Distrito Federal—
“La privatización de las cárceles, que se les están otorgando de manera muy
confidencial a los empresarios, es totalmente ilegal porque violenta no
solamente la Constitución, sino también los tratados internacionales en la
materia firmados por México”, asegura categórico Martín Barrón Cruz,
investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).
Entrevistado en su
cubículo de ese centro académico, el especialista agrega: “El Artículo 18
Constitucional estipula claramente que el Estado debe hacerse cargo de las
prisiones y de toda la cuestión penitenciaria. Sin embargo, estamos viendo que
el Estado evade esa responsabilidad al entregar a la Iniciativa Privada el
control de algunas prisiones. Está negando y violentando la Constitución.
“La misma
Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que no deben privatizarse las
prisiones, cuyo objetivo final debe ser
reeducar y reintegrar al reo a la vida social, meta muy contrapuesta a la de la
empresa privada, interesada solamente en convertir a los reos en un negocio
rentable.”
–¿Qué documentos o
convenios de la ONU marcan este lineamiento?
–En 1977, las
Naciones Unidas expidieron las reglas mínimas para el tratamiento de los
reclusos, donde quedó marcado ese camino de la reinserción social, e incluso se
acordó corroborar su cumplimiento. En ningún punto se le dio cabida a la
empresa privada, precisamente por sus fines de lucro. Desde entonces se
adoptaron estas reglas mínimas, que fueron firmadas y ratificadas por México.
“Todavía en una
reunión de 2002 realizada por la ONU, se emitió el Informe del grupo de trabajo
sobre la administración de justicia, donde se censuró a algunos gobiernos de
América y Europa por incumplir los acuerdos pactados al permitir el
funcionamiento de cárceles privadas y de esta manera reducir las obligaciones
asignadas al Estado".
Para afianzar sus
argumentos, Barrón Cruz busca entre sus archivos puestos en el escritorio, los
libreros y la computadora. Encuentra algunas conclusiones de especialistas del
Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente (Ilanud), entre ellas la del encargado de este
organismo, Elías Carranza, quien hizo la siguiente consideración: “Sería un
grave error tratar de resolver la situación de horror que se vive en los
centros de América Latina privatizándolos”.
Barrón Cruz deja sus
archivos, se dirige al reportero y declara enfático: “Como puede darse cuenta,
los peritos de la ONU coinciden en que la privatización no resuelve los
problemas, sino todo lo contrario, los agravan más; las cárceles privadas
tienden a ser más violentas que las públicas, la rehabilitación no se cumple,
se violan los derechos humanos, aumentan los suicidios y el tráfico interno de
estupefacientes sigue dándose.
“Así lo demuestra la
experiencia en otros países, como Estados Unidos y Chile. ¡Está comprobadísimo!
¡Demostrado hasta la saciedad! Y pese a ello, en México se empezaron a abrir
las cárceles a la iniciativa privada a partir de la pasada administración de
Felipe Calderón, proceso que continúa en el actual sexenio".
—¿Cuántas prisiones
están actualmente en manos de la iniciativa privada? ¿Qué empresas las manejan?
—¡No lo sabemos!
Toda esa información la tenía en el sexenio pasado la hoy extinta Secretaría de
Seguridad Pública federal, y hoy la tiene la Comisión Nacional de Seguridad,
dependiente de la Secretaría de Gobernación. Pero esa información se maneja
confidencialmente. No la dan a conocer.
“Obviamente que la
comisión debe tener un listado completo de las prisiones no sólo federales,
sino también estatales y municipales que ya están manejando algunas empresas
privadas, así como otra lista con el nombre de esas empresas”.
—¿Esa comisión, a cargo
de Manuel Mondragón y Kalb, es entonces la que concentra toda esa información?
—Sí, como también la
tiene la Conferencia Nacional del Sistema Penitenciario, que aglutina a todos
los directores de las cárceles del país, quienes se reúnen periódicamente para
tomar acuerdos sobre las políticas penitenciarias a seguir.
—¿Debe ser
confidencial esa información? —se le pregunta.
—No. En mi opinión
no debe ser confidencial. Tenemos derecho a saber cuántas cárceles están en
manos de la iniciativa privada y qué empresas las están manejando. La autoridad
no sólo está violentando la ley, sino que también nos oculta información.
ALTA SOBREPOBLACIÓN CARCELARIA
Barrón Cruz señala
que en el país existen 416 prisiones, diseñadas para albergar a 196 mil 742
internos. Sin embargo, indica, la población carcelaria actual es de 244 mil 960
personas, por lo que hay una sobrepoblación de 48 mil 218 reclusos.
Con base en estos
datos, el investigador explica: “Si se tiene una sobrepoblación de más de 48
mil reos, necesariamente se deben construir más cárceles para albergarlos. Es
aquí donde el gobierno dice: ‘Esa cantidad de presos te los dejo a ti,
iniciativa privada, encárgate de ellos’”.
—¿La lógica es
dejarle a la iniciativa privada la sobrepoblación?
—Puede ser la lógica
gubernamental. Es muy probable. Aunque falta saber cuántas prisiones planean
construirse para esa sobrepoblación, tomando en cuenta que las prisiones
podrían ser de, digamos, alrededor de 2 mil 500 internos cada una, por dar una
cantidad razonable.
“Y aquí otra vez
saltan las interrogantes: quién las va a construir, quién las va a manejar y en
qué territorios estarán, porque este punto también es importante. Por lo
general las zonas donde se construyen las prisiones se van poblando muy
rápidamente, ya sea por las familias de los reclusos, los custodios o del
personal administrativo, que requieren de urbanización y de servicios.
“Pongo por caso el
megacomplejo carcelario de Puente Grande, Jalisco, donde hay una cárcel
federal, otra estatal, una para mujeres y otra preventiva. A esa zona llegó a
vivir muchísima población, a la que se le tuvo que dotar de servicios. De
manera que, para las empresas que construyen prisiones, la urbanización del
entorno puede resultarles un negocio incluso más lucrativo que la cárcel
misma”.
Maestro en ciencias
penales con especialidad en criminología por el Inacipe, Martín Barrón es
conferenciante, imparte cursos y seminarios y es autor de las investigaciones
“Una mirada al sistema carcelario mexicano”; “Policía y seguridad en México”, y
“Guardia Nacional y Policía Preventiva: dos problemas de seguridad en México”,
entre otras.
El 11 de septiembre
participó en el foro Perspectivas de la Reinserción Social y de la
Privatización del Sistema Penitenciario Mexicano, realizado en el Inacipe y en
el que la comunidad académica ya empezó a abordar el tema de las cárceles
privadas en el país.
Entre los ponentes
estuvieron Luis González Placencia, quien entonces todavía era ómbudsman del
Distrito Federal; la subsecretaria del Sistema Penitenciario del Distrito
Federal, Mayela Almonte Solís, y los investigadores Daniel Cunjama y David
Ordaz.
Barrón aclara: “No
es lo mismo subrogar que privatizar las prisiones. Es muy común que en algunas
cárceles se subroguen a algunas empresas la lavandería, la cocina u otros
servicios. Eso siempre se ha dado. Pero la privatización es muy distinta;
implica que desde la construcción, la administración y toda la gestión de la
cárcel quede en manos de particulares”.
—Esto se está dando
en México...
—Sí, pero ese modelo
de prisión fracasó en los países donde se ha implementado. Aquí en México las
empresas utilizarán la mano de obra de los reclusos. Sus ganancias saldrán del
trabajo carcelario. Y uno se pregunta: ¿cuáles serán los derechos laborales de
los reos?, ¿qué salario se les dará?, ¿tendrán reparto de utilidades, primas
vacacionales y aguinaldos?
—¿Tendrá que
modificarse entonces la legislación laboral?
—Por lo pronto, si
ya de entrada se está violando la Constitución, de paso se están violando otras
leyes más. Y para colmo, ninguna empresa mexicana tiene experiencia en el
manejo de prisiones. ¡Ninguna!
Hank González, en el
negocio
El joven empresario
Carlos Hank González, presidente del Grupo Financiero Interacciones, ya tiene
bajo su mando el Centro de Reclusión Estatal de Ciudad Valles, San Luis Potosí,
en el que invirtió mil 200 millones de pesos en asociación con la constructora
Ingenieros Civiles Asociados (ICA), de la familia Quintana. Hank también
financió dos centros penitenciarios en el Distrito Federal.
Hank González
pertenece al llamado Grupo Atlacomulco, al igual que el presidente Enrique Peña
Nieto. Es nieto del profesor Carlos Hank González por el lado paterno, y del
empresario Roberto González Barrera por el materno. Algunos miembros de su
familia –que posee casas de juegos de azar– se han visto involucrados en
escándalos por fraudes y acopio de armas.
Carlos Slim,
considerado por la revista Forbes como el segundo hombre más rico del mundo,
tampoco quiere quedarse atrás en el negocio carcelario. Firmó un acuerdo para
participar en la construcción de dos centros penitenciarios: uno en Morelos y
otro en Chiapas.
Esta participación
la tenía la desarrolladora de vivienda Homex, que decidió vendérsela a Grupo
Financiero Inbursa y a Impulsora del Desarrollo y el Empleo en América Latina
(IDEAL), ambas de Carlos Slim.
El magnate Olegario
Vázquez Raña, dueño del periódico Excélsior y de los hospitales Ángeles,
también está metido en el negocio a través de su empresa Promotora y
Desarrolladora Mexicana (Prodemex), que construye penales en Durango y
Michoacán.
Por su parte ICA
–que dirige Alonso Quintana– ya construyó el Centro Federal de Readaptación
Social número 11, en Sonora, regido por el esquema empresarial Proyectos de
Prestación de Servicios (PPS).
Algunas compañías
más que intervienen en el negocio son Tradeco, Arendal, La Nacional y La Peninsular,
entre otras. Construyen prisiones federales y estatales en el Distrito Federal,
Coahuila, Chiapas, Durango, Morelos, Guanajuato, Sonora, Michoacán…
Y Pedro Aspe Armella
–mentor del Grupo Atlacomulco y quien fue secretario de Hacienda en el sexenio
de Carlos Salinas de Gortari– se encarga de diseñar proyectos de inversión
carcelaria a través de su empresa Protego Asesores (Proceso 1906).
El proyecto de
privatizar las prisiones arrancó en el sexenio anterior y estuvo a cargo de la
Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP). Hace cuatro años, el entonces
subsecretario del Sistema Penitenciario Nacional de esa dependencia, José
Patricio Patiño Arias, declaró a Proceso que el plan era construir para los
reos del orden federal “por lo menos 45 mil nuevos espacios, que conseguiremos
mediante la ampliación de nuestras instalaciones, pero sobre todo de la
construcción de 12 nuevos penales, que levantarán empresas privadas confiables
y solventes”.
El esquema –dijo–
consistía en que las empresas privadas construyeran las prisiones y luego las
administraran por un periodo de unos 20 años, al término de los cuales se
entregarían al gobierno federal, como en el caso de las autopistas
concesionadas. Advirtió que, por motivos de seguridad, a las empresas se les
entregarían las prisiones por “adjudicación directa” y no mediante concurso
(Proceso 1704).
Ya en este sexenio,
Modragón y Kalb se hizo cargo de las prisiones federales y continuó el proyecto
calderonista. En marzo pasado reveló que a la iniciativa privada se le encargó
la construcción de ocho cárceles; dos ya estaban terminadas y seis en
construcción.
Elogió así las
ventajas de la prisión privada: “Las fallas son tan poco sensibles que no se
conocen. En ningún caso hay autogobierno ni manejo interno de estupefacientes
ni violaciones a los derechos humanos”.
Y adelantó que,
aparte de los ocho centros penitenciarios federales ya otorgados, se le pediría
a la iniciativa privada la construcción de otros 10.
Martín Barrón
comenta al respecto:
“Al comisionado le
falta informar a qué empresas se les están dando las cárceles y qué capacidad
tendrá cada una de ellas, entre otros puntos. Y es falso eso de que en las
prisiones privadas no se violan los derechos humanos. También está por verse la
reacción de los grupos del narcotráfico que controlan muchos penales. No creo
que se vayan a quedar con los brazos cruzados”.
Explica: “Se
justifica el esquema de estas cárceles con el de las carreteras concesionadas a
la iniciativa privada, que después de ser explotadas por años se las darán al
Estado. Pero en toda mi vida jamás he visto que una carretera concesionada se
entregue al gobierno. Igual puede ocurrir con las prisiones; los empresarios
ampliarán una y otra vez los plazos de entrega con el argumento de que aún no
recuperan sus inversiones.
“Hay una situación
muy preocupante en el trasfondo de todo esto: no está clarificado qué tipo de
sistema penitenciario nacional es el que se quiere. ¿Uno mixto, donde coexistan
las cárceles públicas con las privadas y las subrogadas? ¿Uno más privatizado,
donde tenga preponderancia el sector empresarial y la explotación de la mano de
obra carcelaria…? No lo sabemos”.
—¿Es novedoso este
esquema?
—¡No! ¡Todo lo
contrario! En el siglo XIX, durante el proceso de industrialización, a los
primeros a quienes se explotó laboralmente fue a los presos, por ser una
población cautiva. Se dio el fenómeno de las llamadas “cárceles-fábrica”, que
quedó bien documentado. El esquema ya existió hace dos siglos. Podríamos decir
que nuestras autoridades penitenciarias son retrógradas en ese sentido.
(Rodrigo
Vera/Proceso)
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ Proceso | 2013-10-05 | 22:18)
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