Los vestigios
de este singular sitio permanecen enterrados o semidescubiertos, pues los
habitantes, dedicados la mayoría a la siembra de maíz, ocupan las antiguas
piedras para colocarlas en viviendas o corrales
Reforma
Piedra Labrada,
Guerrero— Era tan pesado, cuentan, que hasta las llantas de la camioneta se
desinflaron. Que estaba relleno de oro, que varios hombres lo sostenían porque
dos no aguantaban, según Jesús, Rosario e Iván, de entre 9 y 12 años, quienes
se arrebatan la palabra para relatar el descubrimiento del más reciente
personaje prehispánico en Piedra Labrada, un caserío rural de unas 50 viviendas
en la Costa Chica de Guerrero, cuyas ruinas arqueológicas han sido comparadas
con las de Chichén Itzá o las de Monte Albán.
Los adultos
enmiendan la historia: la piedra, con un jugador de pelota decapitado pesaba,
sí, pero no requirió un ejército de hombres para transportarla; las llantas del
vehículo no se poncharon; nadie sabe si contiene un metal precioso, porque
apenas se halló el 3 de mayo en el cerro, cuando los pobladores arreglaban una
tubería de agua.
El sitio
arqueológico de Piedra Labrada, que coexistió con los zapotecas de Oaxaca y los
teotihuacanos, entre otros grupos del Centro de México, pertenece al municipio
de Ometepec, del cual dista unos ocho kilómetros. Sin carretera que lo
comunique y sin transporte colectivo regular –un camión de redilas hace un
viaje miércoles y domingos– es un lugar desconocido incluso para los habitantes
de Ometepec, aunque desde 1960 el arqueólogo Román Piña Chan documentó su
existencia, tras emprender un recorrido por los caminos que transitaban los
pobladores a lomo de mulas o caballos, recuerda el arqueólogo Gerardo
Gutiérrez.
“Continúa aislado,
es una aventura llegar ahí”, opina el autor del ‘Catálogo de sitios
arqueológicos de las regiones Mixteca–Tlapaneca–Nahua y Costa Chica de
Guerrero’, académico de la Universidad de Colorado Boulder.
A diferencia de
Chichén Itzá o Monte Albán, los vestigios de Piedra Labrada –cuya ocupación
comenzó hace más de 2 mil años– permanecen enterrados o semidescubiertos, pues
los habitantes, dedicados la mayoría a la siembra de maíz, ocupan las antiguas
piedras para colocarlas en viviendas o corrales. En algún caso se usan como
cuenco para bebedero de animales o guarida de gallinas.
MUDANZA OBLIGADA
El gobernador de
Guerrero, Ángel Aguirre, anunció el rescate, junto con el INAH, del sitio
prehispánico, considerado el más importante del estado. Pero la excavación
arqueológica requiere reubicar a la comunidad, asentada en un tercio de la
zona.
Ismael Camacho,
presidente del Museo Comunitario de Piedra Labrada, calcula que el 80 por
ciento de los habitantes están de acuerdo con el traslado. Al resto será
difícil convencerlo.
“¿Y a dónde nos
vamos?”, pregunta una mujer, recelosa de la propuesta del cambio, porque además
algunos habitantes sospechan que bajo los vestigios está enterrado oro.
Otro hombre, cuya
casa refresca la sombra de un portentoso ciruelo, dice que se irá... si le
garantizan el cobijo de un árbol semejante; observa además que su vivienda se
localiza en la entrada del pueblo –donde vende dulces, frituras y refrescos– de
modo que la nueva ubicación tendría que ser equivalente.
(EL DIARIO, EDICION JUAREZ/ Agencia Reforma | 2013-05-19
| 22:17)
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