La pesadilla arrancó en noviembre de
2011 cuando viajó, invitada por un pretendiente, desde Reynosa a la vecina
ciudad de Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas, para pasar el fin de
semana, pese a la advertencia de su madre: “No te vayas con ese hombre”. Norma
y Juan Manuel y Ricardo fueron detenidos por hombres uniformados y armados. El
“comandante” le dijo a la mujer: “Vente conmigo 15 días y te soltamos”. Ella se
negó y el oficial le respondió: “Pues vas a quedar detenida por apretada”.
Los detenidos fueron recluidos en el
Centro de Ejecución de Sanciones de Nuevo Laredo, donde Los Zetas mandan y los
guardias están a su servicio. Norma sufrió ocho días de torturas y abusos
sexuales. “A diversas horas del día me golpeaban. Querían que les confesara que
yo era parte del Cártel del Golfo”, dijo.
Cuando fue dada de alta, las autoridades
ordenaron su regreso a la prisión de Nuevo Laredo, lo que motivó que su padre,
Sergio Mendoza Gómez, pidiera la intervención de la Comisión Estatal de
Derechos Humanos y enviara cartas al
Presidente Enrique Peña Nieto con fotos de las lesiones de su hija. La
Presidencia, dice Norma, nunca respondió y la CEDH se encargó de mantener en
secreto su caso, como muchos otros en Tamaulipas.
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Juan Alberto Cedillo
Reynosa (Coahuila), 9 jul
(EFE).- Norma Mendoza estaba en el lugar y el momento equivocado. Se atravesó
en el camino de un grupo de militares que la acusaron de ser espía de un cártel
y allí comenzó un calvario que no termina porque, aunque recuperó su libertad,
su paso por la prisión la marcó de por vida.
Norma Mendoza López fue la
primera mujer mexicana certificada por el Protocolo de Estambul, en 2012. Se
confirmó que la mujer sufrió tortura en una prisión en Nuevo Laredo, donde fue
encerrada después de que el Ejército Mexicano la acusó de un falso delito.
En entrevista con Efe, esta
madre mexicana de cuatro hijos cuenta que en 2011 fue detenida injustamente por
miembros del Ejército, acusada de ser “halcón” (vigilante del crimen
organizado), y torturada en prisión por integrantes del cártel de Los Zetas
hasta que creyeron que estaba muerta.
La pesadilla arrancó en
noviembre de 2011 cuando viajó, invitada por un pretendiente, desde Reynosa a
la vecina ciudad de Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas, para pasar el fin
de semana, pese a la advertencia de su madre: “No te vayas con ese hombre”.
Allí se encontró con Juan
Manuel y se hospedaron en un hotel donde también estaba alojado Ricardo, un
amigo de su pretendiente.
Norma recuerda que salió de
su habitación rumbo a una tienda y cuando pasó por la piscina un grupo de
hombres le invitaron a bañarse con ellos.
Al día siguiente, ella, Juan
Manuel y Ricardo fueron detenidos por los hombres de la piscina, quienes ahora
estaban uniformados y armados. El “comandante” le dijo a la mujer: “Vente
conmigo 15 días y te soltamos”. Mendoza se negó y el oficial le respondió:
“Pues vas a quedar detenida por apretada”.
El subteniente Sergio Luna
García, adscrito al Décimo Noveno Regimiento de Caballería con sede en Nuevo
Laredo, entregó a la Fiscalía estatal a los “tres civiles, dos radios Nextel,
tres teléfonos celulares”.
En el parte militar, del que
Efe tiene una copia, especificó que hacía “las 14:30 horas del 12 de noviembre
del 2011 circulaba sobre la avenida Reforma, cuando a distancia nos percatamos
de la presencia de tres personas, dos del sexo masculino y una del sexo
femenino”, quienes “hablaban por teléfono”.
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Penal Internacional a los Moreira y a Zetas por crímenes
Norma cuenta que en la
Fiscalía les impidieron hacer una llamada. “Me trajeron a un abogado de oficio
para que estuviera en mi declaración”, pero “yo declaraba una cosa y ellos
escribían otra”, recuerda.
Cuando le entregaron su
“confesión” para que la firmara, se puso a leerla. “¿Qué haces?”, le dijeron
los agentes, y le ordenaron que firmara. Ante su negativa, su abogado le dijo:
“Nos saliste muy fierita”, pero ella le pidió que se retirara si no la iba a
defender.
“Nunca firmé lo que ellos
querían”, narra orgullosa Norma, cuyo expediente señala que fue detenida por
“atentado contra la seguridad de la comunidad”.
Los móviles supuestamente
usados para reportar los movimientos de los militares fueron presentados como
pruebas contra Mendoza, cuando -según el expediente- estaban quebrados, sin
pilas y no funcionaban.
Los detenidos fueron
recluidos en el Centro de Ejecución de Sanciones de Nuevo Laredo, donde Los
Zetas mandan y los guardias están a su servicio.
Norma sufrió ocho días de
torturas y abusos sexuales. “A diversas horas del día me golpeaban. Querían que
les confesara que yo era parte del Cártel del Golfo (CDG)”.
Los Zetas, que en 2010 se
enfrascaron en una guerra con el CDG, sus antiguos aliados, utilizaron una
tabla diseñada especialmente para torturar a sus rivales.
Los sádicos Zetas la
golpeaban en tandas de 15 “tablazos” en la espalda, los glúteos y las piernas.
En esos largos días casi no probó alimentos ni agua y las internas la
levantaban con un balde de agua fría. “Me arrancaron las uñas, me quemaban el
cuerpo con cigarrillos”.
En el octavo día, una mujer
obesa brincó sobre su estómago, lo que hizo que vomitara grandes cantidades de
sangre antes de desmayarse.
Los internos la dieron por
muerta y al noveno día salió en un vehículo de la prisión rumbo a la morgue,
pero un leve quejido evidenció que seguía con vida.
Los custodios la trasladaron
a la clínica del doctor de la prisión, donde le dieron los primeros auxilios, y
después la trasladaron al Hospital General de Nuevo Laredo, donde le
practicaron 14 cirugías.
Tenía hemorragias internas,
la vesícula rota, el cerebro inflamado, el hígado destrozado, así como varias
costillas quebradas.
El cirujano plástico
Alejandro Caraveo, quien pasó varios días removiendo tejidos necrotizados en
espalda y glúteos, relata a Efe que “frecuentemente tenía que realizar la misma
operación” en reos que le llegaban de las prisiones de Tamaulipas.
Uno de los hombres detenidos
con Norma falleció en el penal, mientras el otro perdió la noción del tiempo y
espacio después de las torturas y ahora es el “loquito” de esa cárcel.
Nadie veía, nadie oía “La escuela”, en
pleno corazón de Coahuila, en donde zetas enseñaban a matar
Norma estuvo casi seis meses
en varios hospitales y no fue sino hasta que llegó a uno de la capital de
Tamaulipas, Ciudad Victoria, cuando su madre pudo verla.
Cuando fue dada de alta, las
autoridades ordenaron su regreso a la prisión de Nuevo Laredo, lo que motivó
que su padre, Sergio Mendoza Gómez, pidiera la intervención de la Comisión
Estatal de Derechos Humanos (CEDH) y enviara cartas al Presidente Enrique Peña
Nieto con fotos de las lesiones de su hija.
La Presidencia, dice Norma,
nunca respondió y la CEDH se encargó de mantener en secreto su caso, como
muchos otros en Tamaulipas.
Así, los familiares llevaron
el caso a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que ordenó el
Protocolo de Estambul realizado por Abel Édgar Hassan, perito de la
Procuraduría General de la República (PGR).
Norma contó su tragedia
durante seis días; terminó en el piso, llorando y en posición fetal. “El doctor
Hassan me levantó y me dio un abrazo”, recuerda.
El Protocolo confirmó la
tortura, lo que llevó a las autoridades federales a ordenar que siguiera su
condena en una prisión de Reynosa, donde 85 por ciento de los internos eran
miembros del CDG. Allí los reos le aseguraron que la iban a tratar como “si
estuviera en casa”.
Después de casi seis meses
volvió a ver a sus hijos y luego de tres años de litigio, un juez ordenó en
enero de 2015 su libertad porque no se encontraron pruebas del supuesto delito.
Ahora que Norma comenzó los
trámites para ser indemnizada, la Fiscalía estatal “tiene perdido” el
expediente con los resultados del Protocolo de Estambul.
Debido al escaso apoyo de las
autoridades mexicanas, Norma dice que buscará la asesoría del relator de la ONU
para los Derechos Humanos y de otras organizaciones para demandar a la
Secretaría de la Defensa y obtener la reparación del daño.
(SIN EMBARGO.MX/ JUAN ALBERTO CEDILLO/
EFE/ JULIO 9, 2017, 11:30 AM)
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