lunes, 17 de junio de 2013

EXPEDIENTE: LOS ALBAÑILES...


Saltillo.- Decidido a saldar cuentas de la peor manera, Sergio amagó a su patrón con el cuchillo que portaba para alardear su falsa valentía y, sin pensar en las consecuencias, se abalanzó contra el contratista, propinándole la puñalada que lo convirtió en asesino de la noche a la mañana.

Lo que hasta entonces parecía una madrugada de fiesta, se transformó en el más rojo de los amaneceres, cuando el empobrecido albañil sacó su fiereza para de tajo ultimar al hombre que le había regalado la confianza en todo momento.

Tan sólo un movimiento bastó para que el endeudado chalán cambiara el rumbo de una amistad que siempre creyó sincera, pero que murió con la ambición de querer finiquitar el compromiso económico que tenía con su jefe.

Pura parranda

Desde que eran jóvenes, Sergio y Francisco avistaban la imagen de un porvenir diferente, pues aunque sus faenas en la construcción no eran bien remuneradas, las ganas de querer sobresalir y el ansia de destacar en su medio los hacían multiplicarse en sus tareas.

Mientras la utopía de un bienestar que no llegaba se hacía cada vez más lejana, los amigos de la infancia disfrutaban su convivencia en el pueblo, de la única forma que lo podían hacer: embriagándose.

Y es que en General Cepeda nunca pasaba nada, los años corrían abofeteando con su indiferencia a los ejidatarios que espantaban el aburrimiento con el vino barato que les proveía la felicidad, la misma que se diluía con el último sorbo de las botellas que enloquecían de furor a los bebedores.

Atraídos por la extraña magia del alcohol que los entretenía, los albañiles tomaban como pasatiempo la parranda, aprovechando sus virtudes para darle sentido a la vida, mientras lidiaban con la cotidianidad del oficio que solamente les daba para malcomer.

Aun así, las polvorosas calles de la zona centro y sus alrededores se habían convertido en el campo de acción para los especialistas de la pala, porque era en su tierra donde plasmaban el arte laboral que les permitía seguir junto a su gente y fortaleciendo la amistad que siempre pareció genuina.

Con más técnica que gracia, Paco tomó entre sus manos el destino de su joven aprendiz que, ávido de sabiduría, palpó las enseñanzas del maestro fortuito, que demás de instruirlo en el mundo de la construcción, también lo encaminó en los sabores de la cebada.

Sabiendo que congeniarían en todos los sentidos, Francisco tomó como propia la misión de adiestrar a Sergio, ignorando que éste le pagaría con la más cruel traición en un momento de furia, y todo por la culpa del dinero, que se convirtió en la manzana de la discordia.

Noche de fiesta

Utilizando su fuerza bruta para batir la mezcla que parecía interminable, Sergio se sumía en los pensamientos de su futuro inmediato cuando una voz le alegró el día, era su patrón, que con tono de salario le anunciaba que la jornada había terminado.

Presuroso, el vaquero de triste figura se despidió de sus compañeros y con el cuerpo costroso se fue a su casa, donde las caguamas heladas lo esperaban, como preámbulo a la noche de fiesta que se daría en el pueblo en cuanto cayera la tarde.

Con el correr de las horas, “El Checo” afianzó sus intenciones de embriagarse hasta la locura, y mientras elegía su ajuar de cacería, en el ambiente los esbozos de la tragedia se mezclaban invisibles, aguardando el momento perfecto para entrar en acción.

En el acaecer del sábado, el albañil sentía renovar las ilusiones de una emoción contenida durante días, sabedor de que la fecha había llegado y la parranda que se correría en el baile sería tan descomunal como festiva.

Cuando el reloj marcaba las 20:45 horas del naciente fin de semana, el ejidatario abandonó la vivienda y, con prisa justificada, encaminó sus pasos hasta el salón de actos, donde los acordeones locales retumbaban sin parar.

Presagiando una desvelada inédita, Sergio entró al lugar con su atavío de ocasión y arrastrado las botas anunció una llegada que parecía triunfal, aunque en realidad se trataba del inicio de una odisea que terminaría de la peor manera.

Durante toda la madrugada, las estridentes melodías de “los desconocidos del norte” aliviaron los pesares sociales del treintón, que animado por el momento se dejó llevar por los efectos del vino, que lo hicieron perder el sentido de la realidad, comenzando un peregrinar por las imágenes mentales que lo traicionaron sin que se diera cuenta.

Y es que ya entrada la noche, abandonó el local de las ilusiones falsas para comenzar un peregrinar por la caravana de celebraciones que se ofrecían en el ejido, perdiéndose entre la negrura de los caminitos que invariablemente lo llevaban a la nada.

Así transcurrieron las andanzas del insoportable chalán, que arrastrando hasta el alma divisó una luz en la lejanía que lo hizo renovar esperanzas, eran las farolas de la zona centro que lo invitaban a seguir tomando bajo la complicidad de su despistada conciencia.

Trágico encuentro

Mientras el endeudado vaquero se divertía “nadando” en el mezcal que le proveía su miserable sueldo, Francisco hacía lo propio bajo la misma regla, embriagarse con el pretexto del sabadito alegre.

En otra parte, el constructor de existencia escrita jadeaba de placer con sus amigos de ocasión, bailando hasta la saciedad, mientras los ríos de cerveza corrían por su cuerpo como presagiando el colofón de una vida de excesos.

Irónicamente, Paco y su peón cruzaron los caminos del destino al mismo tiempo, porque mientras uno alegraba su embriaguez con el brillo de las luces artificiales que pendían en las inmediaciones de una plaza pública, el otro llegaba al lugar como invitado por la suerte, que se le acabó cuando estuvieron de frente.

Olvidando que tenían una relación de trabajo, Francisco cruzó algunas palabras con su potencial enemigo, sacando a relucir la deuda que tenían pendiente; ya era junio y habían pasado varios días desde que el contratista se ofreció a sacar al albañil de la miseria prestándole el dinero que jamás le regresaría.

En medio de los titubeos provocados por el efecto del alcohol, los “amigos” se vieron fíjamente, y fue entonces cuando el ofendido le pidió que saldaran la cuenta, a lo que el endeudado se negó rotundamente, gritando que no le pagaría ni un peso.

Tras la negativa del irrespetuoso empleado, el patrón actuó con furia y se abalanzó sobre su rival, generando el forcejeo que se prolongó infructuosamente, porque el reloj de la plaza marcaba las 5:00 horas del nuevo día y con ello el desgaste físico de los rijosos que se negaban a perder el orgullo.

Repentinamente, un cuchillo salió relucir de entre el juego de manos y la muerte salió al quite, cuando el filoso puñal se clavó en el abdomen de Paco, que sin escalas se desvaneció ante la sorpresa de su rival, que nada quiso hacer para impedir el trágico desenlace.

Al ver que su contraparte caía inerte, el asesino se perdió entre las sombras de la oscuridad, corriendo con inusitada rapidez, mientras volteaba de reojo, tan sólo para constatar que su prestamista seguía sin vida al pie de una banca.

Fallido escape

Deseando mantener su libertad intacta, el criminal huyó a la frontera, donde se resguardó de los señalamientos judiciales que pudieran caer en su contra, tomando el tiempo como aliado, mientras se olvidaba de la trágica madrugada que cambió sus planes de vida permanentemente.

Pero los meses pasaron y la nostalgia se apoderó del fugitivo, quien convencido de que la justicia había enterrado el crimen con el manto del pasado, resolvió volver a su tierra, donde pasaría los ácidos momentos con que comenzó a pagar su ingratitud.

Esto porque mientras se resguardaba con su gente en una casa común de Ramos Arizpe, las autoridades ministeriales supieron de su retorno y reanudaron las pesquisas que se agudizaron tan sólo unas horas, porque el albañil descansaba ignorando que andaban tras él.

Apenas amanecía, cuando un fuerte toquido estremeció la puerta de la casa, esa sería la señal con que Sergio abriría el acceso del lugar para enterarse que un grupo de policías notificaban su detención bajo el delito de homicidio calificado.

Sabiéndose perdido, prófugo, se entregó voluntariamente para arraigarse y declarar en torno al asesinato, rindiendo su versión ante la juez tercero de lo Penal en Saltillo, que días después le brindó el auto de formal prisión.

Ahora Sergio espera el veredicto de la fiscal que continúa trabajando las evidencias que le han proporcionado, para en el mediano plazo definir si le otorga la libertad o decreta la sentencia condenatoria por haber ultimado de una puñalada a su patrón… y todo por dinero.
 
(ZOCALO/  Rosendo Zavala/ 17/06/2013 - 04:08 AM)

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