Un día, durante mis vacaciones decembrinas, mientras mi hermano y yo acompañábamos a mi abuela y mi tía a su casa, escoltados por el hermoso par de perros gran danés de mi madre, mi abuela hizo un comentario que me llamó mucho la atención.


Antes de entrar en detalles, es necesario explicar que la casa de mis padres (donde viví de manera continua hasta los 17 años y luego en distintos periodos de mi vida en estancias no mayores a los seis meses), se encuentra enfrente de un parque y éste, a su vez, está al lado de un cuartel militar. Por su parte, la casa de mi abuela se encuentra al lado del cuartel militar. La casa de mis padres y mi abuela, por lo tanto, se encuentran únicamente a dos cuadras y media de distancia y la acera del cuartel es paso común para todos nosotros desde que éramos niños.

Volviendo al tema, al pasar por la entrada del cuartel, donde generalmente hay un par de centinelas, mi abuela observó que por primera vez (en los más de 40 años que lleva al lado de esa fortaleza militar), los soldados colocaron un nacimiento y figuras de Santa Clos iluminadas con foquitos de colores.

-“Cosa rara”- pensé, pero luego caí en la cuenta del fenómeno, ¿por qué los militares después de 40 años, por primera vez, colocan un nacimiento junto a la gran entrada de sus instalaciones? No es cualquier cosa que las fuerzas armadas de nuestro país estén buscando reconfortar sus almas acudiendo a la Fe (la que sea), después de las matanzas y emboscadas de que son presas desde que iniciara el gobierno de Fox, del que ya pasaron casi 12 años.

Cientos de militares han muerto a causa de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, miles de hogares se han quedado sin la presencia de alguno de sus integrantes y sin el ingreso que les daba la oportunidad de tener una vida más o menos digna.

A pesar de entender la necesidad de Fe de las fuerzas castrences, de saber que es necesaria la comunión y la solidaridad con aquellos a los que la vida no les dejó más opción que enlistarse y garantizar así un ingreso para su familia; la pregunta que me queda de la observación hecha por la abuela es la siguiente:

¿En dónde quedó la separación del estado (con sus tres poderes) y la iglesia?

Justo hoy me encontré con una nota que describe el revuelo generado en la Cámara de Diputados a causa de que un funcionario autorizó que se realizara una homilía para bendecir la sala de prensa nueva en la que trabajan los reporteros que cubren las actividades del Palacio Legislativo de San Lázaro.

Como era de esperarse, los distintos grupos parlamentarios criticaron fuertemente la decisión por tratarse de un acto religioso en un espacio de un poder público y, claro está, la misma crítica podría hacerse a las fuerzas militares que colocan nacimientos a la entrada de sus cuarteles, pero esas son cuestiones que únicamente dejan ver lo sucedido en los últimos 12 años (de gobierno panista).

En las cuatro últimas legislaciones federales, diputados y senadores del PRI y del PAN han presentado al menos 13 iniciativas de reforma a diversas leyes -incluyendo la Constitución- relacionadas todas con la desaparición del Estado laico. La pretensión: otorgar privilegios a la iglesia católica, establecer la educación religiosa en escuelas públicas, otorgar concesiones de radio y televisión a la Iglesia católica, permitir a los ministros de culto participar, al mismo tiempo que son tales, de puestos de elección popular, entre otras cosas que, de revivir, volverían a matar de coraje al tata Juárez.

Con paso lento, con paciencia y perseverancia, la Iglesia Católica y el actual gobierno, han logrado echar atrás todo por lo que han luchando los estados más progresistas del mundo, mantener el estado laico y promover la libertad de culto.

Mientras, me quedo con la noticia de que el Papa -en pleno proceso electoral- confirmó su visita a México para el 23 de marzo, justo 2 días después del natalicio del licenciado Benito Juárez, ¡Hazme el chingado favor!

Cortesía de Flor