La claridad de la mañana del viernes dejó ver las secuelas dejadas
por el huracán Manuel por tierras sinaloenses. El ciclón, que según
reportes oficiales tocaría tierra en el norte del Estado, modificó el
rumbo y entró por la bahía de Altamura en Angostura, para afectar la
parte central del Estado. El aviso de su paso por la entidad no fue
suficiente para evitar las severas inundaciones que dejaron cien mil
damnificados en Navolato, Angostura, Salvador Alvarado, Mocorito,
Badiraguato y 12 colonias y ocho sindicaturas de Culiacán.
Manuel llegó a Sinaloa en plena canícula de septiembre, cuando los
sofocos cubren de sudor a la gente que camina por las calles calientes.
En medio de los calores húmedos, dos días de lluvia pertinaz fueron
suficientes para poner al descubierto el caos urbano que ocasionó, por
un lado, la irresponsable planeación urbana de los desarrolladores de
fraccionamientos de lujo a lo largo de los ríos Humaya, Tamazula y
Culiacán. Y por otro, la falta de un sistema de monitoreo local
eficiente que dimensionara el impacto del fenómeno meteorológico.
En el malecón viejo el espectáculo, inédito para jóvenes y niños, del
desbordamiento de los ríos. En ese mismo escenario, la inundación de la
isla Musala, predestinada a suceder desde su construcción, a causa de
la fragmentación de los ríos para dar cabida a un complejo
arquitectónico que quiso ganarle espacio a los ríos. Al final, el agua
tuvo un último aliento y encontró su cauce natural.
Los habitantes de los exclusivos fraccionamientos Banus lo vivieron
en carne propia. En lanchas tuvieron que salir familias completas de sus
residencias, ubicadas en una de las áreas con mejor plusvalía de la
ciudad. Nunca se detuvieron a observar que sus casas estaban edificadas
en la zona en que el cauce de los lindes aledaños del río fue destruido y
alterado para dar espacio a la transformación de la ciudad, sin
importar las consecuencias a las que fueron expuestos.
En el transcurso de la tarde del jueves los albergues instalados a lo
largo del estado dieron cabida a las familias evacuadas de sus
viviendas, ubicadas en las márgenes de los tres ríos. Pero muchas otras
no dejaron sus casas. Y permanecieron en espera de auxilio, mientras el
nivel del agua subía en segundos. Como los habitantes de Infonavit
Humaya, a quienes les llegó el agua al cuello, literalmente. Ahí, en el
boulevard Salvador Alvarado que entronca con la carretera internacional,
corre paralelo el canal que no soportó la carga de decenas de colonias
situadas en las partes altas y desbordó en esa área metro y medio de
agua pestilente.
A medida que el nivel del arroyo subía, los vecinos llamaron sin
parar a los teléfonos de emergencias, pero ninguna autoridad llegó. Se
quedaron sin agua y sin energía eléctrica. En la madrugada, cuado el
agua cedió, quien llegó fue un pipero para ofertar sus servicios de agua
para lavar las viviendas afectadas. Muchos aceptaron, y con escobas,
palas y trapeadores, empezaron a sacar el lodo que inundó cada
centímetro de sus viviendas.
En esa labor de aseo estaban cuando cayeron los primeros rayos del
sol, el viernes a las diez de la mañana. El huracán Manuel acabó no sólo
con sus muebles y aparatos electrodomésticos, sino con la confianza en
las autoridades de gobierno. Desesperados y enojados reclaman ayuda
“porque es hora que nadie ha venido a apoyarnos”.
Eva Larrañaga, como muchos de sus vecinos, soportó el paso de una
corriente vertida de ratas, cucarachas, botellas de plástico y basura:
“era una asquerosidad y así tuvimos que estar porque a pesar de las
llamadas que hicimos a emergencias nadie llegó a ayudarnos; ahora somos
como un circo, la gente pasa y nos toma fotos y se va, pero no viene
nadie a limpiar las alcantarillas o a fumigar, porque yo si estoy bien
preocupada de que esto se convierta en un foco de infección”.
Manuel Sánchez dice que “al canal nunca le han dado mantenimiento, es
un problema que se viene agravando porque todos los fraccionamientos de
más arriba desaguan por este mismo canal y no se da abasto. Hace seis
años también nos inundamos y desde entonces pedimos que se solucionara,
hablamos con los diputados a los que les pertenece este distrito y nomás
nos prometieron que iban a hacer algo, pero hasta la fecha no han
solucionado nada”.
El vecino de Infonavit Humaya exclama que “las autoridades no han
dado la cara, ya hablamos al 073 para que drenen los alcantarillados y
no hemos tenido respuesta de nadie, siempre que llueve estamos con la
angustia de inundarnos”.
Otra de las vecinas, María Félix, perdió todos los comestibles de su
tienda de abarrotes. Estufa, refrigerador, comedor y sala se encuentran
cubiertos de lodo. “Muchos vecinos, como yo, perdimos todo, y estamos
solos”.
En Valle Alto y Villas del Río, dos sectores también afectados, el
panorama es de árboles caídos, comercios cerrados, portones derrumbados y
muebles mojados expuestos al sol. Un local comercial de Oxxo fue
saqueado el jueves por la tarde. Quebraron los vidrios y se llevaron
cervezas, refrescos, latas de comida. Era un solo oficial de guardia
para mucha gente que no pudo contener.
Mientras los habitantes de Infonavit Humaya esperan, el Gobierno del
Estado, a través de algunos medios de comunicación, convoca a la
población a llevar comida enlatada, agua y ropa a los diferentes centros
de acopio. Algunas dependencias gubernamentales exigen cooperación
económica obligatoria a los empleados para asistir a los damnificados
del huracán “Manuel”.
Para el viernes, los municipios afectados reanudaron una aparente
calma. Muchos damnificados regresaron ya a sus hogares. Frente a sus
casas de puertas y ventanas abiertas, rodeados de comedores, sillones,
televisiones, refrigeradores y estufas mojados, esperan que las
autoridades de gobierno los ayuden a comenzar de cero.
Poco a poco, el olor a humedad se desvanece con el inclemente sol. Y
en la noche hay ya un cielo estrellado, mientras las familias
damnificadas se alistan a reconstruir sus vidas.
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