Para el doctor Reynol Díaz Coutiño, especialista en planeación y
desarrollo sustentable, el huracán “Manuel” puso al descubierto, entre
otras cosas, la debilidad de la planificación urbana de las ciudades en
Sinaloa, permitida por los acuerdos entre los grupos de poder políticos y
económicos del Estado, que priorizan la seguridad de sus inversiones,
antes del de la comunidad.
Entrevistado por Ríodoce, el ex catedrático de la UAS señaló que “hay
un consorcio de política y economía que define los destinos de los
espacios” y agregó que desde “el gobierno de Francisco Labastida Ochoa
comenzaron a repartirse las áreas de susceptible urbanización: La
primavera, Los álamos, la propia Isla Musala y ahora los terrenos
situados atrás del llamado corredor automotriz y alrededor de la USE,
todos ubicados en zonas naturales de infiltración de agua”.
Díaz Coutiño lo diagnosticó hace diez años. En su artículo La
expansión urbana y algunos hechos crudos de tres ríos que se ahogaron,
precisó que “en sus prácticas cotidianas, los especuladores
inmobiliarios “fragmentan y obstruyen arroyos sin tomar en consideración
los riesgos o beneficios potenciales que estos pequeños afluentes
significan para el sistema lacustre. Devanan cerros, deforestan y
provocan erosión sin importar las consecuencias que los habitantes de
más abajo pudieran exponerse”.
El pronóstico se consumó el jueves pasado, con las inundaciones que
provocó el huracán “Manuel” en seis municipios de la entidad. Y en
Culiacán, en fraccionamientos cercanos a los afluentes como Villas del
Río, Valle Alto, La Campiña e Isla Musala.
“Musala era una falla ya anunciada —señaló el entrevistado—,
confiaron en que la ingeniería era más poderosa que la naturaleza
cuando los ingenieros expertos dicen que no hay ingeniería que resista
la fuerza de las aguas; ahí tuvieron la osadía de fragmentar el río. Si
hubiera un colegio de ingenieros con una buena moral y ética, nunca
debieron haberlo permitido, pero desafortunadamente nuestra ingeniería
esta débil en ese tipo de valores, se permitió y las consecuencias ahí
están, y puede decirse que les fue bien, porque fue una invasión
gradual, las calles se fueron llenando con la lluvia, el río no se vino
con fuerza porque las precipitaciones ocurrieron debajo de las presas”.
El conferencista en temas de agua y desarrollo, mencionó que en el
caso del Desarrollo Urbano Tres Ríos, los nuevos fraccionamientos ahí
asentados se ubican en una zona lacustre que invaden el estatus natural
de los ríos.
—¿Hubo estudios de expertos sobre el riesgo que representaba construir en esas zonas?
—Claro, pero también había muchos ingenieros que eran amigos de los que estaban en el diseño de la política del Estado en ese momento. En el gobierno de Juan Millán hicieron muchos desarrollos urbanísticos junto al río, Musala es uno de ellos. Incluso vemos que desde Navolato hasta Carrizalejo se han construido una gran cantidad de fraccionamientos que van estrechando el río, convirtiéndose en áreas de inminente riesgo de ser inundados.
Reynol Díaz expresa que “la demanda explosiva de fraccionamientos no
sucede porque haya aumentado la presión de la población, sino porque así
conviene a los intereses políticos de la administración en turno en
plena colaboración con las firmas que ejercen la economía especulativa
de inmuebles, aunque para ello el patrimonio histórico natural que
encierran per se los tres ríos para el esparcimiento y disfrute estético
de las presentes y furutas generaciones, sea destruido”.
El autor del libro Desarrollo sustentable: oportunidad para la vida,
indicó que “toda la ingeniería que intervino en la repartición de áreas
naturales junto a los ríos Culiacán, Humaya y Tamazula, en ningún
momento contempló la seguridad de la población —que impera en las
sociedades cultas—, sino la plusvalía que tendría vender esa zona
geográfica por la estética, así que el que compró adquirió estética,
pero también el riesgo inminente de que un fenómeno meteorológico de la
naturaleza y magnitud del que tuvimos, vendría a afectar sus intereses”.
El economista argumenta que en ciudades como Massachusetts, que por
muchos años sufrieron por inundaciones, optaron por retirarse de los
márgenes del río y entonces fluyó con toda su extensión, y no hay
afectaciones de gran magnitud en la población; “pero aquí es difícil que
se haga porque la gente de ingresos altos está comprando la estética,
quiere despertarse por la mañana y ver una arboleda y un lago pasando
frente a su casa, eso le están vendiendo pero también no entiende que
esta adquiriendo el riesgo ambiental.
Díaz Couriño dijo que este fenómeno puso también al descubierto la
necesidad de contar con sistemas de monitoreo locales eficaces, con
expertos en la materia y equipos mínimos necesarios para ubicar los
fenómenos meteorológios.
“De esta manera, añadió, se puede comenzar con estrategias de alerta
temprana para poder salvar en primer lugar, a la población, luego cuidar
la infraestructura y todo lo que implica las actividades productivas;
Protección civil tiene el protocolo, pero desafortunadamente se pasan el
tiempo en reunionitis viendo qué va pasar mientras que el evento, que
es muy dinámica, ya lo tenemos encima”.
Ya lo había dicho el doctor en sus conferencias: Medir la calidad de
vida sólo mediante el cálculo económico, que mide el éxito en términos
de la producción e ingresos, sin tomar en consideración la magnitud de
la pérdida que implica la función ambiental, es un enfoque de alta
pobreza intelectual.
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