lunes, 5 de agosto de 2013

"LO QUE PASÓ, PASÓ..."



Colonos de la Francisco Villa se muestran resignados ante los daños en fachadas y autos causados por la refriega del sábado

Martín González
CULIACÁN.- En el día después del enfrentamiento entre presuntos delincuentes, policías y militares en la Francisco Villa sólo quedan los escombros de la refriega.

Cielo nublado y tierra húmeda por la lluvia reciente. En la Bahía de Ohuira los rescoldos de la balacera se perciben: habitantes enmudecidos por la vecindad de una casa de seguridad perforada por las balas, huellas de disparos en las fachadas de algunas casas y en vehículos.

En Bahía de Ohuira y Juan Álvarez, restos de ceniza, alambres de neumáticos y una mancha de sangre en medio de la calle. La fachada del abarrotes Santo Niño ahumada y dañada por el fuego.

"¿Qué quieren saber...?", responde su propietario, "lo que pasó, pasó..."

Al norte, algunos automóviles con horadaciones en su carrocería y huecos en las viviendas.

La casa amarilla, entre Tarahumaras y Olmecas, es la atracción. Transeúntes y automovilistas detienen el paso para contemplar las huellas del enfrentamiento.

"Desde ayer es un desfile de carros", comenta una vecina.

El cuchicheo es por el enfrentamiento. Los sellos de la Procuraduría General de la República llaman la atención de los muchachos. El comentario es discreto a condición del anonimato.

"Pero si ellos empezaron el pleito", suelta una, "ah, y les cayó todo el Gobierno".

Nadie se duele de daños en vehículos y viviendas. El recuento de la batalla es más cierta.

"Se llenó hasta allá de soldados y policías, y de ahí sacaron muchas armas. De todas. Estuvieron saque y saque", cuenta una mujer.

El desfile de carros es continuo. Lento. La mirada de sus conductores hacia arriba, a las ventanas perforadas por las balas, a los sellos de la PGR adheridos en la fachada.

Y las comparaciones recurrentes.

"Esto era la guerra", dice una doña, "así como en Irak. Disparos, granadas... de todo".

En el Santo Niño el daño es en la pared frontal del abarrote. Las cenizas de dos vehículos incendiados y una mancha de sangre que la lluvia no borró.

"Yo no estaba aquí..." responde, hosco, el abarrotero, "...como si fueran a reparar los daños".

(NOROESTE/ Martín González /05-08-2013)

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