Según teólogos e historiadores la Iglesia católica
enfrenta el riesgo de un cisma como no se ha visto desde hace siglos. Aunque
Benedicto XVI dejó su pontificado, todavía conserva poder e influencia, a tal
grado que antes de retirarse impuso hasta la forma en que deberá llamársele de
ahora en adelante: Su santidad Benedicto XVI, Papa emérito. Cuando la Iglesia
tiene dos cabezas el cisma sobreviene de manera ineludible, apuntan los
expertos. Los jesuitas, orden a la que pertenece Francisco, consideran que a Ratzinger
se le debe llamar “obispo de Roma”. Acorde con esta línea, en su primera misa
como pontífice, Bergoglio pidió a la multitud que rezara por el “obispo” que lo
antecedió en el cargo.
Rodrigo Vera/Proceso
MÉXICO, D.F.
(Proceso).- Los antiguos canonistas de la Iglesia aseguraban que histórica y
teológicamente es imposible la coexistencia de dos Papas. Agregaban que sólo
los “cuerpos deformes” son “bicéfalos”. De ahí que –concluían– cuando la
Iglesia católica tiene dos pontífices es porque ya entró en un proceso degenerativo
que terminará en cisma.
¿Realmente provocará
un cisma la coexistencia de Francisco y de Benedicto XVI? ¿Habrá fricciones
entre los dos? ¿Crearán divisiones en la curia romana? ¿Cuál de los dos es el
verdadero sucesor de Pedro?
En torno a estos
interrogantes habla la investigadora Marta Eugenia García Ugarte, especialista
en historia de la Iglesia, quien advierte:
“Existe el riesgo de
que se dé un cisma debido a que hay dos Papas. Una situación inédita en los
últimos siglos. Todos los cismas históricos tuvieron que ver con que hubiera
dos pontífices de manera simultánea. Y la principal característica del cisma es
que rompe la unidad eclesiástica.
“Aparte de los
muchos problemas que de por sí ya tiene la Iglesia, el Papa Francisco llega al
trono pontificio con un grave problema adicional; que su antecesor sigue vivo.
Aunque Benedicto XVI guarde silencio y no intente influir en el nuevo papado,
de todas maneras seguirá influyendo aunque no lo quiera. Digamos que es una
especie de muerto vivo.”
–¿Pero Benedicto XVI
realmente sigue siendo Papa?
–Ratzinger dijo
claramente que quiere que lo sigan llamando su santidad Benedicto XVI y, por lo
tanto, que lo sigan tratando como Papa, así sea en calidad de Papa emérito y
sin funciones administrativas. Seguirá ostentando su título pontificio. Pero
además continuará viviendo en el Vaticano, un espacio muy reducido para que
cohabiten en él dos Papas, situación que fomentará mucho las pasiones
políticas.
–¿Por qué no se iría
a vivir a su natal Alemania o a otro país, para no interferir con su sucesor?
–¡No! ¡No puede
irse! La misma curia romana no permitiría que uno de sus Papas deje el Vaticano
para irse a vivir a otra parte como cualquier hijo de vecino. ¡Imposible! Eso
afectaría mucho más la imagen del papado, ya de por sí deteriorada. Benedicto
XVI sigue siendo pontífice y su lugar es el Vaticano.
La especialista
señala que la situación se complica más debido a que los dos pontífices van
incluso a compartir al mismo secretario particular, el alemán George Gänswein,
quien ha ocupado ese puesto con Benedicto XVI desde 2006.
“En el organigrama
de la curia aparece el cargo de secretario del Papa. No prevé que haya dos
Papas con un secretario cada uno. Por esa cuestión burocrática, Gänswein será
el secretario de los dos pontífices. Esta embarazosa situación puede provocar
interferencias entre ambos”, dice la historiadora.
Y plantea que
Benedicto XVI sigue conservando poder, al grado de que impuso condiciones hasta
en los tiempos de su renuncia y del cónclave. Explica: “El 11 de febrero
Ratzinger anuncia su dimisión y señala que la hará efectiva el 28 del mismo
mes. Después emite un motu proprio mediante el que adelanta la fecha del
cónclave para que los cardenales elijan a su sucesor. Realiza todavía algunos
nombramientos, como el del encargado del Banco Vaticano.
“Y el día de su
renuncia monta una aparatosa escenografía, con sus recargados rituales de
despedida que fueron transmitidos por las televisoras de todo el mundo. Con
guardias suizos, repique de campanas y todo lo demás. Viaja en helicóptero del
Vaticano a la residencia de Castel Gandolfo y ahí, desde el balcón, se despide
de la multitud que le corea. Cierra los cortinajes y desaparece triunfal con
una teatralidad asombrosa, como si actuara para una película de Fellini… Se fue
con mucho poder.
“Su hermano, Georg
Ratzinger, declaró que el nuevo pontífice puede ir a pedirle consejos a
Benedicto XVI. Pues no, el Papa Francisco no debería hacerlo, precisamente para
marcar distancias y que no interfiera en su nuevo gobierno.
“La misma Santa Sede
no sabe qué hacer con dos Papas. Y para colmo ninguna instancia vaticana puede
tener control sobre ellos, ni los obispos ni los cardenales. ¡Nadie! El Papa es
la cabeza de la Iglesia y se acabó. No le rinde cuentas a nadie. El problema es
que ahora hay dos pontífices.”
Investigadora del
Archivo Secreto Vaticano, doctora en historia y actual investigadora del
Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, García Ugarte se ha
especializado en la historia de la Iglesia. Sobre el tema ha escrito varios
libros, como Liberalismo e Iglesia católica, La nueva relación Iglesia-Estado
en México, Poder político y religioso; México siglo XIX.
Indica que el cisma
podría darse no sólo por desacuerdos entre los dos pontífices sino sobre todo
por problemas entre sus seguidores.
Y abunda: “Para
empezar, Benedicto XVI nombró a más de 60 cardenales que son los miembros más
jóvenes del Colegio Cardenalicio. Es un número muy importante que le debe
obediencia. Y obviamente que hay muchos otros prelados que lo valoran y apoyan.
Podrían constituirse en un bloque.
“Otro riesgo de
escisión puede venir de las múltiples organizaciones de laicos católicos que
empiecen a pedir la presencia de Benedicto XVI. Es un riesgo muy alto. Es muy
común que los fieles se acostumbren a su párroco o a su obispo. Estos
conflictos ocurren frecuentemente en las diócesis donde se enfrentan los
seguidores del obispo entrante y del saliente. A nivel papado también pueden
darse cuando hay dos pontífices.
“Aparte están las
encíclicas de Benedicto XVI que seguirán teniendo influencia, pues él es un
gran teólogo. Si estuviera muerto no pasaría nada. Pero sigue vivo. Si el Papa
Francisco no emite encíclicas con un fuerte contenido teológico, se verá en
gran desventaja frente a Ratzinger y su gobierno deslucirá.
“Al papado le espera
un futuro muy complejo. No sabemos cuántos años más vaya a vivir Benedicto XVI
convertido en una sombra para su sucesor. Incluso su muerte será un problema.
¡Imagínese! Un Papa organizándole solemnes funerales a otro Papa, algo
insólito.”
–Y en el plano
teológico, ¿quién de los dos es el elegido del Espíritu Santo?
–¡Los dos! Como
también los dos son sucesores de Pedro y tienen la misma infalibilidad papal,
que les viene con el cargo. Pero ahora quien tiene derecho a usarla es
solamente Francisco, por ser el Papa en funciones y a quien le corresponde
dirigir la barca de Pedro.
–¿Benedicto XVI
deberá mantenerse en silencio?
–No le queda de
otra. No podrá tomar decisiones de gobierno, dictar medidas ex cátedra ni
emitir encíclicas; eso le corresponde al pontífice en funciones. Ratzinger sólo
podrá seguir publicando sus libros en calidad de teólogo.
–¿Pero realmente no
interferirá en el nuevo pontificado?
–Bueno, él ha
prometido que no lo hará. Dijo claramente: “No voy a interferir”. Incluso les
pidió a los cardenales que externen su voto público de obediencia hacia el
nuevo Papa. Y desde que se recluyó en la residencia de Castel Gandolfo no ha
vuelto a aparecer. Es como si estuviera en un ataúd. Claro, tendrá que salir de
ahí y regresar al Vaticano, pues Castel Gandolfo es la residencia de veraneo
del Papa, por lo que seguramente la utilizará Francisco este verano que ya se
acerca.
–¿Podría darse una
especie de maximato pontificio? ¿Que Benedicto XVI logre imponerle sus dictados
a su sucesor?
–No veo ese riesgo.
Hasta donde recuerdo, jamás ha habido un maximato en la historia de la Iglesia,
como ocurrió en México con Calles. Lo que sí podría darse, repito, es un cisma;
que de pronto uno y otro Papa, aún contra su voluntad, tengan dos corrientes de
seguidores enfrentadas.
“Ya hay incluso
cierto temor de que pueda ocurrir un cisma. El cardenal Angelo Sodano, por
ejemplo, ha pedido que la Iglesia se mantenga unida en este difícil trance. ‘No
rompamos la unidad’, les pidió a los cardenales en la misa del precónclave. Y
algunos obispos centroamericanos empiezan a señalar que no hay peligro de caer
en un cisma, pero lo dicen con miedo. Es como cuando se dice que no va a
llover, y llueve.”
“OBISPO” DE ROMA
No es para menos tal
temor. Desde hace siglos los estudiosos del funcionamiento interno de la
Iglesia han visto como una pesadilla la coexistencia de dos Papas. En el siglo
XII los canonistas Baziano y Uguccione da Pisa señalaban que sólo los cuerpos
deformes son bicéfalos, por lo que una Iglesia con esas características sólo
acarrearía cismas y catástrofes.
… Y la historia les
dio la razón.
En 1294 fue elegido
pontífice el ermitaño Pietro Angeleri di Murrone, quien ya como Papa se llamó
Celestino V. A los cinco meses de pontificado se dio cuenta de que no servía
para el cargo y renunció voluntariamente para retomar su vida de eremita. Pero
su sucesor, el Papa Bonifacio VIII, temeroso de que se le considerara
ilegítimo, mandó arrestar a Celestino V, quien murió dos años después en la
cárcel.
En 1415 –en pleno
Cisma de Occidente– también renunció al cargo el Papa Gregorio XII, luego de
una serie de conflictos con su contrincante, el Papa Benedicto XIII, quien
sería depuesto dos años más tarde.
Fueron estas las dos
renuncias papales que antecedieron a la de Benedicto XVI.
Todavía en 1994 el
Papa Juan Pablo II –sabedor de las trágicas consecuencias que acarrea una
Iglesia bicéfala– decía secamente: “No hay lugar para un Papa emérito”. Pero
hoy lo hubo.
Comenta la
historiadora García Ugarte:
“La historia del
papado se convierte en ocasiones en una historia de terror, al extremo de que
hubo un Papa que exhumó el cadáver de su antecesor para someterlo a juicio y
así legitimarse en el trono. El papado no siempre ha sido una institución
respetable. Y en varias ocasiones ha estado en crisis.”
–¿En qué condiciones
está hoy?
–La renuncia de
Benedicto XVI afectó muchísimo al papado, digamos que lo desacralizó. Los
fieles siempre han esperado que el Papa lo sea hasta su muerte. Este solo hecho
le daba una aureola sacra y de veneración al papado. Pero ahora resulta que
también los Papas pueden jubilarse y abandonar el cargo como cualquier
burócrata.
“Ratzinger argumentó
que ya no tenía fuerzas para continuar, lo cual también es muy grave para los
creyentes, a quienes se les inculca que deben cargar su cruz hasta el final
como lo hizo Cristo. Hoy el Papa tiró la cruz. Dio un mal ejemplo a los
millones de católicos. Con qué cara la Iglesia les va a decir que carguen su
cruz si ni siquiera el Papa lo hace.”
La historiadora
considera que el jesuita Francisco tendrá que fortalecer al papado, pero para
hacerlo deberá primero imponerse a Benedicto XVI.
Y agrega: “A
Francisco le corresponde definir la relación con su antecesor. Decidir si lo
entierra o no lo entierra. En sus manos está congelar definitivamente a
Ratzinger, hacerlo hielo y decirle: ‘Ahora el que manda soy yo’. Obviamente que
esto tiene sus riesgos”.
Por cierto que de la
Compañía de Jesús –justamente la congregación del nuevo Papa– han salido voces
que piden no llamarle ‘su santidad’ a Ratzinger, como él lo pide, sino simplemente
decirle obispo. Esto desató controversia en la curia romana, que antes del
cónclave había definido el título formal para referirse a Ratzinger: “Su
santidad Benedicto XVI, Papa emérito”.
Sin embargo, en un
largo y docto artículo publicado en la revista que tienen los jesuitas en Roma,
La Civiltá Cattolica, el prestigiado canonista jesuita Gianfranco Ghirlanda, ex
rector de la Universidad Gregoriana, escribió lo siguiente:
“Es evidente que el
Papa que ha dimitido ya no es Papa, por lo que no tiene ninguna potestad en la
Iglesia y no puede entrometerse en ningún asunto de gobierno. Podemos
preguntarnos qué título conservará Benedicto XVI. Pensamos que debería
atribuírsele el título de obispo emérito de Roma, como a cualquier otro obispo
diocesano que cesa”.
El artículo de
Ghirlanda, Cesación del oficio del romano pontífice, concluyó tajante: “Quien
cesa en el ministerio pontificio no por deceso, si bien sigue siendo
evidentemente obispo, ya no es Papa”.
Así las cosas, sólo
faltaba saber la postura del Papa sucesor. Y el pasado miércoles 13, tan pronto
fue electo pontífice, el Papa Francisco salió al balcón central de la Basílica
de San Pedro e hizo una petición a la multitud congregada a sus pies: que
rezara por el “obispo” que lo antecedió en el trono.
(PROCESO/Rodrigo Vera/ 20 de marzo de 2013)
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