lunes, 4 de julio de 2016

EL BAJÍO, UN POBRE Y OLVIDADO EJIDO RICO



De ´Ejido cachorero´ a ser el más rico del mundo.

“El Bajío es un ejido tan pobre que lo único que tiene en el subsuelo es oro”, dicen en tono burlesco sobre esta comunidad sus detractores. Se trata de un ejido de los llamados “cachoreros” enclavado en la antesala del agreste Gran Desierto de Sonora al noroeste del estado y, por años, olvidado de la mano de Dios y del gobierno; ahora está a punto de ser convertido en uno de los núcleos agrarios más ricos del mundo.


Esto, si se acata cabalmente la sentencia del Tribunal Unitario Agrario No. 28 donde sentencia a la empresa norteamericana Penmont, subsidiaria del mexicano grupo Peñoles, a pagarle a los ejidatarios más de 350 millones de dólares como compensación por haber usufructuado ilegalmente terrenos ejidales por más de 16 años en la extracción inmisericorde de oro y plata del subsuelo.


El Bajío, municipio de Caborca, Sonora.- En la comunidad ejidal El Bajío, municipio de Caborca el panorama es desolador. No tienen agua, ni escuela digna, ni servicios públicos… Allá, sus habitantes carecen de todo, hasta de una figura institucional que les brinde lo básico para vivir y encamine la región hacia el progreso u ofrezca una mejor calidad de vida para las familias que se han aferrado a ese desértico solar.

Quizá -con razón-  El Bajío pasó a principios en los años 70`s de ser un ejido “cachorero” a ser considerado  por el sector campirano como el  más paupérrimo de Sonora,  “el más jodido entre los jodidos”, como  se le menciona, con cierto dejo de lastima.

Actualmente son alrededor de 70 personas, entre hombres y mujeres  los que ahí viven en calidad de avecindados o titulares de los derechos agrarios, pero todos,  dicen poseer  lo más valioso que pueda tener una comunidad agrarista y que pocas se dan el lujo de poseer: La unidad de sus miembros y una férrea convicción de luchar por lo que les pertenece: la tierra. Desértica, pero tierra, y muy de ellos.

El Bajío nace como ejido con la dotación del 20 de agosto de 1971 mediante la resolución firmada por el entonces presidente de la república Luis Echeverría Alvares y que amparó la propiedad social de poco más de 21 mil 39 hectáreas de tierras de agostadero para beneficio de 77  demandantes de tierra.

 “El Bajío”, pertenece al municipio de Caborca y está enclavado en la región costera  del noroeste de México, justo en  la antesala del vasto e inhóspito Gran Desierto de Sonora, colindando al poniente en posición continua con la carretera estatal 37, ruta Caborca-Puerto Peñasco, la vía férrea de Ferromex, ramal Benjamín Hill-Mexicali y el ejido “Rodolfo Campodónico”, que limita con el Mar de Cortez.

Al oriente colinda con el ejido “Juan Álvarez”, comunidad que fue la que se benefició con el establecimiento de la mina La Herradura, pues en común acuerdo con la empresa mantuvieron en el engaño a las autoridades sobre el hecho de que la explotación del precioso metal se encontraba  dentro de este núcleo agrario y no de El Bajío.

Los certificados agrarios que poseen amparan la propiedad social plena sobre 300 hectáreas por socio, quienes desde fundado el núcleo se dedicaron a otra actividad ya que la tierra ejidal es de explotación en agostadero, por lo que el 90 por ciento de los poseedores de los derechos viven en Puerto Peñasco, Caborca, San Luis y otras ciudades y se dedican a otras actividades.

Un reducido número de socios mantiene presencia en el ejido, principalmente descendientes de quienes llegaron provenientes de comunidades étnicas de la región del sureste mexicano y se asentaron en la región como ejidatarios.

Los socios originales de la comunidad se empeñaron con ejemplar esmero a producir el desierto, algunos como miembros del ejido otros como trabajadores de los núcleos agrarios y campos agrícolas o comunidades pesqueras particulares o sociales  que surgieron en toda la comarca.

Los primeros ejidatarios provenían del sur del país y que habían aceptado ser ubicados como agraristas en plena puerta del desierto, el más grande de México. Y el más inhóspito y peligroso para vivir.

También se aventuraron algunos demandantes de tierra de Sinaloa y del propio estado de Sonora, principalmente de los valles del yaqui y mayo, así como uno que otro “aventado” de los municipios aledaños de Puerto Peñasco, Caborca, Altar, Santa Ana y Benjamín Hill.

Poco a poco algunos fueron desistiendo de quedarse y no pocos cedieron o abandonaron sus derechos agrarios y la membresía fue recomponiéndose con gente de la región aunque algunos titulares de origen aún poseen sus derechos, incluso viven en el ejido, otros radican en diferentes ciudades de la región o del interior del estado.

Fue en el año de 1997 en que se asentó en el cerro La Herradura la mina que lleva ese nombre y lejos de traer beneficios al ejido El Bajío, acarreo problemas de contaminación por polvo e impacto negativo sobre la  morfología de los terrenos.

Para el año dos mil, la actividad de la mina empezó a tener un notable incremento y se observó un inusual movimiento de camiones de volteo, personal y mucho tráfico hacia el complejo minero, que había expandido sus operaciones hacia otras áreas cercanas.

Pronto se darían cuenta de que los tres complejos de extracción de la minera Penmont se encontraban dentro de los terrenos del ejido El Bajío por lo que sus socios a través de sus abogados radicaron un juicio ante el Tribunal Unitario Agrario número 28 con sede en Hermosillo, mismo que inició en el año 2009 y concluyó en agosto del 2014, con sentencia a favor del ejido.

Los últimos 16 años fueron ignorados por el consorcio gringo Penmont  S.A de R.L, subsidiaria de Grupo Peñoles que explotó por cerca de veinte años  la Mina La Herradura, que se asentó ilegalmente sobre suelo de El Bajío negándoles desde el principio el derecho a trabajar en la mina y los beneficios por el usufructo de los recursos naturales, en este caso el oro y la plata, que a bastedad extrajeron del subsuelo ejidal.

 Tampoco el emporio pagó al ejido El Bajío un quinto por concepto de renta de la tierra, derecho de paso, servidumbres etc, pues la mina siempre dijo que esos terrenos los había arrendado a cinco personas que demostraron ser propietarios.

Las minas La Herradura, Dipolos y Soledad, fueron explotadas para la extracción de oro y plata en coparticipación entre la gringa Penmont y el mexicano Grupo Peñoles, propiedad mayoritaria de Alberto Bailléres González, a saber el segundo hombre más rico de México y quien recientemente recibió la medalla Belisario Domínguez por parte del senado de la república, al reconocerlo como “Empresario del Año”.

Hace días, incluso, el grupo Peñoles recibió de manos del gobierno federal a través de SEMARNAT el reconocimiento como empresa limpia y responsable 2016.

Gracias a la tenacidad de los abogados del ejido El Bajío se logró obtener el fallo del Tribunal Unitario Agrario No. 28 a favor del núcleo agrario, luego de quedar demostrado que Peñoles y Penmont valiéndose de argucias y trampas legales usufructuaron por más de 16 años cerca tres mil hectáreas propiedad del ejido.

En ese lapso se concretó la extracción de  grandes cantidades de oro y plata que se vendieron en el mercado exterior dejando millonarios dividendos a los propietarios, sin redituar absolutamente nada al ejido o beneficiarlo con obras o servicios durante todos esos años.

La sentencia inatacable emitida por el TUA condenó a la empresa Penmont y subsidiarias como Peñoles a desalojar de inmediato los terrenos del ejido y regresar toda la cantidad de oro y plata extraídos ilegalmente del subsuelo y dejar el entorno como estaba antes de explotar el mineral.

Es decir, las empresas mineras están obligadas por sentencia de un tribunal a resarcir todo el daño a la ecología y medio ambiente, así como a la morfología de los cerros y planicies que por más de 16 años barrenaron y dinamitaron con la intención de extraer toneladas de oro y plata.

De acuerdo a las estimaciones de los abogados defensores del ejido El Bajío, la empresa Penmont debe regresar a  favor del ejido por lo menos ocho mil kilos de oro y cuatro mil de plata en lingotes, tal y como la empresa minera los traslado a Estados Unidos para su venta, luego de extraer el mineral y transformarlo en oro de alto valor o “ley”, como se le conoce en el argot minero.

Los cálculos derivados de la sentencia del Tribunal Unitario Agrario adelantan que la empresa Penmont y Peñoles de no reintegrar las toneladas de oro y plata que se estima extrajeron durante 16 años,  tendrán que pagar a favor del ejido una cantidad no menor a los 350 millones de dólares, que corresponde al pago de las rentas no cubiertas en 16 años que usufructuaron los terrenos ejidales ilegalmente, así como por reparación del daño patrimonial al ejido, entre otros conceptos, como son la remediación del sitio afectado, la flora, fauna y entorno en general.

DEMANDAN INMEDIATA LIBERTAD ESPOSAS DE EJIDATARIOS PRESOS

En asamblea de socios realizada el 25 de junio próximo pasado del año en curso, los  ejidatarios de la comunidad El Bajío, municipio de Caborca, expresaron unánimemente su solidaridad con las esposas de los cinco ejidatarios presos, acusados de robo y despojo por la persona que mantiene la posesión ilegal de mil 800 hectáreas propiedad plena del ejido.

En la asamblea, los socios presentes manifestaron el hartazgo de que personas ajenas pretendan inmiscuirse en la vida interna del núcleo agrario, por lo que  emplazaron a los tres niveles de gobierno y quienes lo pretendan,  a evitar la intromisión, bajo la premisa de que las decisiones sobre el devenir del ejido  corresponde solo a sus socios y a nadie más, es decir,  los ejidatarios.

En la asamblea ejidal,  compuesta  en su mayoría por mujeres que viven en El Bajío y comunidades aledañas, se insistió en el llamado a las autoridades locales y estatales a respetar la autonomía ejidal y no proteger los oscuros intereses de Rafael Pavlovich Durazo, que por medios ilegales mantiene la posesión de más de  mil 800 hectáreas de terrenos propiedad plena del núcleo agrario.

La asamblea de socios exigió a las autoridades del estado la inmediata libertad de cinco ejidatarios que se encuentran presos en el Cereso de Caborca, acusados por el personaje aquí mencionado de delitos que ha quedado comprobado que no cometieron.

Las esposas de los ejidatarios, en su calidad de cotitulares y depositarias de los derechos agrarios sobre las tierras ejidales  hicieron un llamado a la gobernadora Claudia Pavlovich Arellano para que instruya a la procuraduría de justicia y resuelva la inmediata libertad de sus esposos.

Los nombres de los ejidatarios detenidos ilegalmente son: Salvador Ibarra Navarrete, Bartolo Pacheco Santiago, Erasmo Santiago Santiago, Pedro Francisco Santiago Santiago y Simón Santiago Morales.

Entrevistadas en exclusiva por Dossier Político durante la asamblea ejidal, Polinaria Flores Velázquez, esposa de  Salvador Ibarra Navarrete, preso en el CERESO de Caborca, dijo que han recibido muchas presiones de las autoridades locales y estatales y para que desistan de recuperar las mil 800 hectáreas despojadas por Pavlovich.

Dijo que, no obstante, el Tribunal Agrario número 28 con sede en Hermosillo, emitió una sentencia donde exige a Pavlovich regresar las tierras desposeídas a sus legítimos dueños por carecer de personalidad legal, así como ninguna injerencia en el ejido, los cinco ejidatarios continúan presos  por motivos que no se explican.

Polinaria es madre de tres hijos menores de edad que procreó con Salvador, quienes por estos días pasan por una situación muy difícil, al no contar con el sostén económico para alimentarse y sufragar los gastos para la manutención familiar.

Es que el padre de sus hijos está preso por un delito que no cometió lo que ha obligado a la madre de familia a redoblar esfuerzos  para llevar lo necesario para que sus hijos se alimenten y no sufran por la ausencia del padre,  además de que ha recibido la ayuda del comisariado ejidal que en esos casos se destina.

“Nosotros lo que pedimos es que se haga justicia y que nuestros esposos queden libres, pues el delito que dicen que cometieron queda sin efecto al comprobarse que el señor Pavlovich se apropió ilegalmente de las tierras del ejido. ¿No nos explicamos cómo es que ese señor pueda tener tanto poder para mantener a nuestros esposos en la cárcel por un delito que no cometieron?”, se pregunta Polinaria.

En la entrevista, la esposa del ejidatario preso narra que el pasado 12 de abril, mientras mantenían un plantón para exigir la devolución de las tierras despojadas y la libertad de su esposo, la encaró una persona joven, de sexo masculino, para advertirle de manera amenazante que si proseguían en su intento de recuperar sus tierras, el esposo no saldría jamás de la cárcel y ambos perderían la patria potestad de sus tres hijos.

Preocupada por la amenaza, Polinaria Flores ayudada por otras personas del ejido decidió indagar sobre la persona que la amenazó con quitarle a sus hijos y pronto sabría que se trata del licenciado Luis Ángel Valenzuela Mendívil, visitador adjunto de la oficina regional con sede en Altar, de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, quien por dicho de éste (al encararlo a días de la amenaza)  él  solo cumplía órdenes del presidente en el estado del organismo, Raúl Ramírez, quien estaba interesado en que “no se siguieran pisando callos de muy arriba por parte de los ejidatarios”.

La ejidataria añadió que ni esta ni ninguna otra amenaza los hará desistir de su intención de recuperar las tierras despojadas por Pavlovich ni de llegar hasta las últimas consecuencias legales para que le mina La Herradura pague cabalmente todos los daños causados al ejido y su gente, de lo que existe una sentencia inatacable del tribunal agrario, que ampara la cantidad de más de 480 millones de dólares a favor del ejido como reparación integral de los daños.

Finalmente la ejidataria denunció que  constantemente vehículos con gente armada y lo que parecen ser patrullas del ayuntamiento de Caborca y de las corporaciones policiacas ingresan al ejido El Bajío para intimidarlas por lo que pide que cese el hostigamiento contra ellas y el resto de la comunidad

EL BAJÍO, LA INVISIBILIDAD DE UN EJIDO

Actualmente El Bajío es un claro ejemplo de que en Sonora aún existen comunidades invisibles para las autoridades,  aquellas que quedan al margen de los programas y proyectos gubernamentales, que tal parece están empecinados en fomentar el progreso y el desarrollo a aquellas comunidades que generan riqueza, que son socialmente productivos  o constituyen una veta atractiva para que los sectores público y privado puedan obtener jugosas rentas y plusvalías, en la mayoría de los casos, a veces para peculio personal de reducidos grupos.

Dar un paseo por El Bajío es remitirse al México profundo, al de los cacicazgos, al México del oprobioso  distingo entre ciudadanos de primera y de segunda;  es introducirse por una disección al  sistema político mexicano que se niega a desaparecer hoy en día, donde el discurso bofo y de oropel de  los gobernantes de la vieja escuela no se ha ido.

El abandono  institucional en que se encuentran estas tierras lo dice claro. No se ha ido el México diferenciado. Al contrario, aquí se ha consolidado como parte excepcional la cultura de la deshonestidad, el embuste y la hipocresía con la que se arropan políticas públicas de cualquier gobierno emanado de cualquier ideología partidista y que solo voltea a ver a las regiones donde se puedan obtener altas rentas, políticas o monetarias… o ambas.

La aparición del sector privado en tierras ejidales de la región costera del noroeste de Sonora propició fuertes inversiones a partir de las reformas agrarias de los años 90´s. Se establecieron empresas que invirtieron en la perforación de nuevos pozos para riego agrícola en ejidos parcelados que fueron arrendados a compañías terceras, mismas que introdujeron modernas tecnologías agrícolas con aplicación de técnicas para mejoramiento de suelos.

Para finales de los años 90`s la zona gozaba de pleno auge y aparecieron las empresas acuícolas en la región de los municipios costeros y tierra dentro en lo que eran ejidos improductivos florecieron  los cultivos de espárrago, la  vid, hortalizas y  otros altamente demandantes de mano de obra, que vino a convertirse en la tabla de salvación de la gente  de no pocas comunidades de la región.

Sin embargo, la suerte para el Ejido El Bajío no mejoró, pues el régimen agrario por el que se emitió la resolución presidencial  le otorgaba la característica de agostadero, es decir, para uso y explotación pecuaria o forestal de las desérticas 21 mil hectáreas que amparaba el decreto de dotación.

Al no tener la capacidad de poder rentar las tierras por improductivas para siembra o acuacultura, el Ejido El Bajío quedó totalmente en el abandono y muchos de sus socios desistieron de sus  derechos agrarios, otros los cedieron y se fueron a otras partes. Solo unos pocos se quedaron en la región pendientes de sus tierras.

El Bajío no solo ha sido abandonado a su suerte por los tres niveles de Gobierno, sino que por todos los medios factores externos al mundo agrario han tratado de dividir a sus integrantes, violado flagrantemente los derechos universales de la gente y pasando por encima del estado de derecho.

Así es como actualmente se encuentran privados de la libertad cinco ejidatarios que fueron acusados de cometer el delito de despojo y robo en propiedad ajena por  Pavlovich Durazo, quien actualmente se mantiene en posesión ilegal de mil 800 hectáreas del ejido, justo donde se asentaba el emporio minero La Herradura, copropiedad de la firma gringa Penmont y el mexicano  Grupo Peñoles,  a quien los ejidatarios ganaron un juicio para que desalojara sus tierras que por cerca de 16 años usufructuó ilegalmente.

El Ejido El Bajío no solo obtuvo el fallo del Tribunal Agrario para que la mina desalojara las tierras ejidales, sino que condenó al consorcio que explotó durante década y media, el área a reparar y todo el daño ecológico causado dejando como habían estado las tierras, así como la indemnización al ejido  por el uso de tierras de uso común, todo por una cantidad estimada en 350 millones de dólares.

No obstante que existe el falla inatacable del tribunal agrario, la empresa se ha negado sistemáticamente a acatar la sentencia y solo se ha limitado a abandonar las tierras ejidales, para lo cual, la asamblea ejidal fue auxiliada por la fuerza pública federal para el desalojo de la mina a finales de agosto del año 2015.

Posteriormente, en abril de este 2016, mediante engaños y actos ilegales Rafael Pavlovich se apropió de mil 800 hectáreas donde se asentaba parte de la Mina La Herradura, ya desalojada por la empresa.

Ante este despojo los ejidatarios radicaron un juicio agrario que finalmente se resolvió a su favor y se sentenció a la persona ajena al núcleo agrario a desalojar el predio, sin que a la fecha hay acatado tal resolución.


(DOSSIER POLITICO/ Fernando Gutiérrez R. / 2016-07-04)

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