“La guerra tiene el lenguaje de la muerte”, dijo el Papa anoche,
que repitió –como el domingo pasado– “¡basta de guerra!” para detener la
intervención armada de Estados Unidos en Siria, que parece casi
inevitable. En una meditación ante una multitud de cien mil fieles que
esta vez hicieron largos silencios, no gritaron nunca y no lucieron banderitas ni enseñas
como es usual, Francisco explicó: “Hemos perfeccionado nuestras armas
pero nuestra conciencia se ha adormecido, hemos hecho más sutiles las
razones para justificarnos y, como si fuese una cosa normal, seguimos
sembrando destrucción, dolor, muerte”.
La vigilia de paz que el Papa argentino convocó hace una semana, en
una jornada de ayuno y oración, duró cuatro horas –entre las 7 y las 11
de la noche (cinco horas menos en la Argentina)– y fue una de las ceremonias más atípicas
que este corresponsal ha visto en cuarenta años en la plaza de San
Pedro.
Totalmente distinta, sin gritos ni aclamaciones, con Jorge
Bergoglio que por primera vez no recorrió en el jeep descubierto los
senderos que le abren para que se dé el baño de multitud, cada día más
entusiasta.
Había muchos controles electrónicos en los accesos a la
plaza y a la gente le pedían que no hiciera flamear banderas, que si
eran grandes no pasaban.
Los temores por la seguridad estaban latentes, pero no hubo deserciones entre los fieles.
La multitud sintió el momento distinto, lo acompañó sobre todo con largos silencios dedicados a las oraciones colectivas e individuales.
El Papa quería una vigilia (hoy se celebra el natalicio de la “Reina
de la paz”, la Virgen María) muy sobria. Su meditación comenzó una hora
después de iniciada la celebración, con la llegada de una imagen de la
virgen y el rezo del rosario.
Mientras tanto, en toda Italia hubo
centenares de ceremonias parecidas en catedrales, basílicas y
parroquias, seguidas de procesiones.
Cantó el coro de la Capilla Sixtina, se escucharon bellos solos de
arpa y de un cuarteto de cuerdas, los locutores de la radio Vaticana
leían el rosario y fieles seleccionados leyeron pasajes de los
Evangelios. Todo fue seguido de silencios que se hicieron ensordecedores.
La sobriedad, el recogimiento de la multitud, eran el símbolo de la
angustia que vive el mundo con la guerra que se viene sobre la contienda
civil en Siria que ya dura dos años y medio.
Todo puede empeorar,
descontrolarse. La guerra “constituye siempre un fracaso de la
humanidad. Debemos seguir otra vía”. “En la querida nación siria, en
Oriente Medio, en todo el mundo, recemos y trabajemos por la
reconciliación y la paz”.
Silvia y Marta, dos chicas argentinas estudiantes de agronomía
portadoras de sendas cartas que soñaban entregar a Francisco, las
consignaron a un gendarme vaticano que prometió hacerlas llegar.
“Hay
que preguntarse qué pasaría hoy sin la intervención de Francisco que
despertó la conciencia de todos. Estamos en peligro, nos dice el Papa,
tenemos todos que luchar por la paz”, dijo Marta a Clarín.
Las chicas compatriotas estaban impresionadas con la meditación de
Francisco, que dijo: “Quisiera pedir al Señor que cada hombre y mujer de
buena voluntad gritara con fuerza:¡La violencia no es jamás el camino
hacia la paz!”. La respuesta de la multitud fue un fuerte, prolongado
pero módico aplauso de apoyo al pontífice. No hubo ningún grito de
aprobación.
“¡Calle el ruido de las armas!”,dijo con énfasis pero sin vehemencia.
Para todos era evidente que el presidente estadounidense Barak Obama
era el principal destino del mensaje del Papa, que se preguntó si “el
mundo que queremos es un mundo de armonía y paz, como Dios lo ha creado,
o si también están la violencia, las divisiones, los enfrentamientos,
la guerra”.
Reunir al solidario “ejército de la paz” en la movilización mundial
de ayer es el núcleo de la ofensiva del Papa, que ayer lució en todo
momento un rostro entre triste y preocupado. Sentado en un sillón blanco
en el hemiciclo de la basílica, frente a la plaza, Bergoglio meditó
durante un largo rato sin decir una palabra, a veces con la cabeza
gacha.
Más allá de los accesos, junto a las columnas, argentinos que no
pudieron entrar con sus banderas siguieron las oraciones en árabe de un
grupo de sirios musulmanes que ondeaban cuatro banderas de su país y
leían el Corán, en apoyo de la iniciativa de paz del Papa “al que estamos muy agradecidos”.
Ayer, el nuevo Secretario de Estado,Pietro Parolin, que asumirá el 15
de octubre, dijo que la situación es grave porque “están en juego los
equilibrios del mundo, la convivencia presente y futura de varias
religiones y de los grandes grupos étnicos”. Concluyó que “si la
violencia prosigue, no habrá vencedores sino sólo derrotados”.
Con información de El Clarín.
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