Estados Unidos.- "Me llamo Jerry Givens, y ejecuté a 62
personas en Virginia". Sin medias tintas, y sin rehuir de su propia
responsabilidad, este exempleado de un departamento correccional en uno
de los estados de EE UU que aún mantiene la pena de muerte, relata su
viaje personal hacia el "abolicionismo". Tras 25 años trabajando en el
corredor de la muerte (17 de los cuales fue jefe del equipo de
ejecuciones penales) es ahora uno de los activistas invitados en el 5º
Congreso Mundial Contra la Pena de Muerte, que se celebra en Madrid.
(Fuente: 20minutos.es)
Para mi las ejecuciones eran solo un trabajo Recuerda su primera ejecución, en 1984, con detalle: "Fue un criminal que había matado a una docena de personas y que era plenamente consciente de que iba a ser ajusticiado. En el último momento incluso fue bautizado, y ya en la silla de ejecución alzó los pulgares hacia arriba, como mostrándose de acuerdo con su final", explica. Del total de muertes asistidas por Givens, 25 fueron por inyección letal y 37 en la silla eléctrica. Los métodos cambiaban; el fin era el mismo.
Los pasos a seguir al preparar una ejecución tenían su rutina. Los días previos, vigilando al preso para evitar a toda costa que se quite la vida por sus propios medios en la celda. En el día señalado, afeitando la cabeza del condenado, pidiendo a Dios por su perdón y amarrándolo a la silla eléctrica.
"Cuando repaso los 62 hombres que ejecuté puedo ver un joven niño dentro de cada uno. En cada niño hay un viejo y en cada viejo un niño; pero si los matamos antes de tiempo no llegan a salir". Givens, que decidió luchar contra la pena capital en el momento en que vio por primera vez a un hombre como un "niño" en el corredor de la muerte, reconoce que fue capaz de llevar a cabo tantos homicidios porque se acostumbró y preparó mentalmente para ello. "Para mi eran solo un trabajo", recuerda.
Poco a poco, su mentalidad fue cambiando y llegó a la conclusión de que "no estaba haciendo las cosas bien. No tenemos que matar a una persona para demostrar que matar a otras personas está mal", opina este hombre, que actualmente se gana la vida conduciendo un camión.
"Una cuarta parte aseguran ser inocentes"
Givens, que luce en su mano derecha un anillo de oro con el símbolo masón (una escuadra, un compás y una G mayúscula), se considera un "miembro activo" de la Iglesia Cedar Street en Richmond (Virginia). "Trabajo para Dios", recalca; y es precisamente en manos de Dios en quien, según su opinión, han de estar los condenados a muerte.
No podemos saber con seguridad si las condenas a muerte son justas o no, y hay que preservar la vida de los inocentes Su prioridad (y su motivo principal para luchar contra las ejecuciones) es preservar la vida de los presos inocentes. "No podemos saber con seguridad si las condenas por los crímenes son justas o no. Por mi experiencia, el 75% de los condenados reconocían que eran culpables y el 25% aseguraban que eran inocentes", dice.
Por eso, en su opinión abolir la pena de muerte acaba con la posibilidad de matar a inocentes. "Aboliendo la ejecución puedo matar igual al criminal manteniéndole el resto de su vida en prisión, pero no le mataré directamente", explica. Su propuesta no pasa por leyes menos duras. De hecho aboga por mantener el corredor de la muerte, pero sin ejecutar a los presos. "Estos criminales han de morir en prisión, pero no tenemos que matarlos. Simplemente mantenerlos recluidos", reclama. De esta forma, dice, se podría restituir una cierta justicia para un hipotético condenado que, tras pasar unos años en prisión por una condena a muerte, lograse demostrar su no culpabilidad.
"El dinero que actualmente utilizamos para matar a los condenados podría servir para investigación y estudios científicos. Tenemos que hacer las cosas mejor", recalca Givens, quien se considera ahora una "nueva criatura", más preocupada en dejar un legado a las próximas generaciones. "Todos tenemos una sentencia de muerte y todos vamos a morir algún día. Tenemos que estar preparados".
(ZOCALO/ Agencias/ 12/06/2013 - 04:06 PM)
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