Las columnas políticas están
saturadas con el clamor a que renuncie el Secretario de Comunicaciones y
Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, por la tragedia en el Paso Exprés de
Cuernavaca, donde la semana pasada dos personas murieron cuand al caer en un
hoyo a la mitad de autopista. Lo absurdo de esta muerte desató la presión contra
Ruiz Esparza, quien dijo no me voy hasta que así lo determine mi jefe –a quien
le transfirió esa responsabilidad-, el Presidente Enrique Peña Nieto, que ha
probado ser protector de la incompetencia. Ruiz Esparza debió renunciar, no por
culpable sino por responsable, o el Presidente darle ese empujón y limitar el
daño en él. Al no ser así, el socavón se convirtió en la metáfora de su
gobierno, donde todo lo malo que sucede se le pega a él.
¿Por qué Ruiz Esparza debió
haber sido cesado o, de manera políticamente responsable presentado su
renuncia? Porque un servidor público debe regirse por la ética institucional.
Pero si no bastara el compromiso para el Presidente que le encargó una delicada
responsabilidad, por mentiroso. El columnista Carlos Puig, lo documentó el
viernes pasado en Milenio, al recordar que para presumir la obra de 14
kilómetros y medio que no era nueva sino era una ampliación del libramiento en
Cuernavaca, el staff de propaganda gubernamental grabó un spot donde decía Ruiz
Esparza: “El concreto asfáltico que estamos viendo aquí... es sin duda, un
material más resistente. No tenían drenaje, entonces tuvimos que hacerles un
drenaje para que la carretera en un momento dado tuviera circulación de agua y
las casas de al lado pudieran desahogar también los líquidos de sus casas”.
La justificación que dio Ruiz
Esparza tras el socavón, fue que las lluvias atípicas habían tapado un drenaje
que tenía 40 años de viejo. Entonces, ¿dónde quedó el drenaje que construyó su
Secretaría? O fue una mentira flagrante, o hay un público caso de corrupción.
¿Cuál es de los dos Secretario? La memoria corta ayuda a salirse por la
tangente. Cuando se mostró que las autoridades en Morelos y los vecinos llevan
más de ocho meses advirtiendo sistemáticamente sobre la mala obra y los riesgos
con el drenaje, cesó al delegado de la SCT en Morelos y a cuando menos siete
funcionarios más en las oficinas centrales. La omisión es una violación a la
Ley de Responsabilidades de Funcionarios Públicos. El delegado, entonces,
incumplió su trabajo. ¿De dónde salió?
El columnista Julio Hernández
lo explicó el viernes en La Jornada. Hace ocho años, José Luis Alarcón Ezeta,
era director de la escuela de idiomas Harmon Hall, que fundó su padre. Lo
nombraron delegado de la SCT por recomendación del Gobernador Graco Ramíreez,
tras haber realizado actividades empresariales con Cuauhtémoc Ochoa. Este
hombre, no lo menciona en la columna Hernández, es parte importante del círculo
interno del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, de quien fue
funcionario cuando era Gobernador en Hidalgo, y uno de los enclaves políticos
de Bucareli en la Secretaría del Medio Ambiente. Sin ningún nexo previo con el
Gobernador, se puede alegar que su recomendación fue un favor político a Osorio
Chong.
La conexión entre el
Secretario de Gobernación y los delegados es importante recordar. De acuerdo
con funcionarios federales, sobre el 80% de los delegados de la SCT fueron
impuestos por la Secretaría de Gobernación. Es decir, en ocho de cada 10, como
en el caso de Alarcón Ezeta, el Secretario Ruiz Esparza no tuvo ni voto ni
veto. Los delegados federales son como subsecretarios en los estados donde
están comisionados, aunque no todos son tan poderosos como los de la SCT,
porque son los responsables de distribuir los recursos para las obras –esa
dependencia es la que más gasta-, y repartir los trabajos entre los grupos
regionales. Esa racional permitió al Gobierno federal repartir las obras entre
empresas de todo el País, lo que se modificó en el gobierno de Peña Nieto,
donde los beneficiados notoriamente, incluso en tierras muy lejanas de sus
orígenes, fueron mexiquenses e hidalguenses.
Cuando se extraña e indigna
el Presidente por qué tiene tan mal ánimo y ambiente en todo el País, haber
roto la distribución regional de obras es una de las razones que debería de
tomar en cuenta. El avasallamiento de los suyos y del Secretario de Gobernación
sobre los recursos de los contribuyentes para las obras, es una explicación del
porqué en todas las mediciones sobre percepción de corrupción en el extranjero,
el gobierno de Peña Nieto ha retrocedido significativamente en los rankings
globales. En Gobernación, como en Comunicaciones y Transportes, el Presidente
no ha hecho nada por reparar las anomalías. Qué tanto sabe de lo que se hace en
su gobierno, es una incógnita sin resolver.
En todo caso, el socavón es
una metáfora continuada del sexenio peñista: un gobierno de cuates, donde el
amiguismo se sobrepone a las capacidades; una tibieza en la mano presidencial
que le impide sacrificar a quien no dé resultados o que le genere conflicto;
tortuguismo para tomar decisiones políticas y éticas, por citar tres de los más
sobresalientes. El viernes pasado hubo una reunión de Gabinete en Los Pinos
donde se revisaron los avances del sexenio y los logros de la reforma
energética. Del resto de los temas nada. Por cuanto a incompetencia,
corrupción, inseguridad, violencia, ingobernabilidad, desprestigio, los
calificativos que se convierten en sustantivos sobre su gobierno, ni una palabra
revelada. Otro botón de este sexenio fallido: esconder la cabeza pensando que
si no ve nada, nada pasa.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 17/07/2017 | 04:07 AM)
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