En
este pueblo no llega Santa Claus desde hace 22 años que la mina llamada Noche
Buena cerró sus puertas dejando a sus habitantes en un limbo territorial, como
viven en propiedad privada, nunca llegan los apoyos de Gobierno
Por Jesús Peña
Foto
y Video Omar Saucedo
Edición
Kowanin Silva
Diseño
Edgar de la Garza
Evaristo
es un cuerpo tirado sobre un sofá, el sofá es un sofá tirado sobre la sala de
una casa de tierra, la casa es una casa tirada sobre un pueblo que se llama
Noche Buena, el pueblo es un pueblo tirado en lo alto de una loma pedregosa, en
el municipio de Melchor Ocampo, Zacatecas.
Hace
22 ó 23 años que aquí, la vida se extinguió, cuando la mina, que no era una
mina de oro, sino una mina de zinc, plomo y cobre, paró de trabajar y la gente,
sin más nada qué hacer, se fue.
Solo
quedaron Evaristo, su mujer, sus hijos, y otras veintitantas familias que
llegaron a Noche Buena cuando la mina ya era mina y por eso no se quisieron, no
se han querido, ir.
Entonces
el pueblo era bonito, muy bonito, había mucha gente y casas.
En
1949 Evaristo Martínez Zúñiga pisó por primera vez el pueblo de Noche Buena,
después que su padre murió y él quedó solo a los 11 años con su madre y
hermanos.
Evaristo
se graduó en el cuarto año de primaria, porque en la escuela del pueblo no
había quinto ni había sexto.
Ya
luego se dedicó a trabajar y trabajar.
Tanía
13 años cuando supo lo que era una mina por dentro.
Durante
tres décadas “completitas”, de 1959 a 1989, Evaristo trabajó como obrero y
supervisor en aquella mina fabulosa que le dio el nombre al pueblo de Noche
Buena, a cambio de las fatigas y el sudor de sus peones.
Don
Evaristo. Es el testigo de aquella mina llamada Noche Buena a la que llegó a
trabajar cuando tenía 13 años.
¿De
dónde le vino el nombre?
Unos
dicen que la mina se llama así, Noche Buena, porque su descubrimiento fue un 24
de diciembre de un año ignoto; otros, que porque una noche de campamento a las
afueras de la veta a alguien se le ocurrió decir: “ay oiga, que noche tan güena
pasamos ora”.
La
mina llegó a tener, por aquellos días venturosos, 175 obreros, que migraron de
Jagüey, Terminal y Concepción del Oro, Zacatecas, atraídos por la fiebre de la
Noche Buena, eso sin contar a los peones temporales.
Y
aunque el salario era rústico, la gente de los alrededores encontró en Noche
Buena un buen vividero.
Había
su primaria, había su secundaria, había sus maestros y sus grupos de hasta 40
plebes, por turno, a mañana y tarde.
Y
había sus buenas casas de adobe con techos de chapa, las casas que la compañía
minera levantó para sus trabajadores, y había sus caminos, su iglesia, su
hospital.
Tiene mucho mineral todavía, lo que pasa es
que ya ha de estar completa de agua, mucha agua"
DON
EVARISTO, MINERO PENSIONADO
Pero
un día de 1992 ó 93, en eso los pobladores de Noche Buena no han podido ponerse
de acuerdo, la mina se cansó de parir riqueza y el pueblo se dio a la ruina y
luego al éxodo.
Unos
dicen que porque se agotó el mineral; otros que por una mala administración de
los dueños.
Al
final los trabajadores, que en su mayoría no habían tenido escuela, recibieron
una liquidación exigua, por haber enterrado sus mejores años en las
profundidades de la mina.
“El
señor Cabello, (Carlos Cabello Gutiérrez, el último dueño), no les pagó lo que
debía de haberles pagado a los trabajadores, pero unos no sabían ni leer, no
sabían ni cómo se llamaban”, dice María de Jesús Ramírez Martínez, la esposa de
Evaristo.
Y
entonces en Noche Buena no volvió a haber una Noche Buena como en los tiempos
de mayor bonanza y esplendor.
Allá
cuando don Luis Gutiérrez Treviño, empresario minero, y uno de los antiguos
propietarios de Minera Noche Buena, que así se llamaba, se llama, la compañía,
daba regalos y una gran cena de Navidad para los obreros y sus familias.
“Uh
pos muy bonito, en abundancia todo. Porque el dueño de la mina, don Luis
Gutiérrez, no fue agarrado, él a todos los niños de la escuela les daba muchos
regalos, a los trabajadores les daba sus regalos, les hacía su cena de Navidad.
Ah pero que entran otras gentes, familia de él, y se acabó todo”, dirá
Rosalinda de la Paz, una aldeana.
¿Por
qué se llama noche buena? Unos dicen que la mina se llama así, porque su descubrimiento
fue un 24 de diciembre, otros, que porque una noche de campamento a las afueras
de la veta a alguien se le ocurrió decir: “ay oiga, que noche tan güena pasamos
ora"
Entonces
hordas partieron a Saltillo, Ramos Arizpe y Monterrey, para buscarse la vida.
Y
Noche Buena se tornó de pronto en un pueblo solitario, silencioso, aciago.
Sus
escuelas quedaron vacías de niños y sus casas se volvieron tapias.
El
pueblo todo es una tapia.
Después
que cerró la veta, ya nomás se fueron todos, la gente empezó a saquear las
casas, la mina, y a robarse el cobre y todo lo que podía, para venderlo.
Daniel
Rocha Silva, es el profesor de los 14 alumnos que hoy asisten a la secundaria
en la comunidad de Noche Buena, y cuyos padres viven, la mayoría, de trabajar
la tierra.
Noche
Buena se parece a tantos y tantos pueblos del desierto:
Un
lugar con vocación agrícola, pero a baja escala, porque sus tierras son de
temporal y su agricultura de autoconsumo, con una salvedad:
“Algunas
gentes de aquí trabajan en Peñasquito, que es el principal centro minero del
estado”, dice Daniel.
Su
voz resuena en lo que fue el edificio del Sindicato de Trabajadores Mineros,
Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, en Noche Buena, fundado
hacia 1936.
El
edificio que más tarde fue cine y ahora está sin vidrios en los ventanales, y
lo que es peor sin máquinas proyectoras, porque también se las robaron.
El
vacío. Estas
son las postales de la soledad de Noche Buena, las oficinas del sindicato
vacías, la clínica sola, sólo la iglesia tiene un poco de color, amarillo
alusivo al PRD.
El
vacío Estas son las postales de la soledad de Noche Buena, las oficinas del
sindicato vacías, la clínica sola, sólo la iglesia tiene un poco de color,
amarillo alusivo al PRD.
23
años después de que paró la mina Evaristo está tirado en un sofá de la sala de
su casa, con pesebre y arbolito de Navidad, viejo, Evaristo tiene 80 años, y
enfermo.
Evaristo
es quizá el último entre los mineros antiguos que en Noche Buena se han ido
acabando.
De
tanto andar en las fauces de la mina, manejando una máquina que hacía un ruido
atroz al perforar la roca, Evaristo era perforista, quedó sordo.
Evaristo
tiene un aparato para oír, en la oreja derecha, pero da igual porque hay que
gritarle fuerte, fuerte, por la otra oreja para que escuche.
Ya
no tiene intestinos, vive con una tripa artificial, y no puede andar, tiene las
piernas zambas, de tanto que trabajó entre el agua helada que escurría de los
veneros de la mina.
Pero
aun así Evaristo, como otros viejos del pueblo, no se ha ido.
Medio
la pasa con la pensión de tres mil pesos mensuales que le quedó de ser minero,
desde que era un crío.
Y
el poco maicito y el rastrojito que levantan sus hijos de la labor, allá cuando
llueve y Dios los ayuda.
Pero
no se va.
“Los
que están aquí pos… son los que tienen su poca pensión oiga”, dice María de
Jesús Ramírez Martínez, la esposa de Evaristo y antaño cocinera de la mina.
DON
EVARISTO, narra cómo terminaron las noches buenas hace 23 años cuando paró la
mina. Tiene 80 años, está enfermo y espera la Navidad desde el sofá de su casa
con pesebre y arbolito de Navidad.
La
historia de la mina Noche Buena es más o menos así:
El
abuelo de Evaristo fue quien encontró la veta, Evaristo no sabe cuándo, porque
en 1936 que él nació, la mina ya era mina.
Su
abuelo la regaló entonces al ilustre militar y político ramosarizpense Eulalio
Gutiérrez Ortiz, de quien era asistente.
Con
el desarrollo de la excavación se fundó entonces, en torno de la mina, el
pueblo que adoptaría su nombre.
A
la muerte de don Eulalio Gutiérrez Ortiz, la mina pasó a manos de su hijo Eulalio Gutiérrez Treviño,
ingeniero agrónomo, alcalde, senador y gobernador de Coahuila; y luego al
hermano de éste, Luis Gutiérrez Treviño, empresario minero.
Al
último el yacimiento quedó en poder de otro descendiente de esta dinastía, el
político y empresario Carlos Cabello Gutiérrez, actual secretario de
Fiscalización y Rendición de Cuentas de Coahuila.
De
allí, dice la gente de Noche Buena, fue el derrumbe de la mina y del pueblo
todo.
“Se
estuvieron reteniendo las rayas de los obreros y ya desde ahí empezábamos mal
¿Por qué se retenían los sueldos de los trabajadores?, que porque no había y
que no había. Cómo que no iba a haber oiga, pos si se estaba produciendo en la
mina”.
No se las quieren pasar. Ha venido mucha gente
a que se las vendan y no se las han querido vender”
DON
EVARISTO, MINERO PENSIONADO
Rosalinda
de la Paz sabe lo que dice, porque ella trabajó de secretaria en la
desaparecida minera.
Pero
aun así Evaristo no se fue.
No.
Noche
Buena ya no es pueblo próspero, progresista.
Vive
pobre y abandonado.
“Después
de ser tan rico en mineral, ahorita ya no tiene nada, no hay trabajo, no hay
nada. A veces parece un pueblo fantasma”.
Es que ellos (los gobernantes) buscan su
comodidad, primero la de ellos, ya después, si sobra, pa los demás”.
SAN
JUANA, DEPENDIENTA.
Monserrat
Macías es la dependienta de una tienda de abarrotes en la que de vez en vez
entra un cliente, porque en Noche Buena ya no hay gente ni trabajo para tener
plata con qué comprar.
A
las 11:00 de una mañana plomiza el viento pega como filo frío de navajas en el
rostro.
El
estallido de un cohetón apoca los ecos de la música que brota de alguna casa
encaramada en el cerro.
En
las entrañas del pueblo se oyen a ratos las risas de los chicos o el griterío
de los gallos que anuncian mal tiempo en Navidad.
“Aquí
está bien tranquilo y aquí, a pesar de que hay soledad nunca esta triste”.
Dice
Susano Rodríguez Briones, 76 años, chivero y mecánico de bombas, cuando la mina
era la mina.
Susano
vive solo desde que su mujer se murió y sus hijos se fueron a Saltillo y se
casaron.
-¿Cómo
celebra usted la Noche Buena en Noche Buena?
-No
pos hacemos una discadía, me junto con mis… pos unos dos amigos que tengo ái y
ái nos la pasamos un rato echando música.
Los chamaquitos no tienen esperanza de recibir
un juguete. La mayoría de los papás tienen trabajos temporales”
DANIEL,
PROFESOR DE NOCHE BUENA.
Años
hace que ni Santa Claus ni el gobierno se paran por acá para traer algo, una
ayuda, un programa, lo que sea, a los pobladores de esta comunidad desértica
separada de la civilización por una larga brecha de terracería bordeada de
arbustos, arbustos, arbustos.
“Los
chamaquitos no tienen esperanza de recibir un juguete. La mayoría de los papás
trabajan en la localidad, pero son trabajos temporales.
“Hay
muchas problemáticas, tampoco queremos que nos las solucionen, pero sí que nos
echaran la mano con algún proyecto, alguna actividad de la que pueda
beneficiarse la gente de la región”, dice Daniel Rocha, el maestro de la
secundaria.
NOCHE
BUENA está asentada en la mina, propiedad de la empresa que ha decidido ya no
trabajarla más, pero tampoco venderla. Mientras tanto no hay gobierno que pueda
entrar aquí.
Todo
porque, para las autoridades de Melchor Ocampo, Zacatecas, municipio al que
pertenece Noche Buena, Noche Buena sigue la propiedad privada, la pequeña
propiedad, en donde hace más de un siglo llego a establecerse una compañía
minera.
Y
como Noche Buena es propiedad privada, dice el gobierno, no necesita nada.
Sus
habitantes dicen otra cosa:
“Es
ejido. Le dije a mi papá ‘dígame, explíqueme, cómo estuvo esto, porque si
ustedes no lo defendieron a lo mejor nosotros sí lo vamos a defender’” y me
dijo ‘mira hija, la mina no fue vendida, ni rentada’. Entonces ¿por qué le
llaman propiedad privada?’, si es
ejido”, dice María de Jesús Ramírez Martínez, la esposa de Evaristo.
Por
eso a Sanjuana de la Rosa, una vecina del lugar, no le extrañó la respuesta de
José Lázaro Vázquez Alemán, el alcalde de Ocampo, abogado él, de Saltillo él,
perredista él, cuando fue a solicitarle apoyo para restaurar las escuelas del
pueblo.
“‘A
ver si me quedan recursos, a ver si’”, le dijo el edil.
“Es
que ellos buscan su comodidad, primero la de ellos, ya después, si sobra, pa
los demás”, dice Sanjuana.
Noche
Buena es un pueblo que dejó de recibir apoyos sociales porque está catalogado
como propiedad privada.
Jesús
Ramírez Jiménez está parado en contraesquina de la iglesia, un tempo amarillo y
de arquitectura vernácula, plantado a la entrada del pueblo.
La
iglesia está dedicada a la Virgen de Guadalupe, la patrona de Noche Buena, por
ser a quien los mineros le encomendaron la veta.
Jesús
está diciendo que a veces llega aquí una que otra ayuda de la presidencia de
Ocampo, pero que nada más para la gente que en Noche Buena es simpatizante del
PRD, el partido en el poder.
“Hay
gente aquí que anda con ellos, con el partido de ellos y pos son a los que
ayudan, a veces”.
-¿Es
perredista aquí?
-¿No
ve que hasta la iglesia pintaron de amarillo?
La
crisis ha llegado a tal punto en Noche Buena, que los pobladores han tenido que
hacerse con las casas abandonadas que dejaron a su partida los antiguos empleados
de la minera, con el afán de formar, siquiera, un pequeño patrimonio para sus
hijos.
Son
las casas que la compañía construyó y que ahora están en peligro de
desmoronarse.
Algunas
ya se cayeron.
La
gente de Noche Buena dice que muchas de estas casas, fueron destruidas,
incluso, por mandato de Carlos Cabello, el dueño de la mina.
Alfonso
Martínez Cabrera es el comisariado ejidal de Noche Buena y uno de los dueños,
sin papeles, de una de estas viviendas.
Los
vestigios de lo que fue un pueblo de mucha bonanza, cuelgan todavía de las
casas abandonadas, todavía desde aquel día del exilio.
“No, no hay que roben...Hay tan poco qué hacer
aquí, uno que otro borrachito, a veces, y nomás”
AURERLIO,
POLICÍA DE NOCHE BUENA.
Ya
pasa del mediodía y Alfonso, que trabajó en la Noche Buena como operador de
producción, está martillando, sus martillazos golpean por todo el pueblo, sobre
el techo de “su casa”.
Dice
que hay que arreglar los pretiles porque ya están partidos y con las lluvias se
cuela el agua.
“Lo
que nos está quedando de la mina son las casas éstas, pero ya necesitan una
reparacioncita”, dice.
Jesús
Martínez Ramírez, otro poblador, tiene una casa bonita, con pisos refulgentes y
paredes inmaculadas.
Apenas
y se puede creer que aquí, donde antes era una tapia hay una casa.
Jesús
la reconstruyó con el material de las viviendas que están en ruinas y la dejó
como nueva.
“Todas
esas casas que ves aí estaban habitadas, todas, todas”, dice Jesús señalando
una hilada de tapias pegadas a su vivienda.
Jesús
es uno de los pocos hombres en el pueblo que fueron contratados para trabajar
en la compañía Peñasquito, ubicada a unos 15 ó 20 kilómetros de Noche Buena.
El
vacío Estas son las postales de la soledad de Noche Buena, las oficinas del
sindicato vacías, la clínica sola, sólo la iglesia tiene un poco de color,
amarillo alusivo al PRD.
La
mina llegó a tener, por aquellos días venturosos, 175 obreros, que migraron de
Jagüey, Terminal y Concepción del Oro, Zacatecas, atraídos por la fiebre de la
Noche Buena
Cuando vinieron los canadienses dijeron, que
nos la pasen y con las bombas, en dos por tres, se desocupa de agua”
DON
EVARISTO, MINERO PENSIONADO
Jesús
dice que sería bueno que alguien llegara al pueblo y reabriera la mina.
Habría
trabajo y los hombres estrían con sus familias.
“No
que así anda uno muy lejos y no sabes de la familia más que por puras llamadas
de teléfono”.
De
vuelta en su casa Evaristo está diciendo que hace algunos años ingenieros del
Peñasco vinieron para explorar la vieja mina de la Noche Buena.
Su
sorpresa fue que encontraron un yacimiento casi virgen.
“Virgencita.
Tiene mucho mineral todavía, lo que pasa es que ya ha de estar completa de
agua, mucha agua. Cuando vinieron los canadienses les dije ‘no ingeniero,
ahorita lo que tiene la mina es mucha agua, yo creo’, dijo ‘eso no nos quita el
tiempo, que nos la pasen y con las bombas, en dos por tres, se desocupa’”.
El
vacío Estas son las postales de la soledad de Noche Buena, las oficinas del
sindicato vacías, la clínica sola, sólo la iglesia tiene un poco de color,
amarillo alusivo al PRD.
Don
Susano, chivero, se aferra al ejido Noche Buena, presume que aquí no hay
tristeza.
Evaristo
dice que gente ha venido de todos lados, atraída por la riqueza de la Noche
Buena, pero que los dueños no han querido soltarla.
“No
se las quieren pasar. Ha venido mucha gente a que se las vendan y no se las han
querido vender”.
“No
la sueltan ni la prestan ni la rentan. No la dejan trabajar”, dice Rosalinda de
la Paz, quien lleva toda la mañana detrás del mostrador de su tienda de
abarrotes, sin que ningún cliente se pare.
-Pero
vendrá el alcalde de Ocampo a darles una
vuelta, ¿no?
-No,
ese no nos toma en cuenta. Solamente cuando hay elecciones, entonces existen
los habitantes de Noche Buena, menos no. Abandonados estamos completamente.
Las
2:00 de la tarde en la comunidad de Noche Buena y en la diminuta oficina, sin
rótulo, de la policía, Aurelio Leos Orta, el guardia destacamentado en Noche
Buena, desde hace ocho años, duerme la siesta.
Hay
tan poco qué hacer aquí, uno que otro borrachito, a veces, y nomás.
Aurelio
se pone entonces a leer los libros, sobre cómo ser un buen policía, que el dan
en la demarcación de Melchor Ocampo o a repasar sus textos de secundaria.
Hace
poco que Aurelio, un señor cincuentón, terminó la secundaria, dice con sus ojos
chispeando orgullo.
-Oiga,
¿y qué cuida?, ¿a poco todavía quedó algo que se roben aquí?
-No,
no hay que roben…
(VANGUARDIA/
JESUS PEÑA/ SÁBADO, DICIEMBRE 24, 2016 - 15:04)
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