Los
ajustes en la Secretaría de Relaciones Exteriores han sido jugadas de ajedrez,
pero sobre tableros diferentes. Pasada la ola de reacciones por el nombramiento
de Luis Videgaray al frente de la Cancillería, la forma como rápidamente se fue
articulando la política interna y la externa a partir de su regreso al Gabinete
ratifica dos cosas: que Videgaray, como lo ha sido desde el día uno del
gobierno de Enrique Peña Nieto, es el único Secretario que nombró de manera
autónoma a su equipo, sin injerencia presidencial, lo que nos lleva al segundo
alegato, que su jefe en Los Pinos lo necesita más a él que él que viceversa,
por una razón que ha quedado manifiesta, la necesidad del Presidente de tener
quien le haga el trabajo que él no puede ni quiere, y tener una especie de
primer ministro que gobierne.
La
renuncia de Videgaray como Secretario de Hacienda por el desgaste político
derivado de la visita de Donald Trump a Los Pinos, no provocó la acción que se
esperaba de Peña Nieto al quedar roto el diseño original de operación política
sustentada en dos pilares, Miguel Ángel Osorio Chong, Secretario de
Gobernación, y Videgaray. Fuera éste del Gabinete, se rompió el equilibrio y
Osorio Chong asumió un poder y control absoluto sobre el gobierno, ante la
indisposición del Presidente por, en las condiciones nuevas que se presentaban
dentro de su equipo, cambiar el modelo de operación y asumir el control total
del gobierno. Peña Nieto no lo hizo porque la Presidencia lo ha mostrado
desidioso.
Esta
característica no es algo que se vea fácilmente, al inundar de propaganda
oficial los medios de comunicación y preparar de manera regular eventos
escenográficos donde él es el centro de la atención. Sin embargo, la realidad
es otra. Por ejemplo, no es afecto a convocar reuniones de Gabinete, y pasan
semanas sin que se realicen. Es usual que en ellas se excuse al poco tiempo de
haber comenzado, pedirle a los secretarios que discutan y resuelvan para que le
informen, y regresar cuatro o cinco horas después para ver lo que han hecho, lo
que es un comportamiento absolutamente anómalo en comparación con sus
predecesores. Le gustan también los fines de semana largos, que pueden comenzar
los jueves al terminar una gira, donde en lugar de regresar a Los Pinos para
continuar trabajando, toma un avión hacia el Pacífico para jugar golf desde el
viernes, o le dedica las tardes a las larguísimas sobremesas y tertulias.
Al
no cambiar sus debilidades y asumir plenamente el cargo de Jefe del Ejecutivo,
Osorio Chong tampoco ocupó el lugar de presidente adjunto o primer ministro
cuando se fue Videgaray. El Secretario de Gobernación, por lo que se vio a
través de sus acciones, encontró la pista despejada para la sucesión
presidencial –su equipo comenzó a comportarse consecuentemente-, y en lugar de
meter las manos paara quitarle presión al Presidente, se cuidó. El episodio del
gasolinazo es el mejor ejemplo. A finales de año no había nadie en Gobernación
para atender las preocupaciones de los gobernadores y cuando iniciaron las
protestas, Bucareli calló. Cuando alguien abrió la boca, fue el subsecretario
de guardia, responsable de las cárceles, y nadie más. Hasta que el Presidente
reapareció, él también dio la cara, pero cuidando que ninguna declaración le
atrajera crítica o lo colocara en el centro del debate público.
Un
botón ilustrativo de cómo actúa el Secretario lo dio Martha Anaya en su columna
“Alhajero” el 11 de enero, donde transmitió su postura. “El presidente estaba
informado de todo lo que sucedió –escribió Anaya-... Miguel Ángel Osorio Chong
hablaba con él todos los días. Y no sólo
una vez, sino varias veces durante el día. Pero no sólo eso. Desde antes de que
se tomara la decisión del aumento... desde el área política se advirtió lo que
podría sobrevenir. ¿Qué pasó entonces? Pues que desde un principio se
desestimaron las advertencias. No se tomaron en cuenta las opiniones desde la
perspectiva política y social... ‘No quisieron ver, ni oír ninguna otra
argumentación’, aducen. ‘Vaya, ni siquiera puede decirse que los tecnócratas se
impusieron porque a Osorio ni lo consideraron’”.
Anaya
ubicó el contexto de este mensaje en el quiebre del Gabinete. Videgaray no
tenía ni una semana de haberse reintegrado al equipo peñista y reinició la
lucha pública. Osorio Chong no se sintió cómodo con el regreso de su antiguo
amigo, por lo que dejó ver su lenguaje de cuerpo. Hace tiempo, de acuerdo con
funcionarios en Los Pinos, había perdido la confianza del Presidente, quien sin
embargo parecía su rehén. El regreso de Videgaray es la recuperación de ese
espacio perdido que Peña Nieto, extrañamente, no tomó, como Jefe del Ejecutivo.
A
su regreso, Videgaray movió sus alfiles. Sacó del sector hacendario al equipo
compacto que necesitaba y movió las piezas para la prioridad por razones de
tiempo ante el inicio incierto del gobierno de Donald Trump. Cambió al
Embajador de México en Washington e incorporó a su íntimo amigo –y doble
compadre-, Gerónimo Gutiérrez, cuya experiencia en el campo de la relación
bilateral y conocimiento amplio de comercio, desarrollo y seguridad, hizo que
se recibiera bien en la sociedad política. Sus primeras acciones dieron
certidumbre y volvieron a mover el péndulo en el Gabinete. Videgaray reasumió
el poder real dentro del gobierno peñista, casi seis meses después de que su
Gabinete, por omisión, se rompió y el Presidente se pasmó.
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(NOROESTE/
Estrictamente Personal/ Raymundo Riva Palacio/ 16/01/2017 | 04:08 AM)
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