Apenas cuatro horas antes de que Mario López Valdez reiterara su
esplendidez como anfitrión al ofrecer en palacio de gobierno—con
recursos públicos—un banquete de lujo para agasajar a los invitados a la
ceremonia conmemorativa del grito de independencia, en el Hospital
General de Culiacán la despiadada voracidad del régimen malovista se
negaba a entregar el cadáver de una viejecita porque la familia no tenía
recursos para saldarle la cuenta al nosocomio. Ahí, otra vez, el
mandatario evidenció la fantasiosa historia que muestra ante los
reflectores y la triste realidad que resulta donde las candilejas no
alumbran.
Siempre creímos que Mario López Valdez, aún con los fuertes
compromisos adquiridos y la coalición partidista tan doctrinariamente
compleja que lo llevó al poder, haría esfuerzos notables por situarse
como un gobernador digno del tiempo que le tocó vivir. La esperanza de
un reformista que echara abajo la podrida estructura mafiosa creada por
los priistas que lo antecedieron en el cargo no duró siquiera la víspera
porque mientras él levantaba la mano para jurar lealtad a los
sinaloenses y apego a la constitución ya desbordaban los incipientes
hedores de la cloaca sexenal.
Los primeros meses se le podía conceder el privilegio de la duda.
Eran muchos los compromisos y componendas que hizo para derrotar al
mismo partido que lo encumbró en la política. Sucumbió ante intereses de
tipo avaricioso unos y también de corte delictuoso otros. Ni modo,
pensamos, es un costo efímero. Se los sacudirá en cuestión de meses.
Hoy, casi tres años después, lo único que se le puede otorgar es la
certeza de que no era el líder que Sinaloa buscó para cerrar la era
negra del PRI.
Está a la vista que es un hombre capaz de hacer cualquier cosa por
hacerse de elogios. Puede hasta volverse rehén de grupos o personas con
tal de obtener lisonjas. Es una especie de caricatura del ex presidente
venezolano Hugo Chávez adaptada el trágico guión del Sinaloa
traicionado y sin esperanza. Incurre en el exceso de mancillar la
bandera nacional, inscribiéndole al lábaro su nombre como si se tratara
de una cachucha a la que le pone el logo de sus ferreterías. Manda al
diablo a las instituciones y ultraja los símbolos patrios, señal
inequívoca del gobernante que se considera el centro del universo.
Eso es peligroso. Aguantar tres años los dislates y sus consecuencias
no es lo mismo a soportar seis años. La larga espera por la
rectificación se ha tornado decepción, a niveles inclusive más agudos
que la desilusión reinante en el 2010, año en que una mayoría electoral
intentó dar un viraje hacia la civilidad y la honestidad en el manejo
del gobierno. Qué pena da corroborar el retroceso en materia de
gobernabilidad, transparencia, honestidad, legalidad y principios.
Hay absurdos repetibles, como ecos que atolondran. El derroche
ofensivo que ofreció a los gobernadores que vinieron a la conferencia de
la Conago efectuada a Mazatlán es lo de menos. Ni en cuenta las viandas
gourmet que convidó a los invitados a la noche del grito. Si fuera un
estadista, qué importa que al pueblo nos saliera caro. Son sus poses,
dichos y hechos los que pesan como lastre de piedra al momento de sacar
cuentas entre lo que cuesta y lo que aporta.
El cadáver de Anastasia León, la anciana que murió el 15 de
septiembre por el mal servicio que se les brinda a los pobres en el
Hospital General de Culiacán, constituye una nueva efigie al trato
despectivo e inhumano que se les otorga a quienes llegan a ese centro
médico amparados por el Seguro Popular. Ahí mismo, en la medicina
considerada de quinto nivel, se provee de calidad y amabilidad a los que
traen la chequera como hoja de afiliación.
Pero recalca la preocupante propensión a darles todos los privilegios
a unos cuantos y quitarle lo poco a las mases desposeídas, al grado de
querer retener el cuerpo sin vida de una paciente solo porque no puede
pagar la factura de un internamiento que la llevó a la muerte.
Eres otro caso, Anastasia León, que abulta el inventario de la
aflicción social durante un sexenio que apenas está por llegar a la
mitad y ya rebosó el vaso de lo tolerable, de lo permisible.
Re-verso
Aquel cadáver retenido,
rebautiza la desgracia,
para llamar Anastasia,
a un sexenio ya perdido.
rebautiza la desgracia,
para llamar Anastasia,
a un sexenio ya perdido.
Cosquillas al risueño
Sin indicio alguno de que los desfalcadores del actual o anteriores
sexenios vayan a responder ante la ley por sus pillerías, el jefe de la
Unidad de Transparencia y Rendición de Cuentas del Gobierno de Sinaloa,
Juan Pablo Yamuni, anuncia el Programa Transparencia Cien para
capacitar a 5 mil servidores públicos en materia de acceso a la
información pública, ética, valores y protección de datos personales.
Qué ganas de imprimirle comicidad a un asunto tan serio: bastaría con
que ruede la primera cabeza de un funcionario corrupto y los demás se
volverían íntegros y nítidos.
19 de septiembre
Y como si los males fueran pocos llegó el huracán “Manuel”,
sorprendiendo al gabinete malovista en su imprevisión para terminar de
amolar a un Sinaloa ya ahogado desde antes en los desatinos de políticos
improvisados. ¡Cuánta agua! ¡Cuánta gente huérfana de gobierno!
Alejandro Sicairos/ septiembre 22, 2013
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