El
levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo
temer al Gobierno de Carlos Salinas de Gortari lo peor: la movilización
de otros grupos guerrilleros en varias partes del país, una respuesta
terrorista de la ultraderecha y la intervención abierta de Estados
Unidos.
Ante ese
escenario, no le quedó más que buscar una solución pacífica, mantener el
cese unilateral del fuego y negar en todo momento que el de Chiapas
fuera un problema militar.
Después
de soslayar por meses los informes de inteligencia civil y militar sobre
la gestación del EZLN, Salinas se empeñó en acotar el movimiento armado
que se hizo visible el 1 de enero de 1994.
Su
inmediata respuesta militar sólo duró 12 días y la reemplazó por una
fórmula de negociación porque su Gobierno llegaba a su último año en
medio de una complicada sucesión presidencial, que se agravaría tres
meses más tarde con el asesinato de su candidato presidencial, Luis
Donaldo Colosio.
La gran
apuesta de Salinas fue la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN), pero el día que estalló la rebelión
zapatista, el mandatario supo que la guerrilla no era cosa del pasado en
México, a pesar de la represión militar y paramilitar desplegada en las
décadas de los sesenta y setenta.
Los
servicios de inteligencia del Estado mexicano conocían la evolución de
los movimientos armados hasta llegar al surgimiento del EZLN. Sabían que
era un ejército muy organizado, con una estructura amplia, relaciones
intensas con organizaciones populares y preparación militar a partir de
experiencias internacionales. Incluso llegaron a aceptar que había unos
35 mil hombres alzados en las montañas del sureste mexicano. La mayoría
de ellos, armados con el apoyo de grupos de chicanos y puertorriqueños
desde Estados Unidos.
Estaban
también informados de que Chiapas era sólo una de las entidades de la
federación propicias para la guerrilla. Buena parte del país había
mantenido durante años la formación clandestina de grupos armados, sobre
todo en el centro y el sur. Una respuesta castrense exacerbaría más el
ánimo en territorio nacional.
Tal era
la lectura que Salinas hacía de los hechos en los primeros días del
levantamiento zapatista, de acuerdo con dos documentos del Centro de
Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) entregados a Proceso a través
de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública
Gubernamental.
El
primero es un reporte que tiene clasificación triple A y que está
fechado el 13 de enero de 1994, en plena crisis. Horas antes, Salinas
había ordenado al Ejército cesar sus operaciones castrenses contra el
EZLN, y previamente había aceptado la renuncia del secretario de
Gobernación, Patrocinio González Blanco Garrido, quien se desempeñó como
gobernador de Chiapas en plena gestación del EZLN en la Selva
Lacandona.
Su lugar
lo ocupó Jorge Carpizo, mientras que el frustrado candidato presidencial
del PRI y actual senador por el PRD Manuel Camacho Solís fue designado
por Salinas Comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas.
Además, después de haber dejado el CISEN casi todo el sexenio en manos
del jefe de la Oficina de la Presidencia, José María Córdoba Montoya,
para el seguimiento de sus opositores, Salinas cambió al director del
aparato de inteligencia, dependiente de la Secretaría de Gobernación, y
lo orientó a afrontar la subversión de los neozapatistas.
El
primero de los reportes, con la clave DMJ-094-0002, se titula
“Evaluación de estrategia general para la atención del conflicto en
Chiapas”. De apenas 10 páginas, enuncia los “principios básicos” de la
estrategia del salinismo ante el conflicto: solución pacífica a través
del diálogo, con el mantenimiento unilateral del cese al fuego por parte
del Gobierno, pero sin reconocer al EZLN como una fuerza beligerante.
Por
“solución del conflicto”, el CISEN entendía la deposición de las armas
y/o la renuncia del ELZN a la violencia como vía para alcanzar sus
objetivos, dejando en claro que la búsqueda del diálogo por parte del
Gobierno era para recuperar la iniciativa y controlar los tiempos. Su
propósito lo definió como “acotamiento regional” del problema.
Era claro
el tratamiento que se daría a los insurgentes: “El conflicto en Chiapas
no debe ser visto como un problema militar, sino jurídico, ya que no
existen elementos para considerar necesaria una solución armada. Admitir
una lógica de guerra sería aceptar la beligerancia del EZLN y caer en
un juego ‘escenográfico’”.
El CISEN
reconoció que las “difíciles condiciones del contexto nacional” exigían
claridad y firmeza del Gobierno, algo que “actualmente no es registrado
por la opinión pública”, y evaluó que la iniciativa gubernamental
acotaría los espacios de maniobra de los “inconformes”.
Después
de las hostilidades militares, la urgencia era detener la aceptación
política y social que iban cobrando los zapatistas. A casi dos semanas
del alzamiento, la dependencia precisó que los “inconformes” habían
mantenido avances en los diferentes frentes, que identificó como el
propio EZLN, el PRD local, las organizaciones sociales radicales, el
“Gobierno de transición” de Chiapas, la Diócesis de San Cristóbal de las
Casas y varias ONG, “aparentemente todos articulados en una estrategia
global”.
Según el
CISEN, había indicios de que, en esa estrategia para ganar espacios a
favor del EZLN, el movimiento de Chiapas estaba articulado con otras
partes de la República. En especial, la evaluación calificó como
“preocupante” la participación activa de la Coalición Obrera Campesina
Estudiantil del Istmo (COCEI) de Oaxaca, que en 1981 le arrancó al PRI,
en Juchitán, la primera presidencia municipal del país.
Como de
“especial relevancia” calificó el deterioro que se observaba en el
ambiente local (población en general, ganaderos, pequeños propietarios y
fuerzas políticas institucionales), así como en el ánimo y las
condiciones de las fuerzas de seguridad pública ante la falta de
claridad respecto del papel que desempeñaban, al igual que de cara a la
inexistencia de una logística adecuada para periodos prolongados.
De
acuerdo con el CISEN, el plan general para hacer frente al fenómeno pasó
por dos definiciones: la estrategia A, que tenía el diálogo como
premisa; y la B, llamada “claridad de rumbo y firmeza como principio”,
que no era otra cosa que la mano dura.
Ante el
temor de que el conflicto saliera de Chiapas, insistió en una “solución
negociada”, por lo que aceptó como condición para el diálogo la
participación de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI),
propuesta por el EZLN; el retiro militar de San Quintín, Monte Líbano y
Sabanilla, y la suspensión de vuelos de aeronaves militares.
PROPUESTA FINAL
La
propuesta final del CISEN al Gobierno de Salinas fue una integración de
ambas estrategias: “Dar 72 horas de plazo para iniciar el diálogo en las
condiciones de “concesión” dadas hasta la fecha, sin hacerlo explícito
ni a la CONAI ni a la opinión pública. Informando sólo sobre los
esfuerzos del Gobierno de la República para alcanzar la solución del
conflicto a través del diálogo”.
Al optar
por una solución negociada, aceptó incluir los temas de la autonomía
indígena, cauces de participación política, medidas de desarrollo
social, solución a problemas agrarios y desarticulación del grupo
armado.
Pero
pidió claridad en los límites temporales y en los términos de la
negociación, y en ningún momento retiró la idea de la “firmeza del
Gobierno”. Si no se llegaba a una solución negociada, propuso “definir
el restablecimiento gradual del Estado de derecho, de acuerdo con lo
señalado en la segunda estrategia”; es decir, con la fuerza
gubernamental.
Advirtió
que la prolongación indefinida de los tiempos, “en aras de una
negociación que se percibe inviable, sólo dará espacios para que la
estrategia global de los ‘inconformes’ siga avanzando y lleve a
condiciones aún más complejas que las actuales”.
Las
complicaciones están contenidas en el documento identificado con la
clave DMJ-094-0006, titulado “EZLN, algunas hipótesis respecto a su
conformación y actividades”. Está fechado el 15 de marzo de 1994, cuando
el director del CISEN ya era Jorge Tello Peón, quien en enero de ese
año había sustituido a Eduardo Pontones Chico. A éste, el levantamiento
zapatista lo tomó de vacaciones.
El
documento, de 69 páginas, fue terminado una semana antes del asesinato
de Colosio. Se divide en cinco apartados: una reseña histórica del
movimiento armado en México desde finales de la década de los sesenta;
el surgimiento del EZLN, las negociaciones con el Gobierno de Salinas,
sugerencias de medidas a nivel nacional y una propuesta general.
Después
de referir la evolución de la guerrilla hasta llegar al Partido
Revolucionario Obrero Campesino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres
(PROCUP-PDLP), asentó que dicha organización recurrió a “la
instrumentación de escuelas de conformación de frentes guerrilleros”,
teniendo como base la experiencia de Vietnam de guerra popular
prolongada.
Resumió:
Las organizaciones de masas hacen la lucha, el EZLN la lucha militar, y
el Partido Clandestino dirige las acciones y las alianzas indígena,
campesina, obrera y magisterial, mientras que el Frente Único tiene
objetivos, funciones, organización, composición, dirección y actividades
propias a realizar, con el propósito de unir a todas las fuerzas del
país en torno a un programa, aprovechando los impactos del EZLN.
Indicó que su responsabilidad era la solidaridad amplia a nivel internacional y combatir la imagen negativa de los rebeldes en los medios de comunicación.
Conforme
al reporte, los integrantes de las organizaciones de masas fueron
instruidos en las experiencias de Guatemala, El Salvador y Nicaragua,
así como en la concepción vietnamita de la guerra popular prolongada,
por lo que aprendieron estrategia, táctica y métodos, además de perder
el miedo y eliminar el “efecto de alarde” del Ejército.
En su
táctica, “lo primordial es obligar al Ejército Mexicano a diseminar sus
fuerzas para aniquilarlas en grupos pequeños. Pero evitan caer en el
error de depender de las armas. (…) Por esta razón, tan arma es un palo
con punta, que un (rifle) R-15 o una ametralladora”, como en realidad
ocurrió durante el alzamiento.
OFERTA DE 35 MIL EFECTIVOS
El CISEN
se hizo eco de “un documento que les ha hecho llegar el EZLN” a las
organizaciones clandestinas, mediante el cual se ponían “a disposición
del movimiento revolucionario 35 mil efectivos debidamente preparados y
en su mayoría armados”, organizados por combatientes, grupos, escuadras,
pelotones, con sus respectivos jefes y subjefes, identificados como
comisarios y subcomandantes.
Se había
creado un corredor para la transportación de armas y parque “desde la
frontera hasta los estados de Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Puebla”. Para
adquirirlas, “se está solicitando la aportación de cada persona (…),
principalmente en objetos de oro (pulseras, anillos, cadenas, relojes,
dientes, etcétera). Cuando se coopera con dinero, se compra pedacería de
oro en Taxco y Puebla”, detalló. El oro se entregaba a las
organizaciones de mexicanos chicanos y puertorriqueños que se encargaban
de cambiarlo por armas y parque de distinto calibre en el mercado negro
de Estados Unidos.
Estos
grupos de latinoamericanos normalmente estaban organizados en bandas y
transportaban los arsenales hasta los estados fronterizos, apoyados “en
ocasiones por narcotraficantes”, haciéndose responsables de pasar todas
las garitas aduanales.
El CISEN
incluso situó rutas que coincidieron con las del narcotráfico, como la
de Tamaulipas hacia Nuevo León, San Luis Potosí, Hidalgo, DF, Puebla,
Oaxaca y Guerrero.
Otra ruta
que localizó fue la de Ciudad Juárez, Torreón, Zacatecas y San Luis
Potosí. Una más: Baja California, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Jalisco y
México.
PREVISIONES CATASTROFISTAS
Según el
documento, 10 organizaciones de masas estaban relacionadas con el EZLN
como supuestas aportadoras de militantes: la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE), la Coordinadora Nacional Plan de
Ayala, el Congreso Estatal de Organizaciones Indígenas, Comunidades
Eclesiales de Base, Comisiones Estatales de Derechos Humanos, Instituto
Nacional Indigenista, Instituto Nacional de Antropología e Historia,
Consejo Estudiantil Universitario de la UNAM, Confederación Nacional
Campesina y Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos.
En
particular, al Estado mexicano le preocupaba que la rebelión zapatista
hiciera resurgir a la derecha extrema, sobre todo en el norte y el
occidente del país: Chihuahua y Coahuila, en particular la región de La
Laguna, y Guadalajara, con la reaparición de los grupos de ultraderecha
El Muro y Los Tecos.
El
aparato civil de seguridad del Estado reconoció que las acciones
político-militares del EZLN de enero de 1994 recrudecieron las
posiciones radicales en México, por lo que las negociaciones eran clave
para evitar que el conflicto se desbordara. Expuso: “Los acuerdos
concretos entre las organizaciones clandestinas para realizar acciones
militares conjuntas se entablarán después de los resultados que arrojen
las negociaciones del EZLN con el Gobierno mexicano. Por el momento, se
otorgará todo el apoyo político a las acciones políticas militares (del)
EZLN.
“Después
del diálogo con Camacho Solís o acuerdos con el Gobierno, se analizarán y
evaluarán los mismos, para determinar si (los grupos clandestinos)
siguen en la lucha juntos en forma coordinada o cada quien por su
rumbo.”
Por lo
pronto, “enviados de organizaciones clandestinas, revolucionarias y
terroristas del mundo (…) tratan de influir en las organizaciones
clandestinas nacionales para crear una coordinadora nacional a partir de
lo realizado por el EZLN”.
Para las
negociaciones con el Gobierno, estimó que el EZLN no depondría las
armas, no identificaría a sus verdaderos dirigentes (del consejo
clandestino) y exigiría ser reconocido como fuerza beligerante, entre
otros aspectos. En el caso de las propuestas del Gobierno, destacó que
el Ejército se replegaría y se quedaría sólo con sus fuerzas normales en
los cuarteles, y pidió que el subcomandante Marcos quedara como el
único vocero del EZLN.
Después
de tres meses de iniciado el conflicto en Chiapas, y administrando la
propuesta de diálogo, el CISEN se encontró con “nuevas actitudes” de los
rebeldes: “Indudablemente, el EZLN ha cambiado su actitud del 1 de
enero a la fecha, que si bien al principio era radical y cerrada, ahora
muestra una posición más flexible; del socialismo, el desconocer a
Carlos Salinas como presidente, echar abajo el TLC y avanzar
militarmente sobre la capital del país liberando pueblos, regiones,
estados, han pasado a luchar por justicia, democracia y libertad, hasta
el congelamiento de las carteras vencidas.
“No atacarán militarmente la infraestructura de las trasnacionales ni propiedades manejadas por el Estado.
Actualmente
están en pláticas con otras organizaciones clandestinas para consolidar
sus relaciones a nivel nacional”, pero también, a través del Frente
Único, el EZLN busca relacionarse con organizaciones y partidos con los
cuales tenga algo en común, incluyendo grupos afiliados al PRI y
empresarios progresistas.
Más aún,
los integrantes del EZLN “pueden dejar la solución de los problemas en
manos de las organizaciones que integran el Frente Único y desaparecer
así como aparecieron, sin deponer las armas y convirtiéndose en un
fantasma armado que siempre estará presente”.
Dejó en
claro que el diálogo entre el EZLN y Camacho Solís “no resolverá en sí
los problemas económicos, sociales y políticos de Chiapas ni del país,
aunque se hablará de temas que interesan a las partes, pero no habrá
acuerdos concretos”.
(DIARIO DEL YAQUI/
PROCESO/ Sábado, 28 Diciembre 2013 22:38)
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