lunes, 8 de julio de 2013

EXPEDIENTE...LA BESTIA

Rosendo Zavala

Saltillo.- Jadeando un placer prohibido del que no se sentía arrepentido, el adicto corrió entre las calles del barrio para evadir su presente, aunque sus bajezas lo alcanzaron cuando una turba de uniformados policiales lo sometieron para ponerlo tras las rejas.

Así comenzó el principio del fin para un hombre que cambió su libertad por el instante de placer efímero con quien lo vio nacer, pagando con prisión el vergonzoso ataque que aseguró cometer traicionado por los efectos del resistol.

VIDA DESHECHA

Ilusionado por navegar en el mundo de las realidades fantásticas, Jesús gastaba su futuro en el mar de solventes que aliviaban sus pesares terrenales, mientras su futuro se derrumbaba en pedazos sin que nadie hiciera algo por evitarlo.

Así transcurrió la infancia del demacrado chiquillo que con falsas esperanzas recorría las calles de La Rivera, aunque sus acciones castigaban los intentos por sacudirse las mieles del pegamento amarillo que le impedían ser feliz.

Pero aunque las adversidades se habían convertido en un mal necesario que debía sortear, “El Chuy” se reconfortaba en los cuidados de “Mirna”, que desde su nacimiento lo arropaba con el amor de madre que nunca le pensó negar.

Sin embargo, el destino marcó un camino tan diferente a sus victimados que ni ellos mismos hubieran presupuestado, porque las circunstancias se armonizaron de manera tan cruel que en sólo minutos cambió el rumbo de sus planes irremediablemente.

Y es que la banal formación del galancete generó que sus impulsivas acciones tuvieran consecuencias al interior de su familia, que tomaron forma cuando por las malas influencias sociales cayó en el torbellino de adicciones que tomó como bunker para evadir la realidad.

Emulando las andanzas de sus amigos callejeros, Jesús empezó a entretenerse con inhalantes baratos mientras el tiempo corría como aliado, porque sería el paso de los años lo que lo mandó al abismo de la perdición emocional por su propia voluntad.

Como resultado de los excesos, el hombre sin oficio se apoyó en el libertinaje que le permitía acrecentar sus niveles de euforia mientras se envenenaba el cuerpo con los tóxicos que poco después le cobrarían factura en su propia casa.

TARDE DE PERDICIÓN

Como si se tratara de un alma en pena, Jesús deambulaba entre las desoladas calles del barrio con el rostro desencajado y las secuelas de una tarde fatal, mientras los transeúntes lo veían con la indiferencia de quienes desprecian la tragedia.

Ignorando que el destino le deparaba una trágica sorpresa, el depravado salió de su casa y sin perder la vertical del camino llegó a la ferretera donde sus vicios eran bien recibidos, porque involuntariamente se había convertido en el cliente preferido del comerciante local.

Fastidiado por el humor que le provocaba la resaca de su última parranda, el flacucho de barba escasa arrojó algunos pesos en el mostrador de madera donde recogía el producto de sus tristes andanzas mentales.

Entusiasmado por reactivar la nube de colores que ensombrecía su mente, sacó de su cintura el bote de jugo que cargaba para ocasiones especiales y con euforia lo entregó al mercader que sin reparo lo atestó con el “oro” amarillo que le entregó, para luego correrlo en un intento por esconder su delito.

Durante toda la tarde, el vicioso compartió el compendio de sus vilezas con los haraganes que merodeaban la zona, detallando cada una de las hazañas como pretendiendo enaltecer su deteriorada imagen ante quienes se afanaban por seguirlo por costumbre.

Pero lo que “El Chuy” no sabía es que aquella noche de julio concretaría la más nefasta obra traicionado por las circunstancias, porque los 20 pesos de pegamento que había comprado se encargaron de encaminarlo por el sendero de la ingratitud.

Adormecido por la tanda de sorbos con que resecaba su lata de jugo, el desadaptado social se despidió de sus camaradas para emprender el camino de regreso a casa, empujado por las necesidades fisiológicas que pretendía calmar con prisa.

BAJEZA INAUDITA

Mirando de reojo la muñeca de su mano izquierda, el malagradecido intentó ponerse a tono con la penumbra de la noche que lo alcanzó durante la parranda, recordando que había perdido el reloj en el trueque económico con que se hizo de las monedas gastadas en su contingencia diaria.

Rompiendo la oscuridad con pasos que denotaban tristeza, Jesús se paró a la puerta de la vivienda que abrió con sutileza para no despertar a su madre, al darse cuenta que era medianoche y nadie lo esperaba despierto.

Sin prender las luces de la sala para evitar enfados ajenos, el potencial violador caminó sigiloso hasta el baño para aliviar sus penas prostáticas, mientras se bajaba el cierre del pantalón para no orinarse en el trayecto.

Turbado por la nublazón que le provocaban las drogas, el adicto irrumpió en el cuartito sin escuchar los ruidos que había al interior, encontrándose con la figura desnuda de “Mirna”, que se bañaba en ese momento.

Al contemplar el cuerpo de la fémina en todo su esplendor, el sujeto se olvidó de parentescos y paralizado fijó la mirada en las tetas de su madre, recreando coitos mentales que lo sacarían de control instantes después.

Horrorizada por la forma como el chamaco la ultrajaba con la vista, la ama de casa se cubrió con una toalla mientras le exigía que saliera del cuarto, corriéndolo a empujones para cerrar la puerta con pasador creyendo que la confusión había terminado.

Pero la calentura de su hijo se había desbordado y con paciencia se recargó sobre la pared, aguardando la salida de su víctima para someterla a las bajezas corporales con que pretendía apagar su fuego interno.

Minutos después, “Mirna” dejó la ducha y creyendo que estaba sola se encaminó a su recámara con la toalla en la cintura, encontrándose con la figura del agresor que de entre las sombras brincó para someterla sin piedad.

Utilizando la fuerza bruta para concretar su infamia, el atacante tomó por el cuello a la mujer tapándole la boca con un trapo para ahogar sus gritos, mientras la arrastraba hasta el cuarto donde desfogaría sus ansias sexuales.

Librando una batalla donde poco pudo hacer para defender la honra, la señora cedió ante la fuerza bruta de su hijo que con ferocidad consumó la embestida, tras regar su chorro de maldad sobre el vientre de la mujer que le dio la vida.

Multiplicando esfuerzos para huir de su victimario, la joven madre siguió forcejeando hasta brincar de la cama para salir corriendo semidesnuda a la calle, donde se cobijó con el apoyo de los vecinos mientras el rebelde se daba a la fuga.

FRUSTRADO ESCAPE

Entre el murmullo de los mirones que salieron de sus domicilios para atestiguar el ataque, la ultrajada se entrevistó con los agentes municipales que la abordaron para tomar conocimiento, narrando paso a paso la triste odisea donde su retoño fue el verdugo de la historia.

“Yo traté de escapar, pero él me agarró saliendo del baño, luego se abalanzó sobre mí y ya no pude evitarlo, por su fuerza no me pude zafar y aunque grité no logré mucho porque me tenía sometida”, declaró la afectada ante las autoridades.

Presurosos, los guardianes del orden peinaron el área hasta dar con el sospechoso a unas cuadras del sitio, utilizando la fuerza para ponerlo frente a la fémina que lo delató como el único causante de sus males.

Destrozada porque su propio hijo la había violentado sin piedad, la ofendida decidió actuar legalmente y con la llegada del nuevo día acudió a las instalaciones de la PGJE para colocar su denuncia de hechos por el delito de violación.

Con el paso del tiempo, el Juez penal encargado de las diligencias recaba los argumentos necesarios para tomar una decisión definitiva al respecto, por lo que de encontrar las pruebas que incriminen al acusado, éste podría ser sentenciado a una condena de entre 7 y 14 años de prisión sin ningún tipo de beneficio.

Mientras tanto, Jesús insiste en su inocencia alegando no recordar nada de lo que se dice en su contra, ya que al momento del ataque estaba privado por los efectos del resistol que ahora consumen lentamente su libertad.  
 

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