la UNAM tomó posiciones en materia de política económica que le provocó fricciones con Nuño, en ese entonces jefe de la Oficina de la Presidencia, y como Secretario de Salud propuso a principio de año en reuniones de gabinete, aplazar el gasolinazo.

Ninguno de ellos figura alto en las encuestas presidenciales. Pero no hay que engañarse. En este momento, esas mediciones no registran tendencia de voto, sino conocimiento. Por eso Osorio Chong, mencionado en los medios por cinco años, es quien siempre aparece en lo alto de las preferencias priistas. También tiene, a diferencia de los otros tres, más negativos y fantasmas de corrupción, reales o imaginarios, revolcándose en su clóset. A favor, por lo que se sabe, no es una variable que utilizará Peña Nieto en su elección final. Los restantes tienen como confort que el Presidente dice que es irrelevante que su candidato tenga 1 por ciento de preferencia en este momento, porque en la campaña lo resolverá.

Nota: En la columna anterior, se mencionó que el General Michael Flynn había sido el primer militar en ser consejero de Seguridad Nacional. Es incorrecto. Previamente ocuparon el cargo otros dos militares, Colin Powell con Ronald Reagan, y Brent Scowcroft con Gerald Ford y George H.W. Bush.

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(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/28/08/2017 | 04:04 AM)   

GOLPE DE ESTADO EN LA CASA BLANCA

Hay de golpes de Estado a golpes de Estado. Unos, abiertos y sin matices, derrocan a un régimen e instauran otro -como tantos conocidos en América Latina-, y otros son técnicos -como el que hizo el Presidente Ernesto Zedillo cuando para impulsar su reforma judicial, disolvió la Suprema Corte de Justicia, uno de los tres pilares del Estado-. En Estados Unidos, se está dando un golpe de Estado técnico de los generales de cuatro estrellas al Presidente Donald Trump. Los generales copan los principales cargos en la administración Trump y los puestos estratégicos dentro de la Casa Blanca. La militarización del gobierno es una realidad que debía preocupar enormemente en Estados Unidos al haberse perdido el equilibrio con los civiles pero, paradójicamente, está resultando en un alivio para muchos que consideran que los generales están proveyendo consistencia y racionalidad, como dijo el Senador Richard Blumenthal, ex militar y miembro del poderoso Comité de Servicios Armados. Las noticias tranquilizadoras no son sólo para aquella nación. También para México.

Trump respeta a los militares. El último en llegar a su círculo íntimo fue el General retirado John Kelly, a quien designó Secretario de Seguridad Interna, y que recientemente nombró jefe de Gabinete en la Casa Blanca. Previamente llamó al General H.R. McMaster como consejero de Seguridad Nacional, en sustitución del General, Michael Flynn, efímero en ese cargo, el primer militar en la historia en ocupar ese lugar. El trío de generales lo corona el Secretario de la Defensa, Jim Mattis, al frente del Pentágono, que tradicionalmente ocupa un civil, que sirve de contrapeso del poderoso jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. Los tres, según un reporte en The Washington Post, se han ganado la confianza del Presidente. Otros ex militares en puestos de relevancia son el director de la CIA, Mike Pompeo; el Procurador general, Jeff Sessions; los secretarios de Energía, Rick Perry, y del Interior, Ryan Zinke; y el nuevo director de la Oficina Federal de Prisiones, Mark S. Inch.

Los civiles no ocultan su satisfacción, ya que mientras el Presidente Trump transgrede y patina, los generales proveen “una firme mano en el timón”, añadió el Senador Blumenthal. Por ejemplo, en medio del escándalo de violencia racial en Charlottesville hace dos domingos, donde Trump fue contradictorio y se inclinó por el respaldo a los grupos supremacistas, cinco generales miembros del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas afirmaron que estaban en contra de la intolerancia y el racismo. Dos momentos adicionales clave para entender su influencia sobre Trump, fue la llegada de Kelly a la Casa Blanca, donde lo primero que hizo fue establecer una clara línea de mando -todo, por diseño institucional, tiene que pasar por él antes de llegar al Presidente-, y despidió al nuevo director de Comunicaciones, encargado de las estrategias de información y propaganda, antes de que hubiera tomado posesión, y empujó al ideólogo de la extrema derecha, Steve Bannon, a que renunciara. Bannon había impulsado con éxito de lograrlo, que Trump autorizada la privatización de la guerra en Afganistán, pero fue derrotado por los generales que, el viernes pasado, mientras el ideólogo empacaba sus cosas, se reunieron en Campo David con el Presidente para presentarle el nuevo plan de intervención en aquella nación, que anunció el lunes.

No deja de existir preocupación por la creciente presencia e influencia de los militares en el gobierno de Trump, como lo ha venido registrando el portal liberal ThinkProgress. “Por supuesto que hay gente preocupada por esto”, le declaró Sheri Berman, profesora de Ciencia Política en la liberal Barnard College, la universidad privada femenina más importante de Estados Unidos. “Aunque las relaciones de los militares con los civiles en Estados Unidos son diferentes de lugares como Egipto o Pakistán, hay preocupación que un cambio pudiera ocurrir en Estados Unidos”.

Por el momento, lo que hay es alivio. México se puede sumar a ese creciente grupo que respiran confianza a través de ellos. Los generales en el poder conocen muy bien México. Kelly, por ejemplo, fue el jefe del Comando Sur, donde pese a que México no estaba en su jurisdicción, conoció y mantiene una gran amistad con el General Salvador Cienfuegos, Secretario de la Defensa, y el Almirante Vidal Soberón, Secretario de la Marina. Mattis y Pompeo, sin tener esa vieja relación, han establecido una buena comunicación con los mexicanos. Pero el diálogo fluido no es lo único importante. La visión de los generales es estratégica, no reduccionista, es racional no intempestiva, y entienden que países como México son vitales para la seguridad nacional de Estados Unidos, no piezas desechables para satisfacer clientelas electorales. Sus ópticas favorecen una buena relación con México, y ayudan a contener a un presidente capaz de violentar toda norma y toda ley.

“Nuestra democracia se asienta sobre el control de los civiles sobre los militares”, escribió este jueves Jonathan Capehart, miembro del Consejo Editorial del Post. “Como estadounidense, está en nuestro ADN el temor a la influencia de los militares sobre el Presidente. La preocupación y la desconfianza sobre las intenciones de la jerarquía militar creó un aura de preocupación por la cual el Presidente debe ser protegido. Pero en giro loco que sólo Trump pudo haber logrado, los generales que rodean al Presidente son los únicos que protegen nuestra democracia, de él”. Por ahora así es. La mala noticia de la militarización de la Casa Blanca, increíblemente, es una razón hoy para celebrar.

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(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ Raymundo Riva Palacio/ 25/08/2017 | 01:00 AM)