jueves, 1 de agosto de 2013

LA PESADILLA DE LAS PANDILLAS GOBERNANTES EN GUAYMAS

La Viña del Señor

Cada tres años los guaymenses tiemblan nomás de pensar respecto a quienes habrán de acompañar al gobernante en turno en su quehacer administrativo en los principales niveles de mando del ayuntamiento porteño. 

Ojala nada más fuera el alcalde entrante quien hiciera y deshiciera a su antojo tal como antaño era la tradición en tiempos del PRI hegemónico, sino que implica el hecho que cada nuevo trienio los porteños se juegan en un volado el futuro por la calamidad que seguramente representarán los hombres que habrán de arribar y conducir la nave municipal.

Si bien es cierto la mayoría de los (o las) presidentes municipales han pasado a la historia por sus ocurrencias, pillerías, desatinos o la forma caprichosa de ejercer su mandato o por la estela de inconformidades dejadas a su paso, son pocos los casos en que en el imaginario popular han quedado registrados gratamente. Garbanzo de libra fueron Florencio Zaragoza, Gaspar Zaragoza o el Mocho Martínez.

¿Líderes o caciques políticos?

Es obvio que esa forma patrimonialista de gobernar tiene mucho que ver con el caciquismo que en ciertas épocas se manifestó a través de fuertes personalidades que con su poder sin contrapesos impedían que cuajara la deseada institucionalidad en el desempeño de las administraciones municipales, mismas que eran avasalladas por esos poderes fácticos, más allá de los partidos políticos, programas y su ideología. 

Dichas formas de dominación se materializaban en la persona del señor de horca y cuchillo, cuya fuente de poder –o el estado de gracia de que hablan algunos-- provenía de su dominancia en algún sector económico, como fue el caso del clan Zaragoza, que llegó a incursionar en múltiples ramas de los negocios desde el comercio, turismo y el ramo inmobiliario.

Otros como Florentino López Tapia, fincaron su poder en el control que ejerció sobre los pescadores y sus cooperativas a través de la Federación Regional de Sociedades Cooperativas de la Industria Pesquera del Sur de Sonora, F.C.L. y Oscar Ulloa Nogales, el General, entonces hombre fuerte de la sección porteña del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), cuyo líder nacional era Joaquín Hernández Galicia, la Quina. A partir del poderío económico de sus gremios ambos personajes llegaron a acumular enorme influencia e hicieron del PRI, partido en el que militaban, un apéndice de sus organizaciones a grado tal de que llegaron a desempeñarse como legisladores y alcaldes del municipio.

Los dos fueron sacados de la jugada por el embate de la tecnoburocracia en el poder una vez iniciado el ciclo neoliberal, cuya punta de lanza fue la elaboración del Plan Global de Desarrollo por Miguel de la Madrid Hurtado con José López Portillo en la presidencia.

Los casos de prohombres como Marco Antonio Morroño Llano Zaragoza y Julio Ramón Luebbert Duarte, “El príncipe de Miramar”, son destacados, pues a partir de su actividad como empresarios uno del ramo agrícola y otro pesquero, supieron jugar sus cartas y su rol de jefes políticos de grupos con presencia regional, dadas sus relaciones de alto nivel, el primero con políticos de la talla de los exgobernadores Armando López Nogales y Eduardo Bours y el excandidato presidencial Francisco Labastida y el segundo con el exgobernador Manlio Fabio Beltrones y su excampañero en la facultada de economía del Tec Luis Donaldo Colosio Murrieta, hasta su ejecución en Lomas Taurinas.

Con ese nivel de relaciones resulta obvio que los citados llegaron a ostentar además de poder económico, fuerte presencia política, lo cual en ocasiones no impidió el enfrentamiento entre ambos.

A pesar del poder que desplegaban en torno a estas personalidades se conformaron una especie de cofradías en donde destacaban no por su talento político, sino por su entreguismo interesado gentes como Alfonso Poncho Ayala Fonseca, Manuel Barrón, Inés Ramírez, Víctor Pérez Ascolani, Gregorio Alvarado, Magdaleno Ochoa, Francisco Chico Vázquez, Jorge Enríquez Valle, José Luis Marcos León Perea, Abel Morales, Artemisa Lara  y hasta Bulmaro Pacheco, quien con el General obtuvo uno de sus primeros encargos en el gobierno. El Tigre Jaime Escobar, se ganó a pulso el mote de ideólogo del PRI.

Candelario Flores el Charrasqueado, Manuelita Ojeda Amador, doña Aida Valentina, Héctor Molina y Miguel Salas Mariscal, en algún momento pugnaron por que hubiera procesos democráticos al interior del tricolor porteño para elegir a sus dirigentes, bandera que también enarbolaron tiempo después Pedro Romano Terrazas, Jesús Chuy Fajardo, Carlos Bebo Zataraín, Marco Antonio Cachorro Ulloa y Germán Uribe.

¿Alternancia sin rumbo?

Si en 1991 se quebró la hegemonía del PRI en el municipio, fue en 1997 cuando se dio la alternancia sin sobresaltos en el poder municipal, a pesar de los conflictos en que el llamado Gobierno de Ciudadanos de Sara Valle sumió al ayuntamiento guaymense. 

Para 2000 el PAN llevando como candidato a la alcaldía a Bernardino Cruz Rivas desbarranco las intenciones del Morroño de ejercer por segunda vez como presidente municipal. Para 2009 Acción Nacional regresó al poder en el municipio con César Lizárraga, quien devolvió la estafeta al PRI en 2012.

Pero, al margen de quien encabece la administración municipal y del partido gobernante, ha sido notable la invariable presencia de grupos o pandillas que llegan cual plaga a tomar las riendas de las principales carteras del organigrama de la comuna.

Entre esas cofradías o clanes políticos cuyo despliegue de espíritu de cuerpo es innegable, a lo largo de la historia porteña han cobrado fama la  famosa banda de Sinaloa con Florentino López Tapia; la Happy Family con Mundo Chávez; el Barzón con Sara Valle; los Golondrinos con Bernardino Cruz Rivas, para los que tuvo que reformar el Reglamento Interno porque la antigüedad de dos años avecindados en el municipio no les daba en el caso de Francisco Chespirito Gallegos y Fernando Miranda Blanco, hoy síndico en Hermosillo; los Ingenieros con César Lizárraga y cuya cabeza visible era Jesús Negro Saldaña en incluía al propia Lizárraga, Alonso Arriola, José de Jesús Morales Uruchurtu y a Ricardo Valenzuela y la Familia Feliz con Otto Claussen, que por su condición de foráneos le valieron al ario severas críticas de la vieja guardia del priísmo que nominalmente conduce Susana Corellla Platt.

Leales al alcalde en turno, con quien forman bloque y a quien reconocen como su jefe, estos grupos mantienen cohesión, afinidad y cohesión interna por las complicidades que los hermana y el afán de obtener beneficios y hasta enriquecerse a costa del patrimonio de los porteños y ejemplos sobran: el saqueo de arcas por parte del rastrillo del Papito Marco Antonio Córdova Campa; el manoteo y las maniobras en el Concejo de Felipe Rivadeneyra, que llevó al bote a José Ramón Uribe y a Roberto Hugo Maciel; la soberbia de Mundo, quién falló en heredarle el cargo a Everardo Martínez Samaniego; los desarreglos con Sara al romperse la cohesión interna del grupo al confrontarse de inicio con el secretario Santiago Cabezón Luna y el tesorero Oscar Ramos, aunque antes de asumir el cargo había roto lanzas con Lorenzo Ramos Félix y Armando Pozole Saucedo; las aceleradas del Bebo; la privatización del servicio de limpia y la rapacidad del Toño Astiazarán; los enjuagues de las luminarias y el papel de la empresa Miffel con César Lizárraga o el brutal adelgazamiento de la nómina, los pactos secretos con PASA y el festín en que se ha convertido la seguridad pública municipal con Claussen. Ahí nomás.

Por mientras habrá que batallar al Otto, para quien la alcaldía es solo un hobbie y un escalón rumbo a la diputación federal en 2015 y a sus cuadros, como el Eduardo Gaxiola y al orgullo de su nepotismo el Junior Profeco; a la Zulma y al Pancho; a los brothers Flores; los Gerardos Mass; los Walters y los Fabrizios;  a los Giancos Urías y a la joya de la administración, el Maizenas Héctor Hernández, un chepino decepcionado cobijado como Contralor para cazar a los panistas de la anterior administración para enojo de los tricolores. Y por alto la Armada de México y el gobierno del estado han prescindido de convidarlo para tratar cosas serias, como en la reunión del 30 de julio en donde estuvieron presentes el procurador Carlos Navarro y gentes del Cisen.

Por eso pocos dudan de que Guaymas es un lugar maldito y que la profecía del Turco Plutarco Elías Calles, de que nunca dejaría de ser una aldea de pescadores fue acertada.

(EL PORTAL DE LA NOTICIA/  Columna La Viña del Señor/ Miércoles, 31 de Julio de 2013 19:42) 

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