–Peña,
dos años en caída libre
–Margarita-Calderón:
Perdiendo el PAN, ganan
CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- Nadie puede regatearle a Enrique Peña Nieto un logro
mayúsculo de su gobierno: Arrastrar, con su acumulado desprestigio, al Partido
Revolucionario Institucional (PRI) hasta la tercera y, quizá, cuarta fuerza en
las elecciones federales de 2018.
Lo
saben en Los Pinos con encuestas recién levantadas: La calificación de Peña
está en un dígito. Lo apoya, si acaso, uno de cada diez mexicanos, y sólo 5% se
declara “contento” con la situación del país.
Y
la marca PRI, aun con la posibilidad de operación electoral de los gobernadores
y el propio gobierno federal, vale apenas 15% tras el gasolinazo de enero.
Si
hoy fueran las elecciones presidenciales –para las que aún falta un año y
medio–, cualquier candidato priista sería derrotado: Miguel Ángel Osorio Chong,
responsable de la violencia que crece y vetado por el gobierno de Estados
Unidos por su lado oscuro; José Antonio Meade, la cara de los gasolinazos desde
Felipe Calderón; Luis Videgaray, arquitecto del desastre económico y artífice
del triunfo de Donald Trump; Eruviel Ávila, el gobernador del estado más
corrupto de México…
Hace
seis meses, en agosto, antes de la visita de Trump a México, las encuestas –de
por sí bajo sospecha– indicaban que Peña había caído a 20% de aprobación entre
los mexicanos. Tras el triunfo del candidato republicano, odioso para los
mexicanos, la evaluación del presidente de México cayó aún más.
No
han sido difundidas todavía las encuestas más recientes, las que se levantaron
después del gasolinazo y ya con el pulso de la furia que concitó esa medida,
pero las que ha conocido el autor de esta columna indican que no existe
antecedente del nivel de repudio a un presidente de la República, ni siquiera
Ernesto Zedillo en medio del colapso económico de 1994-1995.
No
es un fenómeno nuevo en Peña. En septiembre del año pasado aquí se consignó
cómo era evidente que era un bulto en caída libre. Y lo era antes de humillarse
ante Trump, pero la visita vejatoria para los mexicanos, en México y en Estados
Unidos, lo hundía en aguas inmundas.
“No
sólo en las tribunas serias, sino en la población toda, Peña es descrito con
desprecio. Lo llaman estúpido, indigno, servil, cobarde. Peor: Traidor. No lo
defiende nadie, ni los priistas”.
Lo
anterior lo escribí en esta columna “Historias de lo Inmediato”, el 5 de
septiembre del año pasado, cuatro días después de su IV Informe de gobierno y
antes de que las encuestas registraran un desplome de Peña menos al 20%.
Tampoco
eso era nuevo: En vísperas de su II Informe de gobierno, en septiembre de 2014
–cuando la propaganda del “mexican moment” encandiló a quienes hoy lo
repudian–, Peña era ya visto con desdén por la mayoría de los mexicanos. Le
reprochan la carestía, el desempleo, la inseguridad y la violencia, pero
también lo perciben falso, deshonesto, manipulado, rebasado por los problemas…
Las
dos más recientes encuestas de los diarios El Universal y Excélsior, que son
más bien proclives a la adulación presidencial, mostraban que el aprecio ciudadano
por Peña estaba por debajo de 50%: En la primera, la aprobación era de sólo
46%, por 45% de desaprobación, mientras que en la segunda el apoyo era de
únicamente 43% contra 54% de rechazo.
La
encuesta de Buendía-Laredo para El Universal, difundida el lunes 18 de agosto
de 2014, y la de BGC de Ulises Beltrán para Excélsior, el lunes 25, detallaban
las razones del rechazo. Por ejemplo, cuando se preguntó qué es lo mejor que
había hecho Peña hasta entonces, la respuesta de la mayoría de los entrevistados
era contundente: “Nada”.
Cuando
a los entrevistados se les preguntó si el país va por muy buen camino, por buen
camino, por mal camino o por muy mal camino, un 48%, la cifra más alta, decía
que México va por muy mal camino y sólo la mitad de ese porcentaje, 24%,
consideraba que va por muy buen camino; una cifra más baja inclusive que el 27%
consideraba que ni bueno ni malo.
Y
las respuestas sobre el rumbo del país eran, otra vez, apabullantes para Peña:
Mientras que sólo 15% apoyaba que Peña debía mantener el rumbo, un aplastante
64% indicaba que debía haber un cambio de rumbo.
No
hubo cambio de rumbo, sino empecinamiento por continuar con el mismo sendero, y
Peña y su gobierno padecen un repudio sin antecedente, que incluye a los
propios priistas. El PRI, asociado a Peña, es un cacharro que ya nadie quiere
comprar…
Apuntes
Lo
del PAN en Coahuila parece esquizofrenia: Al aspirante a gobernador Guillermo
Anaya Llamas, compadre de Felipe Calderón y Margarita Zavala, lo combaten
testaferros de Calderón y Margarita. Y a Anaya Llamas lo apoya Ricardo Anaya,
el presidente del Partido Acción Nacional (PAN) que combate a Zavala, la esposa
de Calderón y sus testaferros. El fondo es que la pareja Margarita-Calderón –y
sus testaferros encabezados por el senador Roberto Gil Zuarth y cinco
gobernadores– apuestan a que los dos Anaya sean derrotados en Coahuila para
descarrilar al presidente del PAN de la candidatura presidencial. Perdiendo el
PAN, ellos ganan… Aconsejado por Gil Zuarth, según el entorno de Anaya, el
senador Luis Fernando Salazar –apodado “El Junior” por su talante caprichoso–
acusa a la dirigencia del PAN de crear una “farsa” para, con una encuesta
manipulada, imponer a Anaya Llamas como candidato, en un “proceso viciado” que
se asemeja a lo que hace el PRI. “En este momento de desestabilización y
cuestionamiento de las clases políticas resulta absurdo que tengamos un proceso
tan turbio y cuestionado”, dijo Salazar. Aún no lo dice públicamente, pero
Salazar ha dicho internamente que Anaya Llamas es, en realidad, el candidato
del gobernador priista Rubén Moreira…
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en Twitter: @alvaro_delgado
(PROCESO/
ÁLVARO DELGADO/16 ENERO, 2017)
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