Los surem y el árbol
parlante
Hace muchos siglos, en tiempos muy antiguos, los yaquis no
eran como son ahora. Eran los surem, gente de muy corta estatura que vivían en
el cerro surem. Eran pacíficos y no les gustaba ni el ruido ni la violencia.
Un
día, notaron que había un árbol que emitía unos ruidos que parecían ser como un
extraño lenguaje. Este árbol era un gran Paloverde que crecía en la región del
Omteme Cahui. (El enojado).
La gente se reunía alrededor de
él y los líderes trataban de comunicarse con el árbol que hablaba pero no
tuvieron éxito. Ni siquiera los jefes más importantes pudieron interpretar el
mensaje del paloverde.
Mientras tanto, una muchacha muy joven, Yomumuli, tiraba
y tiraba de la mano de su padre y le decía que ella podía interpretar lo que
decía el árbol parlante.
Al principio, el padre la ignoró y luego se enojó ante
su insistencia. Finalmente le dijo : “Muy bien, lo harás en frente de todos y
luego se te castigará por tu tontería”.
Entonces, Yomumuli se sentó junto
al árbol y tradujo palabra por palabra lo que el árbol profetizaba para el
futuro de la tribu. Les advirtió de la llegada del hombre blanco, que traería
armaduras de metal y nuevas armas.
Habría mucho sufrimiento y se derramaría
mucha sangre entre los surem, pero, eventualmente, triunfarían sobre sus
adversarios. Les profetizó la llegada del ferrocarril diciendo “que se haría un
camino de acero con un monstruo de hierro en medio.
Les dijo que sufrirían por
varios años en los que habría mucho ruido y confusión. Tienen que decidir qué
van a hacer. Los que no resistan esta situación pueden irse a otra parte para
no enfrentar ese destino.
Entonces, los surem se dividieron
en dos grupos. Uno de estos grupos se fue y hay quien dice que se metieron al
mar y viven ahí todavía.
Otros dicen que se convirtieron en hormigas negras y
viven debajo de la tierra.
Los surem que se quedaron, con el tiempo crecieron a
una mayor estatura y se convirtieron en los yaquis, tal como son ahora y fueron
tan fuertes guerreros que pudieron derrotar a los españoles cuando estos
llegaron.
Cristiandad
Hace mucho, mucho tiempo que una
partida de conquistadores españoles llegó al territorio de los yaquis. Estos
eran los “invasores blancos” que había profetizado el árbol parlante muchos
años atrás, en el tiempo en que había surem. Estaban armados y vestidos
exactamente como había dicho el Paloverde.
Los yaquis se reunieron para
enfrentarlos. Uno de los jefes yaquis pintó una raya en el suelo, se arrodilló
y la besó reverentemente y dijo : “Hasta esta línea y en otras tres direcciones
hasta donde alcanza la vista, es territorio yaqui. No permitiremos la entrada
de ningún invasor”. Les pidieron a los soldados españoles que se fueran por
donde habían venido.
Los españoles trataron de combatir
a los yaquis pero estos lucharon con tal fiereza que se tuvieron que retirar
apresuradamente. Dijeron que nunca habían encontrado a unos guerreros tan
valientes. Así que los yaquis expulsaron a los invasores, tal como estaba
profetizado.
Cerca de 70 años después (sic)
unos Mayos que se habían convertido al cristianismo vinieron con los yaquis y
les hablaron de unos españoles que eran pacíficos y no portaban armas. Los
yaquis aceptaron que entraran a su territorio siempre y cuando no vinieran
hombres armados.
Los misioneros los convirtieron fácilmente al cristianismo
porque llamaban a su dios “Nuestro padre celestial” y apuntaban hacia arriba y
los yaquis pensaron : Ellos también creen como nosotros en Itom achai taa´ a
que quiere decir nuestro padre sol y además, el símbolo de la cruz que traían
los misioneros se parecía mucho al símbolo yaqui para el sol, de manera que se
convirtieron al cristianismo cuando antes habían adorado al sol y tenían
ceremonias y danzas para ello, como la danza del venado, pascola, coyote,
mapache, etc...
Los yaquis preguntaron acerca del
hombre que estaba en la cruz. ¿Quién era y porqué estaba crucificado? ¿Quiénes
lo habían crucificado? Tomaron estas creencias cristianas y las dramatizaron
para formar las ceremonias de la cuaresma y semana santa. Probablemente los
misioneros les dijeron que los hombres en tiempos de Jesús eran unos buenos y
otros malos.
De ahí surgió la idea de que los matachines, angelitos y grupos de
la iglesia eran buenos. Los misioneros les permitieron que incluyeran algunas
de sus antiguas creencias y las mezclaran con el cristianismo. Las danzas del
venado y del pascola fueron consideradas como buenas.
Por otro lado, las fuerzas del
mal se representaron para que fueran lo mas feas posible. Los malvados fueron
llamados Fariseos o Chapayecas en yaqui, que quiere decir, chapa
largo y afilado y yeca nariz. Estos malvados recibían el mayor castigo
durante la cuaresma pues perseguían a Cristo. Pero, se les da la oportunidad de
redimirse el sábado de gloria, cuando Cristo se levanta y va hacia el cielo.
Las sandías del pascola
Dice un pascola :
Yo tenía un caballo muy viejo al
que dejaba salir y descansar por varios días. Una vez lo ensillé para ir a dar
un paseo largo por el monte. Viajamos durante todo un día y al caer la tarde le
quité la silla. Noté que tenía una herida en el lomo y lo dejé libre. Al otro
día lo busqué y pronto lo encontré. Corté una sandía madura y lo monté y fuimos
caminando mientras me comía la sandía. Llegamos al río y lo dejé beber y le
lavé la herida. Luego seguimos camino y comí más sandía. Yo tiraba las
semillas. Llegamos a mi casa y me bajé del caballo. Tomé un poco de tierra muy
fina y se la puse en la herida. Lo dejé libre en el corral y me olvidé del
caballo por un tiempo.
Luego de cuatro o cinco meses fui
a buscarlo pero no lo encontré. Lo busqué durante una semana pero no lo vi. La
semana siguiente lo busqué de nuevo y al pasar por un bosquecillo me puse a
contemplar las hojas de un árbol que no era ni mezquite ni batamote. Entonces
escuché un estornudo de caballo. Me abrí paso entre las ramos y encontré un
sembrado de sandías. Volví a mirar y vi que las sandías habían crecido de la
herida de mi caballo. La tierra que le había puesto llevaba varias semillas de
sandía.
Me llevé el caballo a la casa y
corté muchas sandías, maduras y de buen tamaño. Las vendí y también les regalé
a mis vecinos, luego, corté el tallo de la mata y curé al caballo. Cuando murió, le hice una fiesta y lo extrañé
durante muchos meses.
Ahí tienen, señores.
El pascola encantado
Hubo una época en el yaqui en que
la naturaleza daba mil encantos a la imaginación sencilla de los indios;
apariciones de mujeres o brujas con patas de cabra, capitanes petrificados en
forma de montañas, árboles y flores con facultades humanas, chapulines magos,
serpientes monstruosas y animales que hablaban con los yaquis.
En ese tiempo hubo un pascola que
al principio de su oficio fue muy malo y sin gracia. No platicaba bonito ni
sabía bailar. Vivía distante de Cócorit en un punto llamado Vivagímari que
quiere decir cigarro tirado.
Pero aún cuando era inepto para todo, por
compasión hacia él, las gentes de la tribu siempre lo protegían.
Una vez lo citaron para que fuera
a bailar a Cócorit y le dejaron los cigarros de costumbre como enganche. El
pascola despachó al Moro encargado de juntar bailadores, violinistas, arperos y
tamborileros, con la respuesta de que iría y él a los dos días salió para
Cócorit.
En el camino, al pasar por en
medio de los cerritos llamados puerto de Bachoco en donde hay una cueva no muy
profunda, escuchó la música de un violín y un arpa, pero no veía a los músicos.
Se paró a oír aquella linda música que era tan hermosa que le dieron unas ganas
incontenibles de bailar en ese mismo instante, mas con tristeza se dijo :
“Pero
si soy tan sin gracia” y se quedó parado, deseando de todo corazón tener más
gracia.
En eso, salió de la cueva un
chivo pinto con la cola arriscada y sin cuernos. El animal se dirigió al
pascola y este lo esperó, sereno. El chivo se alzó en sus patas traseras y le
puso las manos en los hombros y empezó a tallarle el rostro con sus barbas,
como si lo peinara. Luego le lamió la frente, la boca, los oídos y la garganta.
Hecho esto se bajó y fijó un rato su mirada en el pascola y éste se puso a reír
por la figura que tenía el chivo, el cual, pegando una carrera se detuvo como a
diez metros y se volvió a toda prisa como si fuera a golpearlo, pero el pascola
se quedó quieto.
Llegó el animal y levantando una pata lo orinó desde la
cintura hasta los pies y hecho esto se fue al galope hasta perderse entre las
piedras y la música cesó.
Entonces, el bailador, lleno de
asombro, se puso en marcha otra vez, pensando qué sería aquello que había
presenciado.
Empezaron a revelársele muchas ocurrencias y chistes para
entretener al público y en su imaginación proyectaba un sin número de
movimientos con los pies (mudanzas) y así llegó a Cócorit donde iba a hacerse
la fiesta.
Le dieron de comer guacavaqui y
luego fue a vestirse y después a bailar y –cosa extraordinaria- el pascola
torpe y sin gracia, esa noche se lució frente a todos y por ello, desde
entonces fue un pascola muy querido por los ocho pueblos, a un grado tal que
hasta hoy no ha habido otro que iguale su maestría.
Dicen que aquel chivo era
un pascola encantado. Otros cuentas que fue una de las maravillas que aún se
aparecen a los indios.
El pascola afamado murió y le
hicieron regios honores los fiesteros hasta dejarlo en su tumba.
La gente serpiente
Hace mucho tiempo vivía un yaqui
llamado Habiel Mo´ el. Era huérfano pero tenía muchos parientes en todo el
territorio yaqui, A él no le gustaba la cacería como a la mayoría de los
jóvenes yaquis.
Le gustaba ir de casa en casa y de pueblo en pueblo para
asistir a fiestas y comer y platicar con sus amigos y sus parientes.
La única arma que usaba era un
garrote grande bastante grueso. Vivía al pie del cerro Mete´ etomakame.
Un día salió para ir a una fiesta pero se
encontró con una parte del monte que era muy tupida, por lo que dio la vuelta y
se dirigió a Jori.
De Jori se fue hacia Bataconsica, en donde un arroyo
se une al río yaqui.
La maleza era tan tupida que tuvo que arrastrarse, debajo
de las ramas para poder pasar.
Al llegar a un claro, le salió al
paso una gran serpiente. El la golpeó en la mitad de su largo cuerpo, pero la
serpiente se perdió entre el monte antes de que pudiera golpearla otra vez.
Habiel Mo´el continuó su camino hacia la ranchería llamada Hekatakari.
De repente, se encontró en un
pueblo grande que no conocía, habitado por yaquis. Sintió que había algo
extraño en el pueblo y al ir caminando por entre las casas se le acercó un cabo
de la guardia y lo saludó.
Le dijo que el jefe de la guardia deseaba hablar con
él, así que allá fueron. Dentro de una ramada, se encontraba sentado un kobanao
que le dijo que también se sentara.
Había otros kobanaom, todos sentados
cerca de él y una jovencita que traía alrededor de su cintura un vendaje de
hojas.
El jefe de los kobanaom le
dijo: “Te hemos traído aquí porque esta jovencita dice que tu la golpeaste en
el monte”.
Habiel Mo´el se mostró muy sorprendido y dijo que desde Jori
hasta ese lugar no había encontrado a nadie. Yo no golpeé a esta muchacha,
dijo.
“Si la golpeaste esta tarde y
eres acreedor a un castigo. ¿Porqué lo hiciste?” Insistió el kobanao.
Habiel Mo´el no recordaba haberla golpeado así que repitió
que no era culpable.
Les contó con detalle cual había sido el camino que había
seguido pero dijo que no había visto a ninguna muchacha.
Respetuosamente pidió
que se le perdonara pero insistió que no había hecho nada malo.
El kobanao se dirigió a la
jovencita y le preguntó si este era el hombre que la había golpeado y ella dijo
que sí y que todavía llevaba el garrote con el que la golpeó y que casi la
mataba.
El dijo que nunca en su vida
había visto a esa muchacha.
Nuevamente solicitó que se le perdonara pero
diciendo que no era culpable. Los kobanaom se reunieron para discutir el
asunto.
El jefe de ellos le dijo : “Te
perdonamos por esta ocasión ya que es tu primera ofensa, pero de aquí en
adelante cuando viajes, no le hagas daño a nadie que cruce tu camino y que no
te represente un peligro. Puedes irte”.
Habiel Mo´el le dio las gracias y
se alejó de la ramada de la guardia.
De pronto se encontró en medio del monte,
sin ningún signo de un pueblo.
Llegó a su destino cuando ya
estaba oscuro, a la casa de uno de sus parientes, un hombre viejo llamado Wete´
epoi, al cual saludó.
Se pusieron a comer pitahayas y le platicó acerca de la
extraña experiencia que había tenido y como había aparecido y luego
desaparecido el pueblo y de la acusación que le habían hecho.
El viejo lo escuchó y le dijo :
“Has cometido un grave error. Todos los animales, al igual que las personas,
tiene sus autoridades y sus leyes. Tu golpeaste a una serpiente que se cruzó
frente a ti pero que no te hacía ningún daño.
Las autoridades de ese grupo
actuaron contra ti porque la muchacha se quejó y se volvieron personas para
castigarte.
Te daré un consejo : Nunca dañes a las serpientes, coyotes o
cualquier animal que se cruce en tu camino pero sin representar peligro para
ti.
Si una serpiente se encuentra
enroscada para atacarte, mátala, pues estarás defendiéndote, pero mátala por
completo, no la dejes ir porque entonces se va a ir a quejar con sus jefes y
ellos te castigarán”
El pájaro Ku
Hace muchos años vivía entre los
yaquis un pájaro que era muy pobre. Era tan pobre que sus plumas eran muy
deslucidas, pero como era vanidoso, le daba pena mostrarse ante los demás y se
mantenía alejado y solitario. No conocía a nadie y solía ver a los otros pájaros que tenían hermosas
plumas y estaba celoso de ellos.
Un día se le ocurrió una cosa.
Comenzó a arrancarse las plumas, una por una, aunque le doliera un poco.
Finalmente quedó totalmente “pelón”, sufriendo con el frío que hacía. Iba
pasando una lechuza y el pájaro Ku la llamó : “Hermana, hazme un favor y yo te
ayudaré durante el resto de mi vida. Préstame unas pocas de tus plumas pues
tengo mucho frío”
La lechuza le contestó que no se
preocupara, que le iba a prestar algunas plumas y que les iba a decir a otros
pájaros para que también lo hicieran. Así vas a poder cubrir todo tu cuerpo, le
dijo.
“Gracias, tu eres muy buena, le
dijo Ku a la lechuza. Cuando me hayan crecido las plumas, se las regresaré a
quienes me ayudaron”.
La lechuza envió un mensajero a
todos los pájaros citándolos para una reunión que se iba a realizar muy
temprano, la mañana siguiente.
Todos asistieron y hablaron largamente, pero
querían ver al pájaro Ku. Este se presentó ante ellos, muy avergonzado de su
desnudez. Al verlo, todos sintieron lástima y dieron sus plumas hasta que quedó
totalmente cubierto por ellas.
Luego de darles las gracias, el
pájaro Ku fue a verse en un estanque de agua muy clara y pudo ver que ahora
tenía un hermoso y raro plumaje.
Había plumas de varios colores, amarillas,
azules, rojas, verdes. Parecían los colores del arco iris.
Ya nadie lo veía
como el pájaro desnudo de antes y ahora le decían el ave de mil colores.
El pájaro Ku fue a verse
nuevamente en el estanque y vio que tenían razón, ahora era el ave mas hermosa
de todas, pero como era vanidoso se volvió muy presumido y hablaba
constantemente de su nueva belleza, al grado de que ya nadie lo soportaba y
evitaban estar cerca de él.
Hasta nuestros días, el pájaro
Ku, o sea el perico, habla sin parar y la gente quiere que se calle, mientras
él sigue admirando su plumaje de varios colores.
El curandero yaqui
Había un yaqui muy pobre que
tenía doce hijos. Cuando nació el número 13 nadie quiso ser su padrino.
Los
yaquis creen que los padrinos están obligados a apadrinar a tres niños
consecutivamente de cada familia, pero ya 13 eran demasiados.
El padre se enojó y dijo :
“Voy a
salir y a la primera persona que encuentre la haré mi compadre”. Fue hacia las
montañas y vio que hacia él venía un hombre alto y distinguido, que además
resultó ser muy simpático.
¿a dónde vas? Le preguntó el
extraño
“A donde sea”, contestó el padre
de 13
¿No irás a buscar a alguien que
sea tu compadre?
Sí, pero ¿cómo lo sabes?
“Porque soy el diablo y si
quieres puedo ser tu compadre”
Yo soy un hombre pobre, dijo el
hombre, y tu eres para hacer tratos con los ricos. Vete.
El diablo se fue en forma de un
remolino, que es como viaja.
El padre de 13 hijos continuó su
viaje y encontró a un segundo hombre. Este era alto, delgado y vestía de negro.
En la mano llevaba una espada y al encontrarse le dijo : ¿A dónde vas, buen
hombre?
A buscar a alguien que quiera ser
mi compadre.
Yo puedo serlo si me das a tu
hijo cuando yo te lo pida. Yo haré que llegue
a ser el mejor curandero de todos.
Y ¿Tú quién eres?
Soy la muerte....
Bueno, como tú le quitas tanto al
rico como al pobre y todos son iguales ante ti, serás mi compadre. Ve a la
iglesia el domingo que entra para el bautismo. Así fue como la muerte fue
padrino del hijo número 13.
Cuando el muchacho cumplió 13
años, el padrino apareció y le dijo al padre :”Te dije que haría de él un gran
curandero. Dámelo para instruirlo, como prometiste”
Como ese era el acuerdo, el padre
tuvo que dejar ir a su hijo. El padrino y el ahijado fueron hacia una colina
que estaba en un bosque y entraron a un cuarto muy grande.
Había muchísimos
otros cuartos y en cada uno había una gran cantidad de velas encendidas.
Las velas eran las vidas de toda
la gente, le dijo el padrino al muchacho. Si la vela es alta y apenas empieza a
quemarse, esa persona va a vivir todavía muchos años.
Si se ha quemado hasta la
mitad, le queda a esa persona la mitad de su vida y si ya queda muy poco de la
vela quiere decir que esa persona va a morir pronto.
La muerte le enseñó a su ahijado
una hierba y le dijo que con ella podía curar.
“Cada vez que visites a un
enfermo, yo voy a estar ahí. Cuando me veas en la cabecera de la cama, usa la
hierba y se va a curar, pero si me ves al pie de la cama del enfermo, este va a
morir, no le des medicina”.
De esta manera, el muchacho se
volvió en poco tiempo un gran curandero, el mejor de todos. Se corrió la voz y
todos lo solicitaban y como cobraba bastante caro, para cuando llegó a los
treinta años de edad era un hombre muy rico.
Un día, un hombre que era también
muy rico, enfermó y mandó llamar al curandero. Le dijo que si lo curaba, podía
casarse con su hija.
Cuando el curandero vio que la
muerte estaba a los pies de la cama del hombre rico, supo que este iba a morir,
pero al ver a la hija de ese hombre se enamoró de tal manera de su belleza que
deseó de todo corazón llegar a ser su esposo.
Rápidamente volteó el cuerpo del
enfermo, de manera que la muerte quedo hacia su cabeza. Le administró la
medicina mientras el padrino, la muerte, observaba muy enojado.
El hombre rico
se alivió completamente y la muchacha quedó muy satisfecha. Vamos a la iglesia
a casarnos, le dijo al curandero.
La boda se realizó, con todo y
pascolas, pero antes de que empezara la fiesta, la muerte se apareció a las
puertas de la iglesia y le dijo a su ahijado :
“Veo que te casaste”
Si, dijo éste, y pensó para
sí: ¿Qué me puede hacer? Después de todo
soy su ahijado.
Ven conmigo, dijo la muerte y
agarró fuertemente al curandero de modo que no se pudo resistir.
Lo llevó hasta
la cueva de las velas. Algunas estaban altas y apenas empezaban a arder, otras
a medio camino y otras más a punto de extinguirse.
Estas son las vidas de los
yaquis, dijo el padrino.
El ahijado le pidió que le
mostrara su propia vela.
Esta es tu vela, dijo la muerte,
apuntando hacia una que se había quemado a menos de la mitad.
Y la muerte la apagó de un
soplido.
Horacio Vázquez del Mercado
Cronista Municipal de H. Guaymas
de Zaragoza, Sonora.
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