lunes, 28 de enero de 2013

EL PREMIO



Javier Valdez  
El gerente estaba en el extremo más angosto de la ovalada mesa. Encabezando aquella reunión en la que los ejecutivos del banco se empujaban sin tocarse, metían el pie, arrastraban y pellizcaban para que el otro no llegara a la meta: cruenta lucha por los espacios, los mejores sueldos y la cercanía con el jefe.

El gerente los había convocado. Se sonreían apenas. Dibujaban una mueca de fotografía cuando se topaban sus miradas. Otros permanecieron inmutables, con máscaras de serenidad aunque por dentro había un mar en brama. Aquella sala era de superficie calma, con huracanes en sus aguas intestinas.

Vamos a tener una competencia. Me lo acaban de notificar en las oficinas centrales y los llamé para que todos participen y al que gane le vamos a dar un premio: un viaje para dos personas, con todo pagado, a Cancún, por tres días y dos noches. Lo único que tienen que hacer es abrir y abrir y abrir nuevas cuentas. Ganará el que logre el mayor número.

Todos se vieron y abrieron sus bocas de lado: dejaron asomar espuma, parecieron gruñir, enseñaron las carnosas encías y colmillos, grrr. La selva bajo esos trajes impolutos y esas camisas manga larga tipo mormón y esas corbatas simpáticas que ellos decían, aseguraban, les daban suerte.

Salieron de ahí haciendo bola. Amontonándose en la puerta. Simularon gentileza cuando uno de ellos hizo una seña para que pasara primero una de las más imberbes ejecutivas. Quisieron meterle el pie al otro. Empujar al que iba adelante. Agredir, al menos verbalmente, a esa que se apuraba a tomar el teléfono.

Levantaron cejas. Se lanzaron cuchillos de hoja fina con las miradas. Midieron distancia y quisieron poner en el tiro al blanco a los que se habían destacado por su capacidad para abrir cuentas e inversiones, mover dinero en el mercado de valores y ofrecer fondos dobles, triples. Y esas relaciones de canallas tenían todo menos fondo.

La joven más nueva le dijo a su novio: el gerente organizó un concurso y yo quiero ganar. El narco la vio sobando su anillo de oro y las incrustaciones de diamantes. Volteó a ver los paquetes de dinero pegado a la pared, amurallando la recámara y el sótano. Abre cincuenta cuentas, cada una de un millón, pa’que ganes mi reina.

Ay mi amor, que bueno eres conmigo. Mua. Papasito. Te voy a llevar conmigo a Cancún y te voy a hacer lo que quieras. Abrió una, dos, tres y cuatro. Hizo lo mismo varios días hasta juntar cincuenta: disimulada, ferviente y religiosamente, en el lapso que duró la contienda.

El gerente los convocó para darles los resultados. Aunque sabían que ella había ganado, les extrañó no verla ahí. El jefe los vio. Les dijo que la habían corrido por lavado. Y ella. Ella. Ella. En Cancún. Dejándose besar por las olas del mar.

24 de enero de 2013.
RIODOCE.COM.MX/ COLUMNA MALAYERBA/ Javier Valdez   /Domingo 27 de enero de 2013

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