miércoles, 27 de noviembre de 2019

EL NOVIO



Para Miriam Flores: monja irreverente y malayerbera

El morro la invitó a salir y ella, de recorridos anchos por esas calles enlomadas, dijo que sí antes de que él terminara la frase. Salieron a escondidas: el padre de ella era un matón y formaba parte de una célula del narco que controlaba esa y otras zonas de la ciudad, cuyo jefe era un hombre que no tenía dedos sino gatillos y un cañón siete punto sesenta y dos.

Fueron al cine y luego por ái. Ella volvió tarde a su casa y al otro día la abuela le preguntó. Ella contestó que se había entregado a ese morro que trabajaba en la gasolinera, pero que lo había hecho porque le gustaba, la trataba bien y además la miraba y le hablaba de una forma muy especial. La señora pujó y solo aguantó dos horas para contárselo al padre.

El sicario se lo dijo a su jefe. Patrón, quiero ir por él y matarlo. Le explicó por qué: había sido llevada con engaños y ella apenas tiene dieciséis. El jefe asintió. Hizo una señal y diez hombres armados ya estaban instalados en dos camionetas con los chanates y los cuernos, empecherados y abastecidos. Vamos por él. Lo encontraron en el trabajo y con un gancho al hígado lo doblaron. Le metieron a la cabina y ahí le iban mentando la madre y anunciándole que esa era la sala, el comedor, el patio trasero, porque adelante, más adelantito, lo esperaba la muerte.

Vueltas, brincoteos, sonidos de camiones de carga que frenan con el motor. Quince minutos de un pavimento herido por las lluvias. Luego el silencio: el eco pichicatero de algo que parecía bodega, un cuarto grande. Bájenlo, siéntenlo ahí. Atado. Dos golpes más en los costados. Luego un sonido de taladro de odontólogo. Quemaduras en la panza, el cuello, el pecho. Toques eléctricos.

No le preguntaban nada, solo le decían que lo iban a matar por haberse llevado a esa jovencita. Los parientes del morro se enteraron. A sus veinte años esperaron lo peor: hombres armados más levantón es una ecuación cuyo resultado es un cadáver en el panteón clandestino La primavera, donde siempre es otoño y baldío.

Llamaron a la policía, a los amigos narcos, al vecino gatillero, al primo jefecito de malandrines de barrio, al conocido que la hacía de cabrón, al presumido que decía que era pesado, al compañero de trabajo cuyo tío conoce a uno que anda en la clica y es medio entrón. A todos. Y nadie les daba razón.
Dieron con él porque fueron muchas las llamadas y de múltiples remitentes.

Luego de la paliza y lo oscuro que se ve desde el otro lado de los ojos vendados, el chavo ya no sintió nada. No lo encontraron en despoblado, sino en la policía. El comandante le dijo aquí está su hijo, dígale que le baje de güevos y no ande de gañón.

Columna publicada el 29 de septiembre de 2019 en la edición 870 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ MALAYERBA/ OCTUBRE 1, 2019, 7:07 AM)

A TODA MADRE



Desde que estaba en la secundaria, su madre lo andaba persiguiendo: lo sacaba del grupo de jóvenes que se la pasaban fumando y que ya en las tardes iniciaban el ritual de empinar el codo y secar botes y botellas, lo arreaba para que se pusiera a estudiar y que mejorara calificaciones, le ponía tareas domésticas para que no anduviera de chile bola en la calle.

Años después esos que fumaban raleig apretaron con sus dedos cigarros de yerba seca y ponían música de eicí dicí. El olor a yerba quemada vencía el aire y se metía entre patios de las casas, recámaras, la escuela primaria y las canchas de basquetbol. De ahí también lo sacó esa madre que lo vaquereaba. Fue por él y no le dijo una palabra. Lo tomó del brazo y lo jaló, y casi a rastras lo llevó hasta la sala de la casa y lo sentó en el sillón. Ahí, en cortito, le puso una buena regañada.

Ponte a estudiar, ponte a trabajar. Agarra la onda, Betito. Le decía esa madre de treinta y tantos que parecía de veinticinco. Abnegada, con licenciatura y posgrado, ama de casa y catedrática universitaria. Supo ser profesional en sus labores pero más madre en el hogar.

Betito renegando, pegándole talonazos al piso. Pateando el sillón y la flaca mesita de madera, dándole puñetazos a la puerta. Eres bien berrinchudo, así deberías ser para sacar las tareas y mejorar en la escuela. Más te vale que le bajes dos rayitas, le advirtió. Pero no las bajó: le llegó con una pistola que ella rápido detectó. Frente a él tomó la escuadra y en cuatro minutos la desarmó y metió al bote de la basura. Luego la tiró.

Betito con la boca abierta. Su madre sabía de armas o qué. A los días él llegó y ella le encontró una bolsa con polvo blanco. Sin que él se diera cuenta, la escondió. Al día siguiente, Betito buscaba desesperado. Se tiró al suelo y se puso a llorar. Mamá, si no la entrego me van a matar. Vale mucho dinero. Ella habló, le advirtió de las consecuencias. Al final se la dio a cambio de que prometiera salirse de ese ambiente.

Un día su jefe le llamó. Mande patrón. Hoy nos toca aguinaldo, vamos a ver al mero viejón. Subieron a una camioneta todos los de la clica y el jefe los miró uno a uno. Vamos sin armas, les dijo. Sorpresivamente, le pidió a Betito que se bajara. Por qué. Tu mamá siempre te busca, morro. Nos vemos luego. Él maldijo a su madre, chilló y pataleó.

Tenía dos días sin ir a su casa y ahora menos. Se fue con sus amigos y se perdió en los orificios de las botellas: se prendió de una y otra y otra. Llegó a su casa y su madre lo besó y le dejó las babas en cachetes y frente. Apretujados. Ahí en la sala ambos se enteraron que a todos los de la camioneta los habían encontrado esa mañana decapitados. Él se salió de la clica y volvió a la escuela. Ella lo sigue arreando.

Columna publicada el 6 de octubre de 2019 en la edición 871 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ MALAYERBA/OCTUBRE 8, 2019, 7:05 AM)

LA FAMILIA NO



Con la familia, no. Voy y te parto toda tu madre. Ya te dije: a mí lo que quieras y si me encuentras pues ya veremos quién cae primero, pero con la familia no te metas. Ahí sí no. No te metas porque hasta donde estés, te encuentro puto. Y por dios que te va a llevar la chingada.

El comandante escuchó la voz en su celular. Estaba acostumbrado a las amenazas. De todo tipo y de polis y militares, políticos, periodistas y narcos. Todos decían que eran pesados, que no se la iba a acabar, que ni cuenta se iba a dar cuando le entrara el balazo entre sien y sien. No sabes con quién te metes. Bah, le respondió, rezongando. No te tengo miedo, Rana.

Y sabes qué, yo ando haciendo mi chamba. Estoy investigando quién fue. No sé si fuiste tú y los otros. No me importa quién haya sido. No voy contra ti. Ahorita no. Pero si sale tu nombre, pues agárrate porque te voy a atrapar. Si se puede, pues vas al bote. Pero si no, si todo se enreda, vas a aparecer embolsado. Te voy a machacar.

El rana se lo dijo tres veces. Sé que andas investigando, que estás encabronado. Pero no molestes a mi familia. Si tienes pedos conmigo, aquí estoy. Encuéntrame. El comandante había salido del hospital. Diez días internado, dos de ellos en terapia intensiva. Le habían cortado medio metro de intestino y los balazos le habían entrado en brazos, piernas, abdomen y cuello. El del cuello fue un beso, bromea. Un chupetón de la flaca.

Una línea de investigación lleva al grupo del batracio. Va a la casa de él y sale su esposa. Él le dice que no quiere molestar, que está buscando a su marido. Ella le dice nerviosa que tiene días que no va, que si qué se le ofrece. Nada, nada. No se preocupe. Dígale que lo ando buscando. Este es mi nombre y mi teléfono. Dígale que estoy averiguando. Averiguando qué. No más dígale eso.

El rana supo, por eso le llamó. No molestes a mi familia, comandante. Mis respetos para ti. Pero de esa raya no pases porque entonces te topas conmigo. Le contestó está bien. Pero sí tú fuiste, estás sentenciado.

A los cuatro días le avisaron. El rana está escondido en su casa. Consiguió un cerrajero de mano fina y bisturí en vez de ganzúa. Cinco policías con el comandante, otros afuera. La noche esa es más negra. Abrieron la reja, luego la puerta principal. Entraron a la sala, aluzando con linternas de mano. Luego una recámara y después la otra. Una mujer dormía enredada en cobijas y dos niños.

Con parsimonia amenazante, sigilosamente, penetraron el manto de luto de la vivienda. Rasgaron la oscuridad: armas en mano, dos recámaras y el patio. Falsa alarma. Salieron de ahí sintiendo que la goma de los zapatos se pegaba al vitropiso. Ruido de insecto. No está, digo el comandante, ya afuera. Menos mal que le dijo que no se metiera con su familia. Vámonos.

Columna publicada el 13 de octubre de 2019 en la edición 872 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ MALAYERBA/ OCTUBRE 15, 2019, 7:02 AM)

CELEBRACIÓN



Les caía gordo y les debía varias. El caso es que a la hora de la hora todas se las cobraron y desde entonces no han parado de cobrar. Todo empezó con su fin: su muerte multiplicada, extendida, interminable, como un principio que no tiene epílogo: fiesta anual que entre tumbas se da cita.

Lo citaron con engaños. Él llegó amezclillado, con su tejana y la pistola visible, al frente, al estilo Chalino Sánchez. Saludó a medias a unos que se encontró en el camino y se dirigió hacia las personas con las que se vería. Pero antes de que llegara cocieron su cuerpo de plomo y lo dejaron ahí, tirado, humeante y rojizo.

Su cadáver quedó recostado en el volante. Una mezcla de sangre licuada con vidrios y otros desechos orgánicos tiroleó el tablero. Sus homicidas todavía bajaron al vehículo, a ver los restos. Nada en esa cabina estaba completo. Por si acaso, le soltaron una ráfaga de cuerno y tres tiros más de una cuarenta y cinco.

La policía fue al día siguiente, cuando los agentes se aseguraron de que ahí no había nadie más. Hicieron los peritajes, tomaron nota y ordenaron que se llevaran el cuerpo a la funeraria. Ya en la sala de la casa de sus familiares, flanqueado por gruesos cirios de flama brava, los rezos fueron interrumpidos por gritos y personas que se atropellaban: hombres armados y encapuchados llegaron hasta el féretro, cortaron cartucho y de nuevo lo rafaguearon.

Los niños arreciaron los llantos. También los parientes y vecinos. Se preguntaban por qué otra vez, si ya lo habían matado. Histeria y miedo. Los que estaban en el funeral ya no volvieron y los que pensaban acudir, desistieron. Al día siguiente fueron al panteón. Pocos carros en la caravana, encabezada por una carroza blanca.

Estaban bajando el cadáver. Poleas, cuerdas, cuatro antebrazos de los empleados de la funeraria, para el ritual del descenso. Chillaban las cuerdas y las poleas. La polvareda avisó a lo lejos otro cortejo, pero de camionetas negras y toda velocidad. Llegaron al panteón y se estacionaron cerca de ellos. De nuevo a correr, los gritos y el llanto de músculos flácidos y piel temblorosa.

Dos hombres descendieron de la parte de atrás de una de las camionetas y con el ataúd a medio descender apuntaron y dispararon. Los proyectiles se incrustaron en la caja y la tierra de la cavidad. Y cada año el ritual de ajustar cuentas se repite: hombres armados acuden al panteón y disparan contra la tumba, a ratificar la macabra celebración de multiplicar la muerte y mantener vigente la llama de la ejecución inicial.

Por qué, preguntaron los curiosos frente a la tumba del muerto ese al que siguen matando cada aniversario luctuoso: es que no quieren que el bato descanse en paz.

Columna publicada el 20 de octubre de 2019 en la edición 873 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ MALAYERBA/ OCTUBRE 22, 2019, 7:29 AM)

LA BODA



Ella y él estaban esmerados en los preparativos de la boda. Emilio, el empleado del hotel que se encargaba de organizar todo, estaba también entusiasmado. Boda de lujo y derroche, de cumplir todos los caprichos de ella y de que él se pusiera a sus pies en todas sus ocurrencias. Dinero había. Dinero hasta en la sopa de arroz. Dinero en la cocina de esa casa que habían construido y en el carro lujoso que le había comprado a la novia.

Un día llegaban con Emilio y le decían que los manteles deberían ser de este color, el arreglo en el centro de la mesa de esta forma, los adornos en las paredes del salón así y le señalaba una revista de modas en la que había visto novedades usadas en bodas.

Emilio asentía. Era su trabajo y lo hacía muy bien. Empleado estrella del hotel, decía que sí a todo y ponía pocos peros. Él mismo los veía apasionados, con esos destellos en la mirada de ella, con la mirada de él en los ojos de su prometida: la tomaba de la mano, la rodeaba con su brazo, sonría cuando ella hablaba, imantado a su piel y su rostro, al cabello y sus manos.

Ella en cambio se le recargaba en su brazo, lo tomaba del hombro más cercano. Lo abrazaba completo y parecía traspasarlo, de sus pectorales hasta las paletas de su espalda. Y era tal amor y adoración que en cada abrazo se fundían y confundían. Acaso, tal vez, eran uno solo. Pero al día siguiente los caprichos del anterior se vencían fácilmente. Había visto alguna novedad, lo comentaron sobre los centros de mesa. Ella le habló a Emilio y él cambió todo el esquema. Pocos días antes de la boda, el salón majestuoso ya los esperaba y al fin estaba todo acordado: la música, los corazones rojos, los adornos, los invitados y su distribución, las luces, las flores, las bebidas, el brindis, los padres de ambos, la cena y el postre.

Entonces Emilio recibió una llamada. Era él. Le había agarrado aprecio, porque Emilio era eficiente y cálido, servicial. Un profesional de las fiestas. Cuando todo esto acabe, en la noche, después de la fiesta, voy a darte un millón de dólares. Quiero que pongas tu propio negocio. Yo te voy a ayudar. Emilio agradeció y cuando llegó a su casa le dijo a su esposa. Quién sabe de dónde vendrá ese dinero: no lo agarres. Le prometió no hacerlo, aunque el gesto lo conmovió y halagó. Un día antes de la boda, hubo una balacera en una colonia de la ciudad y varios hombres murieron. La noticia le llegó de rozón, pero hasta ahí.

Temprano, esperó la llamada que no llegó. Se le hizo extraño no tener noticias de los novios y estuvo a punto de buscarlos por su cuenta, pero desistió. Entró una llamada. Era ella. Emilio. Y la voz se hizo sollozo y luego llanto. No va a haber boda. Él pensó que era broma, pero el silencio empezó a doler. Me lo mataron, Emilio. Me lo mataron.

Columna publicada el 27 de octubre de 2019 en la edición 874 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ MALAYERBA/OCTUBRE 29, 2019, 6:55 AM)

MALAYERBA: OCHO DEDOS



El hombre se subió y le preguntó que si había sido muy duro para él. El taxista lo miró por el retrovisor y pensó que le preguntaba cómo iba su día, en esa mañana ya avanzada. El desconocido pujó. Miró de frente y luego a los lados, como para distraerse mientras el vehículo se retiraba del aeropuerto y la ciudad asomaba a lo lejos.

Cuántos eran. Preguntó de nuevo. Esta vez ni siquiera volteó a verlo. Cómo, no le entiendo. Que si cuántos cabrones eran. De qué habla, preguntó el taxista con amabilidad. Cuántos fueron los que te hicieron eso. Y apuntó, primero con la mirada y luego con el dedo, hacia las manos que tenía sujetando el volante. Específicamente la izquierda.

Siete, señor. Hijos de la chingada, completó el cliente. Luego le dijo que seguramente le habían bajado un buen de lana. Yo era empresario y no me metía con nadie y estaba al frente de una familia. Desde entonces todo se me vino abajo. Cuéntame, dijo. Su voz era dura y pajosa, como si se le dificultara abrir la boca para hablar o lo cansaran las palabras pronunciadas.

Tenía tres tortillerías y un abarrote. Logró adquirir sus bienes poco a poco, hasta que completó doce carros para el reparto de productos. Hasta a su padre, que tenía unos terrenos para heredárselos, le pegó: tuvo que venderlo todo, igual que él, para completar apenas dos millones y medio. Porque, hasta eso, esos cabrones pedían cinco. Claro que todo lo malbarataron. Lo que costaba cien lo vendieron en cincuenta y por el estilo.

Para probar que él seguía con vida, le mocharon un dedo. Y luego, como no lograban juntar la lana porque la venta tardaba y la gente no pagaba, le mocharon el otro. En cajitas de zapatos, de esos flexi, llegaron los dedos, en dos envíos, a mi casa.

Su esposa se espantó tanto que se desmayó. Sus tres hijos lloraron y lloraron. La histeria. Yo me creí muerto. Ya no me dolían los dedos ni las manos. Me estaba taladrando el corazón: el alma me la tenían perforada.

Al final lograron pagar esos dos millones y medio. Su esposa lo dejó porque se le acabó el negocio y el dinero, y sus hijos se quedaron. A los meses su padre murió: ya no tenía nada, así que me puse a hacerles mandados a los vecinos, a juntar botes en la calle e ir al mercado de abastos para recolectar tomate, manzanas, plátanos que caían de los carros repartidores o que tiraban los comerciantes. Las manchitas, piezas aguadas, deformes, eran para él una bendición. Así lograba tener para que sus hijos comieran.

Esos putos ya están muertos, se lo garantizo, le dijo el pasajero. Pronunció un aquí me bajo. Le extendió un papel en el que había escrito El quince y un número de teléfono. Si sabe de alguien que esté extorsionando, me avisa pa matarlo. Y le dio quinientos de propina.

Columna publicada el 3 de noviembre de 2019 en la edición 875 del semanario Ríodoce.

(MALAYERBA/ JAVIER VALDEZ/ MALAYERBA/ NOVIEMBRE 5, 2019, 7:29 AM)

MALAYERBA: DINERO DE DIOS



La divina providencia nos socorrerá, le dijo el padre a la monja. El joven seminarista los escuchó y se quedó callado: apretó los labios, entrecerró los ojos y agachó la cabeza, resignado. No más le faltó hincarse y encomendarse a Dios, la virgen o San Judas Tadeo. Nadie en el firmamento. Y el de sotana ya lo había dicho. El cielo proveerá.

Volteó y las nubes le gritaban con colores grises oscuro, negro condena, azul soberbia. Ratificó sus temores: nadie. Su madre lo había mandado ahí, pero él también lo quería. Sintió el llamado del todopoderoso cuando estaba en la primaria. Monaguillo por pasión y sin tomar de la limosna, porque es pecado robar. Se sabía de memoria los rezos y si alguien se lo permitía, podía oficiar una misa. Desde el credo hasta el saludo de la paz. No más le faltaba la homilía.

Por eso entró al seminario. Mi hijo tiene vocación, dijo la madre. Llorosa, con las manos temblando y el labio inferior mojado y suelto, se lo anunció a su esposo y a sus dos hermanos. Todos estaban emocionados, conmovidos. Parecían ver a Juan Diego, iluminado e irradiando el cuarto, la sala, el patio, el comedor y el zaguán donde no cabía el carro que no tenían.

Voy a ser seminarista, les dijo. Y todos lo abrazaron. Él se puso triste porque iba a vivir fuera de casa, internado en el seminario diocesano, sin sus amigos del barrio, ni esa chava que ya ensayaba sonrisas cuando lo veía de lejos. Pero quería ser sacerdote, oficiar misa, dar la comunión, atender a los pobres como él, orientar la feligresía y enseñar la palabra de Dios.

Pero no tenía dinero y eso apenas empezaba. Ya en el seminario, faltaban recursos y él no contaba con nadie: sus padres tenían los bolsillos enteleridos y él se había gastado todo en los primeros meses. Por eso acudió al sacerdote y lo comentó con una de las monjas que lo auxilia. Dios proveerá, la santísima trinidad nos ayudará. Retumbaba en la cabeza y su billetera seguía seca.

Le contó a uno de los seminaristas, con quien ya había amistado, y él le dio la solución. Hay que recurrir al patrón. Quién es. El patrón, el señor. Preguntó si hablaba de Dios. No, de un hombre bueno y poderoso, con muchísimo dinero. Él siempre ayuda a la iglesia, al seminario: manda comida, nos da para los viajes, reparte dinero entre los alumnos más pobres y da buenas limosnas.

Pensó en un gran empresario. Benefactor de la iglesia y generoso con los necesitados. Se dijo que era alguien cercano al obispo, lo imaginó sentado en alguna banca escuchando misa e hincado y rezando en silencio mientras saboreaba la hostia envinada. No, no viene a misa. Es un narco, le dijo. Entonces es dinero malo, respondió. No, es dinero de Dios.

Columna publicada el 10 de noviembre de 2019 en la edición 876 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/MALAYERBA/NOVIEMBRE 12, 2019, 7:22 AM)

LA MOTO



Policía condecorado, de carrera. Era destacado y así se había mantenido cuando fue a cursos al extranjero. Hasta un reconocimiento se trajo por su desempeño. Por eso lo ascendieron a comandante y lo nombraron jefe de una base de la policía que estaba lejos de la ciudad capital.

Le ordenaron párteles la madre. Tenía luz verde para entrar a domicilios, detener sin orden de aprehensión, irrumpir sin permiso de un juez donde le pareciera. Por sospechas, porque le daba la gana, porque esa apariencia de malandrín lo ameritaba, no más por que sí. Y zas tumbaba las puertas, reventaba candados y luego decía era una casa de seguridad, por eso nos metimos a revisar.

Inventaba que había drogas. Y como no la había, la sembraba. Sobredosis especial de saña cuando se trataba de gente pobre: indefensos, ignorantes, solos, en el abandono, con sus vidas miserables y en medio de un cuarteado páramo. A esos los golpeaba al antojo. Cada que podía tomaba dinero, joyas, teléfonos celulares. Napalm del hurto en tierra de nadie.

Pero algunos empezaron a quejarse. Las inconformidades llegaban a oficinas de organismos de derechos humanos, luego a la policía. Se hicieron denuncias públicas. También llegaron papeles de estas quejas a manos del procurador. La gota para que aquello empezara a derramarse fue cuando él acudió a la ciudad más cercana y se topó con varios que iban en motocicletas. Le echó el ojo a una de ellas. Prendió la torreta, pitó. Hizo señas para que se detuvieran.

Es una revisión de rutina, les dijo. Sonrió con picardía, como si tuviera un diente de oro qué presumir. Esta me la llevo, anunció. Era una jarlei negra, con adornos dorados y rojos como ornamentaciones. Poderosa, de mofle malhumorado, grande como dragón. También me quedo con el casco. Por qué, le preguntó el dueño. Porque me gusta.

Se interpuso una queja y luego una denuncia. El comandante insistía en que era una belleza ese monstruo de dos ruedas. Y lo limpiaba y trataba como si fuera una diosa de acera. Hasta compró solventes para borrar la serie del motor y labrar otro. El jefe de la policía se hartó porque llegaban las quejas y no dejaban de llegar. Otra vez con tus pendejadas, cabrón. Agarra la onda. Mira nada más el desmadre que traes. A ver cómo resuelves esto. Poco le importó.

Lo buscaron, le insistieron que la regresara, que la moto tenía dueño. Háganle como quieran. Esta cabrona es mía: la lustraba, tallaba y tallaba el serial, y repetía me gusta para montarla. Las víctimas de sus abusos seguían quejándose. Las denuncias por robo, asaltos, tortura, detenciones arbitrarias, se agolpaban en archiveros y escritorios. Hasta esa vez que le cerraron el paso, lo bajaron de la camioneta en que iba con unos amigos y le dispararon. Hasta aquí dejaste de chingar, le gritaban.

Columna publicada el 17 de noviembre de 2019 en la edición 877 del semanario Ríodoce.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ MALAYERBA/ NOVIEMBRE 19, 2019, 7:43 AM)

MALAYERBA: NARCOPASIONAL



Para Federico Campbell. Con ráfagas de vitaminas y esperanzas.

La mujer manejaba la camioneta con pulcritud. Tomó el bulevar ancho, a tres calles de su casa. Vuelta a la derecha. De frente, dos cuadras. Luego a la izquierda. Relaja sus dedos sobre el volante, abre y cierra las piernas con lentitud y activa el direccional.

Suelta un poco el acelerador y traslada su pie derecho al freno, suavemente.

Levanta la derecha, abre el compartimento que está encima del retrovisor y presiona el botón del control remoto del portón eléctrico. La música acompaña sus movimientos. Volumen bajo: Joan Sebastián canta solo para ella: hoy empieza mi tristeza, ya te vas, empacada en tus maletas, mi alegría te llevarás, como te amo ni había amado, ni amaré.

Pero ella no tarareaba, solo emitía un dietético sonido con los labios pegados.

Quizá porque era lunes en la mañana. Tal vez porque estaba esa rola en su reproductor de discos compactos. O porque iría con sus amigas al café de las once. O por nada. Pero estaba relajada, ausente, viajando entre el tablero de su camioneta, las rolas, la voz, la nostalgia, y esa mañana de apacibilidad.

Probablemente por eso no vio el automóvil blanco que la había seguido y que dejó su rastro dos cuadras antes de llegar. No vio el carro, mucho menos a esos dos. Uno de ellos hablaba y hablaba por teléfono. Tampoco reparó en esos que estaban en un vehículo gris, por la acera de enfrente, a pocos metros de su casa, ni que en ese momento una nube bloqueó los brazos ardientes del sol de las ocho.

Ella avanzó en su cochera. Frenó como si se hundiera en un invitante colchón. Llegó y siguió hundida en el sillón de cuero, frente al volante, con el sonido de mmm emanando de sus labios pegados y esa boca de la que asomaba, una sonrisa.

Detrás, un hombre bajó del carro gris. Trae algo oscuro en su mano: cuelga, destella, la esconde, roza con su muslo de mezclilla, avanza con un compás de portar la muerte como la única certidumbre vital, empuña y camina con una prisa que no pierde ritmo ni tiempo. Se cuela antes de que ella aplaste el botón del control remoto que cierra el portón de la cochera.

Ella empuja el dispositivo que la libera del cinturón de seguridad. No suelta el volante, al contrario lo golpea al ritmo de la balada. Joan Sebastián le dice que está triste, pero ella viaja lejos y con los ojos abiertos. No ve lo que está detrás, a un lado, el ojo ciego y oscuro de esa treinta y ocho, que le escupe el cuello, la cabeza, la cara.

A tres cuadras, media hora después, dos mujeres en el ocso. Ya supiste. Mataron a la Karla. Tan guapa ella, tan simpática. Y eso. Qué habrá sido, por qué. Pues ya sabes: o fue por eso del narco, o algo pasional.

(RIODOCE/ JAVIER VALDEZ/ IMPRESO, MALAYERBA /  NOVIEMBRE 26, 2019, 7:31 AM)

POR VIOLENCIA ENDURECEN FILTROS DE SEGURIDAD



“Afortunadamente se han tenido en muchísimos casos resultados positivos en el esclarecimiento de los hechos, y eso es combate a la impunidad”, confirmó el secretario general de Gobierno, Álvaro de la Peña Angulo, sobre los operativos para combatir la delincuencia organizada que han endurecido su estrategia en los últimos días

Las últimas semanas en Baja California Sur se ha denunciado a personas “levantadas” y encontradas sin vida en terrenos baldíos, así como ejecuciones y enfrentamientos con fuerzas de seguridad, como lo adelantarían miembros de inteligencia militar debido a la contención de células delictivas procedentes de Sinaloa.

Según el Gobierno de Baja California Sur, la estrategia es dar seguimiento a cada uno de los hechos de alto impacto, con el fin de reducir la impunidad y el nivel de desconfianza en las fuerzas de seguridad.

“Afortunadamente se han tenido en muchísimos casos con resultados positivos en el esclarecimiento de los hechos, y eso es combate a la impunidad,  el que la haga, que la pague, de acuerdo a la naturaleza de la propia conducta”, declaró el secretario general de Gobierno, Álvaro de la Peña Angulo.

En la Mesa de Seguridad Pública todos los días se revisan los hechos de seguridad, y, cuando hay un salto de incidentes, de inmediato se ordena reforzar los puntos flacos del operativo.

Precisamente en los hechos de alto impacto recientes, miembros del grupo confiaron a ZETA que las investigaciones se hacen sin oportunidad para la corrupción, de esta manera se garantizan resultados.

“Dentro de la estrategia de seguridad y justicia, todos los días se revisan los hechos acontecidos y se planea lo que va a hacer a propósito de estos. El combate a la impunidad ha sido fundamental para bajar los índices delictivos, a quien comete un ilícito se le persigue y se le detiene, en la gran mayoría de los casos así ha sido, sobre todo hechos de alto impacto se han esclarecido, y eso es muy importante”, explicó la fuente de la Mesa de Seguridad.

Ramón Antonio Victorio Cosío, de 19 años ya había sido amenazado de muerte, en un atentado le incendiaron el automóvil, además de que dos de sus amigos habían sido ejecutados en Ensenada, BC

En tramos carreteros, terminales marítimas y aeropuertos hay mayor presencia de militares, Policía Federal y Guardia Nacional, incluso Marina y Policía Estatal. Ante los temores recientes de la incursión de ciertos grupos delictivos, se han endurecido los filtros de revisión, “factor fundamental para disminuir los hechos delictivos, se sigue deteniendo personas a prófugas de la justicia, sobre todo en aeropuertos y en las terminales marítimas, también tenemos aseguramientos de drogas en compañías de paqueterías, se está revisando minuciosamente. Vamos a  continuar enfatizando en los puntos de control al Estado para disminuir este tema de prófugos de las justicia”, expresó por su parte Álvaro de la Peña Angulo.

La escalada de violencia en otros estados de la República preocupa, sobre todo enfrentamientos entre los cárteles Jalisco Nueva Generación y de Sinaloa, ya que comparten el territorio sudcaliforniano.

Ante ello, desde la Mesa de Seguridad se informó que cuando se registran estos altos índices de violencia, podría registrarse algún fenómeno que traiga delincuentes a la entidad.

Po ello se es muy específico: si los visitantes sospechosos no cuentan con recursos para ser turistas, casa o trabajo, menos aún familia, no hay necesidad de que ingresen al Estado. Así se ha combatido la presencia de presuntos sicarios, algunos ya con mandamientos judiciales activos.

“En esos casos se redobla la fuerza y vigilancia en los puntos de revisión secundaria. Hemos tenido detenciones de prófugos de la justicia en terminales marítimas y aeropuertos, principalmente en el Aeropuerto de San José del Cabo y el punto de Pichilingue en el barco, porque traen orden de aprehensión o por delitos diversos y no tienen trabajo, no tienen adónde llegar, no tienen familia, pero vienen huyendo de otro Estado. Es un tema de contención”, lanzó De la Peña Angulo.

ACRIBILLAN A JOVEN EN GUERRERO NEGRO

La mañana del 14 de noviembre, la familia Victorio Cosío pretendía salir de BCS con dirección a Ensenada, Baja California. Viajaban a bordo de una SUV Fiat de colores blanco y negro: Ramón Antonio Victorio, padre; Ramón Antonio Victorio Cosío, Cruz Isabel, madre; y Yedith, de 23 años, novia del joven de 19 años, quienes relataron que a unos 10 kilómetros pasando la frontera entre BCS y Baja California, en dirección de Guerrero Negro al poblado Jesús María, fueron interceptados por una vagoneta de color blanco, quedando en dirección opuesta.

En la relatoría de hechos que dio a conocer personal de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), los hombres en la vagoneta iban fuertemente armados y se dirigieron directamente a Ramón Antonio hijo, descargándole varios disparos.

Conforme a las declaraciones de la familia, los agentes militares describieron que la víctima recibió cinco tiros, falleciendo al instante.

“El originario de Isla de Cedros, de ocupación empleado de Exportadora de Sal, y de compra y venta de  gasolina, recibió disparos en el pecho. Una de las tres personas agresoras les pidió las llaves de su vehículo, el segundo agresor le tomó una fotografía al occiso, y el tercer agresor le quitó los celulares a las personas del sexo femenino. Los agresores abordan su vehículo y se retiran con dirección al sur, es decir, al Estado de Baja California Sur”, compartió un agente de investigación militar.

“Es la forma en que opera la Zona Norte, sicarios enviados directamente a ejecutar y salir del sitio, sin mediar una sola palabra abrieron fuego y tomaron evidencia del asesinato”, aseguró la fuente.

De acuerdo a testimonios, el joven occiso era el encargado de abastecimiento de gasolina a las personas que comercializan la planta medicinal conocida como siempreviva -endémica de Isla Cedros-, la cual tiene un alto valor comercial en el Continente Asiático. Su venta es clandestina y se encuentra protegida por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.

Ramón Antonio ya había sido amenazado desde hace un año, cuando balearon su vivienda y le prendieron fuego a su pick-up. Versiones de la propia familia lo vinculan con un grupo de personas, “apareció en una fotografía, lo señalaban como coordinador, no especificando de qué; dos personas que aparecen en la fotografía fueron ejecutadas en Ensenada  y por ese motivo creen que no fue un asalto, que iban a matar  directamente a su hijo”

Queda claro que los sicarios iban por Ramón Antonio Victorio Cosío, sus agresores lo cazaron justo después de haber abandonado territorio sudcaliforniano.

El secretario Álvaro de la Peña Angulo confirmó que a todos los hechos se les da seguimiento, sobre todo se invertirá en mayores estrategias y medidas de seguridad, “sin embargo, todos los hechos de violencia que se presenten, por menor que sea, en todo momento se abre una carpeta de investigación, se le hace un seguimiento puntual”, en el caso de Victorio Cosío, la GN351/2019.

MURIÓ CALCINADO EN SU AUTO

La tarde del lunes 18 de noviembre, diversas fuerzas de seguridad fueron alertadas por una llamada de auxilio reportando la incineración de una camioneta Honda Element de color azul en Guadalupe Victoria e Ignacio Ramírez de la colonia El Esterito, municipio de La Paz, adonde acudieron Bomberos y elementos de la Policía Municipal.

Al apagar las llamas, los apagafuegos se percataron que en el interior, en la parte del piloto, se encontraba un hombre sin signos vitales, posteriormente identificado como Agustín Jaime Armenta López, de 48 años y originario de Sinaloa.

“Testigos confirmaron haber escuchado por lo menos dos disparos de arma de fuego, además de ver descender de la unidad a una persona del sexo masculino, prender fuego y huye del lugar”, expresó un agente de Seguridad Pública adscrito a la Policía Municipal de La Paz.

Acorde con testigos, hay indicios de homicidio, sin embargo, el Servicio Médico Forense realizó la cadena de custodia y la investigación del incidente.

“De las investigaciones se desprende que un familiar del occiso aseguró que momentos antes del fuerte olor a quemado en las afueras de su domicilio, su sobrino entró a su casa a despedirse de su familia, a la que con anterioridad ya había amenazado con suicidarse por problemas con su esposa, además les dijo que se había sacado la lotería. Salió, subió al automóvil y momentos después se percataron del olor a gasolina y el incendio de dicho auto”, informó la Procuraduría General de Justicia del Estado.

Tras el embalaje de los indicios, las autoridades encontraron en el auto 126 mil 300 pesos en efectivo, en billetes de diferentes denominaciones y Un galón con residuos de gasolina.

Mientras que miembros de la Agencia Estatal de Investigación Criminal descartaron el hallazgo de casquillos percutidos pese a las supuestas detonaciones que se mencionaron, o heridas de bala en la víctima.

La necropsia determinó como causa de muerte “quemaduras por fuego directo”, además, que en ningún momento se vio a otra persona, solo se prendió fuego dentro del auto.

En las supuestas declaraciones de familiares, agentes de Investigación Criminal confirmaron que Agustín Jaime entró  al domicilio y les dijo que iría “a un lugar mejor, se despidió de la familia”. Después fue encontrado sin vida.

Pese a los distintos reportes por haber escuchado disparos, todo indica que el fallecido se auto inmoló junto con los 126 mil pesos que se habría ganado en un casino.

AMAGARON A GUARDIAS DE SEGURIDAD

Durante la madrugada del viernes 15 de noviembre, hombres armados se dieron su “Buen Fin” en el exclusivo hotel Paradisus, ubicado en el Kilómetro 19.5 del corredor turístico de Los Cabos. El comando ingresó a la caseta alrededor de las 2:53 am. El guardia fue llevado hasta una de las habitaciones e hicieron que llamara a sus compañeros.

De acuerdo a las versiones, uno a uno, los diez vigilantes fueron llegando a la habitación, donde fueron sometidos por entre seis y ocho sujetos armados que los despojaron de pertenencias. Casualmente la Policía Turística no fue la primera en llegar, pero sí los patrulleros a bordo de las unidades de la Dirección de Seguridad y Tránsito de Los Cabos con números económicos 826 y 825, luego que el comando armado se había retirado.

Después del incidente, personal del hotel interpuso la denuncia SJC/2846/2019.

“La Procuraduría General de Justicia del Estado está investigando y tendrá que informar, estamos trabajando precisamente con las demás instituciones, sobre todo con la Fiscalía General de la República y las demás policías para esclarecer los hechos, hay situaciones encontradas de las versiones y no hay ahorita una información que pueda precisar, precisamente que lo que se diga sea la verdad y no alterar”, reiteró Álvaro de la Peña Angulo desde la Secretaría General de Gobierno.

Ante la posibilidad de que se vuelvan a registrar este tipo de hechos, poniendo en riesgo a los huéspedes de los hoteles, la Mesa de Seguridad Pública ha establecido un operativo intenso en la zona turística y alrededores.

Del mismo modo se implementará en La Paz, donde hace semanas hubo presencia de hombres armados en Los Barriles, donde habría una nueva Policía Turística.



“Ya tenemos marcadas ciertas zonas, ciertos incrementos en cuanto a cierto delitos así como la creación de una unidad motorizada con recorridos en lugares que eran de difícil acceso para nosotros”, mencionó Omar Armando Valdez, director general de Seguridad Pública, Policía Preventiva y Tránsito Municipal de La Paz.

De acuerdo a las últimas cifras del proyecto social Semáforo Delictivo, La Paz se ubicó como el segundo municipio con menor percepción de inseguridad, es decir, el segundo más seguro a nivel nacional.

AUMENTAN AGRESIONES INTRAFAMILIARES

De igual forma, Semáforo Delictivo llevó a cabo el análisis de la problemática que envuelve a la entidad, que a lesiones dolosas y venta de droga, suma la violencia doméstica y violaciones en Rojo.

Preocupan principalmente los municipios de La Paz y Los Cabos, donde existe mayor arraigo cultural ante la presencia de ciudadanos de otros estados como Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Veracruz.

“En la medida que la población va creciendo en algún lugar, incrementan ciertas conductas, el desarrollo conlleva también problemáticas de todo tipo, necesidades también en Baja California Sur. El crecimiento como en este caso de las conductas delictivas, familiares, es precisamente por el crecimiento poblacional, viene un 7 por ciento de crecimiento anual de personas, familias enteras que se trasladan de otras entidades del país, sobre todo el sureste y del centro, a trabajar a Los Cabos; finalmente se crea una sociedad multicultural, incluso algunos vienen de comunidades de usos y costumbres y es un tema complejo, con una sociedad muy diversa. Debemos trabajar todas las instituciones de los tres niveles de gobierno en la prevención de la violencia social”, reconoció Álvaro de la Peña Angulo.

Las conductas delictivas nacen en el hogar, siendo el machismo y el alcoholismo los principales factores, lo que detona la violencia intrafamiliar y violaciones, incluidas las cometidas en contra de menores de edad y personas con discapacidad.

Semáforo Delictivo sugiere trabajar la educación desde casa, pero también que los gobiernos inviertan en campañas de promoción de los derechos de los niños, de las mujeres y que aprendan a respetar.

“Tenemos que entrar en un tema educativo cultural, desde casa educar a los niños, hablo de que los niños respeten a las niñas, parece algo utópico, pero no lo es. Si un niño aprende a respetar a las niñas, eso se queda por siempre, fomentar los valores universales, el respeto, la educación, no tener solos a los niños en casa, en la computadora, viendo todo lo que ello contiene”, reafirmó el secretario general de Gobierno.

(SEMANARIO ZETA/ EDICIÓN IMPRESA  /INVESTIGACIONES ZETA/MARTES, 26 NOVIEMBRE, 2019 01:37 PM)

LOS LEBARÓN PIDEN A LA CASA BLANCA QUE DECLARE A CÁRTELES MEXICANOS COMO ORGANIZACIONES TERRORISTAS



La familia LeBarón solicitó este domingo 24 de noviembre a la Casa Blanca -sede del Gobierno de Estados Unidos- declarar como organizaciones terroristas a los cárteles de drogas en México, mismos que buscan poder político para crear un “narcoestado”, cuyos “actos desenfrenados de violencia y asesinato han invadido nuestras fronteras y creado una crisis internacional”.

La solicitud fue publicada en el apartado de peticiones del portal web WhiteHouse.gov, donde los LeBarón señalaron que dichas organizaciones criminales cuentan “con recursos aparentemente ilimitados”, por lo que “ha resultado casi imposible detenerlos”.

“Los carteles controlan el flujo de opioides, heroína, metanfetaminas, cocaína, fentanilo ultra mortal y todas las demás drogas ilegales que se introducen de contrabando a los Estados Unidos desde México”, explicó la petición, que agregó que dichos grupos secuestran, extorsionan y y dirigen las principales redes de trata de personas con casi total impunidad.

Indicó que en México se comete aproximadamente 35 por ciento más asesinatos que los que perpetran en conjunto los grupos terroristas reconocidos. “No podemos permitirnos continuar con las mismas políticas fallidas para combatir el crimen organizado. ¡Son terroristas y es hora de reconocerlo!”, finaliza la petición, que debe reunir 100 mil firmas en un periodo de 30 días para obtener una respuesta oficial de la Casa Blanca.

“Creemos firmemente que entre el aumento de la violencia que causan en Estados Unidos y el veneno que comercializan y proporcionan cada día al pueblo estadounidense en forma de drogas ilegales, los cárteles mexicanos representan un mayor riesgo de seguridad para el pueblo estadounidense que la mayoría de los otros grupos terroristas oficiales combinados”, indicó Bryan LeBarón el pasado 22 de noviembre en un comunicado.

“Rechazamos absolutamente la idea de que [los cárteles] no tienen una agenda política, ya que se ha demostrado claramente que influyen en el Gobierno mexicano en demasiados niveles […] Su objetivo es ganar suficiente poder político como para crear un ‘narcoestado’ en México con el fin de garantizar que puedan continuar operando su imperios oscuros sin condena ni consecuencia”, se lee en el texto.

En el documento, LeBarón indicó que mientras las familias afectadas por la masacre cometida el pasado 4 de noviembre por presuntos criminales en el municipio de Bavispe, Sonora, que dejó 9 personas muertas, tres mujeres adultas y seis menores, analizan el plan para realizar la “Caravana a Washington”, misma que se pospuso.

“Como ciudadanos estadounidenses, las familias buscan encontrar maneras de mantener esta tragedia en la conciencia pública, que sus amadas esposas e hijos no hayan muerto en vano”, anotó LeBarón, quien explicó que la “Caravana a Washington” tiene tres objetivos.

“El primero es continuar elevando conciencia sobre la gravedad de la situación actual en México, que está teniendo efectos reales no sólo a más de medio millón de ciudadanos estadounidenses que actualmente viven en México, sino que ha causado un aumento en el crimen e inseguridad que se extiende sobre la frontera de los Estados Unidos en forma de pandillas violentas y redes de distribución que trabajan directamente con y bajo el mando de los cárteles”.

El segundo objetivo, agregó LeBarón, es un intento de arrojar luz sobre el hecho de que ha habido un promedio de casi cien asesinatos por día en México desde principios de 2018 debido a las organizaciones terroristas que actualmente operan con casi total impunidad.

“Muchos expertos predicen que sólo empeorará a menos que México y Washington adopten una postura agresiva. Si bien respetamos plenamente la soberanía de México en el Gobierno de sus ciudadanos, reconocemos que estamos lidiando con una crisis internacional que requiere la cooperación de ambos Gobiernos para hacer una diferencia real”, añadió.

El tercer propósito, dijo LeBarón, es expresar su gratitud al Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) y a los funcionarios electos de Estados Unidos, incluyendo al presidente Donald Trump y varios senadores, así como policías y agentes de la Patrulla Fronteriza, quienes expresaron sus condolencias y ofrecieron apoyo a las familias de las víctimas.

LeBarón aseguró que la “Caravana a Washington” se ha pospuesto para reunir suficientes firmas y garantizar una respuesta oficial de la Casa Blanca, y poder obtener una invitación formal para discutir sus preocupaciones con los miembros de la Administración encabezada por Trump.

Sin embargo, puntualizó que el plan de la caravana todavía está sobre la mesa, y que han discutido sus preocupaciones con integrantes del Congreso estadounidense, pero su comunidad optó por iniciar primero con una petición al presidente de EE.UU.

“No descansaremos hasta que hayamos visto justicia, ni nos veremos frustrados en nuestros planes para promover la libertad y la seguridad hasta que finalmente nuestros Gobiernos colectivos tracen una línea firme para establecer que el acto de asesinar a mujeres y niños inocentes ya no se cumplirá con impunidad, ¡especialmente el asesinato de ciudadanos estadounidenses!”, concluyó LeBarón.

El pasado 18 de noviembre, la familia LeBarón informó que enviaron una carta al presidente estadounidense Donald Trump, solicitándole una reunión con él en Washington. En su misiva abundaron que planean viajar en caravana desde la comunidad de La Mora, hasta la capital estadounidense, para reunirse con el mandatario de EE.UU., para que les brinde apoyo para la seguridad en México.

En la carta que fue publicada en sus diversas cuentas de las redes sociales, también convoca a otros miembros de la comunidad sonorense de La Mora. “Deseamos expresar la profundidad de nuestro agradecimiento por la gran cantidad de apoyo que proviene de su administración durante este tiempo”, indica la misiva.

La carta que está fechada el pasado 17 de noviembre, fue recibida por Trump a través del gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum, quien tiene relaciones con la familia mormona. “La masacre de LaMora se ha convertido en un llamado a unir a todos para defender la paz y la seguridad no solo de los Estados Unidos, sino también de México”, señalaron los LeBarón, quienes cuentan con la doble nacionalidad.

(SEMANARIO ZETA/ DESTACADAS BCS  CARLOS ÁLVAREZ/DOMINGO, 24 NOVIEMBRE, 2019 06:46 PM)