Elementos de la Marina dan muerte a Jonathan Salas Avilés, pero
la PGJE niega que sea el jefe de sicarios del Chapo
Guzmán
Desaparece el
Fantasma
Su nombre era Jonathan Salas Avilés, pero la
Procuraduría General de Justicia del Estado niega que le hayan apodado el
Fantasma.
Tampoco, según el titular de esta dependencia, Marco Antonio Higuera
Gómez, tiene antecedentes penales ni hay en esta dependencia algún registro que
lo ligue con grupo alguno del crimen organizado.
Lo declaró el titular de la PGJE el sábado por la mañana, incrementando el
misterio sobre los hechos sucedidos la tarde-noche del jueves 1 de marzo, cuando
elementos de la Marina, durante un fuerte despliegue de sus fuerzas en la
comunidad de Oso Nuevo, ubicada en la sindicatura de Quilá, acribillaron desde
un helicóptero artillado una camioneta Grand Cherokee y dieron muerte a sus dos
tripulantes.
Durante la persecución, los marinos dispararon a la
camioneta con fusiles calibre 50, los cuales perforaron el blindaje del vehículo
y provocaron que este ardiera. Jonathan Salas y su compañero, aún no
identificado, viajaba armado: en el interior del vehículo se encontraron cuatro
rifles AK-47, un fusil FAL, de los que utiliza el personal militar en sus
operativos, varias armas cortas, así como cajas de municiones de diferentes
calibres.
Salas Avilés resultó herido en el ataque. Recibió varios
impactos, uno de ellos en la cabeza, y murió cuando era atendido en el Hospital
General de Culiacán. Su compañero fue abatido a escasos metros de donde la
camioneta fue calcinada, muriendo casi al instante.
Sobre los hechos
destacó el silencio de las autoridades, las respuestas vagas, las evasivas, los
“no sabemos”, “no lo tengo confirmado”, “nosotros solo apoyamos”.
Y en
los medios de comunicación, la especulación, la búsqueda de datos en fuentes
extraoficiales, tratando de confirmar o desechar lo que desde esa tarde, en el
lugar de los hechos, empezó a circular cada vez con mayor fuerza: que uno de los
muertos era el Fantasma, jefe de sicarios del cártel de Sinaloa, particularmente
de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo.
Si es el Fantasma, se conjeturaba, su
muerte vendría a representar un fuerte golpe al cártel de Sinaloa, junto con los
que se ha estado sufriendo recientemente con el asesinato de Eliboro Félix
Medina en Las Quintas y la ejecución de los cinco presuntos ántrax en la colonia
Guadalupe Victoria. Acontecimientos que se suman a la aprehensión por parte de
la PGR de Jaime Herrera Herrera, conocido también como el JH o el Viejito,
principal productor de droga sintética para el cártel de Sinaloa. Y la de Ovidio
Limón Sánchez en noviembre de 2011, considerado uno de los hombres clave de este
cártel.
Ese jueves fue una noche cruenta para Culiacán. Mientras en el
Valle de San Lorenzo cientos de elementos de la Marina y el Ejército tomaban
pueblos enteros, un grupo de sicarios que portaban armas largas sembraron el
terror cuando llegaron a una clínica de la colonia Miguel Hidalgo para matar a
un hombre que estaba internado. Lo mataron y junto con él a cuatro personas
inocentes.
Las víctimas fueron identificadas como José Ramón Angulo Vega,
Manuel Roberto Vargas, Jesús Antonio Barraza, Carlos Arturo Castillo López e
Israel Herrera Parra, este último era policía
preventivo.
Silencios y misterios
¿Qué se oculta?
Esa es la pregunta, el tema. Apenas sucedieron los hechos, el Ejército mexicano
se deslindó de la operación. La mañana del viernes, Moisés Melo García, general
de la Tercera Región Militar, informó que el Ejército estaba participando en los
operativos, pero solo como apoyo al personal de la Marina, quienes supuestamente
estaban a cargo. Sin embargo, información del área de Comunicación Social de
esta última indicó que ellos tampoco tenían nada qué ver en los
hechos.
“Nosotros no estuvimos ahí”, dijo el encargado de prensa. “De
hecho nosotros no tenemos helicópteros artillados”, se abundó. ¿Entoinces quién
fue? No lo sabemos.
En Oso Nuevo todo el pueblo vio cuatro helicópteros
artillados de la Marina que sobrevolaron el pueblo y decenas de elementos de
elementos en tierra. Al día siguiente todavía estaban ahí, además de uno del
Ejército.
El propio jefe de la Tercera Región Militar, Moisés Melo
García, se deslindó: “Nosotros ahorita no tenemos la información particular.
Sabemos que hubo una actividad ahí en Quilá y al parecer hubo personas que
desgraciadamente fallecieron que se encontraban ahí y que iban a ser aseguradas
y como consecuencia otras fueron heridas. Ya se está llevando el intercambio de
información sobre el particular y una vez que tengamos todo, cuente con ese
detalle”, manifestó.
Sin embargo, al cierre de esta edición, el viernes
por la noche, la Sedena, contradiciendo a su general brigadier, jefe de la
Tercera Región Militar, emitió un comunicado donde afirma que el Ejército
mexicano realizó las operaciones y que en ellas murieron tres personas, dos en
el lugar y otra que falleció en un hospital de Culiacán.
El enredo
informativo no terminaría ahí. El sábado por la mañana, el Procurador de
Justicia declaró en Los Mochis que los muertos no eran tres, como decía la
Sedena, sino dos, y que Jonathan Salas Avilés no era el Fantasma e incluso que
el otro fallecido seguía sin identificar.
Un fantasma, una
sombra
Javier Valdez
Los datos
del Fantasma son como su apodo: difusos, enigmáticos, casi imperceptibles. Su
huella es la de la sangre esparcida en su actuar como uno de los hombres más
cercanos a Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, uno de los jefes del cártel de
Sinaloa.
Todo parece indicar que nació en Veracruz y le llaman El
teniente fantasma, quizá por su paso por el Ejército mexicano, aunque no está
confirmado si alcanzó ese grado en su carrera militar. Los que lo conocieron
argumentan que su actuar era inteligente y sigiloso, y así como se iba, aparecía
de nuevo. No dejaba rastros.
Gente que se expresa en las redes sociales,
lo ubican como un hombre con aspecto joven, serio y discreto. No era “tan
prepotente” y era disciplinado y “no solo acataba órdenes, las mejoraba”. De
acuerdo con versiones extraoficiales, el Fantasma tiene “orejas” (personas que
le avisaban de operativos) en los gobiernos estatal y municipal, lo mismo que en
las corporaciones policiacas.
Una de sus apariciones más espectaculares
fue en diciembre de 2008, el mismo año en que se fracturó el cártel de Sinaloa y
aparecieron dos grandes grupos —los Beltrán Leyva de un lado y Joaquín Guzmán,
el Chapo, e Ismael Zambada, el Mayo, del otro—, cuando irrumpió en las
instalaciones de la Policía Municipal ubicadas en Bachigualato, en la capital
sinaloense. Su objetivo era rescatar a varios detenidos que estaban en las
celdas preventivas de la corporación. Le advirtieron que un contingente del
Ejército se dirigía hacia ese lugar y desistió.
Ese agosto de 2008 y
frente a su familia fue muerto a balazos un agente de la Policía Municipal,
cuando salía de la plaza comercial MZ Lomalinda. Después del crimen, los
sicarios dejaron un mensaje amenazante contra el Fantasma y el Machoprieto, otro
de los operadores del cártel de Sinaloa.
Durante el 2011 fue mencionado
en mantas colocadas en varios municipios de Sinaloa, aparentemente firmadas por
células de los Beltrán Leyva-Zetas como uno de los responsables de asesinatos en
la región. Lo cierto es que su paso por la criminalidad fue menos ruidoso que el
de otros igual o menos encumbrados que él, en la estructura del cártel de
Sinaloa.
En enero de ese año apareció una manta en Guerrero. En ella se
denunciaba los nexos entre políticos del PRI —Víctor Aguirre, primo del entonces
candidato del Partido Revolucionario Institucional a gobernador de esa entidad—
y narcotraficantes del cártel de los Zetas. La manta fue firmada: el
Fantasma.
Boletín
militar:
Personal militar repele agresión armada en el
poblado de Quilá, municipio de Culiacán, Sinaloa.
La Secretaría de la
Defensa Nacional informa que en el marco de la Estrategia Integral del Estado
Mexicano contra el Narcotráfico y la Delincuencia Organizada y como resultado de
las acciones en contra de las organizaciones delictivas con presencia en el
estado de Sinaloa, el día 1° del actual, personal militar jurisdiccionado a la
III Región Militar, al realizar actividades de reconocimiento y seguimiento de
información, a inmediaciones del poblado de Quilá, municipio de Culiacán,
Sinaloa, al arribar al área fue agredido con disparos de armas de fuego, por un
grupo indeterminado de individuos, por lo que en defensa de su integridad física
y de la población civil repelieron la agresión.
En estos hechos
fallecieron dos agresores y uno más resultó herido, el cual fue evacuado por
autoridades civiles a un nosocomio en la ciudad de Culiacán para su atención
médica, sin embargo falleció posteriormente.
En el poblado donde se
suscitaron los hechos se localizaron dos inmuebles, donde se aseguró diverso
armamento, vehículos y material.
En este sentido, personal del Ejército y
Fuerza Aérea Mexicana, continúa desplegado en el área para localizar a más
integrantes del grupo agresor.
Penetra la Marina al valle
de San Lorenzo, territorio del cártel de Sinaloa
Zarpazo de oso
Aquí en
Oso Nuevo nadie conocía la guerra hasta que el jueves por la tarde y noche la
antes impenetrable guarida del cártel de Sinaloa se convirtió en un infierno.
Helicópteros disparando desde el aire, columnas de humo, gritos, muertos,
horror, el pueblo tomado por el Ejército y la Marina, puntos de revisión,
estampida humana y calles bloqueadas.
Todo el valle de San Lorenzo se
cimbró cuando los soldados de la Marina irrumpieron en la mayor incursión
militar que se recuerde. Desde Quilá a Loma de Redo, llegando hasta El Atorón,
el pánico no distinguió caminos, carreteras o veredas.
Era un campo de
batalla.
“Fue una noche de pesadilla”, alcanza a decir una mujer tras los
barrotes que protegen el mostrador de una tienda. “Tú di que no sabes ni viste
nada, no seas pendeja”, la corrige el marido.
La gente durmió y despertó
con el pueblo sitiado por soldados. Una tropa numerosa se apoderó de una
comunidad que sabe bien quiénes son sus frecuentes inquilinos, pero no sabía
cómo era una invasión militar.
Un retén que esculca hasta a los ancianos
y estudiantes recibe a lugareños y extraños. Otro vuelve a revisar a la mitad
del poblado, en la desembocadura de la calle principal. Uno más se plantó en el
entronque con la carretera a Loma de Redo.
Antes de llegar al primer
retén las huellas de la barbarie anuncian lo que sigue. Por la carretera
Quilá-Oso Nuevo, en el vado del río, quedó el asfalto marcado por los impactos
de los Barret que dispararon desde los helicópteros.
Es el teatro
espectral del ataque que culmina con los restos del vehículo en que viajaba
Jonathan Salas Avilés, barrido por el fuego aéreo. Balas percutidas debido a las
llamas, restos de cargadores y de blindaje automotriz, alambre requemado que
perteneció a las veloces llantas de la unidad en que huía el presunto sicario,
que llevaba la camioneta repleta de armas y municiones.
Y, enseguida, el
terror. La escuela primaria del lugar suspendió clases para no arriesgar a los
alumnos. Las madres han ordenado a sus hijos, de la edad que sean, no salir a
las calles. A los que están fuera de la comunidad los alertan para que no
vayan.
El jueves por la noche todas las luces de las casas se apagaron
temprano, pero nadie pudo dormir. La serenata del vuelo de helicópteros, botas
corriendo, las Hummer patrullando y rifles cortando cartucho no dio lugar al
sueño.
Incursión súbita
Nadie, ninguno, supo que
llegarían los helicópteros de la Marina. “Cuando se oyó el ruido de las hélices
ya estaban encima del pueblo” y unos diez minutos después empezaron los
disparos. En las casas se oía que las naves andaban casi raspando el techo. A
los niños se les metió bajo la cama y las mujeres se tiraron al suelo. Los
hombres buscaban claraboyas para ver qué estaba pasando.
Desde una semana
antes vehículos y personas extraños rondaban por el pueblo. La Policía de Quilá
especula que hubo labor de inteligencia militar para ubicar al fantasma porque
se trató de un operativo sorpresivo y quirúrgico de la Marina. Ni siquiera
elementos del Ejército arribaron a la zona antes del despliegue de la
Armada.
De acuerdo con versiones de los lugareños “los marinos buscaban
al Chapo Guzmán porque muchos de los forasteros tenían apariencia de gringos y
no hablaban con nadie, nomás pasaban y pasaban rumbo al ejido El
Melón”.
Cuando más dominó el pasmo fue cuando le lanzaron ráfagas a la
camioneta Cherokee. Se llegó a creer que lo atacaron con misiles, pero se
trataba de explosiones provocadas al incendiarse las municiones que para su
arsenal traían.
Inclusive cuando aún no identificaban el cadáver de quien
acompañaba a Salas Avilés corrió fuerte el rumor de que se trataba de Joaquín
Guzmán Loera. Al rato esa versión se convirtió en la especulación de que ahí
mismo los sicarios habían tumbado uno de los helicópteros de la
Marina.
Según la versión de testigos, durante el operativo aéreo se
elevaron dos densas columnas de humo. Una por el vado de la carretera a Quilá,
al norte de Oso Nuevo, donde fueron ultimados el fantasma y el supuesto
cómplice. Otra entre los cultivos del polígono noroeste del poblado, creyéndose
en un principio que se trataba de uno de los helicópteros de la
Armada.
Presencia intimidante
Lo atípico es que
después del episodio violento de la tarde y noche del primero de marzo, el
Ejército se hubiera acuartelado en Oso Nuevo. Una finca que colinda con las
parcelas del norte del poblado, sembradíos sobre los cuales se hallaban el
viernes tres helicópteros de la Marina y uno de la Sedena, era el improvisado
campamento desde el cual emanaba el despliegue de la tropa.
Un día
después de que fue ultimado Salas Avilés, otros fantasmas se apoderaban de Oso
Nuevo. Los amiedados pobladores esperaban nuevos enfrentamientos de un momento a
otro y el desplazamiento de soldados les decía que el peligro seguía
latente.
Durante todo el viernes los altos mandos de la Novena Zona
Militar prohibieron el acceso a la prensa hasta que al mediodía los periodistas
desafiaron tal cerco y determinaron entrar al poblado.
Todas las
bocacalles eran resguardadas por soldados y nadie pasaba sin previa revisión. En
el bloqueo se utilizaron vehículos terrestres del Ejército mientras volantas
verde olivo recorrían constantemente el pueblo.
Olía a guerra, a terror.
A una batalla entre el sobresalto y la fatalidad. El silencio sustituía el
habitual chirriar de las llantas de las camionetas de lujo, pero eso en vez de
representar tranquilidad implicaba la víspera de otra arremetida
violenta.
Oso Nuevo despertó y durmió atónito. Nadie creía que el valle
de San Lorenzo, territorio hermético del cártel de Sinaloa, era perforado por
las balas de la Armada.
Y quedó marcado el primero de marzo de 2011 como
el día que conocieron la guerra.
Ahora y en la
hora…
17:00: algunos pobladores perciben el ruido de
varios helicópteros en vuelo. 17:05: se escucha que una camioneta cruza el
poblado a toda velocidad. 17:06: los primeros tiroteos obligan a los
habitantes a meterse a sus casas. 17:10: se intensifican los disparos y
sobrevuelos. Se oyen explosiones. Intenso olor a pólvora. 17:11: una columna
de humo se levanta a unos 400 metros al norte de Oso Nuevo. 17:15: los niños
gritan, las mujeres rezan. Las puertas de casas y comercios se
cierran. 17:20: llega el rumor de que mataron al Fantasma. 17:30: especula
la gente que el Fantasma derribó un helicóptero de la Armada. 17:35: los
curiosos que observaron la acción desde lejos afirman que el otro de los muertos
es Joaquín el Chapo Guzmán. 17:40: arriban convoyes de soldados que acordonan
la zona y sitian a Oso Nuevo. 18:00: las mujeres siguen rezando: “Ahora y en
la hora de nuestra muerte, amén”.
Las garras de la
fiera
Fue como un zarpazo de oso: rápido, certero,
brutal. Como si la bestia que todos dicen ya acechaba por la ribera del San
Lorenzo se hubiera decidido a atacar. Desde que Felipe Calderón le declaró la
guerra al crimen organizado en 2007, los pelotones militares se movían discretos
entre los sauces y arbustos que crecen en la grava y arena del
afluente.
Una vez vinieron los convoyes de soldados para llevarse a los
hermanos de Óscar Félix, en aquel tiempo diputado local. A principios de junio
de 2008 entraron a Loma de Redo y de manera menos ruidosa se llevaron a Melín y
Leopoldo Félix Ochoa luego de que detuvieron en Culiacán a Celín, en una casa en
que hallaron almacenada droga y armas.
Desde entonces los soldados
ocasionalmente pasaban por Oso Nuevo o acampaban a orillas del río, sin
helicópteros y sin alardes. Bordeaban el San Lorenzo con discreción y terminaban
saliendo por Las Arenitas, donde el río se junta con el mar.
Los grupos
de sicarios que se mueven en el valle del San Lorenzo han mantenido siempre la
orden de no calentar la zona. “Al que haga desmadre aquí se lo va a cargar la
fregada”, avisan. Por eso más allá de los pleitos entre borrachos o de las
rivalidades pueblerinas aquí casi nunca pasa nada.
“La fiera”, así le
llaman aquí al control que ejercen grupos de pistoleros, había estado agazapada
y en calma. Tras el escándalo que a finales de diciembre de 2011 suscitó la
presencia de la banda El Recodo en una posada popular aparentemente convocada
por la sindicatura de Eldorado, llegó una advertencia a las autoridades
municipales para que se abstuvieran de realizar actividades que atrajeran la
atención del Gobierno.
Ahora que vino la Marina con su aparatoso
despliegue, aquí dicen que fue como una zarpada de oso, pero que aún falta la de
la fiera que está herida y por lo tanto reaccionará violenta. |
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