viernes, 28 de febrero de 2014

DIEZ DÍAS DE CAZA

Raymundo Riva Palacio

El último capítulo de la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán empezó el 13 de febrero en Culiacán, pero la historia de su caída se empezó a tejer hace poco más de un mes, cuando pistas que se seguían tomaron un camino definitivo. Se debió paradójicamente, de acuerdo con una reconstrucción de su cacería, con una filtración no autorizada en la prensa. En medio de los operativos en Michoacán se publicaron fotografías de la esposa y nuera de Guzmán en Cancún, junto con detalles parciales de su vigilancia.

Las fotografías no eran un producto de una investigación reciente, sino de una vieja línea de seguimiento a Guzmán, y parte de los expedientes abiertos en las áreas de Seguridad Pública Federal desde hace casi dos años. Su divulgación provocó reacciones y temores de que la publicación boicoteara la investigación. Fuentes estadounidenses dijeron que tras la publicación de las fotografías hubo varios asesinatos en el entorno de Guzmán, aparentemente para romper con el eslabón que conducía a su familia. Sin embargo, esos asesinatos, por toda la información acumulada a nivel internacional en estos años, abrieron de manera inesperada nuevas puertas para llegar a “El Chapo”.

Una de esas líneas de investigación era precisamente con la esposa de Guzmán, Emma Coronel, quien dio a luz a gemelas en un hospital de Los Ángeles en agosto de 2011. Ciudadana estadounidense, no tiene ninguna deuda con la ley, por lo que se mueve libremente. Pero la DEA y el Servicio de Inmigración y Aduanas tenían un seguimiento estrecho de ella. Parte de los datos de esa vigilancia llevaron a la captura en mayo pasado del suegro de “El Chapo”, Inés Coronel, que aportó más información sobre “El Chapo”, que vivía a salto de mata en la sierra de Durango, a no más de 100 kilómetros de Culiacán, en zonas de muy difícil acceso, con una cocinera y un equipo de seguridad de no más de cuatro personas.

En paralelo, la oficina de Alguaciles de Estados Unidos, la principal agencia en la investigación de prófugos de la justicia, trabajaba con la PGR y la DEA. No se sabe si Vicente Zambada, hijo de Ismael “El Mayo” Zambada, el jefe del cártel del Pacífico, preso en Estados Unidos, proporcionó información sobre la red de la organización. Pero, coincidente o no, después de las filtraciones de enero y cómo se movieron las ultratumbas del narcotráfico en Sinaloa, comenzó la cacería final sobre “El Chapo”.

El procurador general Jesús Murillo Karam dijo el sábado que los “momentos definitivos” para su captura fueron entre el 13 y el 17 de febrero. Para el jueves 13 ya habían comenzado los operativos de la Marina en Sinaloa con información de inteligencia propia y de las tres agencias estadounidenses. El fin de semana antepasado, en el Gobierno federal sabían que la captura de “El Chapo” era, literalmente, cuestión de días. Tenían localizado en dónde se encontraba y se había establecido un cerco para evitar que se escapara.

En los operativos de ese fin de semana detuvieron a Joel Enrique Sandoval Romero, jefe de escoltas de “El Mayo” Zambada en Culiacán. Guzmán estaba escondido en una de las siete casas de seguridad del cártel en Culiacán conectadas por un elaborado sistema de túneles que utilizaban las cañerías como rutas de escape. La Marina y los agentes de la PGR llegaron a esas casas, una de ellas de la primera esposa de Guzmán, Griselda López. En su apresurada fuga, Guzmán se comunicó al teléfono de una de las escoltas de Zambada, quien por más de una década lo protegió y financió.

No está claro si Guzmán sabía de la detención de Sandoval Romero, que se dio a conocer el lunes, pero el número al que marcó, ya lo tenía interceptado la PGR, porque se encontraba entre los contactos del jefe de escoltas del cártel. La geolocalización de la llamada los llevó a una de las casas de seguridad, pero por los sistemas de seguridad y blindaje de los túneles, “El Chapo” se les escapó el jueves. Los escondites se le habían acabado. Huyó a un torre de condominios en el malecón de Mazatlán, pero ya no fuera del radar federal, sino perseguido por ellos. En el departamento 401 de la Torre Miramar, lo detuvieron mientras dormía, a las 6:30 aproximadamente, de la mañana del sábado.

La Marina forzó la puerta y lo capturó en la cama. En una maleta rosa con negro había ropa de hombre, mujer y de una menor. Había provisiones para menos de una semana en bolsas de plástico del supermercado. Agentes de la DEA, Alguaciles, Inmigración y Aduanas presentes en la captura, contribuyeron con inteligencia táctica y a cerrar el cerco sobre “El Chapo”. La DEA tomó la fotografía de Guzmán y la distribuyó a la prensa, como una prueba de vida, como hicieron cuando se detuvo a Édgar Valdés, “La Barbie”, detenido en 2010. Trece años de prófugo, habían terminado. 
 
(ZOCALO/  Columna de Raymundo Riva Palacio/ 28 de Febrero 2014)

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