domingo, 20 de enero de 2013

EMBALSAMADORES: HACEN CONTACTO CON LA MUERTE




 Muy pocas personas conocen este oficio, sin embargo, los que se dedican a embalsamar muertos, declaran que al principio existe nerviosismo, pero con el paso del tiempo, la costumbre supera el temor.

Está el caso de Javier Alcides Jatomea, de 33 años, es el único embalsamador de una funeraria local y con más de 15 años de experiencia.

Muy quitado de la pena relata el proceso de embellecer a una persona justo después de haber fallecido.
“Este trabajo no es común, muchos de los que se dedican a este oficio no duran por ser una labor muy estresante pues el horario no es estable”, declaró.

Explicó que su función no es sólo la de embalsamar y maquillar cadáveres, sino que se ocupa de hacer cualquier tarea que acondicione e higienice al fallecido.

“Un embalsamador pasa la peor parte del duelo y contribuye a que los familiares de los fallecidos no sufran al ver el estado en el que quedó el cuerpo”, manifestó.
Hace poco, dijo, fue el caso de un niño de un año y medio de edad.

“En él se reflejaba a mi hijo de la misma edad. Es un impacto grande al ver que un ser tan pequeño haya muerto”, destacó.

EL NOVATO
Su ayudante, Jesús Antonio Corral, con apenas un año y medio de experiencia, contó que él se encontraba desesperado por trabajo y se enteró que la funeraria solicitaba personal.

Se acercó y llevó una solicitud; posteriormente lo entrevistaron y le dieron el empleo.

“Tengo grabado el primer día de mi trabajo, en cuanto entré me tocó maquillar a un señor de la tercera edad de la comunidad de Tesia”, dijo.

“Al llegar al cuarto de preparación, lo primero que observé fueron sus pies, hice pausa por un momento, respiré profundo para no tener el impacto por tratar a un muerto, logré entrar y pude sostener el nerviosismo”, refirió.

Alcides Jatomea subrayó que el proceso consiste en poner al cuerpo en la plancha metálica, posteriormente hacer la desinfección del cuerpo, la reconstrucción del cuerpo, bañarlo, secarlo y maquillarlo.

A los deudos se les pide un cambio de ropa que el difunto solía usar, mencionó.
En estos 15 años ha conocido gente que repudia esta profesión, aseveró.

“A mí no me duele mucho ver a los muertos, porque me gusta lo que hago, los respeto; las familias en medio del dolor agradecen el trabajo que uno hace”, concluyó.

(DIARIO DEL YAQUI/ Alfonso López Ávalos / 20 DE ENERO 2013)









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