Javier Valdez | |
Se llevaron a tu carnal, le dijeron por teléfono. Quién, cuándo, por qué. No
sé, eran unos batos encapuchados, enfierrados con cuernos de chivo, vestidos de
negro. N’ombre bato, se puso bien feo, la neta. Qué hago, qué hago. Caminaba de un lado a otro por el angosto pasillo de la oficina. Tomó el teléfono y empezó a marcar y a marcar. Alguien le dijo que tenía que buscar a los malandrines que lo tenían, antes de que le mataran a su hermano. Es la única forma. Ta cabrón pero no hay de otra. Llamó y llamó y llamó. En uno de sus diálogos salió un nombre. Era el del matón que tenía a su hermano. Y cómo es el tipo este. Es un bato maldito, un completo hijo de la chingada. Ni modo. Voy a llamarlo, contestó. Consiguió su número y le marcó. Escuchó una voz gruesa y honda. Le amartilló el oído. Quién es. Qué quieres. Ese fue el saludo. Le explicó que no lo conocía y que al morro que tenía en su poder, que acababan de levantar en esa colonia, era su hermano. El hombre le dijo que les había robado droga e iban a matarlo, aunque antes tenían que darle una calentada. Mire, compa, mi hermano fue muchas cosas, pero no ratero. Le entró a la mariguana y a la cocaína y no sé a qué más, pero pura droga. Te pido por favor que me lo regreses. Te lo suplico. Ni modo, lo vamos a matar. Loco, están cometiendo una injusticia. Pero si quieres te lo compro. Te compro a mi hermano. Segundos de silencio espeso: podían escucharse los alaridos del corazón, el retumbar de una voz que grita pero que nunca sonó. Tienes muchos güevos para llamarme y pedírmelo. Voy a mandar por ti, pa’platicar. Lo citó en una esquina, cerca de dónde se encontraba. Llegaron cuatro y frenaron de una frente a él. Dos se bajaron, lo doblaron a golpes y lo subieron al carro. Lo ataron de manos y le pusieron una venda en los ojos. Cuando estaba frente al jefe se la quitaron. Tienes muchos güevos, le repitió. Quiero a mi carnal, te lo compro. Te juro por lo que más quieras, por mi mamacita, que mi hermano no fue. Él tiene como siete meses que no le entra a nada. Como te dije, es adicto, no ratero. El bato quiere rehacer su vida, está luchando, dale una oportunidad. Del otro lado, en un cuarto contiguo, se escuchaban llantos y mentadas y súplicas. Ta bueno. Te lo voy a regresar, pero hasta mañana. No. Dámelo ahorita, porque si no, no me muevo. Mira, compa, te crees muy güevudo para venir aquí y decirme eso. Los puedo matar a los dos, eso puedo hacer. Pero la neta me caes bien. Hizo una señal y trajeron al hermano. Rostro hinchado, ropa hecha jiras, manchada. Llévatelo, compa. Nomás porque me caíste bien. Voy a seguir investigando, pero si descubro que tú carnal fue el que me robó te voy a caer. Caminaban hacia la puerta cuando los interceptó con una nueva advertencia. Y si vuelve a caer, que le entre a la mota o a la coca o al cristal, también me lo voy a chingar. Quiero que tu hermano se conserve así, al menos unos dos años. Si antes de eso se vuelve a poner loco, entonces no hay perdón. Voy por los dos. 17 de febrero de 2012. |
sábado, 25 de febrero de 2012
TE COMPRO A MI HERMANO
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