lunes, 11 de julio de 2016

GRANADOS: EN ESTE PUEBLO SÍ HAY LADRONES

Juan Bautista Valencia Durazo no es un novato en eso de las operaciones leguleyas y pactos a trasmano y al amparo del poder para hacerse de terrenos, más por las malas que por las buenas.

Si hoy está bajo la lupa de la Fiscalía Especial Anticorrupción por la presunta operación irregular para adquirir a precio de ganga, de más de 30 mil metros cuadrados en la zona del Vado del Río en Hermosillo, muy pronto tendrá que responder por otra demanda que ya se encuentra en los juzgados y este lunes será ratificada, con lo que sus cuentas pendientes se acrecientan.

Esta otra historia comenzó en su natal Granados, donde el señor Valencia se desempeñó como presidente municipal en el periodo 1997-2000. Ya de salida en su gestión, el señor autorizó una adjudicación de un terreno de más de 400 metros cuadrados, a una amiga suya, panista, de nombre Josefina Durazo Fimbres.

Pero el terreno tiene dueño. Está junto a la iglesia del pueblo (lo que incrementa su valor catastral). Es el solar 004, en la manzana 027 y con una superficie de 417 metros cuadrados.

Este terreno es una propiedad que aparece a nombre de Jesús Montaño Durazo, de acuerdo con documentación del Instituto Catastral y Registral del Estado de Sonora (clave catastral 4706 01 027 004), según el folio 05892 con fecha 29 de marzo de 1993.

Don Jesús Montaño murió intestado, y sus hijos iniciaron un juicio para legalizar la propiedad a su nombre, mismo que se encuentra prácticamente finiquitado.

El problema comenzó cuando los hijos, nombrando a uno de ellos como titular de los derechos para realizar la venta del inmueble, ya que apareció una persona interesada en comprarlo para edificar allí su vivienda.

Pero se encontraron con que el Ayuntamiento había expedido un título a nombre de Josefina Durazo Fimbres, apelando a una ley vigente en 1892 y a la solicitud que hizo en octubre de 2000 la misma persona. Así, “previo el pago total del valor del mencionado solar, considerado conforme a la tarifa del presupuesto de Ingresos vigente a esta corporación municipal, en sesión ordinaria de cabildo asentada en acta número 03 verificada el día 09 de octubre del 2000 (…) ha tenido a bien adjudicar en propiedad el solar de referencia”, se lee en el documento, firmado por el alcalde Juan Bautista Valencia Durazo; el secretario del Ayuntamiento Noé Noriega Barceló y Martín Herrera Durazo, Síndico Procurador.

El acta de cabildo a la que se hace referencia ya la quisieran para una escena de La Dictadura Perfecta o la Ley de Herodes: se trata de hojas tamaño oficio escritas a mano, de las cuales este columnista tiene copias.

La fecha de esa acta coincide con los días finales de la gestión de Juan Valencia como alcalde, y en ella se aprobó también la venta de varios bienes muebles e inmuebles (autos y camionetas) con el fin de comprar nuevos; y hasta copiadoras.

También se informa que el edificio del albergue estudiantil pasó a ser propiedad del Ayuntamiento. Los términos en que viene redactada el acta son para la antología de lo bizarro. El alcalde desconoció una asociación civil que administraba ese inmueble “ya que esta AC se había integrado en forma ilegal, porque se hizo con ventaja por parte de los seis miembros que iniciaron esta nueva AC todo con fines políticos; además se le informó (a la directora del albergue)  que lo único que se pretendía era desconocer esa AC recién formada y no dañar en absoluto a albergados y trabajadores de los albergues.

“También informa (el alcalde) que por su parte está en la mejor disposición de diálogo, le pide a la directora del albergue que reúna a los miembros de dicha AC para platicar y tratar de llegar a un acuerdo y si el acuerdo no se da, el H Ayuntamiento pasa a tomar posesión de dicho edificio”, se lee en el manuscrito.

Lo que se supo después, es que el propio Juan Valencia integró otra Asociación Civil, integrando a los pobladores de edad más avanzada en el pueblo, de manera que ya todos han muerto, quedando sólo él, por lo que hay fundadas sospechas de que ya se apropió del terreno y el edificio de dicho albergue. Al menos otros dos terrenos en Granados, se encuentran en esa misma situación.

En el despacho de mañana abundaremos en los detalles de esta recién descubierta trácala del ex dirigente estatal del PAN, que hoy enfrenta un nuevo juicio en tribunales, del que se tendrán noticias en los próximos días.

Lo que queda claro es que el señor Valencia ya daba muestras, desde que fue alcalde, de sus habilidades para hacerse de bienes inmuebles aprovechando sus cargos y facultades.

Estas operaciones hechas como presidente municipal, eran apenas un ensayo de lo que vendría con el caso de los terrenos en el Vado del Río, que ya es de sobra conocido y por los que también está siendo investigado. Mañana les damos la primicia de lo que sucedió con la ratificación de esta nueva demanda.

II

El año pasado, después de un encuentro solemne con las autoridades tradicionales yaquis, la gobernadora Claudia Pavlovich sorprendió hasta a su personal de seguridad, cuando sin decir agua va, durante un recorrido por algunos juegos infantiles instalados en el lugar para enmarcar la entrega de apoyos a familias de la etnia, se trepó a un resbaladero inflable, para lanzarse desde las alturas, de la mano con niños y niñas indígenas.

Quizá le ganó la nostalgia por sus años infantiles y se despojó de su investidura para convivir con los pequeños, en un acto que algunos vieron arriesgado, pero que descubrió el lado humano de la gobernante; esa cualidad terrenal que no cualquier político tiene para conectar en el disfrute de la cotidianidad mundana de todos, de todas.

El viernes pasado, durante la entrega de parques públicos en Hermosillo, Claudia Pavlovich tiró un penalti para inaugurar una pequeña cancha de futbol en el fraccionamiento Villa Verde. Acaso cuidando las formas para no dar el ‘Marylinmonroazo” y enseñar más de la cuenta debajo de su falda ampona, la gobernadora se la sujetó con las dos manos y tiró el zapatazo. El balón salió disparado al poste izquierdo de la portería y se clavó en la red. Detrás de él, el zapato, que también entró en la portería.

El portero, un pequeño de unos nueve años no acertó si atajar el balón o el zapato (flats, le llaman, según me dijeron) y los dos entraron. Eso sí, no recogió el balón, sino el zapato y fue a devolvérselo a la gobernadora, que estaba muerta de risa, junto a la concurrencia. El momento, totalmente anti solemne se volvió viral en redes sociales.

Ayer volvió a pasar. Durante la inauguración del Splash de la educación, un espacio acondicionado en el deportivo de El Coloso para ofrecer opciones de diversión, cultura, entretenimiento y deporte en este periodo vacacional para quienes se quedan en casa, la gobernadora se metió con todo y ropa al resbaladero acuático, lanzándose sobre un salvavidas inflable y con un niño en las piernas, para sorpresa de muchos y el nerviosismo de su equipo de seguridad.

Habrá, desde luego, quien critique estas lanzadas de la gobernadora. Lo cierto es que para la gente que asiste a estos eventos y con quienes ella convive con esa naturalidad, resulta gratificante y divertido encontrarse con alguien que puede romper la solemnidad aburrida del protocolo.

Especialmente después de un gobernador que se la pasó peleando con todos y permanentemente a salto de mata, huyendo del contacto con la gente, frente al temor de los reclamos y el abucheo.

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(DOSSIER POLITICO/ Arturo Soto Munguía /2016-07-11)

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