martes, 9 de abril de 2019

LA VÍCTIMA DE LÓPEZ OBRADOR


Kirstjen Nielsen renunció a la secretaría de Seguridad Pública Territorial, y el impacto por su salida del gabinete del presidente Donald Trump no tardaremos en verlo. Perdió la parte moderada del gobierno de Estados Unidos en materia de seguridad y perdió México. Apenas la semana pasada, funcionarios mexicanos mencionaban que los problemas migratorios de Trump no eran sólo con México, sino que se encontraban sobre todo dentro de su gabinete, donde el choque más fuerte era con Nielsen. Les preocupaba su salida, que finalmente se dio, ante la eventual llegada de halcones y radicales en políticas de migración. Paradójicamente, quien parece haberle dado inadvertidamente la puntilla a Nielsen fue el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Es cierto que Nielsen llevaba una relación tortuosa con Trump prácticamente desde que relevó hace casi año y medio a su mentor, John Kelly, que fue nombrado jefe de Gabinete de la Casa Blanca –y tiempo después removido-. Fue la responsable de la política migratoria de tolerancia cero, que afectó a árabes, mexicanos y centroamericanos. Sobrevivió en medio de aguas turbulentas hasta la crisis de migrantes centroamericanos que inició en octubre de 2018, pero ya no pudo neutralizar los cambios en las políticas migratorias del nuevo gobierno. La clave sobre el papel que jugó el presidente López Obrador en el desenlace final de la secretaria la dio Kevin McAleenan, quien será su sustituto a partir del miércoles, quien el pasado 7 de marzo compareció en el Comité Judicial del Senado, como jefe de la Patrulla Fronteriza.

En esa comparecencia McAleenan afirmó que las organizaciones criminales trasnacionales estaban “ganando tremendamente” gracias a los problemas de los migrantes centroamericanos, que estaban buscando llegar a Estados Unidos a través de México en números atípicamente crecientes. Los datos de Washington para este año eran utilidades en los dos primeros meses del año de cinco mil millones de dólares, con un crecimiento de aprehensiones de 360 mil personas, superior al total de capturas que se dieron durante todo 2017.

“Los contrabandistas de humanos escogen el momento y el lugar para que esos grupos crucen estratégicamente, a fin de dislocar los esfuerzos de seguridad fronteriza, crear una distracción del narcotráfico y permitir que individuos evadan ser capturados mediante e intenten inmigrar”, agregó. “Peor aún, esos contrabandistas cometen una violencia horrible, asaltos secuales y extorsión en algunas de las personas más bulnerables de nuestro hemisferio”.

McAleenan dijo a los senadores que una parte de la responsabilidad del incremento masivo de inmigrantes centroamericanos era del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, por sus políticas de regularización de migrantes y la laxitud en la aplicación de las leyes para repatriarlos, como había sido con el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto con la primera de varias caravanas en octubre. En esa convicción estaba la molestia de Trump, quien amenazó con cerrar la frontera con México si eso no se revertía. Nielsen fue apoyada por el gobierno mexicano, que no sabía que su final se acercaba, cuando le dieron victorias pírricas para entregar a Trump:  aceptar en mediano plazo hasta nueve mil deportados por mes, para tener tiempo de asimilarlos de manera definitiva en territorio mexicano, e incrementar las deportaciones de inmigrantes centroamericanos. Trabajarían conjuntamente para capturar a líderes de redes tráfico humano en Chiapas y Veracruz y romper sus redes financieras. Obvio, no fue suficiente.

La salida de Nielsen concluyó una creciente frustración de Trump y su principal asesor político en materia migratoria, el extremista Stephen Miller, quienes consideraban que la secretaria no había dado resultados convincentes en una negociación exitosa con México. Nielsen era dura, pero no halcón. Días antes, Trump retiró el nombramiento de Ronald Vitiello, apoyado por ella, para dirigir la Oficina de Aduanas y de Inmigración del Departamento de Seguridad Territorial, porque el presidente había cambiado de opinión y buscaría implementar una política “más dura” en ese campo.

No está claro si McAleenan será ratificado, como adelantó el domingo la cadena de televisión CBS. Este es el problema que ven los moderados en Estados Unidos y algunos funcionarios mexicanos con la salida de Nielsen, porque redefinirá la política migratoria y abre el camino al nombramiento de un radical en el cargo. McAleenan no dio esa impresión al dirigir la Patrulla Fronteriza, pero tiene experiencia en el combate al terrorismo, como director de la Oficina Contraterrorista del FBI que participó en la guerra contra Osama bin-Laden, los talibanes y Saddam Hussein.

De manera coincidente o no, Trump ha coqueteado en las últimas semanas con reclasificar a los cárteles de la droga de organizaciones criminales trasnacionales, a terroristas, con lo que elevaría el nivel de lucha y las atribuciones de su gobierno. Pero su nombramiento, aunque sea como refresco de la gestión de Nielsen y de Kelly, que reconocían perfectamente el problema de la seguridad como un fenómeno regional, no tiene el perfil de ser una persona que podría tener largo kilometraje en la Administración Trump.

El temor en las áreas más sensibles del gobierno mexicano es quién moverá realmente los hilos de la política migratoria. Las noticias son ominosas. Quien ganó la batalla en la Casa Blanca fue Miller, que expandió su influencia y se convirtió, de facto, en el zar migratorio. En un correo electrónico al portal conservador Daily Caller  hace una semana, Miller adelantó que habría “un agresivo esfuerzo para utilizar a cada autoridad” para reducir la migración indocumentada”. Ya revisó, y la purga comenzó. También el endurecimiento de la política migratoria de Trump, resultado no deseado de la política migratoria romántica y de visión estrecha del gobierno mexicano, causantes colaterales de esta radicalización.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 9 DE ABRIL DE 2019)

LAS CULPAS DE EBRARD

La polémica sobre la petición de disculpas al rey Felipe VI parecía haber pasado a un segundo plano en la opinión pública, lo que era bueno para que los gobiernos de México y España trabajaran, como quedaron Beatriz Gutiérrez Müller, la esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, y la ministra de Justicia española, Dolores Delgado, cuando se reunieron en enero. Las dos habían tenido un encontronazo en ese acercamiento, donde la señora Gutiérrez Müller le anticipó que vendría el exhorto y que irían preparando un catálogo de crímenes españoles durante la Conquista para ser discutido. Aquello se dio durante la visita de trabajo del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que no terminó bien. En la despedida, tras las difíciles conversaciones, la señora Gutiérrez Müller se le acercó a su esposo y algo le dijo al oído. Entonces, López Obrador reiteró a Sánchez que la petición de disculpas, era algo que no soltarían.

Gutiérrez Müller y Delgado establecieron una relación intensa a través de WhatsApp, que topó con baches cuando se filtró la carta que envió López Obrador al monarca español. Sánchez, dijo que no habría disculpas, pero lamentó sobre todo la filtración. Este es el gran tema. Tan importante, que Sánchez volvió a referirse a ello en una entrevista publicada el jueves en El Universal. En respuesta, López Obrador dijo: “Yo no di a conocer la carta. Fue una filtración. No se si fue el gobierno español o la sustrajeron de Relaciones Exteriores. Hay las dos posibilidades, pero sí se equivocaron”.

Esta es la cuarta versión del presidente sobre la filtración. Primero fue, tras la respuesta del gobierno español que lamentaban la difusión de la carta, cuando López Obrador dijo que habría sido en España. Al día siguiente reconoció que había sido una filtración de su propio gobierno. Al siguiente, señaló que se trataba de espionaje. Iba de mal en peor. La carta no salió de España, como asegura, porque como él mismo dijo, era un borrador que no estaba firmado. Adjudicar al espionaje, sería un escándalo, pero muchas cosas que dice el presidente pasan desapercibidas ante la creciente imprecisión y trivialización de su palabra.

Esta última versión anulaba la posibilidad de una filtración dentro de su gobierno, lo cual volvió a corregir la semana pasada cuando regresó a que una indiscreción de la cancillería hubiera sido la fuente de origen. El impacto que tuvo la filtración, y que alteró y entorpeció la negociación que habían iniciado Gutiérrez Müller y Delgado, ha sido abordado en este espacio como lo más importante de todo ese diferendo diplomático, en donde quedaba la duda de quién había sido el o la responsable de esa traición—por el daño causado al presidente, en imagen -el semanario británico The Economist lo critica en su edición actual llamándolo un “historiador amateur”-, y en la reducción de los espacios que tenía para poder ir negociando con la Corona española la tercera disculpa -la primera fue en el Siglo XIX y la segunda a finales del XX-.

La filtración ha sido manejada con mucha especulación por parte de López Obrador pero, a la vez, con gran hermetismo ante la opinión pública. Sin embargo, funcionarios mexicanos dijeron que en Palacio Nacional tienen identificada una persona como la responsable de haber filtrado extractos de la carta al diario madrileño El País, que dio la primicia. Esa persona es el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Colaboradores cercanos a Ebrard afirman que es absolutamente falso y que se trata de rumores con el único propósito de dañarlo.

Ebrard acompañó a la señora Gutiérrez Müller a la reunión con la ministro Delgado en enero, y estuvo al tanto de todos los señalamientos y del anuncio que iban a enviar una carta al rey. La cancillería no ha negado ni desmentido que esa reunión se dio o que Ebrard participó en ella, pero en la prensa se ha sugerido en varias columnas la inocencia del canciller, incluso, subrayando que desconocía la carta. En los círculos de la casa presidencial, el sentir contra el canciller es negativo, adjudicando de manera subjetiva, pero concreta en cuanto a las relaciones de poder palaciegas, su enemistad con la esposa del presidente.

El canciller no la lleva bien con la familia. Entre quienes operan políticamente, consideran a Ebrard como un traidor, mientras que la señora Gutiérrez Müller y su entorno, tienen un problema de empatía con él que vienen arrastrando. Lo más evidente, dentro de los muros de Palacio, es el choque que tiene con Martha Bárcena, la embajadora de México ante la Casa Blanca, y tía política de la esposa del presidente, a quien Ebrard considera una imposición. Para neutralizarla, el secretario planeó abrir una oficina en Washington, encabezada por la hermana de Javier López Casarín, un empresario muy cercano a Ebrard, a quien le encarga asuntos delicados en la cancillería. Por esto, Bárcena, una diplomática muy respetada en el Servicio Exterior, lo confrontó en diciembre, y le dijo que la representante de México ante el gobierno de Estados Unidos era ella. Ebrard negó que hubiera una oficina y, hasta donde se sabe, canceló los planes.

No ha sido un arranque de gobierno terso para Ebrard, aunque parezca lo contrario, y ahora enfrenta las imputaciones de filtrador. ¿Fue él? El significado político de fondo es el choque en los corrillos palaciegos, donde Ebrard está en desventaja y no tiene posibilidades de ganar. El desgaste tenido en las últimas semanas es grande, así como su imagen pública como un político sofisticado. Los señalamientos que le hacen son fuertes—enormes en este momento, cuando menos, para sus aspiraciones presidenciales.
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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/8 DE ABRIL DE 2019)

EL ENTUERTO DE TRUMP


La disminución de la sonoridad de las críticas de la Casa Blanca contra México esta semana, fueron el preámbulo de que en un intercambio informal con periodistas en el Salón del Gabinete de la Casa Blanca, donde el presidente Donald Trump sostenía una reunión de trabajo con el gabinete, anunciara que la frontera no se cerraría y que abriría un plazo de un año para que redujera significativamente el tráfico de personas y de drogas hacia Estados Unidos. El aplazamiento fue el primer resultado de una batalla política de casi tres meses y medio entre los dos países, donde superaron momentos de crisis en las negociaciones, a punto de rupturas incluso, donde fueron moviendo posiciones para encontrar, si no la mejor solución a la crisis migratoria, cuando menos la posible.

La tensión con el nuevo gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó desde los primeros días de la administración, cuando en Washington empezaron a tener dificultades con dos discursos mexicanos que se confrontaban e incluso se contradecían. Por un lado, el de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y por el otro el de la de Gobernación. El canciller Marcelo Ebrard aceptaba que México fuera un tercer país seguro, donde le haría el trabajo sucio a Estados Unidos y mantendría en territorio mexicano a los inmigrantes que pedían asilo en aquella nación, mientras la secretaria Olga Sánchez Cordero, decía que eso era inaceptable.

Las posiciones antagónicas fueron una de las razones por las que el consejero especial de Trump, su yerno Jared Kushner, buscó una reunión con López Obrador, que llevó al presidente mexicano a hablar con ambos, exigirles que no se pelearan y que se coordinaran. A Ebrard le encargó coordinar todos los esfuerzos mexicanos, incluidos los migratorios en Washington, con el secretario de Estado Mike Pompeo, y a Cordero la responsabilizó de la política migratoria sin quitarle el control -en este espacio se reportó el miércoles que así había sido- del Instituto Mexicano de Inmigración. Su relación sería con Kirstjen Nielsen, la secretaría de Seguridad Territorial, la responsable en Estados Unidos de combatir la inmigración indocumentada.

El problema con Nielsen, sin embargo, se venía arrastrando desde tiempo atrás, cuando en diciembre, recién iniciado el gobierno lópezobradorista, buscaron que Cordero viajara a Washington para reunirse con ella. La respuesta fue negativa. Propusieron enero, igual; febrero, tampoco. ¿Finales de febrero? Las quejas se estaban acumulando en la Ciudad de México. A cambio del no encuentro entre las secretarias, Gobernación propuso un grupo de trabajo que encabezaban el coordinador de asesores de Sánchez Cordero, Jorge Alcocer, y el subsecretario de Seguridad Territorial para Estrategia, Política y Planeación, James McCament.

La primera de cinco reuniones se dio el 19 de enero, donde McCament no habló del concepto del tercer país seguro, sino del Acta de Inmigración y Nacionalidad 235, sobre la deportación inmediata de indocumentados “inadmisibles”. McCament planteó que México debía recibir a todos los inmigrantes indocumentados en todas las garitas, porque habían detectado un incremento de la migración derivada de la política de López Obrador de abrir sus fronteras, y que estaban llegando con visas mexicanas. La respuesta de los mexicanos fue de rechazo a la pretensión original, y llegaron a un primer acuerdo que sólo admitirían 20 inmigrantes por día, que tuvieran ese tipo de visas, y únicamente en Tijuana. Sin estar felices, aceptaron los estadounidenses. En Washington subía la frustración y molestia de Nielsen, que había planeado la instrumentación de la 235 con Pompeo, y se la habían ofrecido a Trump como una solución de largo plazo. Pompeo le pidió a Ebrard que Sánchez Cordero se entrevistara con Nielsen.

A finales de febrero, López Obrador le ordenó a la secretaria de Gobernación viajar a Washington. Se reunió con Nielsen el 28 de febrero, quien le dijo que la migración estaba dislocada y calculaban cerrar febrero con más de 70 mil aprehensiones, aunque en marzo estimaban más de 100 mil. Si no hacen nada, advirtió Nielsen, el presidente Trump va a cerrar la frontera. Fue la primera amenaza, aunque la secretaria afirmó que era un mero aviso de lo que vendría. Sánchez Cordero le dijo que el problema no era con mexicanos sino con centroamericanos, y que tenía que verlo con esas naciones. De cualquier forma, acordaron que México ampliaría la recepción de deportados, a Mexicali y Ciudad Juárez, pero la misma cantidad en cada una, pero sólo centroamericanos con visas humanitarias que hubieran entrado por los puertos fronterizos, y con niños acompañados por sus padres.

La presión en Estados Unidos crecía. Nielsen le pidió a Sánchez Cordero verla en Miami, camino a Tegucigalpa. El 17 de marzo se reunieron en el aeropuerto, y Nielsen le dijo que, como previó, las deportaciones rebasaban las 100 mil y que tenía que hacer algo en sus fronteras. Fue una plática muy tensa, donde Nielsen estuvo a punto de pararse de la mesa. Sánchez Cordero ofreció mantener las condiciones para recibir inmigrantes, pero con cuotas diferentes: 20 el primer día, y si cumplían, 30 el segundo, 40 el tercero y así sucesivamente. Serían nueve mil deportados que aceptaría mensualmente México. Además, habría contención en la frontera, como querían.

Sánchez Cordero le dijo a López Obrador que tenían que incrementar el número de deportaciones. López Obrador aceptó, y se registraron 13 mil deportaciones en las tres últimas semanas, que Trump vio como un paso positivo y canceló el cierre fronterizo. No será lo único. Los dos gobiernos están preparando medidas adicionales, no sólo migratorias, sino policiales y financieras, para atacar conjuntamente el fenómeno en la región.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/RAYMUNDO RIVA PALACIO/5 DE ABRIL DE 2019)

EL #METOO, O EL DERECHO A DENUNCIAR


La noticia provocó una conmoción nacional: el bajista fundador de la banda de rock “Botellita de Jerez”, Armando Vega Gil, se suicidó el lunes luego que una mujer lo denunció de acoso sexual hace dos lustros a través del colectivo #MeTooMusicosMexicanos. Las reacciones fueron de luto y lamento, de escarnio y odio. Los apoyos y las críticas fluyeron, en buena parte enfocadas al anonimato tras el que se escondió la mujer. Una denuncia sin dar la cara, se puede argumentar, carece de valor civil. Quien se oculta, ¿cómo sustenta su denuncia más allá del dicho? Pero al mismo tiempo, como dijo una colega periodista, “creo que es un proceso necesario, que así como en el anonimato hay denuncias, también hay un reconocimiento privado y personal de violencia. Eso es un granito de arena para que las sociedades cambien”.

El hashtag #MeToo fue fundado por la activista estadounidense Tarana Burke en 2006, luego de que tuvo una conversación con una jovencita de 13 años que abrió su experiencia de abuso sexual por parte del novio de su madre, narró en 2017 el periódico The New York Times. El fenómeno explotó en octubre de 2017, cuando la actriz Alyssa Milano, escribió en Twitter: “Si han sido acosadas sexualmente o atacadas, escribe ‘yo también’ y replica este tuit”. Milano no conocía a Burke ni que había acuñado ese hashtag -tan pronto como se enteró le dio el crédito-, pero recibió más de 66 mil réplicas de usuarios en la red. Ese mismo mes, Javier Poza entrevistó a la actriz mexicana Karla Souza en Radio Fórmula, y le dijo que se había ido de México porque había sido víctima de acoso sexual por parte de productores y directores mexicanos. Su denuncia pública no tuvo consecuencias inmediatas porque no quiso identificar al acosador —hasta después fue identificado independientemente y perdió su trabajo.

El suicidio de Vega Gil, por su prominencia y fama pública, disparó el debate y se enfocó en el recurso del anonimato. La denuncia se hizo a través del colectivo, del que se desconocen su demografía y fundadoras/fundadores. Esta variable parece importante resaltarla. Una revisión empírica de las respuestas por la muerte de Vega Gil sugiere un conflicto intergeneracional, predominante en las millenial, que están de acuerdo en el anonimato, mientras que generaciones mayores, o voces masculinas, critican que no den la cara y que la denuncia se quede en las redes sociales.

“Dicen que las denuncias en redes no sirven para nada”, agregó la colega periodista. “¿Las denuncias formales sí? El país del 97% de impunidad ¿está defendiendo eso?… (En) los chats de mujeres (hay un) nivel de miedo y hartazgo. El tema no distingue países, edades, dineros. Es en un momento en el que estamos reconociendo mucha violencia innecesaria por todos lados, hacia los animales y el medio ambiente en general y entre nosotros. En medio de todo eso, estamos reconociendo poco a poco las situaciones de privilegio, y entendiendo que lo tenemos normalizado.

“Me parece que los MeToo original vienen de pechos doblemente cansados. Si ser mujeres es complicado, ser mujer negra debe ser un infierno y, como siempre, se los han apropiado quienes tienen más reflectores, o las víctimas atípicas porque ellas antes no quejaban. Por un lado, está bien desmitificar que en las clases altas y blancas no hay violencia, y por otro, pienso que le quitamos voz a quienes con extra trabajo la alzaron. Ha sido a través de redes sociales porque son el espacio más horizontal. Quizá diga obviedades, pero los sistemas de justicia mundiales son súper misóginos. No creo que sea culpa de nadie, así lo aprendimos y aquí hay un espacio donde en segundos tienes apoyo de miles de que se sienten igual”.

Otra colega, de diferente generación, opinó: “Para mí, el MeToo es otra modalidad de linchamiento. En el #MeToo original la víctima tenía cara y nombre e iniciaba un proceso igual. Lo de México es una locura. Cualquier persona, en especial figuras públicas, están expuestas a quedar marcadas de pederastas y violadores. Es un tema muy sensible el de los abusos, pero también el linchamiento. En el linchamiento físico matan y queman a las víctimas. Ahora desprestigian y marcan a los indiciados en una oscura Nueva Inquisición, donde el acusador es anónimo”.

La colega millenial retomó: “Me parece que es el primer paso para otras cosas, que va a ser un relajo y va a tener errores, como todo movimiento, pero que era necesario. Así como la desigualdad ya es insostenible, tener a la mitad de la población sometida psicológica o físicamente, también. Es necesario en esta primera etapa. Hasta que no se garantice la seguridad de la denunciante y el alto a la impunidad, yo no le veo sentido a que las mujeres se expongan doblemente, a las redes sociales, que ya vimos cómo reaccionaron; la reacción más violenta (fue contra) la persona que denunció”.

El movimiento #MeToo, dicen en su página Web, nació para apoyar a quienes sobrevivieron la violencia sexual, empoderándolas a través de la empatía y la acción comunitaria. #MeToo le dio voz a la gente, y la animó a denunciar sus experiencias. La expresión de los múltiples #MeToo surgidos en México parecen radicales para unos y reivindicativos para otros. Pero necesitábamos este sacudimiento, tras ver la indiferencia de muchos. Sólo entre 2014 y 2017 en la Ciudad de México, las denuncias se incrementaron en 433%, y no había pasado nada. La sociedad se está moviendo. Ahora requerimos de inteligencia, filtros para las denuncias y verificación, para que este despertar no nos lleve de regreso a las tinieblas.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/4 DE ABRIL DE 2019)


EL GOLPE DE OLGA A JARED


El presidente Donald Trump mandó un mensaje de paz al presidente Andrés Manuel López Obrador en la voz de su vocera, Sarah Sanders, quien en una entrevista para la cadena Fox News afirmó que el gobierno mexicano estaba siendo más responsable con la inmigración indocumentada. En 24 horas cambió el tono y la forma. Pero si dejan de hacerlo, agregó Sanders, “nos veremos obligados a tomar medidas drásticas, como cerrar los puertos de entrada en nuestra frontera”. La amenaza de sellar la frontera esta semana parece cancelada, al menos por ahora, antes las alentadoras señales recibidas desde la Ciudad de México, que significaron degradar a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, del manejo de los temas migratorios y desautorizar su posición en Miami.

El martes de la semana pasada se reunió en esa ciudad con la secretaria de Seguridad Territorial, Kirstjen Nielsen, donde discutieron la forma como los dos países podrían trabajar juntos para enfrentar la migración irregular a Estados Unidos y México, combatir el tráfico humano, el contrabando, y fortalecer la iniciativa del tercer país seguro. No hubo mucho más oficial de ese encuentro, pero el viernes, explotó Nielsen: “Enfrentamos una crisis en cascada en nuestra frontera sur. El sistema está en caída libre. La Secretaría de Seguridad Territorial está haciendo todo lo posible para responder a la creciente catástrofe humanitaria mientras garantiza la seguridad en nuestras fronteras”. Ese mismo día, Trump reinició sus ataques contra México.

La molestia de Trump obedeció a lo sucedido en Miami, donde Nielsen pensaba instrumentar los acuerdos entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el asesor especial de Trump, su yerno Jared Kushner, delineados una semana antes en la Ciudad de México. En esa reunión, López Obrador ofreció contener a los migrantes, censarlos y proporcionar sus nombres y fotografías al gobierno de Estados Unidos para identificar posibles criminales y terroristas, así como evitar ser aliado involuntario de los demócratas, que quieren hacer del fenómeno migratorio un tema electoral.

Información desde Washington permite entender que la indignación de Trump obedeció a que la secretaria de Gobernación desconoció los acuerdos del presidente y Kushner. Según fuentes cercanas a la Casa Blanca, Kushner quedó expuesto ante su suegro, el presidente, porque sus esfuerzos diplomáticos discretos -no pensaba dar a conocer su cena con López Obrador, que fue quien la socializó-, habían fracasado. Asimismo, en la dinámica de las luchas palaciegas en la Casa Blanca, Kushner quedó disminuido frente a la dureza de Nielsen, que se convirtió en la voz cantante de las acciones punitivas de Trump.

Sánchez Cordero probablemente no se ha dado cuenta del daño que hizo al desconocer los acuerdos, al haber lastimado la puerta que abrió Kushner en México ante la pérdida de interlocución de alto nivel con el presidente de México, y las dificultades por encontrar funcionarios que tuvieran el respaldo absoluto de López Obrador. Desde la transición, Kushner, a quien Trump le encargó la relación directa con México e Israel, no simpatizó con el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, a quien tampoco le abrió la puerta de la Oficina Oval. Su enlace en Washington es el secretario de Estado, Mike Pompeo.

La reunión con López Obrador, buscada por Kushner, era para reestablecer el nivel de relación que había con el presidente Enrique Peña Nieto, donde tenían claro que hablar con el canciller Luis Videgaray era hablar con el jefe de Los Pinos. En el caso de López Obrador, la conclusión fue que nadie podía hablar por López Obrador porque nadie lo representaba.

De acuerdo con la información que ha trascendido de la Casa Blanca, Kushner convenció a Trump de que era importante el encuentro con López Obrador, como lo había tenido que hacer en 2016, cuando le dijo que hablaría con Videgaray. En el gobierno de Peña Nieto tuvieron una relación ejecutiva, donde los compromisos adquiridos se respetaron. Eso pensaba Kushner del nuevo gobierno, según lo que sale de Washington, pero la posición de Sánchez Cordero en Miami les mostró que no era así.

El desacuerdo público de Trump con México -quien ha cuidado no tocar directamente a López Obrador-, obligó a hacer más claro que el presidente de México iba a honrar los compromisos con Kushner, y se comunicó a Washington que Sánchez Cordero había sido relevada del manejo de los temas migratorios y que Ebrard la sucedería. El cambio se había dado desde la semana pasada, pero a nadie en Estados Unidos ni en México le quedó suficientemente claro. En esa línea, Ebrard comenzó a aparecer en espacios públicos desde el lunes para hablar sobre el tema migratorio, mientras que a Sánchez Cordero, la guardaron.

La sutil degradación de la secretaria de Gobernación tuvo un acuse de recibo con la declaración de la señora Sanders en Fox News, y tendieron un puente para que juntos, los dos países resuelvan el fenómeno de la migración. López Obrador tiene que enviar señales claras a Washington, si quiere evitar que Trump vuelva a arremeter contra México.

La laxitud de su política migratoria ya permeó en las élites, reflejadas en The New York Times, que publicó que la aglomeración de migrantes en México, adjudicada a las restricciones del gobierno de Trump al proceso de asilo, “también parece ser responsabilidad, en parte, del presidente mexicano”. Aunque López Obrador ha elegido en algunos aspectos ayudar a Estados Unidos en su agenda migratoria, el mensaje que ha enviado es que “ahora son más bienvenidos que nunca en México”. La comunicación a la Casa Blanca es que eso ya cambió. Por lo menos, por ahora, a decir de ambos gobiernos.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PESONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/3 DE ABRIL DE 2019)

AMOR Y PAZ NO BASTAN


El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue esquivando un choque con el presidente Donald Trump por el tema migratorio. Visto pragmáticamente, es una decisión inteligente, y no habría razones por la indignación de Trump, salvo que considere, como parece ser, que los compromisos con su yerno y asesor Jared Kushner en la Ciudad de México, los incumplió. Ofreció contener a los migrantes, censarlos y proporcionar sus nombres y fotografías al gobierno de Estados Unidos para identificar posibles criminales y terroristas, y evitar ser aliado involuntario de los demócratas, que quieren hacer del tema migratorio un tema electoral. A cambio, se fortalecería la posición de Trump para cabildear la ratificación del nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá.

Kushner fue muy específico, según minutas del encuentro. Si México resuelve los problemas de la migración desde Centroamérica, Estados Unidos estará dispuesto a ayudar a López Obrador con sus problemas económicos. Pero si no los resuelve y con ello contribuye indirectamente a la presión de los demócratas para acotarlo, no habrá ratificación del acuerdo y el presidente se retirará del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. No creo que eso le convenga a México, dijo Kushner, pues entraría en recesión.

La preocupación de la Casa Blanca, como se ha mencionado en este espacio, es un problema de seguridad nacional porque dentro de las caravanas viajan sirios, iraquíes y pakistaníes, que ingresaron a México sin que el gobierno de López Obrador se percatara de ello. Abrir la frontera sin controles -aunque insisten los mexicanos que realizaron censos-, explica porqué Trump declaró una crisis en la frontera, desplazó más fuerzas federales al sur de su país, y elevó la presión a México.

López Obrador pareció entenderlo. Despachó a Miami a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, para una reunión de casi dos horas con la secretaria de Seguridad Territorial, Kirjsten Nielsen, en la cual, dicen funcionarios, hubo 15 minutos donde la estadounidense enfureció tanto -por razones no reveladas-, que incluso se le puso la cara colorada. A su regreso, Sánchez Cordero anunció que controles migratorio en el istmo de Tehuantepec -un viejo sueño de Washington para establecer un dique en ese cuello de 200 kilómetros de largo-, se acabarían las visas humanitarias -el cambio de la política de puertas abiertas por una de contención-, serían un tercer país seguro para albergar a quienes pidieran asilo político en Estados Unidos, y que las agencias de inteligencia de ese país contribuirían con la identificación de posibles criminales y terroristas. Es decir, les entregaron todo lo que ningún gobierno mexicano antes había aceptado.

Pero aún así, Trump enfureció. ¿Qué sucedió? La impresión, puede argumentarse, es que la Casa Blanca concluyó que no hubo reacción de parte de López Obrador. El 27 de marzo, abrió fuego el comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza, Kevin McAllenan, quien dijo en El Paso que la situación fronteriza estaba en un “punto de quiebre”. En los dos días anteriores, reveló, se detuvieron más de 12 mil inmigrantes en la frontera con México, tres veces más de lo que se considera una cifra “alta” y lo doble de un nivel de “crisis”. Sólo el lunes de la semana pasada se capturó a cuatro mil personas, el número más alto de aprehensiones en un solo día en la historia de Estados Unidos.

Dos días después, el 29 de marzo, Trump escribió en Twitter: “México debe evitar que los ilegales entren a Estados Unidos a través de su país y por la frontera sur. Por muchos años México ha hecho una fortuna de ello, mucho más grande que los costos fronterizos. Si México no detiene inmediatamente toda la inmigración ilegal… cerraré la frontera o amplios segmentos de ella la próxima semana”. Algo está en disonancia. Si el presidente López Obrador cedió en todo, ¿qué pasó? Aquí, tres claves de ello:

1.- Ante las quejas de Trump, López Obrador respondió que sí están haciendo cosas, y creando opciones de trabajo para los mexicanos. Pero no entendió. La migración mexicana -que ha decrecido en los últimos años- no es el problema, sino la que viene de Centroamérica. Hablar de mexicanos es darle la vuelta al problema que abordó Kushner e incumplir lo que acordó.

2.- López Obrador dijo que revisarían si hay criminales dentro de las caravanas. El problema es que el instrumento que tenían para ello, Plataforma México, fue desmantelado por el gobierno de Enrique Peña Nieto y no ha sido restituido. Estados Unidos, que financió el equipamiento tecnológico, no lo sabe. El gobierno de López Obrador tampoco, porque tienen un diagnóstico equivocado de lo que era la plataforma. El gobierno peñista les dijo durante que era “un proyecto de Slim” y lo creyeron, por lo que han desestimado la mayor base de datos criminal en América Latina. Por eso no saben con certeza, de forma instantánea, quiénes entran a México como inmigrantes.

3.- El Instituto Nacional de Migración anunció el domingo la reinstalación de las visas humanitarias, contrario a lo ofrecido por Sánchez Cordero.

López Obrador no ha cambiado su visión sobre cómo manejar la relación con Trump, a quien genuinamente le tiene miedo por lo que puede ocasionarle a su gobierno. Es peor lo que está sucediendo. Al ser tan locuaz para declarar sin acotar sus palabras, transmite ideas equivocadas. Al tener colaboradores incapaces, carece de información de calidad para responder a las exigencias. Tener un mensaje de gobierno diseñado como propaganda, comunica fallidamente. Es el peor de los mundos. Se entregó a Trump, y la Casa Blanca no entendió que se subordinó.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/2 DE ABRIL DE 2019)

ANDRÉS MANUEL COMO TRUMP


La relación de los medios de comunicación con el presidente Andrés Manuel López Obrador, es cada vez más difícil. Se esperaba sus conferencias de prensa mañaneras iban a ser un instrumento útil, donde transmitiría un mensaje sin intermediarios a sus gobernados y, al alimón, respondería las dudas de quienes procesan, ordenan, contextualizan y jerarquizan sus declaraciones, los medios de comunicación. Las cosas no han salido como se esperaba, quizás más frustrante y decepcionante para los medios que para él -quien finalmente cumple el objetivo de ocupar la mayoría de los espacios la mayoría del tiempo-, aunque en la última semana el presidente mostró señales de molestia con periodistas y subió el tono de sus insultos.

Varios periodistas lo han confrontado por la forma como estigmatiza y polariza a los medios, utilizando como peyorativo el calificativo de “fifís” y “conservadores”, y cada vez los medios le exigen respuestas a sus preguntas, no evasivas ni ataques. Las cosas apuntan a que empeorarán. Las advertencias sobre la polarización que crea el discurso del presidente contra medios y periodistas -algunos de los cuales identifica por nombre-, reflejo de su mecha corta y su carácter excluyente contra quien no esté incondicionalmente con él, van creciendo. Él se defiende: es su derecho de réplica.

La semana pasada el periodista Ciro Gómez Leyva, abrió un debate en Radio Fórmula, donde varios abogados hablaron sobre este derecho. Dos posiciones reflejan la complejidad del tema. Por un lado, Fernando Gómez Mont, ex secretario de Gobernación, dijo que el presidente sí tiene derecho a la libertad de expresión, como reclama López Obrador, pero en momentos y espacios donde sea ciudadano y no en un marco institucional -como las mañaneras-, aunque en ningún espacio está facultado para dañar la moral de terceros. Daniel Cabeza de Vaca, ex procurador general, afirmó que el presidente tiene la obligación moral de hacerlo “en este nueva dinámica” que vive nuestra sociedad.

Una tercera visión que cabe, a partir de un concepto asimilado en el mundo pero poco debatido en México -de ahí la falta de bibliografía sobre el tema-, es que el presidente no tiene los mismos derechos que un ciudadano, en donde entran por definición los periodistas, más allá de la función social que realizan. Robert Sharp, un activista por la libertad de expresión en el capítulo inglés de PEN, una organización internacional de escritores, escribió en diciembre de 2016 sobre el presidente Donald Trump, que si bien la protección de la Primera Enmienda lo ampara, las restricciones sobre la libertad de expresión para un presidente son distintas a la de los ciudadanos.

Un caso básico es sobre los límites de la libertad. Si un ciudadano sin cargo público incita a la violencia, lo que es un delito, puede ser detenido y llevado ante la justicia, pero la policía no puede aprehender al presidente, ni un juez procesarlo. “La libertad de expresión del presidente está constreñida a las realidades de la política”, apuntó Sharp. “La mayoría de los políticos están constreñidos por la cortesía y por aquellas políticas que se consideren aceptables por el electorado”. Esta línea, ciertamente, es muy tenue por la subjetividad que implica, y por el tipo de formación del político. El presidente Barack Obama, recordó Sharp, se contuvo varias veces de hablar lo que pensaba para no ofender a un grupo de ciudadanos, lo que Trump, que no es político y que busca la controversia para elevar la atención en el tema que le interesa, no está acotado por esta consideración política. López Obrador se encuentra en esta categoría.

Es un presidente al que los parámetros de la Presidencia, el gobierno y las instituciones le estorban para gobernar, y su interacción con los medios y periodistas, cuando no se trata de utilizarlos como vehículos de propaganda, se convierten en un obstáculo enfadoso. Trump ha sido consistente en su hostilidad hacia los medios. En un artículo publicado en el portal del Poynter Institute en enero de 2018, Indira A.R. Laksmanan, recordó que ningún presidente disfruta la mirada crítica de los medios. “Pero ningún presidente antes de Trump se había enfrascado en una guerra con la prensa como esta, refiriéndose despectivamente de los periodistas como ‘mentirosos’, ‘vendedores de falsedades’ y ‘enemigos del pueblo’.”

Trump no ha agumentado, como López Obrador, el derecho de réplica. En una sociedad madura, el jefe de la Casa Blanca sería severamente criticado y puesto en la frontera de violaciones constitucionales. En México es distinto. El derecho de réplica del presidente, sea López Obrador o no, se puede dar dentro de los límites de la ley cuando un medio o un periodista dañen su reputación y fama pública como individuo, por ejemplo, con difamaciones o calumnias, o se entrometan en su vida privada. Pero cuando la crítica es sobre acciones y decisiones que afectan a la sociedad en su conjunto, sobre los abusos y excesos de poder, ese derecho -que no lo limita a responder con datos y argumentos- queda limitado al no ser equitativo.

Todas las mañanas tiene un atril para lanzar infundios contra los medios y periodistas, con una exposición nacional que amplifica la forma como los mancilla con impunidad porque nadie más tiene el mismo espacio para replicarlo. La libertad de expresión del presidente no contempla la provisión para denigrar a los medios, ni estimular con sus palabras linchamientos. Se puede argumentar que está en los linderos de violar la Constitución, que señala que “es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas”, y de manera indirecta, por intimidación, rompe la línea de la legalidad al empujar la previa censura. El achicamiento de las libertades es real.

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(EJE CENTRAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/1 DE ABRIL DE 2019)

LA CARTA FILTRADA


Por una razón de cultura tropical más que por conocimiento, las filtraciones periodísticas en México tienen una connotación negativa. Es cierto que durante más de dos décadas, las principales filtraciones han estado circunscritas a temas de violencia y narcotráfico, y que la mayoría de ellas han sido violatorias de la ley y servido para dañar injusta e irreparablemente, famas públicas. Las filtraciones, sin embargo, son un subproducto de las democracias y los sistemas abiertos, al reflejar las tensiones dentro de un sistema de gobierno en donde existen individuos y grupos que impulsan sus agendas o tratan de cambiar el destino de las políticas y su formulación mediante la ventilación de temas polémicos.

Las filtraciones permiten airear diseños de políticas para medir la opinión pública, como los llamados trial balloons, o han servido para desviar la atención de crisis, como el caso de Valerie Plame en el marco de la invasión a Irak. También han sido empleadas para golpear políticamente a adversarios, como la publicación de un estudio obsoleto sobre impuestos patrimoniales, para descarrillar la candidatura presidencial de José López Portillo, o para vanagloria de los gobernantes, como cuando se filtró que había rechazado el regalo de una mansión ofrecida por el gobernador mexiquense Carlos Hank González.

En los últimos días se abrió una acalorada discusión internacional por la revelación del exhorto del presidente Andrés Manuel López Obrador a España y El Vaticano para que ofrecieran disculpas por el avasallamiento de los pueblos originarios durante la Conquista de la Nueva España, donde la narrativa pública y política se le arrebató al maestro de la narrativa mexicana debido a una filtración. De acuerdo con una reconstrucción periodística, Javier Lafuente, corresponsal en México del diario madrileño El País, obtuvo la información de la carta el lunes temprano, y hacia las ocho de la mañana local, buscaron confirmar su veracidad en España, a través de Lucía Abellán, que cubre el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Para el mediodía, se tenía la confirmación de Madrid, pero no de Palacio Nacional. Ese mismo día se preparaba en Tabasco un evento en Centla, donde hace 500 años se dio la primera batalla de los pueblos originarios contra la fuerza invasora de Hernán Cortés, pero no había ninguna señal que se daría a conocer el envío de las cartas. El País decidió jugársela con la sola confirmación de España, y a las 13:05 horas en la Ciudad de México, publicó en Twitter su exclusiva.

El metabolismo político cambió rápidamente. López Obrador iba a presidir una ceremonia de condecoración de marinos, y como había un tiempo muerto antes de ese evento, grabó un video en la zona arqueológica de Comalcalco, en Tabasco, cerca de Centla, junto con su esposa Beatriz Gutiérrez Müller. El presidente suspendió su gira, dejó plantados a los marinos, incluido al jefe de la Armada, y pospuso la ceremonia para abril. No se informó la razón de ello -la prensa que lo acompaña ya se encontraba en Frontera, donde iba a ser la ceremonia-, pero el contexto fue la bomba mediática-política que había explotado y un escándalo que estaba creciendo.

El gobierno español rechazó ofrecer disculpas y lamentó que una comunicación privada se hubiera hecho pública. El presidente López Obrador dijo el martes que la filtración no había salido de su gobierno, pero el miércoles admitió que la carta publicada por Reforma sí había sido entregada por una persona en su equipo de trabajo. No dio más detalles y nadie le pidió ahondar en esto, pero aquí se encuentra la clave de todo. El contenido de la carta tenía su propio espacio y tiempo para análisis y valoración en el gobierno español, pero darla a conocer fue el verdadero problema porque no daba cabida a la negociación, ni a encontrar los puntos de contacto para empatar los intereses binacionales.

La forma como se fue tropezando el presidente López Obrador en las explicaciones sobre la carta, permiten conjeturar razonablemente que no fue una filtración que haya autorizado o supiera de ella. Rectificar en 24 horas sobre el origen de la filtración subraya la asimilación de lo que sucedió hacia el interior de su equipo y deja entrever que hubo una investigación interna que, o encontró la fuente original de la indiscreción que provocó un diferendo diplomático, o las huellas que dejó el autor intelectual de la entrega de esta información, las tiene claras.

La filtración, deliberada o involuntaria, tuvo un impacto negativo en el presidente, a nivel nacional e internacional, y en lo privado, su esposa fue la depositaria de ese golpe por ser, dijeron personas que conocen los orígenes de la carta, la autora intelectual y promotora de la reivindicación indigenista. La señora Gutiérrez Müller, dicen quienes han visto su interacción con López Obrador, tiene todo el respeto del presidente y la escucha. Pocas veces tiene voto, agregan, pero en esta ocasión su influencia iba acompañada por los intereses personales del presidente.

El estar cerca de él, ser una persona con influencia e inherentemente poder, genera anticuerpos dentro del propio equipo presidencial, que como en todos los equipos de gobierno, lucha por espacios de poder. La pregunta entonces es a quién beneficia la filtración en el supuesto que fue intencionada. La respuesta tendrá que enmarcarse en quién tenía acceso a ese documento y se sentía con la fuerza suficiente para dársela a un medio, o pensó que podía salir con la suya. Si el presidente admitió que hubo esa filtración que desafía su autoridad, habrá que esperar para ver quién se desvanece de su círculo interno, es mandado al ostracismo, o es perdonado.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/29 DE MARZO DE 2019)


LAS CARTAS DE BEATRIZ


Una vez más, el presidente Andrés Manuel López Obrador se metió a sacar los fierros de la lumbre, pero mostró que la cohesión dentro de su gobierno no es lo suficientemente rígida para ocultar las fisuras. López Obrador se refirió a la carta al rey Felipe VI de España, que publicó el periódico Reforma el martes, donde le pedía que ofreciera disculpas a los pueblos originarios en México por los crímenes y atropellos durante la Conquista. Lo difundido no era la carta original, que abarca cuatro páginas, sino un borrador de dos, explicó. En la víspera, Beatriz Gutiérrez Müller, criticó su publicación. “Qué mal gusto”, escribió en su cuenta de Twitter, “filtrar una carta sin firma… y además, mutilada”. Una vez más la historiadora, esposa del presidente López Obrador, se colocó en medio del debate. ¿Por qué?

En la columna de este miércoles se mencionó que su protagonismo sólo se explicaría por el papel que jugó como la verdadera impulsora de la iniciativa reivindicatoria. El texto citó una breve noticia que informó que en enero, durante la visita del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, a México, la señora Gutiérrez Müller se reunió con la ministra de Justicia de España, Dolores Delgado, a quien le habló del interés del gobierno para solicitar las disculpas del Estado español por los agravios registrados durante la Conquista. Ninguna fuente diplomática de los dos países confirmó o negó la reunión, pero horas después del cierre de este espacio, la esposa del presidente dijo que era falso.

Gutiérrez Müller, que se doctoró en literatura con un trabajo sobre la Conquista de la Nueva España narrada por Bernal Díaz del Castillo, no podía haber dicho otra cosa. Hacerlo sería admitir que intervino en asuntos de Estado y de gobierno que están fuera de su competencia. Sin embargo, está confirmado que se dio esa reunión, y que no sólo se habló de lo que refiere esa nota periodística, sino que partes de la carta, cuyo borrador fue publicado, incluye caracterizaciones similares a las que le planteó a la ministra Delgado. La carta señala que el tipo de incursión de Hernán Cortés fue “tremendamente violento, doloroso y transgresor”, y que la conquista se realizó “mediante innombrables crímenes y atropellos”.

La esposa del presidente ha estudiado por años los enfrentamientos de las tropas de Cortés con los pueblos originarios, e irá recorriendo los campos de batalla de la Conquista, enumerando los principales actos de violencia español. La carta que envió López Obrador a Felipe VI recoge meticulosamente su pensamiento, y no será la única que salga rumbo a Europa. Tres nuevas cartas se encuentran –o se encontraban hasta antes de este episodio- en preparación. Una irá dirigida al presidente de Francia, Emmanuel Macron, otra al presidente de Austria, Alexander Van der Bellen, y la restante al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Aunque no se conoce el contenido, en el contexto de las reivindicaciones que están plateando López Obrador y Gutiérrez Müller, se puede asumir que serán por agravios en el Siglo XIX.

En el caso de Macron y Van der Bellen se trataría que ofrezcan disculpas al pueblo de México por las vejaciones cometidas durante la intervención francesa derivada de la Guerra de Reforma, que dejó al gobierno del presidente Benito Juárez sin dinero para pagar su deuda externa. Aquello comenzó cuando los terratenientes pidieron ayuda a Europa. De los gobiernos que inicialmente respaldaron la petición –Inglaterra y España-, sólo Francia mantuvo el respaldo, al ver Napoleón III la posibilidad de tener un ariete contra Estados Unidos, que en ese momento sufría su Guerra Civil. En 1862 Francia invadió México y restauró el Imperio, donde se seleccionó al austriaco Maximiliano de Habsburgo, casado con la princesa Carlota de Bélgica. Maximiliano fue abandonado por los franceses, que no vieron en él su representante, la debilidad que aprovechó el presidente Juárez para enfrentar y derrotar el régimen imperial.

En el caso de Trump, dentro de la lógica de la reivindicación del pasado, se puede alegar que la petición de disculpas sería por la anexión de Texas, una provincia de Coahuila en 1845, y más adelante la pérdida de casi el 50% del territorio en la guerra de intervención de 1846 a 1848, que culminó con el Tratado de Guadalupe Hidalgo donde México cedió California, Nevada, Nuevo México, Utah, y partes de Arizona, Colorado, Kansas, Oklahoma, Oregon y Wyoming.

No se sabe si esas cartas saldrán a sus destinatarios más adelante, pero las dos relacionadas con la Conquista, a Felipe VI y al papa Francisco, llegaron a sus destinatarios, donde se obtuvo como respuesta el rechazo. El presidente López Obrador esperaba una respuesta diferente del Palacio de la Zarzuela, pero no se dio. Las consecuencias fueron un choque con el gobierno español, la mayoría de sus partidos y la academia, que elimina la posibilidad, por lo menos durante algún tiempo, que la embajadora Roberta Lajous pudiera ser relevada, como era la intención, por Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del general Lázaro Cárdenas, que abrió las puertas a los españoles refugiados.

España quería ubicar su relación con México en el contexto de la generosidad mexicana con su asilo, y las enormes aportaciones a la vida pública e intelectual del exilio español, pero la forma como se procesó públicamente la carta modificó el encuadre deseado, donde las relaciones, sin estar en riesgo, quedaron lastimadas. La doctora Gutiérrez Müller, detrás de estas reivindicaciones, ha quedado políticamente herida en el núcleo del presidente por las filtraciones, lo que lleva a la pregunta de quién gana o pierde con este episodio. De esto se hablará en otro texto.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/28 DE MARZO DE 2019)


¿QUIÉN MANDA AQUÍ?


El presidente Andrés Manuel López Obrador se volvió a meter en un pantano al exhortar a la monarquía española y al Vaticano a ofrecer disculpas por los atropellos y el avasallamiento durante la Conquista. Levantó una polvareda en España, donde este martes todos los partidos, salvo Podemos, cuestionaron o se burlaron de la petición de López Obrador, que corrió la misma suerte en México, donde las redes sociales que tanto ha bendecido, se voltearon furiosamente contra él desde el lunes. El gobierno español rechazó que La Zarzuela vaya a ofrecer esas disculpas y lamentó que se haya dado a conocer extractos de la carta que envió hace 15 días a Madrid. Al preguntarle la prensa al presidente sobre la filtración de la carta, negó que él o alguien en su gobierno lo hubieran hecho, aunque horas después difundió un video grabado en la zona arqueológica en Comalcalco, Tabasco.

En el video, donde socializa la petición a los dos estados europeos, aparece con su esposa, la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, quien tras subrayar la primera defensa contra las tropas de Hernán Cortés hace 500 años, en la cercana Centla, dijo que “recordar es imprescindible para comprender el pasado y prever para el futuro”. La presencia de Gutiérrez Müller era lo que voceros oficiosos de López Obrador hacían notar como lo más importante del evento que debió de haber sido mucho más que eso, pues el presidente dejó plantados a los más altos mandos de la Marina en Acapulco, donde iba a otorgar reconocimientos a varios de ellos, incluido el secretario, el almirante José Rafael Ojeda. El protagonismo de la esposa del presidente sólo se explica por su papel como la verdadera impulsora de la iniciativa reivindicatoria.

La señora Gutiérrez Müller fue nombrada en noviembre pasado como la cabeza del Consejo Asesor Honorario de la Coordinación Nacional de Memoria, que no tiene funciones ejecutivas, pero ayudaría con sus recomendaciones a formular y diseñar políticas. En las funciones que mencionó López Obrador se incluía recuperación de acervos culturales y transparencia de documentación, pero no se hablaba en ninguna parte de iniciativas reivindicatorias. Sin embargo, sus atribuciones parecerían exceder las propias de ese Consejo. En el sector diplomático la señalan como la autora intelectual detrás del exhorto que lanzó el presidente.

Una breve noticia que apareció este martes en la prensa de la Ciudad de México, señala que en enero pasado, en el marco de la visita del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, a México, la señora Gutiérrez Müller se reunió con la ministra de Justicia de España, Dolores Delgado, a quien le habló del interés del gobierno para solicitar las disculpas del Estado español por los agravios registrados durante la Conquista, a lo cual se llegara de común acuerdo a lo largo de una serie de encuentros que culminaran en 2021, en el 500 aniversario de la Conquista de la Nueva España. Este encuentro no fue confirmado de manera independiente, pero tampoco fue desmentido.

En todo caso, el papel de la señora Gutiérrez Müller, cuya tesis de maestría en Literatura es sobre “La Historia Verdadera de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo, no puede ser soslayado. Ella puede tener todos los méritos posibles –es doctora en Literatura-, pero no tiene el mandato constitucional de su esposo. López Obrador fue electo con más de 30 millones de votos, que le dan la fuerza política y moral para hacer muchas cosas, pero no para compartir la Presidencia. El cargo no es bicéfalo, y ya tuvimos la experiencia durante el gobierno de Vicente Fox, donde Marta Sahagún tenía una intervención ejecutiva –irregular e ilegal- en los asuntos públicos, que la llevó a convertirse en una eficaz intermediaria y gestora de temas delicados—pero en forma metaconstitucional.

Las esposas de los presidentes no están sujetas a controles ni a mecanismos de rendición de cuentas. Tampoco representan la voluntad popular de nadie. Su papel puede ser decorativo, o puede contribuir con trabajo voluntario a la gestión del presidente. Los excesos no han sido buenos, como sucedió con Angélica Rivera, esposa de Enrique Peña Nieto, quien al cederle tantos espacios de gestión, protagonismo y frivolidad, lo llevó a situaciones de presunta corrupción –que tendrán que investigarse en la familia de la señora- y de escándalo que arrastra pesadamente. Margarita Zavala fue discreta en público, sin usurpar funciones de gobierno, pero no dejó de hacer política partidista mientras su esposo, Felipe Calderón, gobernaba.

Gutiérrez Müller no tiene la personalidad de ninguna de ellas, pero va más rápido a jugar el papel de influencia de Sahagún, entrometiéndose en temas sensibles, como el caso del exhorto, que lo había ido posponiendo el presidente hasta que cedió. López Obrador asumió su posición de Jefe de Estado para cumplir los deseos, se puede argumentar, de la doctora Gutiérrez Müller. En el fondo él lo cree importante, pero los tiempos políticos, por las consecuencias, no eran los mismos que los de su esposa.

Al final, el costo político y el desgaste público no se los llevó ella, sino el presidente, cuya acción desconcertó a muchos y le causó desde burlas e insultos, hasta descalificaciones y críticas. Son muchos los frentes que está abriendo, algunos de trascendencia para los mexicanos y su gobierno que requieren  inteligencia y dirección. Introducir un tema que generaría conflicto, que ni es urgente ni cambiará la vida de los mexicanos para satisfacer a su esposa, no es propio de un jefe de Estado. Menos de él, que hace mucho tiempo deja claro que quien manda es él, y que el poder no lo divide, al menos, hasta este episodio.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/27 DE MARZO DE 2019)

LAS INCONGRUENCIAS DEL PRESIDENTE



Una vez más, Andrés Manuel López Obrador ha engañado con la verdad. La primera señal que traía una espina clavada contra España se dio durante los preparativos para la toma de posesión en San Lázaro. Alejandro Esquer, secretario particular del entonces presidente electo, revisaba los lugares de los invitados especiales y cuando llegó al de los reyes de España dijo que no habría dos asientos para ellos sino uno. La reina Leticia tendría que sentarse separada de su esposo. Todas las objeciones diplomáticas fueron rechazadas. Finalmente, la reina no viajó a México. La segunda fue en el discurso de los 100 días de gobierno, donde López Obrador, anticipó todo en 40 palabras: “Inició el Programa de Rescate del Patrimonio Cultural y de la Memoria Histórica. Este año está dedicado a conmemorar el asesinato de Emiliano Zapata Salazar, así como los 500 años de la primera gran resistencia indígena frente al invasor español”.

No habría que sorprenderse entonces que este lunes, 14 días después de cumplirse 500 años de la Batalla de Centla, donde los chontales -de su tierra Tabasco- se enfrentaron y perdieron ante las tropas del conquistador Hernán Cortés, diera a conocer el contenido de dos cartas, una dirigida al rey Felipe VI y la otra al Papa Francisco, donde los exhorta a que ofrezcan perdón por los “agravios” cometidos contra los pueblos originarios, conocidos ahora como violaciones a los derechos humanos, durante la conquista española. Si alguien quiere burlarse, no lo haga. López Obrador sí cree lo que dice. Su problema no es la honestidad, sino la incongruencia.

Frente a la corona española y El Vaticano, que den disculpas, porque “todavía, aunque se niegue, hay heridas abiertas”. El problema, que tampoco puede ocultarse, es que se compara con Estados Unidos. Más de 156 intervenciones en México, en el recuento del historiador Gastón García Cantú, forman parte de las heridas inflingidas. Incluye la pérdida del 50% del territorio en la guerra de 1846-48, la ocupación de Veracruz en 1914 para evitar llegada de armas en apoyo a Venustiano Carranza, y la expedición punitiva contra Francisco Villa en territorio mexicano en 1916, luego de que el jefe revolucionario atacara Columbus, en Nuevo México.

El espejo estadounidense se coloca frente a la reciente visita de Jared Kushner, yerno del presidente Trump y asesor especial a cargo de las relaciones con Israel y con México, con el presidente López Obrador. El encuentro fue intenso pero respetuoso, donde Kushner entregó -y lo dijo textualmente, explicaron funcionarios federales-, el mensaje de Trump: está en total desacuerdo con la política migratoria de México, porque en lugar de contener a los inmigrantes los deja pasar. Esa política está contaminando la discusión con los demócratas en Washington, explicó Kushner, y pone en riesgo la ratificación del acuerdo comercial norteamericano. Si el gobierno mantiene esa política, quedó claro, no habrá acuerdo y Trump repudiará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

López Obrador se dio cuenta que la relación con Estados Unidos está en problemas. Tras el cambio de gobierno, fueron degradadas en la Casa Blanca y la ventanilla se envió al Departamento de Estado. El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, no es recibido en la Casa Blanca y Kushner tiene un contacto mínimo con él. El secretario de Estado, Mike Pompeo, lleva la relación con él, pero sus prioridades se encuentran en Venezuela -donde la Casa Blanca aún no se siente afectada por la posición neutral de México-, Irán y Corea del Norte. La reapertura de una ventanilla directa entre López Obrador y Kuchner, fue buena para la relación bilateral, aunque los mensajes recibidos fueran ominosos.

En el encuentro de tres horas con López Obrador, dijo un funcionario mexicano, Kushner expuso que el problema no era con la inmigración hondureña en general, sino con los criminales y los paquistaníes y sirios que, afirman, han aumentado su tránsito por México. El asunto es de seguridad nacional. López Obrador no había visto la dimensión del problema ni lo había atajado en las discusiones de gabinete donde se han confrontado dos visiones antagónicas.

Por un lado, la de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, principal promotora de dejar entrar a los inmigrantes, que se ha enfrentado con la posición de Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, con una visión pragmática del fenómeno. Los argumentos de Ebrard fácilmente desmontan los de Sánchez Cordero, pero el respaldo que le da el subsecretario de Gobernación para Derechos Humanos, Alejandro Encinas, había inclinado hasta ahora la balanza hacia el paso libre de migrantes, protegidos por la Policía Federal. El presidente, hasta la reunión con Kushner, los había respaldado.

Sin embargo, de acuerdo con los detalles de la conversación, esto se acabó. López Obrador instruyó a la Secretaría de Gobernación para que comenzara a contener a los migrantes en la frontera sur. En paralelo, Sánchez Cordero viajó a Washington, donde este martes se reunirá con la secretaria de Seguridad Territorial, Kristej Nielsen, para hablar sobre este tema. López Obrador no quiere tener problemas con Trump, pues sabe -ha dicho varias veces en privado-, que el único que puede descarrillar a su gobierno y afectar su proyecto es el jefe de la Casa Blanca. España y El Vaticano no le importan.

Pedir que ofrezcan disculpas no le afecta en nada por ahora, aunque los analistas internacionales lo coloquen en la trinchera de los presidentes Nicolás Maduro de Venezuela, y Evo Morales de Bolivia. Felipe VI y Francisco puede hacer sus reivindicaciones de los pueblos originarios y detonar un conflicto diplomático de la nada, pero con el norte, respeto y subordinación tácita, como nunca nadie se imaginó que lo haría.

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(EJE CENTRAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/26 DE MARZO DE 2019)


COLOSIO, EL ORIGEN DE LA CONSPIRACIÓN


Primero fue Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, quien dijo que él no creía en la teoría del “asesino solitario” en el magnicidio de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994. Luego el presidente Andrés Manuel López Obrador añadió a la especulación. Se dice –dijo el presidente-, que cuando se trata de “crímenes de Estado” siempre hay complicaciones para conocer la verdad, pero hay que indagar e insistir para que el crimen no quede impune. Legalmente no quedó impune. El 31 de octubre de 1994, un juez condenó a Mario Aburto de homicidio con premeditación y alevosía. La investigación no cesó hasta el año 2000, cuando el último fiscal del Caso Colosio, Luis Raúl González Pérez, entregó su informe final. Aburto sí había actuado solo y sí había disparado mortalmente contra Colosio, concluyó.

González Pérez fue el último fiscal del Caso Colosio, y su investigación incluyó una auditoría sobre lo que habían realizado sus antecesores. Todos llegaron a la misma conclusión. No fue un “crimen de Estado”, ni tampoco hubo políticos involucrados. No participó el narcotráfico, ni fue la “nomenclatura”, como el presidente Carlos Salinas deslizó meses después del crimen. “Yo no sé si había uno o muchos políticos que querían matarlo, pero si fue así, se les adelantó Aburto”, le comentó al reportero Miguel Montes, el primer fiscal.

La investigación de González Pérez incluyó la revisión de alrededor de cinco mil fotografías de Lomas Taurinas, antes del crimen, durante la confusión por el asesinato y después de él. Se declaró a las cerca de 200 personas que fueron identificadas cerca de Colosio en el momento de los disparos y se les investigó ampliamente. Igual se revisó el patrimonio y depósitos de Aburto y su familia, que vivía en San Pedro, California, antes y mucho tiempo después del asesinato, sin encontrar anomalía alguna salvo una creciente pobreza. Hasta ese momento, con toda la información al alcance, y mientras no hubiera más evidencia de lo contrario, la teoría del “asesino solitario” se mantenía, dijo González Pérez.

Una amplia mayoría de mexicanos, como el propio Salinas en agosto de 1994 reconoció en una charla en Los Pinos, no lo creía. “Hay demasiadas coincidencias para que sean coincidencias, y en la política no hay coincidencias”, dijo. ¿Evidencia? Ninguna, respondió. Varios factores contribuyeron a la duda. Primero El Universal, que tituló en su titular principal que Colosio había sido “víctima de un complot”, a partir de la declaración que recogieron sus corresponsales de una priista en Tijuana.

Después, los mismos corresponsales reportaron que el Aburto de Lomas Taurinas, donde se dio el crimen, había sido cambiado, con el apoyo de dos fotografías de Aburto en la primera plana de El Universal. En una tenía una especie de lunar en el cachete y en la otra estaba limpio. La primera, tomada poco después del asesinato, mostraba esa mancha que era de sangre; en la segunda, ya lo habían limpiado. Finalmente, para cimentar la teoría del complot, los primeros peritos locales que revisaron la escena del crimen, se equivocaron de puntos cardinales en la ubicación del cuerpo, por lo cual no se entendía cómo le podría haber disparado dos veces Aburto.

En el imaginario colectivo no había cabida para un asesino solitario. El crimen se había dado en medio de una crisis en la campaña de Colosio, incapaz de organizar una estrategia que lo posicionara, y frente al protagonismo de Manuel Camacho, que se había ofrecido como negociador para la paz en Chiapas con el EZLN, que le había arrebatado la atención de la opinión pública. Pero nada había logrado cuajar judicialmente hasta que llegó Pablo Chapa Bezanilla, quien asumió la fiscalía del Caso Colosio el 16 de diciembre de 1994. Chapa Bezanilla le dijo días antes de asumir al reportero: “Voy a meter a la cárcel a Carlos Salinas y a José Córdoba”. ¿Al ex presidente y su poderoso coordinador de asesores? “Se oye bien”, le comentó el reportero. “¿Hay pruebas?”. El fiscal respondió: “No, pero las obtendré”.

Chapa Bezanilla no pensó en la conspiración por generación espontánea. Quien le incubó la idea fue Alfonso Durazo, apestado políticamente en ese momento, y que había sido secretario particular de Colosio cuando fue titular de Desarrollo Social, y en la campaña. Durazo estaba convencido de que Colosio había sido asesinado por órdenes de Salinas. En esa misma línea de pensamiento, este sábado en su cuenta de Twitter, el hoy alto funcionario federal escribió: “El asesinato de Luis Donaldo no puede entenderse al margen de la tensión entre renovación y continuidad que caracterizó, desde el poder, a la disputa por la sucesión presidencial de 1994”.

Esa declaración evoca el conflicto entre Colosio y Camacho –a quien cuando acudió a la funeraria, Durazo le negó la entrada-, y sugirió que el asesinato obedeció a que el candidato asesinado representaba la renovación, que sin decirlo deja entrever que Salinas estaba arrepentido de candidato, y Camacho era la “continuidad”. Sin especificarlo, Durazo afirma que el asesinato de Colosio fue un “crimen de Estado”, a lo cual se sumó el presidente López Obrador. Camacho, que luchó del brazo de López Obrador durante una década, está muerto. Salinas vive en Londres y ya se verá si le da rango de interlocutor y le responde.

Pero la verdad siempre la escriben los vencedores, sin importar los hechos, y dictan para la historia lo que es importante, lo que es real, y lo que va a pasar. ¿Qué viene? Una nueva investigación sobre el Caso Colosio, bañada en política y vestida con el traje que le hizo Durazo a Chapa Bezanilla hace 25 años.

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(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/25 DE MARZO DE 2019)


EL AJEDREZ DE ANDRÉS


En el ajedrez, los jugadores tienen que combinar jugadas. En la partida más famosa de la historia, el ruso Gary Kasparov derrotó al búlgaro Vaselin Topalov en 1999, con una estrategia donde visualizó 15 movimientos consecutivos, de un total de 44, para ganar. En esa partida, calificada como “inmortal”, Kasparov ejecutó una de las combinaciones más espectaculares que se habían jugado hasta entonces, para ir acotando y encerrando a Topalov. El ajedrez es un juego de estrategias, donde la inteligencia y la paciencia trabajan coordinadamente, y este jueves, el presidente Andrés Manuel López Obrador mostró sus dotes intuitivas de ajedrecista.

En la víspera, la Coordinadora, la beligerante e insaciable disidencia magisterial, bloqueó los accesos a la Cámara de Diputados, donde se iba a discutir y eventualmente a aprobar en comisiones el dictamen de la Reforma Educativa, para sabotear la sesión. Los diputados se movieron al Senado para realizar su trabajo, pero los maestros volvieron a tomar sus instalaciones para impedirlo. Los diputados tuvieron que aplazar la discusión mientras los maestros, instalados con sus tiendas de campaña afuera de los recintos, se preparaban para su larga protesta. Desde el miércoles por la noche los diputados temían que no se pudiera sesionar ante todo lo que se preparaba. López Obrador también se preparó.

Al iniciar su comparecencia pública en Palacio Nacional, rechazó la acusación de la Coordinadora que su Reforma Educativa fuera una simulación y mantuviera la esencia de la reforma promulgada por el presidente Enrique Peña Nieto. “No hay razón para sostener que estamos incumpliendo con nuestra palabra y compromiso”, dijo López Obrador al urgir que se debatiera de manera abierta, al interior del movimiento disidente y de todos los trabajadores de la educación, para definir su postura con claridad, y provocar a los líderes magisteriales. “Suele pasar que grupos que en apariencia son radicales, demuestran más (con sus actitudes) su adhesión al conservadurismo”, los desafió. “Este es otro de los casos”.

López Obrador estaba en movimiento. Primero confrontó su liderazgo, pero no tratando de persuadirlos o cooptarlos, sino llevándolos a debatir la iniciativa entre los jefes de la disidencia y de todos los interesados, con lo cual les arrebató el papel de interlocutores únicos y los empujó a que lo discutieran con sus pares en el sector educativo. El resultado no sería una respuesta común a su iniciativa, sino propuestas para incorporarlas.

Es decir, en lugar de chocar con ellos, desvió su embestida y los obligó a ser constructivos, algo que no hacen. Acusarlos de conservadores no fue un señalamiento a partir de un cliché -si se analiza cuidadosamente-, sino para estigmatizarlos y forzarlos a dialogar para evitar que les quedara la mancha de intransigencia, y de paso, que escucharan su iniciativa. Encaró y acotó, como en el ajedrez.

El segundo movimiento fue político y moral. En primera instancia, dudó de la autenticidad de su protesta –“no sé qué motiva este movimiento”, dijo-, pero sin condicionar nada, aseguró que no utilizaría la fuerza para romper el bloqueo. Su gobierno no era autoritario ni los reprimiría, señaló López Obrador para dejar abierta la posibilidad de que si se mantenían los maestros en las calles, violentando las libertades constitucionales de movimiento de la gente, serían ellos los únicos responsables, sin darles motivos o justificación para alimentar su protesta. Como demostración de su interés para que la protesta no escalara, López Obrador sugirió al Congreso suspender la sesión reprogramada para el jueves. En minutos, el presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, anunció que se pospondría la sesión. López Obrador se mostró como conciliador y presidente pacífico. De esta forma establecía un contraste con Peña Nieto. ¿Después de estas frases, podrían seguir los maestros bloqueando las calles del centro de la ciudad? El costo de hacerlo subió de manera significativa tras el posicionamiento presidencial.

Pero López Obrador no se quedó en ello. El tercer movimiento fue astuto. En la comparecencia apareció acompañado de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y del titular de Educación, Esteban Moctezuma, quien mostró las comparaciones entre las reformas de Peña Nieto y la de López Obrador. Tras ello, el presidente se dijo abierto al diálogo y que instalaría hoy mismo una mesa para el diálogo con los maestros disidentes. Minutos después, ya tenía la respuesta. La dirigencia disidente se sentaría con Sánchez Cordero y Moctezuma. No les dejó espacio.

Al reconocerlos como interlocutores, los comprometió públicamente. Al mismo tiempo, desactivó su demanda de verlo personalmente para discutir la Reforma, y los dirigió con su gabinete. Peña Nieto nunca los reconoció como interlocutores y su gabinete estaba dividido: la Secretaría de Gobernación hablaba con la Coordinadora, y la de Educación con el Sindicato Nacional der Trabajadores de la Educación. Entre las dos siempre hubo conflicto y mala articulación estratégica.

En 24 horas, López Obrador había desactivado un conflicto. Sus reflejos políticos fueron claros para no perder tiempo ignorando al movimiento disidente, ni regalarles espacios o reflectores para moverse públicamente. Le llevó menos de 120 minutos desarrollar su combinación de jugadas para llevar a la Coordinadora a la mesa de diálogo, no para que negociaran dinero, plazas y cotos de poder, como exigieron y obtuvieron del gobierno de Peña Nieto, sino para discutir los puntos controvertidos de la Reforma Educativa.

En esta primera partida de ajedrez, los doblegó. ¿Cómo explicarlo? Una primera aproximación es que la disidencia magisterial, como muchos actores políticos, agentes económicos y periodistas, lidian con López Obrador con categorías de análisis obsoletas. Así no podrán ser interlocutores o adversarios eficaces y útiles. Tampoco quitarle una sola pluma al ganso. Urge cambiarlas.

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(EJE CENTRAL / ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/22 DE MARZO DE 2019)