martes, 16 de abril de 2013

EXPEDIENTE: LA BUFANDA…



Zócalo/Revista Visión Saltillo
Saltillo.- Inmortalizando los episodios de amor que lo hicieron sufrir dulcemente, Genaro presionó con fuerza la bufanda que usó para asfixiar a su amado, obsesionado con la idea de matarlo para no seguir padeciendo los estragos de su tormentosa relación.

Con el rencor de un enamorado despechado, el menor esperó hasta que el tiempo le acomodó las ideas y junto a sus amigas se deshicieron del cuerpo, tirándolo entre el monte para borrar las huellas de un crimen “perfecto” que perdió la etiqueta cuando el homicida narró lo ocurrido a las autoridades.

Rodeado de un total misterio, el homosexual de aspiraciones afectivas creó un mundo propio utilizando a su compañero de aventuras para lograr la encomienda, aunque para eso tuviera que mancharse las manos… con la sangre de su novio.

TÓRRIDO ROMANCE

Apenas despuntaba el año cuando el quinceañero de ilusiones renovadas buscaba afanoso el amor que pudiera espantarle su aterradora soledad, por lo que sin descanso recorría las calles tratando de toparse con las circunstancias que le dieran la felicidad eterna.

Pero las andanzas del drogadicto se acabaron cuando Félix apareció como la figura salvadora de sus pesares, porque a bordo de su Nissan verde lo convenció de que vivieran juntos la odisea del romance que irónicamente los conduciría a una potencial tragedia.

Sin tanto especular en el futuro, Genaro se dejó llevar por su presente y junto al comerciante gringo disfrutaron las mieles del cortejo mutuo ante el que caerían rendidos, creando un proyecto de vida que se iría a la basura en cuestión de minutos.

Y es que la intimidad que se prodigaban los amantes furtivos comenzaba a rayar en lo obsesivo, porque el fantasma de la violencia se apoderó de ellos sin que pudieran evitarlo, aunque trataban de eludirlo ignorando sus devastadores efectos.

Así, los meses corrieron y los novios se amaron hasta la locura en la casa que el negociante rentaba en la calle Lamadrid, donde el sexo corría lejos de los prejuicios de una sociedad conservadora que los señalaría por sus preferencias físicas y emocionales.

Enajenado por el ardor que sentía, el puberto se entregaba fielmente a los brazos de su compañero sentimental que como respuesta al cariño que le daban, sacaba su chequera para llenarlo de regalos y dinero incondicionalmente.

Pero la magia del romance se iría gastando hasta convertirse en odio, porque el mozo no soportaría los desplantes del galancete americano que con sus ataques de celos se encargaría de destruir el imperio de cariño que entre ambos habían construido en la intimidad de una casa.

Invariablemente, Genaro sintió la furia del cuarentón que mediante acosos lo amenazaba con dañarlo si no seguían conservando viva la llama de la pasión, causando en el joven un resentimiento que terminaría tristemente durante una batalla sexual.

TRÁGICO FINAL

Animado por el viento gélido que presagiaba una noche fría, Félix avanzó por los rincones de la Zona Centro y repentinamente detuvo la marcha de su auto, había llegado al sito pactado con su enamorado que de inmediato se subió para juntos perderse en la lejanía de los mirones que los habían visto encontrarse.

Minutos después, el carro verde se paró frente a la residencia blanca que se convirtió en mudo testigo del destino que aguardaba a los amantes, quienes ignorando el desenlace de su nuevo acostón se adentraron en las penumbras, donde la muerte y el dolor se mezclaron sigilosamente.

Luego de que los amigos consumaron su amistad con una sesión de caricias y demás, el anfitrión se quedó dormido mientras su novel acompañante lo recorría con la vista de pies a cabeza, clavándole miradas de odio por los malestares sentimentales que le provocaba desde tiempo atrás.

Al percatarse que su pareja estaba completamente inmóvil, Genaro se paró lentamente de la cama y se dirigió al buró para tomar una bufanda que utilizaban para espantar el crudo invierno que atacaba la ciudad.

Presuroso, pero sin emitir ningún ruido, el adolescente volvió al lecho y en una rápida ofensiva se abalanzó sobre el “bello durmiente”, ahorcándolo sin que éste pudiera defenderse, porque la muerte lo sorprendió mientras reposaba los efectos de su tórrido encuentro.

Tras acabar con las aspiraciones terrenales de su amado, el visitante incómodo revolvió las ropas del difunto y se apoderó de las llaves del auto, saliendo a toda prisa para huir sobre ruedas ante la indiferencia de los transeúntes que lo vieron correr extrañados.

Mientras los restos del comerciante yacían escondidos en las entrañas de su vivienda, el adicto seguía con su vida cotidiana dejando de lado la tragedia que él mismo había creado, imaginando que su mala acción se diluiría por obra de la naturaleza con el paso del tiempo.

Sin embargo, los recuerdos lo atacaban sin piedad cuando el humo de la droga que fumaba le nublaba el cerebro de manera letal, regresando al momento en que había presionado la bufanda para matar a su compañero sentimental.

Durante tres días, el remordimiento hizo presa de sus emociones y para acabar con su castigo mental se reunió con varias amigas para contarles lo ocurrido y le dieran una solución a su pequeño gran problema.

MACABRA DECISIÓN

Resuelto a salir del embrollo en que se había metido, el joven de triste figura emprendió la marcha del Nissan que hizo suyo desde que “enviudó” y junto a la turba de consejeras retornaron al lugar del crimen, que como flashazo lo hizo revivir el momento que cambió su perspectiva de la vida para siempre.

Muy lentamente, el asesino abrió la puerta principal y con pasos torpes recorrió el sitio hasta llegar al cuarto de las frenéticas noches que consumaba con su enamorado, mientras las añoranzas de aquellos días lo atormentaban con un sabor agridulce que conocía a la perfección.

Junto a las mujeres que pretendían animarlo con su presencia, el chiquillo postró sobre la cama el hule donde envolvió el cadáver formando el bulto que con dificultad cargó sobre su espalda, sacándolo de la vivienda para subirlo en el auto que a toda prisa se fue del lugar.

Temblando más de miedo que de frío, Genaro se detuvo en un paraje solitario donde ante la vista de sus “cómplices” abrió la puerta del vehículo, sacando la mortaja con el cuerpo de su amigo para arrojarlo entre la maleza, donde se perdió por lo alto de la hierba que invadía el sitio pese a lo congelante de la temporada.

“La noche en que me decidí a matarlo más que valor lo que sentí fue miedo, estaba cansado de sus amenazas y desde un día antes planeé asesinarlo, esperé a que se durmiera y agarré su bufanda, se la enredé en el cuello y apreté, apreté y apreté hasta que el cuerpo se aflojó por completo.

“Fui a buscar a unas amigas que no creían lo que había pasado cuando se los platiqué y les pedí que me ayudaran a descuartizarlo para tirar los pedazos en diferentes lugares, pero se negaron, sólo aceptaron acompañarme a tirarlo al monte como lo hicimos”, dijo en una de sus primeras declaraciones ministeriales.

De esa manera, el menor tiró sus ilusiones y pasajes de amor en despoblado con la intención de comenzar una nueva vida, retirándose del campo abierto bajo la idea de que el pasado se había ido eximiéndolo de toda culpa, sin saber que estaba completamente equivocado.

Para festejar la culminación de tan tétrica odisea, el victimario ofrendó su obra colgando la bufanda en una imagen religiosa que se encontró sobre la carretera, poniendo punto final al crimen que creyó lo inmortalizaría ante la opinión pública.

Con la conciencia tranquila, se dedicó a pasear en el auto que se había apropiado para sí mientras la mariguana consumía sus ganas de vivir, aunque tenía que cumplir con dicho trámite coexistiendo con su madre… como cotidianamente lo hacía.

FATÍDICO DESENLACE

Semanas después, familiares de Félix extrañaron su ausencia y dieron aviso a las autoridades que tras las primeras pesquisas dieron con el paradero de Genaro, a quien interrogaron sobre la situación llevándose una sorpresa, porque éste les dijo que lo había asesinado sin que le hubieran preguntado.

Ante esa confesión, los guardianes ministeriales detuvieron al presunto para comenzar las diligencias respectivas, haciendo una revisión de la casa blanca donde encontraron los rastros que avalaban las palabras del asesino confeso.

“No recuerdo el día, sostuvimos relaciones y él se quedó dormido, fue cuando aproveché para estrangularlo con la bufanda. Me consentía mucho y hasta me dijo que para estos días me regalaría el mismo automóvil que manejaba, pero no lo cumplió, es por eso que a últimas fechas ya no estaba contento con él”.

De igual manera, el chico de moral relajada los llevó hasta el paraje donde rompiendo la oscuridad de la noche con linternas atacaron el punto indicado, pero la incesante lluvia les obligó a concluir la misión que se prolongó sin éxito durante varios días.

Extrañada por el caso que tenía enfrente, la PGJE siguió de frente con el caso apoyada en la declaración de las mujeres que atestiguaron el abandono del cadáver, aunque multiplicaron esfuerzos y no lograron ubicar el cuerpo.

Pero ante el recabo de evidencias, declaraciones y la insistente aceptación del presunto como autor material de un crimen, la Procuraduría siguió adelante con el caso y turnó el expediente ante instancias especializadas bajo el delito de Homicidio.

Ahora, Genaro vive con el recuerdo intacto del amigo que pudo haber sido el amor que buscaba y que perpetuó tras haberle dado muerte, según él porque lo amaba ilimitadamente, pero sobre todo porque no soportaba sus escenas de celos, que lo obligaron a tomar la decisión de la que dice no estar arrepentido.

(ZOCALO/ Revista Visión Saltillo/ Rosendo Zavala
16/04/2013 - 01:30 PM)

No hay comentarios:

Publicar un comentario