viernes, 4 de julio de 2014

CUANDO EL CRIMEN SÍ PAGA


Al final de cuentas Alfredo Castillo, el Comisionado Federal para la Seguridad y el Desarrollo para la entidad se salió con la suya y sacó de la jugada a un líder por demás incómodo y que por añadidura lo tenía como un traidor.
Miguel Angel Osorio Chong, todopoderoso Secretario de Gobernación, declaró que en el caso de Mireles se aplicará la Ley sin miramientos. Nada de que “…para los amigos justicia y gracia y para los enemigos la ley a secas”, como dicen que decía el Benemérito.
La línea del jefe del gabinete de Enrique Peña Nieto, pareció revivir aquella tronante declaración de Ernesto Zedillo Ponce de León, candidato sustituto a la presidencia tras la muerte de Luis Donaldo Colosio cuando afirmó: “Todo el peso del Estado contra el EPR”. Y esa guerrilla hasta la fecha sigue vivita y coleando.
Eventos como los señalados llamarían a risa si no fueran tan serios, a pesar de que México es el país surrealista por antonomasia como lo indicara André Bretón, en donde solo pudo ser escrita la novela cumbre del realismo mágico “Cien años de soledad” por el colombiano Gabriel García Márquez y cuya fragilidad como país de leyes denunció hasta el cansancio el politólogo Luis Javier Garrido autor del libro “El partido de la revolución institucionalizada”, la mejor obra sobre el PRI que existe.
Estrategia igual, resultados igual de fallidos
Alfredo Castillo, exsubprocurador y titular de la Profeco en este gobierno, hombre de todas las confianzas de Peña es un tipo “alocado” pero eficaz, sostienen los que lo conocen. Su personalidad es dada al choque con sus superiores y se afirma que tanto a Jesús Murillo Karam como a Ildefonso Guajardo Villareal, secretario de Economía cuando lo tuvieron bajo sus órdenes se les salió del huacal. Quizá por su forma de ser fue escogido en calidad de procónsul –como lo calificó Raymundo Riva Palacio-- para calmar las aguas en el conflictivo estado, punto de arranque de la “guerra contra las drogas” de Calderón en 2006 y cuna de grupos mafiosos como el de los hermanos Valencia y la Familia Michoacana.
La figura utilizada para intervenir en Michoacán, en donde los poderes formales no funcionaban, había sido usada en el pasado en Chiapas por Carlos Salinas de Gortari, cuando se dio el levantamiento del EZLN y para calmar los ánimos nombró al exregente del D.F. Manuel Camacho Solís, Comisionado para la Paz para negociar acuerdos de pacificación con la guerrilla.
Obviamente en ambos casos hay sus diferencias: Castillo, no tiene el perfil, ni la formación de Camacho, quien fungió desde sus años universitarios como mentor político de Salinas y tenía prestigio de académico y analista y ahí está su ensayo “Los nudos históricos de sistema político mexicano”, para probarlo y trabajo este en donde delineó la estrategia de toma de poder que el grupo salinista aplicó punto por punto.
Las autodefensas, formadas por civiles, se supone financiadas con dinero de inmigrantes michoacanos en Estados Unidos y empresarios locales amenazados por el crimen organizado, justificaron su presencia por el fallido estado de cosas y la incapacidad de la autoridad de proveer seguridad a la población, en cambio el EZLN, era una guerrilla formada a partir un grupo de militantes de las Fuerzas de Liberación, de formación marxista y creyente en la estrategia del foco que Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio ejecutaron en Cuba y que Ernesto Ché Guevara, teorizó en su libro “Guerra de guerrillas” y explicó en “Pasajes de la guerra revolucionaria en Cuba”, retomado en la película sobre el personaje que encarnó el actor puertorriqueño nacionalizado español Benicio del Toro en la pantalla. De formación militar ese nucleó que se adentró en la selva Lacandona huyendo de la represión y de la guerra sucia encontró en la situación indígena imperante en las cañadas chiapanecas tierra fértil, que aunado al trabajo de años de los catequistas de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, con los indígenas darían pie al estallido del 1º. de enero de 1994.
Así las cosas, sin duda, tampoco Mireles es Marcos, pues la formación de ambos líderes responde a causas y tiempos distintos. El médico han dicho sus detractores tiene un pasado de claroscuros y estuvo preso algún tiempo por problemas legales, mientras el zapatista, a quien se achaca formación filosófica, dentro del estructuralismo francés, muy en boga en las universidades mexicanas, cuando debió de cursar sus estudios, fue teatral y supo engarzar su discurso con la causa indígena desde su aparición pública en la toma de San Cristóbal, aquella madrugada de año nuevo, en donde lanzó como una puesta de escena rodeado de turistas y cubierto el rostro con pasamontañas la frase célebre: “Podrán cuestionar el camino, pero nunca las causas”.
“Es otro Ché Guevara”, se decía por quienes lo conocieron en Cuba, según anotó Enrique Krauze en su libro “Redentores”.
Desde un inicio el subcomandante quien dotado de una inteligencia política, retórica, propagandística  y estratégica novedosa, puso al grupo indígena, legitimador del movimiento, por delante. El Comité Clandestino Indígena-Comandancia General del EZLN, apareció integrado por miembros de las etnias chiapanecas.
Y así como en su momento se buscó “vender” la idea de la existencia de una guerrilla buena (el EZLN) y una guerrilla mala (el EPR) en Michoacán se buscó dividir al movimiento social de autodefensa, con la cooptación de una parte de este que pasó a integrarse a la policía rural con Papá Pitufo a la cabeza y en el otro extremo se colocó a José Manuel Mireles, un fuerte crítico del quehacer del Comisionado Castillo y del gobierno federal, quien luego de la toma de la Mira y su aviso de ir sobre Morelia, se convirtió en una piedra en el zapato en la estrategia peñista. De ahí la decisión de neutralizarlo a toda costa, como igual pretendió hacer Zedillo y su procurador panista Antonio Lozano Gracia, cuando se ordenó la aprehensión de Marcos, acompañado del destape mediático de su personalidad (Sebastián Guillén Vicente), en una acción violatoria de los Acuerdos de San Andrés Larráizar y que obligó a un repliegue táctico de la guerrilla que duró el resto del sexenio zedillista, hasta que en el gobierno de Vicente Fox, se aprobó la Ley de Derechos y Cultura Indígenas, previo un periplo de Marcos –convertido en un “rock star”-- y su gente por algunas ciudades del centro del país.  Dejada fuera la autonomía indígena de la legislación, a pesar de los avances de esta y ante el desagrado del hecho, lo cual fue tomado como traición de la clase política por el grupo rebelde, se replegó a los Altos de Chiapas, su zona de control, se organizaron los caracoles  y escuelitas y llegó el silencio, interrumpido con demostraciones de músculo con movilizaciones pacíficas, como aquella de 40 mil indígenas en diciembre de 2012 en cuatro municipios del estado, como Las Margaritas, Ocosingo, San Cristóbal de las Casas y Palenque, siendo una de las últimas la originada a raíz del asesinato de Galeano, un maestro zapatista.
Por su parte la detención de Mireles en un “Pollo Feliz”, a quien se presentó en la prisión hermosillense rapado y sin su típico mostacho, pues al igual que el zapatista con su sombrero, su melena y el armamento que portaba, se había hecho de una imagen pública reconocida, levantó protestas tanto en México como en la Unión americana. La tribu yaqui –o un aparte de ella--, en voz de Tomás Rojo, uno de los apoyadores visibles del “Movimiento No al Novillo”, se sumó a los señalamientos.
A estas alturas a nadie convencen lo argumentos de su detención (portación de armas prohibidas y posesión de drogas) y el discurso oficial está topándose con la incredulidad ciudadana. El estado de necesidad, en estricto derecho no es un delito y el Estado de Derecho quedó muy maltrecho después del affaire Florence Cassez.
“La única arma que traía era una pierna de pollo”, expresó el galeno, cuyo caso fue retomado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ante el revuelo que provocó.
¡Adiós al Estado Weberiano!
¿En que irá terminar, todo este embrollo en que se aventuró el gobierno? Solo el tiempo lo dirá, porque desde hace rato el monopolio de la fuerza (legítima), lo perdió ante el crimen organizado (fuerza ilegítima).
Lo riesgoso del asunto, ya lo advertía Carlos Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, con su sarcasmo e ironía igualable: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa”.
La dialéctica, como método para abordar la realidad no falla.

(EL PORTAL DE LA NOTICIA/ COLABORACIOn/ Viernes, 04 de Julio de 2014 09:03) 

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