No quiso dar su nombre. Por
eso la recepcionista llamó a mi oficina: “Dice que le conoció desde hace años
en Mexicali. Cuando iba Usted a la gasolinera de la Justo Sierra y Zaragoza.
Allí se encontraban y platicaban”. Naturalmente, lo recordé y recibí. En aquel
88 ya andaba en los cuarentas. Se me apareció como clásico mexicalense.
Sombrero de palma. Camisa a cuadros. Pantalón livais. Cinturón de hebilla
grande. Panza cervecera y botas. Después de chocar las manos y luego un
abrazote le escuché: “…hermano, necesito hablar a solas. Cinco minutitos. No te
quito mucho tiempo”. La verdad esperaba “…ando sin un centavo” o “…no tengo
chamba, recomiéndame con alguien”. Pero no. Como si me adivinara soltó un “…no
te vengo a pedir nada ni a soltarte un sablazo”. Empezó por preguntarme:
“¿Conoces al doctor Roberto Robles Garnica?” Simplemente le dije no. Insistió.
“Acuérdate de él. Anduvo mucho atendiendo a la gente necesitada en el Valle de
Mexicali cuando tú estabas allá. Hasta sacaron notas de él en el periódico”.
Pero ni así lo traía a la memoria. Mi amigo fue claro: “Bueno, mira, ahora el
doctor anda muy pegado con el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Tú sabes, van por
la Presidencia de la República”. Y hasta me dijo tenerles mucha fe. Fue cuando me
anunció: Vendrá el viernes. “Quiere hablar contigo” pero cuando no haya nadie
en el periódico. Le saca a ser visto y luego anden por allí con el chisme. Se
cuida mucho. Los del Gobierno no le pierden pisada”. Acepté su petición. “Aquí
lo espero el viernes a las cinco. Ya no habrá ningún compañero”. Y hasta le
aclaré: Normalmente a esas horas las oficinas están vacías y toda puerta
cerrada.
El Doctor Robles Garnica
llegó puntual. Canoso. De lentes. Moreno. Traje modesto y buenos modales.
Pidiendo perdón por forma y hora inconvenientes. Me dijo “…decidimos una
entrevista del ingeniero con ZETA. Tenemos problemas con los demás periódicos.
Usted sabe bien cómo se manejan”. No quieren saber nada del ingeniero. Nada más
publican lo de Carlos Salinas de Gortari. Ni siquiera le hacen caso a
Clouthier”. Cuando le dije sí inmediatamente explicó “…le avisaremos cuándo
llega y la hora para entrevistarlo. Él está muy interesado. Se va a hospedar
con un amigo. A su tiempo lo sabrá”. Con los buenos modales y la discreción del
caso se fue. Salí enseguida de él. No había “orejas” frente al periódico o
cerca alguno de esos que “se hacen piedra”. A los dos, tres días me llamó por
teléfono identificándose solamente como “el doctor que lo visitó el viernes”.
Luego me explicó: “Hemos calculado la entrevista en el restaurante del Hotel
Conquistador. Primero llegará a Mexicali. Hará un alto en Tecate para saludar
al Licenciado Braulio Maldonado. Luego estará aquí en la tarde con Usted. A
nadie más le dará entrevistas”.
Llegué al restaurante. Como
los policías me senté de espaldas a la pared y viendo para la puerta. Puse mi
libreta sobre la mesa por si no aceptaba la grabadora. Pedí un café. Casi me lo
terminaba. Habían pasado 20 minutos después de la hora acordada. De pronto lo
vi entrar. Alto. Serio. Viendo para todos lados y ubicándome. Le recibí de pie
y nos saludamos. Todavía no empezábamos la entrevista y llegaron “orejas” y
especialistas en “hacerse piedra”. Traían grabadoras. Quisieron acercarse. Pero
un grupo de damas tijuanenses y simpatizantes del ingeniero movieron las mesas
para hacer medio círculo. Se sentaron. Pidieron sodas y café y fue como
bloquearon a los espías gobernícolas. No alcanzaron a grabar pero sí a tomar
fotos con pequeñas camaritas. Fue la primera vez que vi sonreír a Cárdenas y al
tiempo decir “…estos señores no se aguantan”. Le propuse iniciar la entrevista.
Aceptó grabar. Explicó con mucho detalle sus objetivos políticos y el por qué
lanzarse como candidato a la Presidencia de la República. Se agotó un carrete
por ambos lados y utilicé un cachito de otro. Agradeció la entrevista y
prometió otras “en mejores condiciones”. Hizo una seña. Le abrieron pasó y ya
estaba un auto esperándolo a la puerta del restaurante. Los fisgones del
Gobierno se le acercaron con grabadoras y fotografiándolo. Se fue en su carro y
espías en tropel corrieron a los suyos para perseguirlo. Uno de ellos se me
acercó: “¿Qué te dijo?…pásame una copia de la grabación”. Simplemente le
respondí. “El viernes puedes leerla completita en ZETA”.
Regresó ya como candidato.
Nadie después de él logró reunir tantos simpatizantes en cada Ciudad
fronteriza. No se diga campesinos. Nada de “acarreados”. Por eso fue muy
clarito: Ganó las elecciones presidenciales en Baja California. Después jamás
se negó: Entrevistas en la casona de su padre. Ciudad de México. Otras en
Tijuana. Y hasta alguna ocasión, años después, durante mítines de Acapulco,
frente al kiosco. Luego cada vez cuando competía por la Presidencia de la
República.
Vicente Fox nos decepcionó.
Primero hasta solicitó escribir cada semana en ZETA. Los viernes muy temprano
nos pedían transmitir por fax lo publicado. Luego cuantas veces vino como
candidato visitó nuestro semanario. Pero después se convirtió en Presidente y
ni en cuenta. Estuvimos cerca de lograr una entrevista cuando Marta era su
vocera. Pero se casaron y el plan falló. Después se la pedí personalmente dos o
tres veces. Dijo que sí pero no cuándo. Dos ocasiones ZETA envió cartas
formales solicitando una entrevista con los editores. Si era preciso iríamos a
México o cualquier Estado en caso de gira. Nunca nos contestaron. Lo más triste
de todo fue ese perverso invento de “el corralito”. Sólo para fotógrafos y
reporteros de Baja California. Los del Distrito Federal que le acompañan se
mueven con toda libertad. No le interesa al Presidente Fox entrevistas formales
con los provincianos. De vez en cuando una contestación rápida y banquetera.
Normalmente en reproche a la pregunta.
Hace días apareció en
televisión el Presidente Hugo Chávez de Venezuela. Le reprochó a su colega de
Colombia una declaración. Y así como le cantó un pedacito de canción a Vicente
Fox, le soltó otra a su vecino sudamericano: “Te pareces tanto a mí, que no
puedes engañarme”. Lo recordé a propósito de la grosera actitud de Andrés
Manuel López Obrador. ZETA solicitó formalmente la entrevista con directivos
locales. Luego nacionales. Fue negada con el pretexto “…no está dando a nadie”.
Pero lo más sorprendente fue cuando un reportero de “El Mexicano” se le acercó
al hotel donde llegó. Le pidió una entrevista y soberbio dijo que no. Terco, el
periodista insistió. Hasta cuando el candidato presidencial del PRD de plano le
soltó: No, porque si se la daba se enojaban los reporteros defeños que vienen
acompañándolo. Me recordó a cierta ocasión cuando vino Fox. Se le insistió en
entrevistarlo. No quiso. Pero subiéndose al avión presidencial hizo
declaraciones sobre los hermanos Arellano Félix. Fue otra grosería. A pesar de
todo eso los periodistas bajacalifornianos no han boicoteado al Presidente ni a
López Obrador. Informaron con amplitud de sus actividades.
Por eso Fox y López Obrador
se parecen tanto que no pueden engañar. La torpeza de uno y otro o de sus
empleados no se entiende. Y están muy lejos de como actúa el Ingeniero
Cuauhtémoc Cárdenas. Los reporteros defeños vienen por la nota de interés para
sus lectores. Ignoran o minimizan lo importante para el Estado. La circulación
de los diarios bajacalifornianos es infinitamente superior a los ejemplares
enviados de la Ciudad de México. Simplemente es un mal cálculo de Fox y Andrés
Manuel y a la vez un capricho que raya en la grosería y desdibuja la Libertad
de Expresión. Por eso Cuauhtémoc no despreció. Comprende la importancia de la
prensa, cuándo, cómo y dónde. En aquel 1988 los diarios le cerraron las
puertas. Aguantó. Luego se las abrieron y entró con toda naturalidad. Pero
ahora no hay mucha diferencia ente el “corralito” del Presidente y la torpe
respuesta de López Obrador. Por eso en esto de las entrevistas Fox y Andrés
Manuel se parecen tanto entre ellos que no pueden engañarnos.
GENTÓMETRO
En el programa de noticias y
comentarios de Radio XEC, el señor Reynoso le preguntó a Bojórquez cómo estaba
eso de que ZETA publicó que hubo 3,500 asistentes al mitin de Andrés Manuel
López Obrador y El Mexicano apuntó 10,000. Bojórquez dijo que era cuestión de
enfoque y que para él asistieron unos 5,000.
Es preciso aclarar. En 1992
el Arquitecto Ernesto Romero Vázquez midió para ZETA la Avenida Constitución,
entre las calles Segunda y Tercera. Cuadriculó. Dentro de un grupo nutrido,
hombro con hombro, una persona necesitaría un espacio de 60 por 60 centímetros,
equivalente a .36 metros cuadrados. Si la asistencia es holgada podrá disponer
la persona de 80 por 80 centímetros. Para calcular la asistencia el arquitecto
tomó el término medio: 70 por 70 centímetros a cada persona.
Con esta referencia dividió
en franjas rectangulares el plano de la Avenida Constitución hasta lograr 12.
En cada uno calculó tendrían cupo 480 personas. Y en total, de la Calle Segunda
a la Constitución se establece técnicamente que caben 5,760 personas.
De haber sido los 5,000
calculados por Bojórquez se necesitaría que la asistencia al mitin de López
Obrador llenara toda la Avenida Constitución desde la Segunda a la Tercera.
Y de tomar en cuenta los
10,000 de El Mexicano hubieran sido precisos asistentes llenando todo el
espacio desde la Calle Segunda, pasando por la Tercera hasta llegar a la
Cuarta.
Se presenta aquí el plano elaborado
desde 1992.
No hay cuestión de enfoque.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús
Blancornelas, publicado por última vez el 3 de febrero de 2003.
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