Estados
Unidos y los países europeos se negaron a entregar armas al Ejército
Sirio Libre por temor a que cayeran en manos de radicales islamistas.
Con ello debilitaron a los revolucionarios moderados y contribuyeron a
la preeminencia militar de las organizaciones vinculadas con Al Qaeda:
Jabhat al Nusra y Estado Islámico de Irak y al Sham. Éstas controlan ya
amplias zonas en Siria, donde imponen el fanatismo religioso: prohíben
la música, golpean a las mujeres que no se cubren el cabello, apalean a
quienes fuman o consumen alcohol, y han asesinado a personas –incluidos
menores de edad– por “ofender” a Alá.
CILVEGOZU, TURQUÍA.- La del
predominio yijhadista en Siria es una de esas profecías que se cumplen
solas: mucho denunció el régimen de Bashar al Assad, en su guerra de
propaganda, que toda la oposición insurrecta estaba compuesta por
terroristas islámicos, y mucho temieron los países occidentales que si
les entregaban armas a los rebeldes éstas terminarían en manos de los
extremistas de Al Qaeda.
Por acción, el primero, y por inacción,
los segundos, ambos bandos contribuyeron a que milicias ligadas a la
organización del difunto Osama bin Laden alcanzaran preeminencia, así
como a que se produjera una radicalización religiosa de otros grupos que
antes eran revolucionarios.
Esta situación la sufren cientos de
miles de sirios que han quedado bajo el control de Jabhat al Nusra, o
Frente para la Victoria, y del aún más radical autodenominado Estado
Islámico de Irak y al Sham (EIIS) –este último es el nombre árabe para
el Levante: Siria, Líbano, Jordania, Palestina e Israel. La cuentan
residentes que han conseguido escapar a Turquía a través de este paso
fronterizo de Cilvegözü. Y la explica Mesar al Mislabi, un oficial del
opositor Ejército Sirio Libre (ESL), que ahora se siente derrotado al
mismo tiempo por el gobierno y por Al Qaeda.
Los sectores
moderados del ESL han denunciado por largo tiempo que el verdadero
propósito de Assad, quien el 31 de mayo de 2011 decretó una amnistía
para presos políticos –los únicos explícitamente mencionados fueron los
miembros de los Hermanos Musulmanes–, consistió en facilitar la
liberación de estos últimos, que se radicalizaron en la cárcel y
salieron para crear las facciones extremistas de la rebelión.
“Eran
11 y, junto a los emires (jefes) extranjeros, son ahora los emires
sirios de EIIS”, asegura el comandante Mislabi mientras bebe té en una
choza del estacionamiento de Cilvegözü. Es una prueba, afirma, de que el
régimen y EIIS están confabulados, “como también lo es que en Raqqa
(una ciudad mesopotámica controlada por EIIS) ellos han ocupado el
edificio del gobernador y los que tenía el partido Baaz (el de al
Assad); pero a pesar de que todos saben cuáles son, la aviación del
gobierno nunca los bombardea, sólo ataca las zonas residenciales”.
Aunque
la idea de que existe un complot acordado entre Assad y su élite de
alauíes (un subgrupo de la secta chiita del Islam), por un lado, y por
el otro, EIIS, que son extremistas de la secta sunita y ferozmente
antichiitas, probablemente va demasiado lejos, lo cierto es que la
estrategia gubernamental se ve fortalecida por las acciones de los
yijhadistas, pues han creado una gran fractura entre los rebeldes,
dejando enormemente debilitadas a las facciones moderadas de la
revolución, que aspiraban a establecer una república laica sin Assad, y
justifican la propaganda que califica a todos de terroristas.
Además,
entre los miembros del desilusionado ESL se extiende el rencor al
haber sido abandonados por quienes supuestamente los iban a ayudar desde
el extranjero; existe incluso la sospecha de que en realidad Estados
Unidos y sus aliados quieren la victoria de Assad, como asegura
airadamente Mislabi: “(Barack) Obama y todos los occidentales nos
traicionaron y nos arrojaron en manos de Al Qaeda. Nos engañaron, están
al servicio del perro de Damasco (Assad)”.
Después de que el
régimen hundió en sangre las manifestaciones pacíficas de la primavera
de 2011, en julio de ese año se formó el Ejército Sirio Libre como
paraguas bajo el que se reunían nuevos grupos armados con posturas
moderadas.
La apuesta era recibir distintos tipos de apoyo militar
de enemigos de Assad, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia,
Turquía, Arabia Saudita y Qatar, pero sólo los dos últimos países
cumplieron sus promesas, aunque hasta cierto punto. Los occidentales, en
cambio, mantuvieron un bajo perfil, atenazados siempre por el temor de
poner armas sofisticadas en manos de terroristas: la pesadilla de un
islamista derribando un avión israelí con un misil regalado por
Washington provocaba pavor político.
Para Frederic Hof,
investigador del Centro Rafik Hariri para el Medio Oriente (un instituto
de investigación del Atlantic Council, ubicado en Washington, DC), si
bien el escepticismo de Obama es comprensible, “su decisión de no
hacerse cargo del proceso por el que los nacionalistas sirios debían ser
armados, equipados y entrenados, sólo sirvió para profundizar los
cimientos de su escepticismo original al marginar inadvertidamente a los
moderados, para ventaja de los yijhadistas”.
Mientras los grupos
moderados se enfrentaban al ejército de Assad en condiciones precarias,
siempre a la espera de una ayuda que, a final de cuentas, jamás llegó en
cantidades significativas, Jabhat al Nusra, primero, y EIIS, después,
contaban con las redes de financiamiento de Al Qaeda, sostenidas por
príncipes petroleros y grandes magnates del Golfo Pérsico.
Imbuidos
de una profunda mística religiosa que fortalecía su motivación y su
determinación de morir luchando, sus unidades militares gozaban, además,
de un flujo sostenido de armas, aprovisionamiento, dinero en efectivo y
nuevos reclutas provenientes del extranjero. Muchos combatientes del
ESL abandonaron sus brigadas para sumarse a los extremistas.
Vivir bajo la muerte
El
joven ingeniero no quiere decir su nombre ni acepta un seudónimo: “Si
me pones Majmud y alguno de EIIS cree reconocer a otro Majmud, van a
cortarle la cabeza a alguien de su familia… mejor así”. Él confirma lo
dicho por el comandante Mislabi: en Raqqa, que es de donde ambos
vinieron sin conocerse, las posiciones de EIIS no son atacadas por los
bombardeos del régimen.
Raqqa fue la primera ciudad de donde las
fuerzas del régimen fueron totalmente expulsadas, el 4 de marzo de este
año. Debía ser la oportunidad para el ESL de demostrar cómo quiere
gobernar el país. No tuvo mucho tiempo: el 14 de mayo, EIIS atacó sus
posiciones y lo derrotó en 24 horas. Ahora, esta urbe de 250 mil
habitantes es el mayor núcleo de población dominado por Al Qaeda en todo
el mundo.
A pesar de que tiene un brazo precariamente
entablillado, el ingeniero es hábil con el teléfono celular y le muestra
al reportero el plano de su ciudad: el zoom nos aproxima hasta el
céntrico edificio donde despacha el emir de EIIS y una plaza cercana:
“Ahí asesinan regularmente a los civiles alauíes que agarran por ahí, o a
soldados. Con un altavoz llaman a la gente para que vean cómo les
cortan el cuello con una espada o les dan un tiro en la cabeza. Una vez
utilizaron una dushka (una ametralladora antiaérea) para destrozar el
cuerpo de un hombre vivo”.
Fue en ese sitio, también, donde el
ingeniero recibió 90 latigazos diarios durante cinco días, castigo que
unos adolescentes armados de EIIS decidieron darle a un anciano por
haberlos reprendido. Para evitar que lo mataran de esa forma, el
ingeniero pidió recibir el castigo en su lugar. El espectáculo de las
enormes cicatrices en su espalda lacerada es doloroso. Y dice que le fue
bien: “A mi hermano le cortaron una mano por haber abofeteado a uno de
ellos”.
Son costumbres medievales resucitadas por fanáticos
religiosos. Sus víctimas primarias son personas de otras sectas o
religiones, y militares o sospechosos de colaborar con el régimen, pero
en los hechos persiguen a cualquier persona que rete su autoridad.
Han
prohibido la música, golpean a las mujeres que no se cubren el cabello
escrupulosamente, apalean a quienes fuman. Aunque EIIS ha establecido
cortes religiosas donde se deben decidir los asuntos, en la calle y en
el campo sus militantes infligen castigos en el acto: así han asesinado a
niños que soltaron una frase que ellos creyeron ofensiva contra el
profeta Mahoma y a jóvenes por sospechas de haber bebido alcohol.
El
13 de noviembre decapitaron públicamente a quien describieron como un
chiita que apoyaba al gobierno. Grabaron todo el espectáculo y subieron
el video a internet, como es su costumbre. Pero alguien reconoció a la
víctima –o su cabeza, que mostraron como un trofeo– y denunció que en
realidad habían asesinado a Mujamad Fares, un comandante que, tras ser
herido en combate, había caído en manos de sus asesinos cuando buscaba
atención médica, y que pertenecía a una milicia aliada. Al comprender su
error, EIIS emitió un comunicado en el que pedía “comprensión y
perdón”.
Esta organización emprendió además una guerra abierta
contra todo tipo de periodistas y ha ordenado a sus tropas capturar o
matar a los que encuentre. No se sabe cuántos de los 30 reporteros
desaparecidos actualmente están en su poder, pero sí se conoce que ha
secuestrado a tres españoles, Marc Marginedas, Javier Espinosa y Ricard
García Vilanova.
El 5 de diciembre último, mientras Proceso
hablaba con el ingeniero y el comandante Mislabi en el puesto fronterizo
de Cilvegözü, del lado sirio se esperaba el permiso de las autoridades
para ingresar en Turquía el cadáver de Yaser Faisal, un camarógrafo que
trabajaba para un canal español y que había sido ejecutado sumariamente
por EIIS un día antes.
Gran parte de los miembros de esta milicia
son extranjeros que han visto en la guerra siria una oportunidad de
hacer la yijhad, la guerra santa: algunos provienen de Medio Oriente y
las cercanías (sauditas, turcos, chechenos, jordanos, libios,
tunecinos…) y otros de países occidentales: franceses, británicos,
alemanes, australianos y españoles, entre otros. Tienen una visión
extremista del Islam que no corresponde con la que se practica en Siria,
más moderada y acostumbrada a la convivencia entre pueblos diferentes.
“Cerraron
los cafés donde se permitía que entráramos hombres y mujeres,
clausuraron el cine, prohibieron los colores brillantes…”, lamenta el
ingeniero, que ahora se ha convertido en uno más de los 3 millones de
refugiados sirios. “Es una dictadura peor que la de Bashar (al Assad)”.
Radicalizarse o escapar
En
general, EIIS y Jabhat al Nusra se han hecho con el control de la mayor
parte del norte de Siria, donde coexisten con otros grupos armados que,
salvo casos puntuales, no osan enfrentarse a ellos y que han estado
reaccionando de dos formas:
Una de ellas es la radicalización,
para detener la sangría de combatientes que se pasan a las filas
yijhadistas. Antes, la esperanza de obtener ayuda occidental las
mantenía en el sector moderado, pero ahora, estimuladas por la promesa
de apoyo económico saudita, muchas de las brigadas más importantes del
ESL, como Liwa al Tawhid y Liwa al Islam, lo han abandonado oficialmente
para aliarse con grupos islamistas, como Ahrar al Sham, y formar, entre
todos, Jabhat al Islam (Frente del Islam). Su objetivo es “derrocar el
régimen de Assad” y “establecer un Estado islámico”, como anunciaron en
su primer comunicado, del 22 de noviembre.
Si bien hay activistas y
combatientes que no cejan, la otra reacción es el escape. El comandante
Al Mislabi es uno de tantos. “Me di por vencido el día en que se
conoció la defección del coronel al Okaidi”.
Abdul Jabbar al
Okaidi era el jefe del Consejo Militar Revolucionario en Alepo, la
ciudad más grande del país, y uno de los oficiales del ejército sirio de
mayor rango que se pasaron a la oposición. El 3 de noviembre subió un
video a YouTube en el que renunciaba a su puesto y denunciaba la
desunión de los rebeldes y la falta de apoyo internacional.
“En
realidad, nunca quisieron respaldarnos”, afirma Mislabi. “Los pocos que
seguíamos creyendo que sí nos iban a dar ayuda, ayuda de verdad, no
migajas, nos dimos cuenta de lo idiotas que fuimos cuando Obama, después
de asegurar que iba a lanzar misiles contra Assad por haber matado a
cientos de niños con armas químicas, dejó todo eso en palabras y firmó
un pacto que fortaleció al régimen. Fue la última traición”.
/20 de diciembre de 2013)
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