lunes, 17 de junio de 2013

¿EL ESTILO GRANIER EN SINALOA?

Si al gobernador Mario López Valdez le interesara —un poquito, al menos— atajar el nuevo escándalo de corrupción que aflora en su administración, ya tuviera suspendido en el cargo al subsecretario de Gobierno, Jesús Marcial Liparoli, que fue el que llevó ante el Comité Intersecretarial de Adquisiciones la propuesta para que la compañía china Cangnan Riwong elaborara las nuevas placas vehiculares, adjudicándole sin licitar un contrato por 331.5 millones de pesos. 

O si al mandatario le preocupara siquiera limpiar algo de la pus que ya inunda la primera mitad del sexenio, otro gallo cantaría en el autollamado régimen del cambio.

Pero no. Las cloacas malovistas se transforman en enormes albañales en los que se ahoga toda ilusión por la moralización en el ejercicio del servicio público. 

Lo que sobrevino en Sinaloa al desplazar del poder a la camarilla mafiosa del PRI fue otra pandilla de forajidos políticos que saquea a plena luz del día y al verse descubierta antepone el cinismo como única defensa posible.

El argumento de “si los otros robaron ¿por qué no he de hacerlo yo?” se ha vuelto regla en el grupo que el primero de enero de 2011 tomó el Gobierno del Estado bajo una jurada promesa por la transformación la función pública. 

La alternancia, ahora se sabe, nada más era el pretexto para disputar un botín y seguirles viendo la cara a los incautos sinaloenses. 

Ahí está la decepción a la vista de quien se quiera arrancar las enajenantes vendas de simulación colocadas a aquellos que Malova aún considera ilusos.

El contrato para la fabricación de las placas vehiculares es el colmo de la desfachatez. La impunidad provoca que los funcionarios malovistas vayan cada vez más allá en las marrullerías, sabiéndose inalcanzables por la ley. 

El patético desapego a la norma en materia de adquisiciones, el absurdo de desestimar advertencias sobre incumplimientos de Cangnan Riwong y demandas por evasión fiscal contra la misma empresa china, la obcecación por comprar el mismo producto al precio más caro y la sorprendente celeridad con que se corrió el procedimiento, dan lo suficiente para poner bajo investigación a los servidores públicos involucrados que no hallan cómo esconder la sospecha de haber hecho un gran negocio personal bajo la sombra de los cargos que ocupan.

El gobernador achica su investidura y autoridad por cada ocasión que sale a justificar a los que él mismo llamó “ratas de dos patas”, refiriéndose a la misma madriguera pero anteriormente ocupada por los priistas. 

El discurso de investigar y castigar, que siempre acaba en nuevos episodios de inmunidad, lo está salpicando en la conjetura popular que sabiamente establece que quien no castiga al ladrón es porque recibe parte del botín.

De hecho no existen indicios de voluntad política por parte de López Valdez para ponerle fin a los alevosos atracos cometidos en y desde el Gobierno estatal. 

Mucha purulencia ha corrido desde la compra de patrullas a su padre empresarial, Leonardo Nalo Félix, escándalo que marcó el chamagoso inicio del sexenio, la compra millonaria del avión chatarra que casi le cuesta la vida al gobernador, los contratos de la Secretaría de Salud con Nadro, con sobreprecios a las medicinas hasta en veinte veces más sobre el valor real, los avalúos inflados en las obras realizadas con la megadeuda.

Hoy quizá la única diferencia sería que los partidos políticos que se desgañitaban acusando las rapiñas priistas se han vuelto tolerantes en exceso o copartícipes lo necesario. 

La “normalidad” decretada por el “gobierno del cambio” alcanza a dos organizaciones políticas, el PAN y PRD, que ven desbordar la letrina y de paso se acercan a ella para los que los rocíe. Sigue la espera de que un día, bañados por la inmundicia, despierten sacudiéndose la corresponsabilidad.

Ni siquiera la barba sucia rasurada al sinvergüenza de Andrés Granier, el ex gobernador de Tabasco que se ha convertido en el ícono peñanietista de combate a la corrupción, hace que el gobierno de Malova ponga las suyas a remojar. 

Nada perturba a los malovistas que ven rebosar la letrina ajena y le siguen echando al albañal propio. Y si en la lógica de ellos los atracos se justifican en el proceder rapaz de los priistas, entonces que sean conscientes de que un Granier, o muchos Granier, se están fraguando en Sinaloa.

Por lo pronto, el estilo ya se lo han copiado al tabasqueño.

Re-verso

¿Si eran gallos de pelea,
que se brincaron el corral,
cuándo les vino la idea,
de mejor ser aves del mal?

Luz de copechi

Cuando Mario López Valdez creó la Unidad de Transparencia y Rendición de Cuentas y puso a Juan Pablo Montaño Yamuni al frente de la dependencia, se crearon muy altas expectativas del combate a la corrupción en Sinaloa. A casi 30 meses de distancia, aquello que se avizoró como el faro potente que por fin alumbraría en el lóbrego sótano del Gobierno de Sinaloa no ha podido o no ha querido ser ni siquiera una luciérnaga que delate a algún pillo de tantos que habitan la sombría cueva que sigue siendo la administración estatal. A la luz de la verdad, Malova debiera preguntarse si es conveniente gastar tantos millones de pesos en una entidad pública que para nada sirve y que, al contrario, le pone el camuflaje perfecto a cada acto de corrupción.

Última lupa

Toda posibilidad de limpiar el retrete ha quedado en manos de la Auditoría Superior del Estado. Cualquier residuo de confianza es válido mientras no tumben el último bastión de la transparencia. ¿O es que de plano esto no tiene remedio?


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