sábado, 16 de junio de 2018

LA OTRA CARA DE ANDRÉS


Debajo de la propuesta de amor y paz de Andrés Manuel López Obrador, con la cual ha ido administrando inteligentemente su ventaja en las preferencias electorales, se encuentra Andrés Manuel López Obrador. Es la otra cara del luchador social que auténticamente sueña con un país donde haya menos desigualdad, que la riqueza se reparta mejor y que haya un futuro mejor para los mexicanos. Es el rostro del político hábil y evasivo, que antepone su posición moral ante cualquier cuestionamiento, con lo cual ha sorteado sin mayor dificultad, ante la falta de memoria colectiva, la opacidad y falta de transparencia, que son herramientas indispensables para la rendición de cuentas en una sociedad organizada democráticamente, que lo han acompañado a lo largo de su vida pública.

Sorpresivamente, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, agudizaron sus contradicciones con dos revelaciones durante el último debate presidencial.

Meade era cuestionado por Anaya por su presunta omisión en el caso de un contrato de una planta petroquímica entregado a la empresa brasileña Braskem, filial de Odebrecht, que corrompió a funcionarios en 11 países, y a su socia estratégica mexicana Idesa, cuando respondió que la pregunta tendría que ser para López Obrador, porque Javier Jiménez Espriú, a quien piensa nombrar Secretario de Comunicaciones y Transportes de llegar a la Presidencia, tenía vinculaciones con esa compañía.

López Obrador no lo defendió y dejó que él mismo se encargara de ello. El jueves, en una entrevista de radio, respondió indirectamente a este espacio donde se señaló que eso implicaría un conflicto de interés, que eso era falso.

Técnicamente tiene razón, por la sencilla razón que no es funcionario público, por lo que sin importar si sabía o no de las corruptelas de Braskem como miembro del Consejo de Administración de

Idesa -y tener acceso al proceso de licitación de la petroquímica y los detalles de sus negociaciones con Pemex-, sus decisiones no tuvieron incidencia real sobre la sociedad.

Pero políticamente se encuentra en el terreno del conflicto de interés, porque al estar reuniéndose en nombre de López Obrador con transportistas o autoridades portuarias, por citar dos áreas donde

Idesa cruza transversalmente sus negocios, al mantener su silla en el Consejo de Administración de la empresa familiar, abre la puerta a la percepción que sus acciones y decisiones sean motivadas por intereses ulteriores.

Los conflictos de interés rara vez incurren en ilegalidades, pero están permeados por la ilegitimidad.

Si Jiménez Espriú llegara a ser Secretario de Comunicaciones y Transportes sin renunciar a Idesa y vender, si tiene, sus acciones en la empresa, el conflicto de interés en el que incurriría sería análogo al

que cometió el Presidente Enrique Peña Nieto con su casa blanca. Peña Nieto nunca comprendió que aquello era un conflicto de interés, que detonó la espiral de desaprobación a su gestión que galvanizó la ira en su contra.

López Obrador, a quien le importa muy poco el tema de la ética en el servicio público, ha guardado silencio. No así en otro tema similar, planteado por Anaya, con el constructor José María Rioboó, su asesor en temas de infraestructura, a quien cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México le dio obra pública mediante adjudicaciones directas.

López Obrador dijo que no había habido nada irregular en las adjudicaciones y que fueron auditadas.

En efecto, su gobierno las entregó y su gobierno las auditó. La entonces Secretaria del Medio Ambiente, Claudia Sheinbaun, garantizó la pulcritud del proceso pero, igualmente, ordenó que el proceso de adjudicación de la obra se reservara por 25 años. Es decir, nadie podía revisar lo que se había hecho en una obra pública que, por definición, debería de ser lo más transparente posible porque precisamente en ese sector es donde las posibilidades de corrupción se potencian.

En la defensa de su amigo Rioboó, López Obrador trazó una comparación interesante. Recordó que el nuevo hangar presidencial también se dio mediante una adjudicación directa a un amigo de Peña Nieto, el empresario Juan Armando Hinojosa. Esa obra fue por alrededor de 210 millones de pesos, cuyo costo fue revisado por la Auditoría Superior de la Federación. Es decir, el gobierno no escondió el valor de esa obra -cuyos detalles fueron libremente cuestionados por los medios de comunicación-, contra la construcción del segundo piso señalada por Anaya, que costó 187 millones de pesos, pero manejada con un criterio de seguridad nacional.

Lo mismo hizo Sheinbaum, como delegada en Tlalpan, de los permisos de ampliación del colegio “Enrique Rebsamen”, que se colapsó por los sismos del año pasado.

Como en el caso de Jiménez Espriú, el de Rioboó tampoco significa que haya ilegalidades, pero refleja un patrón de comportamiento político de discrecionalidad y doble rasero. La exigencia de ética política y honestidad en los demás; opacidad sin controles externos en casa. Esta doble cara atenta contra la consolidación de un sistema de rendición de cuentas y equilibrios, que han venido trabajando por años personas y organizaciones de la sociedad civil, algunas, por cierto, que trabajan con López Obrador y Sheinbaum.

Un sistema de pesos y contrapesos no está en el ánimo de López Obrador, como lo reveló en una entrevista de radio ayer Jiménez Espriú, quien dijo que le comentó que no se preocupara, que “ya no saben qué inventar para atacarlo”.

No acepta que en un sistema democrático, la transparencia ayuda a evitar abusos del poder y reduce la impunidad. Si llega López Obrador a la Presidencia, dados sus antecedentes, habrá que estar atentos para que no frene la consolidación de la democracia en México.

 Nota: En la columna anterior, se mencionó que José Antonio Meade era Secretario de Hacienda en 2011. En efecto, pero cuando presidió el Consejo de Administración de Pemex era Secretario de Energía, cargo que ostentó del 7 de enero al 9 de noviembre de ese año.

(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 15/06/2018 | 04:28 PM) 

LAS TRIBULACIONES DE JIMÉNEZ ESPRIÚ


Quienes conocen a Andrés Manuel López Obrador notaron su sorpresa cuando en el tercer debate presidencial, José Antonio Meade afirmó que la familia de Javier Jiménez Espriú, designado como eventual Secretario de Comunicaciones y Transportes, es socia de una empresa vinculada con la constructora brasileña Odebrecht, que repartió sobornos por años en México. López Obrador se fue ligeramente para atrás y levantó las cejas. Se recompuso rápidamente y sonrió, pero el golpe estaba dado. Jiménez Espriú dijo inmediatamente que era una mentira, pero ayer admitió la relación de su familia, como se había dicho, con una empresa asociada con una filial de Odebrecht, que también formó parte del esquema de corrupción trasnacional del conglomerado.

López Obrador conoció a Jiménez Espriú cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM a principio de los 70’s. Era secretario general administrativo en la rectoría de Guillermo Soberón, y desde su oficina manejaba a los porros que le ayudaban a la gobernabilidad en el campus universitario. Luego fue director de la Facultad de Ingeniería -donde lo recuerdan como uno de los mejores que hayan encabezado la escuela-, y a principio de los 80’s luchó sin éxito con Octavio Rivero Serrano por suceder a Soberón.

Tras esa derrota, Jiménez Espriú pasó al ostracismo en la vida pública, y en 2005, cuando López Obrador preparaba su primera campaña presidencial, lo incorporó en su equipo. Cuando Meade vinculó a su familia con una empresa asociada a Odebrecht, quienes conocen a López Obrador observaron que acusó el golpe por la sorpresa. La corrupción de la constructora brasileña ha provocado la captura y detención de presidentes y políticos en varios países latinoamericanos, pero en México y Venezuela, los casos de soborno han corrido en cámara lenta, lo que ha llevado denuncias de impunidad en el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto.

Uno de los funcionarios que han sido señalados como parte del entramado de corrupción es Meade, a partir del hecho que como Secretario de Hacienda y presidente del Consejo de Administración de Pemex, avaló en 2011 el contrato de suministro de etano el año anterior entre Pemex Gas y Petroquímica Básica, con la empresa brasileño mexicana Braskem Idesa, para construir la planta Etileno XXI en Veracruz. Idesa es una empresa mexicana fundada hace más de medio siglo, que se asoció con Braskem, que es una filial de Odebrecht. Braskem era dirigida por el ex director de finanzas de Odebrecht, Carlos Fadigas, quien de acuerdo con testimonios en la Fiscalía brasileña en Curitiba, que tiene el caso de la corrupción del conglomerado, dijo en 2013 en una reunión con inversionistas, que habían acompañado la campaña presidencial de Peña Nieto en 2012 “de tiempo completo”.

Braskem y Odebrecht admitieron en diciembre de 2016 haber participado en un esquema de corrupción internacional y reconocieron su culpabilidad y pago de una multimillonaria multa al Departamento de Justicia dee Estados Unidos, que intervino porque mucho dinero pagado pasó por el sistema bancario de ese país. En uno de los documentos del Departamento de Justicia, Braskem reconoció que proveyó fondos a la División de Operaciones Estructuradas – “el Ministerio de la Corrupción”, describieron las autoridades estadounidenses- de Odebrecht, para canalizar recursos a paraísos fiscales para esconder sobornos a funcionarios y partidos políticos extranjeros entre 2002 y 2014. Idesa se ha desvinculado de los actos de corrupción de Odebrecht y de Braskem, alegando que fue una asociación estratégica la que forjaron.


Jiménez Espriú ha buscado neutralizar el haber sido desnudado por Meade. En un breve comunicado dijo que era una acción desesperada y mentirosa del candidato. En el debate, Meade señaló: “En el tema de Odebrecht, la pregunta no debería ser para mí Ricardo (Anaya). Debería ser para Andrés Manuel porque el socio de Odebrecht en México es la familia de Jiménez Espriú”. La afirmación, técnicamente, es correcta. Idesa, socia de Braskem, fue fundada por su suegro, Pascual Gutiérrez Roldán, y dirigida actualmente por uno de sus hijos, Patricio, sobrino de su esposa y hermano del embajador de México en Estados Unidos, Gerónimo Gutiérrez, entrañable amigo del Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray.

El Secretario de Comunicaciones y Transportes designado, aseguró que ninguno de los proyectos en los cuales participa con López Obrador, está relacionado con Idesa. Sin embargo, es un conflicto de interés. Si bien el proyecto donde trabajó la empresa familiar con Braskem trató con Pemex y el área de comunicaciones y transportes no está directamente involucrada, hay puntos de contacto en materia de transportación y utilización de puertos que le tocaría manejar en la Secretaría donde, de ser Presidente López Obrador, pero sobre todo, porque es miembro del Consejo de Administración, donde comparte asiento con inversionistas estadounidenses ligados a la industria petrolera y egresados del ITAM -ambas figuras estigmatizadas por López Obrador.

Como miembro del Consejo de Administración, Jiménez Espriú tuvo que haber revisado el proyecto de Braskem y apoyado la sociedad estratégica con esa filial de Odebrecht, aún después del escándalo de corrupción. Meade no lo acusó de corrupto, pero tampoco abundó en el tema. De lo que se trata es de un conflicto de interés, que si bien no significa ilegalidad, arroja sombras de ilegitimidad. Por un conflicto de interés, Peña Nieto no ha podido sacudirse la percepción de corrupción de la casa blanca.

Esta es una buena prueba para ver la solidez de López Obrador, y ver si el candidato es químicamente puro en temas de integridad, o su rasero, como el de los políticos tradicionales, también es doble.

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@rivapa

(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 14/06/2018 | 04:06 AM)  

MÉRIDA: LA BATALLA DE LOS SEXOS


El último debate presidencial no produjo con claridad quién es realmente el segundo lugar. Ricardo Anaya y José Antonio Meade dejaron de golpearse de manera sistemática -lo hicieron tangencialmente-, y enfocaron sus críticas a Andrés Manuel López Obrador, quien toreó los cuestionamientos y dejó de contestar los señalamientos particulares que se le hicieron. Pero si nos atenemos a la experiencia de los dos debates anteriores, no importará que haya mostrado sus carencias conceptuales y limitaciones retóricas, porque por muchos adeptos que haya perdido anoche en Mérida, muy probablemente será un porcentaje insignificante o irrelevante frente a la ventaja que tiene en las preferencias electorales. Tampoco era en quien se enfocaba la atención, centrada en sus rivales que están compitiendo por el segundo lugar y con la necesidad de mostrarse como los únicos que pueden desafiar en las urnas a López Obrador.

Anaya y Meade viven un proceso de autodestrucción mutua al mantenerse encerrados en un juego de suma cero, donde cada quien quiere ganar proporcionalmente lo que el otro pierda, llevando la elección presidencial a una contienda entre tres, donde la superioridad del puntero, Andrés Manuel López Obrador, en el careo con cada uno de sus rivales, no la hace competitiva, sino cómoda. No fue una elección, como se suponía el año pasado, que se diera en tercios. El diagnóstico sobre el malestar del electorado contra el gobierno y su deseo de cambio, resultó mayor de lo estimado y con una tendencia al alza sistemática.

El último debate presidencial confirmó las tendencias electorales y la lucha de las estrategias. Ni Anaya ni Meade buscaron lastimarse, ni López Obrador cometió errores costosos. El puntero administró su ventaja sin correr riesgos, como lo hizo en los dos debates anteriores. Sus adversarios buscaron los contrastes con López Obrador en sus propuestas y mostrar que el puntero en las preferencias tiene más hoyos negros en su gestión como gobernante en la Ciudad de México, de lo que la mayoría de sus simpatizantes probablemente desconocen o no se acuerdan.

A dos semanas y media de la elección Anaya y Meade siguen atrapados en su laberinto. La forma como se puede explicar lo que sucede es a través del ejercicio de “La batalla de los sexos” en Teoría de Juegos, que sirve para analizar problemas frecuentes en la vida diaria, donde sólo se juega una vez y no prevé una comunicación previa que permita conocer la estrategia de cada uno. Es un ejercicio simétrico donde los jugadores y sus estrategias son intercambiables pero, a la vez, no alteran el resultado final.
“La batalla de los sexos”, donde cada jugador busca maximizar su ganancia, analiza el comportamiento de cada uno en un entorno de ambigüedad. El ejercicio establece que cada uno tiene sus preferencias para este jueggo que se refiere a la coordinación de las estrategias donde ninguno conoce la estrategia del otro jugador. Por ejemplo, Anaya, tiene cuatro opciones. La más preferida (1) es que él y Meade elijan que el candidato del PAN es quien enfrentará a López Obrador como la segunda opción más fuerte; la siguiente (2) es que ambos decidan que el que tiene más posibilidades es el PRI; la que le sigue (3) es que Anaya se queda con el PAN y Meade se queda con el PRI, sin mover sus posiciones, como hasta ahora; finalmente, (4), la peor opción es que Anaya decida apoyar al PRI y Meade al PAN.

En el caso de Meade, valga la pena la redundancia, la elección preferida por el priista (1) es que él y Anaya opten por la candidatura del PRI como la mejor opción para enfrentar a López Obrador; la siguiente (2) es que Meade decida apoyar la candidatura de Anaya, por considerar que tiene más posibilidades; en la selección posterior (3), Meade permanece inamovible, al igual que Anaya, por lo que no hay voto estratégico y los dos partidos y sus aliados compiten hasta el final como lo han hecho hasta ahora, sin coordinación alguna. La última opción (4), la peor alternativa para Meade, es que apoye a Anaya, mientras que el candidato panista apoya al PRI.

Hay una variable asimétrica en “La batalla de los sexos”, donde se altera el orden de las preferencias y que, según los expertos, refleja mejor la realidad. En este caso, las opciones 2 y 3 se invierten. Para efectos de argumentación, significaría que si Anaya elige ir solo a la lucha sin Meade, se entiende que mantiene su estrategia de golpeteo contra el PRI y el Presidente Enrique Peña Nieto hasta el final. Aún si Meade conociera la preferencia de Anaya, en esta variable del ejercicio, tampoco habría coordinación entre ambos porque el panista mantendría las amenazas de meter a la cárcel al Presidente y preferiría ir solo que en una alianza con el PRI. Esta solución beneficia al candidato más egoísta, cuya dominación sería impuesta por la fuerza, ante un débil comportamiento de su adversario.

Una variable no prevista en el ejercicio la introdujo el colaborador de Anaya, Diego Fernández de Cevallos, quien sugirió esta semana que un pacto con Meade -sin aclarar quién como candidato-, sería mejor que la victoria de López Obrador. Esta variación del juego sí podría modificar el resultado, a diferencia de la primera matriz, donde se muestran las decisiones que se pueden dar sin que alteren los resultados finales. Fernández de Cevallos proponía que Anaya o Meade declinaran por el otro para derrotar al puntero, pero anoche se vio que esa opción, la cooperación coordinada, no está en su mente.

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(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ Raymundo Riva Palacio/ 13/06/2018 | 04:00 AM)  

EL EVEREST DE MEADE


La caída de las preferencias electorales del candidato del Frente, Ricardo Anaya, nunca fue tan pronunciada como esperaban en el cuarto de guerra del candidato oficial José Antonio Meade, ni en el despacho del Presidente Enrique Peña Nieto. Toda la operación planeada por el coordinador de la campaña, Aurelio Nuño, aprobada por el Presidente –con quien revisa la estrategia hasta tres veces por semana-, suponía que para que la candidatura ciudadana cuajara, habría que hacer de la contienda una lucha entre dos, donde Anaya fuera eliminado de la competencia mediante una guerra sucia. Ninguna funcionó. Incluso, el último intento por descarrillar al panista con un nuevo video que insinúa actos de corrupción, no tiene todavía consecuencias claras.

La guerra sucia se mantiene, pero la candidatura ciudadana fue abandonada, aunque se mantenga en el discurso, y el PRI juega un papel fundamental para darle el piso desde donde pueda crecer hasta buscar ser un rival para el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador. El pacto entre Peña Nieto y López Obrador, como ha planteado Anaya, es inexistente, de acuerdo con la ruta crítica que tiene el PRI para Meade. Remontar la enorme ventaja que tiene López Obrador, lo dice públicamente el líder del partido, René Juárez, es difícil pero no imposible. Esa ventana de optimismo se fundamenta en los datos internos sobre preferencias electorales, aportados por el encuestador de cabecera de la campaña, Rolando Ocampo.
Ocampo es un encuestador con gran experiencia y calidad técnica, que trabajó en el gobierno de Vicente Fox y que antes de sumarse al equipo del candidato oficial, era vicepresidente del Inegi. Sus encuestas difieren significativamente de las publicadas, que tienen a López Obrador con una preferencia de voto superior al  50 por ciento. Los datos de Ocampo lo ubican con una amplia ventaja de 36 por ciento, doce puntos arriba de Meade, y trece delante de Anaya. Esos 36 puntos son aproximadamente 18 millones de votos, casi la misma votación que tuvo Peña Nieto en 2012, y muy lejos de los 30 millones de votos que apuntan las encuestas publicadas para López Obrador.

La hipótesis de trabajo en el cuarto de guerra de Meade parte de la convicción de que la muy amplia ventaja de López Obrador tiene que ver más con una burbuja –es políticamente correcto decir que votarán por el candidato de Morena-  y con el ocultamiento de voto –es vergonzoso decir que votarán por el PRI-, que con una tendencia que se confirmará el primero de julio. Los expertos en estudios de opinión consideran que aún si la ventaja de López Obrador en la actualidad es asombrosamente grande, sería muy difícil que perdiera la elección. La campaña de Meade confía en que pueden apostar todavía a la victoria.


Aún antes de tener los resultados que entregó Ocampo al cuarto de guerra, la meta de votos priistas que se habian fijado era de 25 por ciento, cercana a la que obtuvo Peña Nieto en 2012, pero superior a la de Roberto Madrazo en 2006. La decisión de Peña Nieto de imponer a Enrique Ochoa al frente del PRI para lograrlo, probó ser uno de sus peores fracasos. Ochoa se olvidó de las estructuras estatales del PRI, antagonizó con las bases y, en núcleo de las tomas de decisiones, llegó un momento en que prácticamente no se hablaba con Nuño, quien rechazaba todas sus propuestas. Peña Nieto estuvo a punto de cometer un segundo error y nombrar a Nuño como sustituto, que habría mantenido la zozobra en el partido. La llegada de Juárez revitalizó al partido y se pararon las fugas hacia Morena, pero no está claro si fue demasiado tarde. Los priistas están muy enojados con Peña Nieto y su equipo –Nuño es un puñal clavado en su corazón-, como lo demostraron en las elecciones estatales de 2016: de 600 mil priistas movilizados en Veracruz, 400 mil votaron contra el candidato a gobernador del partido; de 250 mil movilizados en Chihuahua, 100 mil votaron por Javier Corral. En Tamaulipas dejaron de votar más de 150 mil; en Quintana Roo y Durango más de la mitad votaron por la oposición.

El trabajo de Juárez es recuperarlo y aportar ese 25 por ciento -20 por ciento sería lo menor-, lo que no sería suficiente. A ese porcentaje necesitan sumarle el apoyo de gobernadores panistas que den la espalda a Anaya, con lo cual, estiman en el cuarto de guerra, podrían sumar 15 por ciento de votación a Meade, aunque los panistas voten por sus candidatos a nivel local. Del candidato esperan que pueda jalar un mínimo de 8 por ciento de los votos ciudadanos sumados a los que puedan aportar sus aliados en Nueva Alianza y el Partido Verde. Si logran esos números estarían en condiciones de presentar una batalla competitiva con López Obrador, porque más allá de los cálculos y escenarios de que pueda estar sobrerrepresentado en las encuestas, están convencidos de que su votación, aún sin alcanzar el doble de lo que obtuvo en 2012, como perfilan los estudios de opinión, sí estará muy por arriba de su techo de 35 por ciento.

Pero este escenario pasa irreductiblemente por la caída clara de Anaya al tercer lugar, no sólo en porcentaje, sino que sea patente la tendencia hacia abajo. De esta aritmética electoral en el cuarto de guerra de Meade se desprende el intento por el nuevo empuje a su descarrilamiento. Ya se verá en el último debate esta noche en Mérida si el planteamiento tiene alas para volar o, como está creciendo la percepción, este arroz sí se coció.

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(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 12/06/2018 | 04:01 AM)

LA RESISTENCIA DE ANAYA


Desde antes de comenzar su campaña presidencial, las posibilidades de Ricardo Anaya de ganar la elección, objetivamente hablando, eran nulas. Había dos razones fundamentales. La primera es la fractura estructural dentro del PAN por la forma como se hizo de la candidatura, que llevó a que los dos únicos presidentes panistas estuvieran en su contra, y las reticensias de casi la mitad de los gobernadores del PAN que llegaron al poder en contra de los deseos de Anaya. La segunda tiene que ver con el voto útil que ha venido pidiendo para derrotar al puntero en las preferencias electorales, donde la apelación central es a priistas, sin cuyo respaldo no le alcanzaría en las urnas, pero cuya mayoría de militantes no van a votar por él. Con un partido cojo -tampoco hay legiones perredistas reforzando al candidato de su coalición- y una campaña mediocre, lo sorprendente es que Anaya no haya colapsado. A esto hay que sumarle la cruzada desde el gobierno y la guerra sucia emprendida en su contra hace meses. Por una razón que aún nadie puede explicar, Anaya se mantiene todavía en el segundo lugar de las preferencias electorales, con lo cual la expectativa de votarlo como el segundo lugar, está viva.

La elección está a menos de tres semanas y el tiempo se acaba para las estrategias. Si Anaya se mantiene arriba de los 20 por ciento en tendencia de voto, la elección será entre tres, con lo cual él y el candidato oficial, José Antonio Meade, perderán irremediablemente debido a la canibalización del voto opositor a Andrés Manuel López Obrador, de Morena. La prisa la tiene la campaña de Meade para demostrar que son el segundo lugar con una tendencia al alza, mientras que Anaya tiene una caída sostenida que lo llevará al tercer lugar. El tiempo, una vez más, corre en su contra para tener una candidatura, al menos competitiva, contra López Obrador. Por eso, una vez más una mano amiga de Meade en las estructuras de poder, apareció el jueves pasado al poner a circular en redes un video editado donde Juan Barreiro, hermano de un empresario queretano vinculado al candidato que investiga la PGR por lavado de dinero, habla cándidamente sobre negocios irregulares que presuntamente eran para financiar la campaña presidencial de Anaya.

El video revela una trampa contra Barreiro, a quien después de ganarse su confianza, lo inducen a hablar. Grabado subrepticiamente, aparentemente en un hotel en Madrid dentro de una investigación multinacional sobre presunto lavado de dinero de la familia Barreiro y Anaya, el video voló literalmente en los medios de comunicación desde la misma noche del jueves y se convirtió en una bomba hacia el interior de la campaña donde, de acuerdo con personas con conocimiento de primera mano, están “devastados”. La reacción de Anaya, acusando una vez más al gobierno de una guerra sucia en su contra, con la modalidad agregada que forma parte de una estrategia para ayudaar a López Obrador a ganar la Presidencia, parece agotado. Sin embargo, su defensa-ofensiva por el video lo revitalizó, le volvió a dar un nuevo sentido a su campaña –el enemigo externo que lo quiere destruir por miedo- y le inyectó oxígeno en días que eran aciagos.

La imagen de un candidato sin creatividad ni control sobre su equipo iba creciendo. Hacia el interior de su campaña hay mucho desorden, sin mariscal de campo que controle al equipo y con muchos generales en constante conflicto. Anaya, quien asumió equivocadamente esa tarea desde un comienzo, alcanzó hace tiempo su Principio de Peter. Sus principales apoyadores, financiera y políticamente, los grandes empresarios, empezaron a ver que quizás se habían equivocado de apuesta para enfrentar a López Obrador. La reunión en el Consejo Mexicano de Negocios fue un punto de inflexión. Como el resto de los candidatos, acudió a su cita con cerca de una cuarentena de los barones del dinero en México, pero según varios de los asistentes, Anaya habló generalidades, sin densidad alguna. Lo peor, sin embargo, no fue él -sólo superado por Jaime Rodríguez en la evaluación más baja de los cuatro-, sino sus acompañantes, su estado mayor y los presidentes de los partidos de la coalición, entre quien destacó, por impertinente, Dante Delgado, presidente de Movimiento Ciudadano, quien al ensalzar al candidato identificó por nombre y apellido, quiénes de los presentes en el salón, ya le habían expresado su apoyo. En un contexto de actitudes que normalmente son sibilinas, esa indiscreción con toda intención de buscar más apoyos provocó lo contrario, y algunos de los empresarios exhibidos se retiraron del salón.

Anaya sigue de pie todavía, resistiendo, pero no está claro si lo que vemos es sólo el cascarón de un cadáver político. El video, lleno de imágenes circunstanciales de corrupción, no parece tener la fuerza suficiente para que su lenta caída se haga pronunciada y que aquellos que ya tienen dudas sobre el éxito de su candidatura, cambien de barco. Todo lo que se ha hecho contra él sólo consiguió congelar su ascenso en preferencias electorales, como arrancó el año, pero no consiguieron colapsarlo, de acuerdo con todas las encuestas. Tampoco sirvieron como envión para Meade.

La explicación de Anaya sobre la difusión del video es que se trata de un pacto entre el Presidente Enrique Peña Nieto y López Obrador para evitar que gane y meta a la cárcel al inquilino de Los Pinos. El argumento es increíblemente reduccionista y falso. El objetivo no es ese, sino que le gane Meade a López Obrador, lo que se explicará mañana.

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(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 11/06/2018 | 04:00 AM)  


IGUALA, ¿CRIMEN DE ESTADO?


La imputación política ha perseguido desde 2014 al Presidente Enrique Peña Nieto: la desaparición de los 43 normalistas de Iguala el 26 de septiembre de ese año, fue un crimen de Estado. La definición convencional lo caracteriza como “la desviación organizacional por parte de agencias del Estado que involucra la violación de los derechos humanos”. Ninguna institución que revisó y estudió el actuar del Gobierno federal en la investigación de la desaparición de los estudiantes, ha señalado que se trató de un crimen de Estado, pero existen bases sólidas para que esa imputación tenga asideras en el campo político y, por tanto, permite un golpeteo sistemático y permanente contra la administración peñista. La paradoja para el Presidente es que se lo ganó a pulso.
La falta de oficio político fue la entrada a esta pesadilla política-jurídica que acompañará a Peña Nieto aún después de concluir su Presidencia. La noche del 26 de septiembre, el entonces Gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, se comunicó con el Subsecretario de Gobernación, Luis Miranda, incondicional y confiable para el Presidente Peña Nieto, para informarle que había un serio problemacon normalistas de Ayotzinapa en Iguala. No había suficiente información en ese momento, pero en el Gobierno federal, que tenía información policial y de inteligencia civil y militar de lo que pasaba, no hicieron nada. Miranda no alertó a sus jefes, ni dispuso de acciones federales extraordinarias para intervenir inmediatamente en ese caso. La omisión inicial, sin embargo, se iría reforzando con la insolencia y arrogancia frente a los hechos, que continuaron marcando esos primeros días en Los Pinos.

El domingo 28, los periódicos de la Ciudad de México dieron cuenta pormenorizada de la represión a la que habían sido sometidos los normalistas por parte de la Policía municipal de Iguala. Pero en Los Pinos había otra lectura, inducida por el Procurador Jesús Murillo Karam, cuya información llevó a la conclusión a los colaboradores del Presidente, “que todo había sido un conflicto entre narcotraficantes”. A uno de los presentes en esa reunión se le hizo ver que quienes estaban involucrados eran normalistas de una escuela que por décadas había sido beligerante y confrontada con la autoridad. “Ahí todos son narcotraficantes”, respondió tajante. Era un punto final a esa discusión sin entender que el tema, por la propia naturaleza de que las victimas eran estudiantes, tomaría una dimensión muy diferente a la que habían analizado. La soberbia era la marca de la casa.

Un día después, el lunes 29, en la reunión de estrategia que tenía el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, se preguntó sobre el caso. Cuando la respuesta fue que estaban involucrados policías municipales de Iguala, Nuño determinó que era un caso estatal, que lo debería resolver el Gobernador Aguirre, porque no era de competencia federal. Ese diagnóstico permeó lo que vendría días después con la actitud y el discurso presidencial. Al día siguiente, Peña Nieto lamentó los hechos y subrayó que “es muy claro que el Gobierno federal no puede sustituir las responsabilidades que tienen los propios gobiernos estatales”. Había ya, en ese momento, una contradicción: si como dijo Murillo Karam, era un conflicto entre “narcotraficantes”, al ser ese un delito federal, la PGR debió haberlo atraído. Las inconsistencias se acumulaban.

El CISEN y la Marina enviaron reportes diarios a Los Pinos sobre el caso de Ayotzinapa, pero la forma como se procesaban y sintetizaban, hacían que el Presidente tuviera menos información, en cantidad y calidad, que si leyera un periódico. Peña Nieto no tenía información relevante sobre lo que estaba pasando, pero tampoco le importó mucho, porque no exigió que se la dieran. El Gobierno estaba ausente y crecían las críticas en la opinión pública sobre su omisión. La PGR, que por oficio tenía que involucrarse, buscó dar golpes efectistas y trató infructuosamente de procesar al Gabinete de seguridad de Aguirre, y vincularlo al crimen organizado que, para esos momentos, ya se tenía evidencias de su participación central en la desaparición. No había bases para ello, por lo que no avanzaron en esa línea.

Voltearon a ver al Gobernador Aguirre, pero había dos líneas contrapuestas en el equipo de Peña Nieto. Por un lado, en la PGR varios funcionarios intentaron obtener declaraciones ministeriales que lo involucraran y abrirle un proceso, y por el otro, en Los Pinos sostenían que el Gobernador debía ser apoyado en su cargo porque él tampoco era responsable, y su salida del gobierno no resolvería sino complicaría las cosas. Aguirre finalmente tuvo que pedir licencia ante la descomposición en Guerrero, pero cuando dejó la Gubernatura, un mes después, su salida no tuvo ningún impacto; se había agotado el tiempo para contener, como hizo el Presidente Ernesto Zedillo con el Gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, en 1995, en la matanza de Aguas Blancas.

Tarde se dieron cuenta del error cometido. Nunca admitirían que sus acciones fueron provocadas por incompetencia y soberbia. Nuño es hoy coordinador de la campaña presidencial de José Antonio Meade. Murillo es un operador político del PRI. Miranda es candidato plurinominal al Congreso. Su jefe, Miguel Ángel Osorio Chong, llegará por la vía plurinominal al Senado. El entonces jefe del CISEN, Eugenio Ímaz, es hoy consejero en la Embajada de México en España. Nadie de los directamente involucrados pagó nada por lo que hizo y dejó de hacer. Quien tiene que rendir cuentas ante la historia y eventualmente ante la justicia es Peña Nieto, a quien un crimen municipal, se le volvió de Estado.

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(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 08/06/2018 | 03:00 AM) 

MALAYERBA ILUSTRADA: EL MÁS BUSCADO


Eran cuatro hermanos, mocosos y descalzos. Tan pobres que pasaban días comiendo solo mangos. Cuando mejor les iba desayunaban sopitas con huevo, porque se robaban los blanquillos del gallinero del rancho contiguo. Uno de ellos decidió cruzar la frontera y probar suerte con los gringos. Llegó como pudo y se quedó.

Cuando los sinaloenses que estaban allá se dieron cuenta que era de fiar, lo empezaron a enrolar en el negocio: traslado y venta de armas de fuego. Compraban allá cajas y más cajas, y las pasaban a este lado de la frontera y a buen precio. Un día le regalaron una bonita, bien nutrida y pesada. Con esa podía traspasar el blindaje de los carros.

Le fue tan bien que decidió llevarse a sus otros hermanos y darles trabajo. Ya era jefecito de ese clan de sinaloenses que surtían a los narcos de este lado del río Bravo y no podía dejarlos abajo, en esa pobreza que insistía en arroparlos para que siguieran muriendo de hambre y frío. Vámonos, allá tienen chamba cabrones. Solo dos aceptaron. Al que se quedó le dio algo de dinero para que pusiera una tienda y de ahí empezara a hacerse de un patrimonio.

Llevaban y traían. Lo que fueron primero cinco, seis cajas, luego fueron decenas. Cartuchos y armas de diferente calibre: de lujo, de gran alcance, grandes y chicas, fálicas y ruidosas, de esas que guiñan con cada crac y clic que producen al mover los aditamentos y chocar unas con otras y meter y sacar cargadores. Hasta el olor a nuevo y a fierro y a pólvora virginal los atrapaba y hacía sentir fuertes y poderosos. Y suspiraban.

En una de esas operaciones los atoraron los policías gringos. No podían esperar a que los esculcaran, así que empezaron los disparos. Ellos lograron huir pero uno de los agentes fue mortalmente herido. A los días apareció en los diarios Recompensa por asesinos de un oficial de migración. Daban detalles del tiroteo y presumían que se trataba de narcos mexicanos que operaban desde el lado mexicano.

Los jóvenes se regresaron al pueblo, a esconderse. Nada más seguro que esa fortaleza, ese blindaje amurallado de pinos y otros árboles gigantes. Pensaron que nunca los encontrarían, pero a los meses llegaron policías estatales y de la municipal. Agarraron a uno, el que había iniciado en el negocio a los otros dos, y se lo llevaron. Entre los agentes venían varios gringos. Dicen que eran del efebei, los ais y la dea. Eran más altos, iban encapuchados y no hablaban.

El hermano menor, que era más calmado, se sentó del otro lado del mostrador de la tienda y revisó en internet. Encontró que el gobierno gringo festejaba la aprehensión de un capo y que por él ofrecían una recompensa de un millón de dólares. Asesino, traficante y peligroso: era su hermano.

Columna publicada el 3 de junio de 2018 en la edición 801 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ 5 JUNIO, 2018)

MALAYERBA ILUSTRADA: CARRO DE JUGUETE



Para Elías. Ese caballero medieval.

Era narco, narco. Narco cabrón. Más que narco: narcazo. Si había un nivel previo a la de jefe de jefes, era el de él. Había pasado de puntero a pistolero. Sus jales, impecables. Si hubiera un álbum o salón de la fama de los mejores trabajos en materia de ejecuciones, él estaría ahí con letras doradas, en el muro de honor, en la sección de antología. Con letras brillosas y grandes.

En su casa de ese fraccionamiento privado, había espacio para cuatro vehículos. Hubiera querido tener una alberca, una cancha para futbol rápido, una área para practicar tiro al blanco con su chanate, un fusil aerre quince, y un gimnasio en medio del jardín, junto a una fuente de cantera rosa que trajeran de Sanalona. Pero sacrificó uno a uno esos espacios porque quería una cocherota.

Hablaba de sus operaciones, de las órdenes que daba ahora que estaba el frente de una célula, de su relación con los jefes. Mis respetos, son los jefes. Nunca los criticaba ni hablaba mal de ellos. Su adulación era más bien adoración. Cuando los nombraba parecía construir con sus palabras un ramo de flores al pie de un monumento a la deidad de esos hombres de plomo y fuego y sangre.

Decía que la policía se la pelaba. Se refería a ellos con desprecio. Pinches achichincles, puro tacuache. Y hacía esos movimientos con su derecha, flexionando la muñeca y sacudiendo el puño. Altanero y entrón. Esa era parte de su fama, porque a la hora de la hora era un hombre que no se rajaba. Y puro pa lante, mi jefe. Al cien con los patrones. Pero sí retrocedía paso y medio cuando se refería a la marina. A esos putos hay que tenerles cuidado.

Pero tenía una debilidad: los carros de juguete. Por eso cuando le preguntaron qué quería que le regalaran, dijo sin pensar un carro de juguete de control remoto. Y no le dieron un bochito: era un carro Mustang rojo, de casi medio metro, con puertas que se abrían y un motor cromado que funcionaba con gasolina y rugía como león. El control era aparatoso también, con antena y botones de colores.

Lo sacó a la calle para presumir. Llamó a sus amigos y vecinos. Lo puso en el suelo de asfalto y lo prendió. Cuando gruñó el motor todos lanzaron un oh. Qué perrón, dijo uno más. Aceleró, dio vuelta, lo puso en dos llantas, hizo aguilitas y derrapó y frenó de una y subió y bajó de las banquetas por las rampas y desafió cunetas y guarniciones. Estaba inspirado, mordiendo su labio inferior y aullando estertóreo. Tanto que no vio venir un auto blanco, manejado por un joven desprevenido. Crac. Aquello quedó untado en el pavimento. Se subió a la Ram y fueron tras él. Lo alcanzaron, golpearon y amenazaron. Hasta que hicieron que le pagara todo, hasta el funeral del Mustang rojo.

Columna publicada el 10 de junio de 2018 en la edición 802 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ 12 JUNIO, 2018)

ASÍ ASESINARON A POLICÍAS QUE FUERON SORPRENDIDOS POR HUACHICOLEROS



Seis municipales, entre ellos una mujer, fueron asesinados a balazos por unos presuntos ordeñadores de combustible clandestino en Puebla

Amozoc, Puebla.- Seis policías municipales, entre ellos una mujer, fueron asesinados a balazos por unos presuntos huachicoleros, en la Junta Auxiliar San Salvador Chachapa.

El Alcalde José Cruz informó que la cabina de la Comisaria de Seguridad Pública Municipal recibió el reporte de un riña en la colonia El Destello, cerca de las 16:01 horas de ayer.



El área fue acordonada. Foto: Agencia Reforma

Los uniformados, abundó, se trasladaron al lugar, donde no encontraron nada, por lo que continuaron su recorrido a bordo de una patrulla.

Cruz indicó que sobre el Carril de San Cristóbal, a la altura del tanque elevado, en la colonia Signoret, ubicaron una camioneta sospechosa, donde viajaban unos sujetos que los asesinaron a balazos.



Ducto para ordeña clandestina de combustible. Foto: Agencia Reforma

"Posteriormente (de la falsa alarma) vieron una camioneta sospechosa, una camioneta negra, y realizaron los protocolos de revisión, la revisan y pues desgraciadamente ahí pierden la vida", dijo.

Posteriormente, los sujetos huyeron, lo cual ocasionó la movilización de los elementos de la Policía Estatal, quienes lograron asegurar a dos de los homicidas y presuntos huachicoleros.

"Se lograron asegurar a dos personas, en este momento tenemos a dos detenidos con armas de fuego, los cuales ya están en la Policía Estatal", dijo Jesús Morales, titular de la secretaría de Seguridad Pública Estatal.



Elementos del Ejército vigilaron la zona. Foto: Agencia Reforma.

Asimismo, indicó que los agentes aseguraron un pipa con gas LP y una toma clandestina que se ubicaban a unos metros donde fueron asesinados los agentes policíacos.

Aunque los cuerpos quedaron en hilera como si los hubieran ejecutado, Morales se limitó a decir que las investigaciones corren a cargo de la Fiscalía General del Estado (FGE).
  
"Corroborar los datos conforme a la llamada que se recibió, el parte que tiene el municipio de Amozoc y la Fiscalía debe de informar sobre el avance", sentenció.

Los cuerpos de David Ortega, Arturo Hernández, Martín Estudillo Laura Rojas, Antonio Muñoz y Misael Montes fueron llevados al anfiteatro local para realizarles las necropsias de ley.




Policía Estatal en Puebla. Foto: Agencia Reforma

URGEN JUSTICIA

El regidor Luis Terrazas le pidió al titular de la SSP estatal, Jesús Morales, que esclarezca el homicidio de los policías municipales.

Asimismo, le solicitó mejores condiciones laborales para todos los uniformados de la corporación, quienes en ocasiones, señaló, no están capacitados.

Terrazas y un grupo de regidores estuvieron presentes en la rueda de prensa que ofrecieron Morales y el Edil José Cruz.

(EL DEBATE/REDACCION/ 16 DE JUNIO 2018 • 07:44 HS)