viernes, 18 de enero de 2013

¡LA BOMBA YA ESTALLÓ!



Crónica parlamentaria


Héctor Froylán Campos Macías
HERMOSILLO.-Ganaron una batalla que no la guerra. Han dado un pasito más no el salto. Es la victoria de un empeño acomedido, pero falta probar la gloria del reclamo satisfecho.

Esta pudo ser la lección que llevan a cuestas los ciudadanos del movimiento “No más impuestos” cuando cayó el telón de una esperada y amenazada jornada legislativa.

“¡La bomba ya estalló!”, rezongan mientras enfilan al salón de comisiones desoyendo súplicas para que abandonen el recinto.

Con más flojera que mortificación, José Ramón Moya notifica el “peligro”. Lo tiran a lucas. La amenaza anónima ha sido un rancio chascarrillo que sólo abona la sátira y el repudio de los “malnacidos”.

“¡Mo-rir-con-dig-ni-dad! Un improvisado coro retumba entre los muros en este espacio del parlamento.

Desde los grandes ventanales se aprecia una postal citadina que mucho coincide con la reflexión de José Abraham Mendívil: el fantasma de la ingobernabilidad ronda por doquier. Cientos de taxis con sus unidades han sitiado accesos aledaños a la sede del Poder Legislativo.

La lucha suma adeptos. El movimiento ciudadano encuentra más voluntades dispuestas a eso: a morir con dignidad.

“¡Cuidado!”, advierte Humberto Jesús Robles Pompa, una de las primeras víctimas del acoso. Al de Nogales lo despertó una llamada antes de venir a sentarse para explicar detalles de su propuesta. Lo amenazaron de muerte. Lo relata con un dejo de inquietud. Con reservas.

A las once de la mañana, el salón se achica. Rozan cuerpo con cuerpo. Pancartas. Cartulinas. Las leyendas manuscritas hablan, multiplican el encono social. Se cuentan por cientos los que están ansiosos. Enojados, pero animados. Inconformes, sí. Pero decididos a no ceder, también.

Rebeca Villanueva, la “jefa del movimiento” –así se dirigió a ella con un despectivo acento el panista Javier Neblina Vega— alerta que Carlos Navarro López “ai viene”. El diputado del PRD se atoró en el caos. Y le cuesta trabajo lidiar con la anarquía que está las calles.

Próspero Ibarra Otero, en su calidad de presidente del Congreso, toma la batuta para dirigir la sesión de las comisiones unidas de Hacienda con la legalidad del quórum constituido.

Minutos más tarde, los panistas reaparecen. Ahí anda Gildardo Real Ramírez, lisiado. Lo delata el cabestrillo en su brazo derecho. Con aplomo, abre las hostilidades. Pero quién sabe cuándo perdió esa “clase” que presumió tenía en sus tiempos de opositor.

Porque el debate del dictamen de las iniciativas de Robles Pompa y Navarro López quedó secuestrado entre la rechifla y el desorden. Son gritos que ahogan la ponencia de Luis Ernesto Nieves quien imprime gravedad a los argumentos de su rechazo. El abucheo ensordece. Aturde. Marea el vocinglero que censura la osadía del “Güero” Nieves de citar el caso Jalisco. O la hora de exigir la presencia de los 72 alcaldes para que den su opinión sobre el COMUN.

Mal se vio José Serrato Castell que legisla parado, sin ton ni son juntos a su coordinador Neblina.

Y si el gesto del pastor del PAN llama a la compasión, el de Mónica Robles Manzanedo invita a tomarle una foto. Dos catotas parecen saltar de sus ojos. Redondos. Exageradamente abiertos. Impávidos.

Y atrás, Marco Antonio Flores Durazo, estoico. Tan serio como su compañero Ignacio García Fierros. Doña Shirley Vázquez Romero, con educada oratoria, lejos de persuadir irrita a esa muchedumbre que le arrebata sus floridos, empalagosos discursos. Ha sido en vano pretender “empinar” a su coterráneo Próspero por el hecho de haber firmado el dictamen de la Ley de Ingresos.

El ex alcalde de Huatabampo revira por única y última vez. El asunto no es personal, aclara a la maestra. Es un tema de justicia, los ciudadanos. Y explica las razones por las que signó el resolutivo. Su partidario Carlos Gómez Cota no dice ni pio.

El griterío se adueña del escenario. Neblina Vega hojea los tomos del paquete presupuestal mientras Robles Manzanedo sostiene el micrófono. El pastor de la bancada panista “corrige” a Navarro López. Desnuda los entretelones en la negociación de los egresos, concretamente del Legislativo. Los priistas, literalmente se sirvieron con la cuchara sopera, según revela. Y dirigiéndose a la “jefa del movimiento” –“¡yo no soy jefa de nadie!”, increpó doña Rebeca desde la otra punta— Neblina enseñó lo que trae bajo la manga: unas tijeras para recortar al 50% el sueldo de los 32 legisladores; el fondo de gestión legislativa que este año dispone de 4 millones por cabeza y los 70 millones pactados para la construcción del nuevo edificio del Congreso.

Pero el diputado del PRD se percató de la jugarreta. Reitera su propuesta de bajar el salario a funcionarios de los tres poderes. Y fustiga lo que parece un “ajuste de cuentas” entre priistas y panistas. “Eso es demagogia”, tronó. Sustenta el alegato con datos duros: en promedio, el gobierno ha cerrado el ejercicio fiscal de los últimos tres años con 3 mil millones de pesos más de lo presupuestado. Navarro López alborotó a rabiar la bitachera que corea ¡sí o no!  ¡sí o no! ¡si o no! La gritería apabulla al panista que apenas mueve la cabeza sin despegar los labios. Resignado, resiste, pero no cede un ápice.

La gente descarga su rabia. Una ira colectiva que tampoco deja dudas: no hay, ni habrá tregua para quienes fieles al gobernante recitan su voto en fila india: “a favor del pueblo y en contra del dictamen”.

Ayer, la historia que se escribió en la víspera de aquel 13 de diciembre y cuyas “oscuras” negociaciones se delataron en el transcurso de la reunión donde los priistas abogan por enmendar la plana –“nos equivocamos, ahora vamos a reconsiderar”, dijo Samuel Moreno— ahora fue distinta.

Nueve diputados han avalado el dictamen de la reforma a la legislación hacendaria para derogar la llamada Contribución al Fortalecimiento Municipal, el COMÚN, la tenencia pues.

Y los mal nacidos estallaron en júbilo. Poco les importó si los soberanos se descuentan o no el 50% del sueldo.

El motor de su lucha, es otro. Está en juego su patrimonio. La economía en la mesa de sus hogares. Con el espíritu inflamado, henchido, volvieron a la calle.

Es una batalla. Un pasito. Un empeño resuelto. Después de conocer la opinión de Guillermo Padrés, el reclamo parece lejano, si no es que utópico.

Y la bomba en el Congreso, nunca explotó. Eso lo sabía el administrador Moya cuando invitaba con más flojera que gracia; con más desgano que chispa; más obligado que preocupado, a desalojar el inmueble.

Y es que, para los manifestantes, desde hace rato que en Sonora estalló la bomba.


(DOSSIER POLÍTICO/ Héctor Froylán Campos Macías / 2013-01-18)

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